La puerta blanca se azotaba tremendamente. Un grupo de sanguinarios soldados serbios la golpeaban deseando entrar, pues era la puerta delantera de mi humilde hogar asentado en un barrio gitano de Bosnia, justo al principio de la guerra étnica en Yugoslavia. Yo abrazaba a mi hijo de 3 años que lloraba desesperado asustado por los golpes, mientras mi esposo me abrazaba a mí, una joven de 20 años