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Días rojos (segunda parte)

 —…la situación en Medio Oriente continúa con su escalada de violencia –informaba una periodista por la televisión mientras todos comían durante el desayuno en el área de la cocina, la imagen satelital transmitida gracias a los excelentes sistemas de comunicación mostraba un bombardeo feroz a la ciudad de Gaza— fuerzas militares israelíes y palestinas se han enfrascado en un enfrentamiento violento. Mientras tanto, Siria reporta que su espacio territorial ha sido violado por irrupción de tanques militares israelíes en los Altos del Golán, lo que ha provocado una reacción del ejército sirio…

 —¡Santo Dios! –clamó Laredo— ¡Oh Señor, por favor trae la paz a la tierra!

 —¡Bueno! –dijo Robertson cambiando el lúgubre tema— ya falta menos de un mes para regresar a nuestros hogares. ¿Qué piensan hacer?

 —Yo quiero pasar mucho tiempo con mi esposo y mis dos hijos –dijo Odriozova— los extraño mucho. Además pienso dedicarme a la práctica privada por una temporada y quizás sacar otro doctorado.

 —Yo iré a ver a mis padres y a mi novio en Córdoba –declaró Laredo.

 —Yo iré al burdel más cercano –dijo graciosamente Greivik— para compensar estos seis meses de abstinencia –luego chocó sonoramente las manos y emitió una risotada— si me disculpan las damas mi honestidad, claro esta –dijo guiñándoles el ojo y sonriendo. Laredo negó con la cabeza pensando en lo pecaminoso del asunto, pero finalmente sonrió porque Greivik era así, siempre hacía alarde de ser mujeriego y constantemente hacia comentarios y bromas sexuales hacia Laredo y Odriozova, pero debido a su forma de ser afable y simpática, ellas nunca se ofendían.

 —Yo también pasaré algún tiempo con mi esposa y mis hijos. Tengo cuatro –dijo Abdul sin que sus compañeros supieran si se refería a esposas o hijos.

 —A mí me da igual –adujo Andrade— no tengo amigos y mi familia siempre me ha dejado claro que soy un estorbo. A veces siento que es aquí en estos muertos ambientes, lejos de la cercanía de cualquier ser humano, donde soy más feliz. Es casi como la quietud que nos trae la muerte, ¿no creéis?

 Todos ignoraron su comentario.

 —Yo por mi parte –comentó Robertson con ambición en sus ojos— me inscribiré de inmediato a la próxima misión y realizaré los exámenes para ascender de rango.

 —Puede que tengas suerte, Robertson –dijo sarcásticamente Watson— últimamente están necesitados de oficiales y ascienden a casi cualquier cosa.

 Robertson ignoró el comentario y prosiguieron la conversación hasta terminar de comer y realizar sus labores diarias.

 Tres días después las noticias seguían siendo desalentadoras:

 —…tras los bombardeos israelíes a Irán, la reacción inmediata fue de condena por parte de Rusia, China, la Liga Árabe y los gobiernos izquierdistas de Sudamérica. Estados Unidos vetó una moción de condena contra Israel presentada por Rusia y China en el Concejo de Seguridad. Rusia, que recientemente tuvo un altercado diplomático con Estados Unidos por la venta de armas a Sudamérica y Corea del Norte, asegura que no tolerará más las acciones israelíes. La Federación Rusa envió un fuerte contingente naval al Golfo Pérsico, apoyado por China. Estados Unidos se encuentra solicitándole a la OTAN corresponder con una sólida presencia militar de la Alianza en el Golfo, aunque ha topado con la oposición de Francia. Mientras tanto, China y Corea del Norte prepararon su arsenal nuclear a pesar de las condenas de Japón y Corea del Sur, lo que automáticamente provocó que India también reactivara su abastecimiento atómico y por ende, Pakistán.

 —Creo que el fin del mundo se acerca –declaró Andrade siniestramente mientras todos observaban las noticias de noche, en la oscuridad desde sus catres— pronto este virus llamado Humanidad que carcome al planeta Tierra será erradicado en una devastación nuclear. Un Holocausto de fuego multicolor que consumirá la maldad y la podredumbre humana por siempre.

Las labores cotidianas continuaron y cada uno realizaba su trabajo tranquilamente… hasta que sonó la alerta roja.

 Abdul interrumpió sus oraciones islámicas que realizaba sobre el suelo de la cocina, mientras que Andrade dejaba de lado sus mediciones climáticas y Tamayo su trabajo arreglando un monitor de la computadora de Robertson.

 Noticias desde el cuartel general llegaron por el comunicador y fueron interceptadas por Robertson mismo ante la mirada expectante del resto del equipo. Finalmente Robertson comunicó a los demás:

 —Se ha declarado la guerra –adujo con mirada turbia— tal parece que Corea del Norte disparó misiles sobre Japón. La comunicación se cortó antes de recibir más informes, sin embargo nos ordenan preservar posiciones.

 —¡Pronto! –ordenó Watson— enciendan la televisión y veamos las noticias.

 —…la situación es crítica –comenzó a decir entre una fuerte interferencia la presentadora de las noticias, que mostraba un rostro lloroso y demacrado por el terror— …nos encontramos… nos… —luego prorrumpió en llanto y dejó la cámara. Un compañero la sustituyó diciendo:

 —Corea del Norte disparó hace –luego hubo interferencia— …misiles nucleares contra Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Australia lo cual provocó la inmediata reacción de la OTAN que fue… —nueva interferencia interrumpió la transmisión— …armas nucleares disparadas como respuesta contra Corea del Norte por Estados Unidos y Europa… —nueva interrupción— …Rusia y China aseguran… —interrupción— …la integridad territorial de sus países por lo que ordenaron un masivo bombardeo contra los miembros de la OTAN… —la imagen desapareció entre la interferencia pero luego regresó el sonido— …rumores no confirmados de un ataque nuclear entre India y Pakistán… —el sonido volvió a desaparecer.

 —¡Arregla esa maldita transmisión! –ordenó Watson y Robertson ajustó los radares satelitales lo mejor que pudo. La imagen y el sonido regresaron con el periodista que mostraba lágrimas en sus ojos mientras decía:

 —…registros moderados calculan la cantidad de muertos una vez que estallen las bombas en dos mil millones de personas que… —interferencia— …nubes radioactivas que matarán a los sobrevivientes… —nueva interferencia— …hemos llegado al fin del mundo. La Humanidad ha escrito hoy su último capítulo… —luego su imagen desapareció en ruidosa estática.

 —Los sistemas de comunicación han fallado –informó Robertson— no hay satélites en funcionamiento ni transmisiones militares o civiles de ningún tipo como si…

 —Ya nadie las manejara –dijo sombríamente Watson.

 —¡NO! –gritó desesperada Odriozova— ¡Mi esposo! ¡Mis hijos! ¡Esto no pudo haber pasado!

 —Santo Dios –exclamó Laredo hincándose en el suelo y persignándose con su crucifijo entre manos— tu juicio final ha llegado, como fue predicho por ti: El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde, Apocalipsis 8:7. El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre, Apocalipsis 8:8. El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego, Apocalipsis 16:8.

 —¡Cállate estúpida! –espetó Watson— no pueden haber muerto todos los seres humanos del mundo ni siquiera con una guerra nuclear…

 —No una guerra nuclear –corrigió Andrade— un Holocausto nuclear. Y es verdad que las bombas tardarán en caer varias horas, al menos todas aunque algunas deben haber estallado ya.

 —¿Significa que quizás seamos los únicos sobrevivientes? –se preguntó Greivik— ¿Tendremos que repoblar la Tierra?

—No seas tonto, Greivik –regañó Robertson— aún si hay sobrevivientes en la Tierra dudo mucho que tengan capacidad para organizar un viaje a Marte… o que les importe. Nuestro relevo no llegará ya nunca y no tenemos alimentos ni agua más que para un mes cuando mucho. Ni tenemos forma de sobrevivir en este inhóspito planeta de m****a. Ni siquiera podemos salir sin trajes porque no tiene capa de ozono y la radiación solar nos mataría, casi no tiene atmósfera, no hay forma de cultivar nada y la única fuente de agua sería el hielo en los polos que están muy lejos. ¡Estamos condenados!

 Odriozova seguía sollozando en el suelo, al tiempo que Abdul enjugaba sus lágrimas y Laredo continuaba orando febrilmente. Watson bramó:

 —¡Basta ya! ¡Recompónganse! Tenemos trabajo que hacer. Para intentar sobrevivir deberemos racionalizar la comida y buscar algún medio de cultivo agrícola que…

 Pero Watson fue interrumpido por Robertson que se abalanzó sobre él y le aferró violentamente las solapas.

 —¿Con que autoridad nos das órdenes, maldito bastardo?

 —¿Cómo que…? ¡Con la que me ha investido el Gobierno y el Ejército de los Estados Unidos…!

 —Un gobierno y un ejército que no existen ya de un país que está reducido a cenizas. Usted ya no tiene autoridad sobre nosotros.

 —¡Esto es insubordinación! –reclamó y entonces Robertson le propinó un contundente puñetazo en la mandíbula que lo lanzó al suelo.

 —¿Y que va a hacer? ¿Llevarme a una corte marcial? Voy a morir en unos días y no pienso seguir aguantándolo, Watson, creo que trataré de hacer todo lo que no he podido hacer en este maldito agujero antes de morir.

 Greivik, los Hermanos Grimassi y Abdul lo apoyaron.

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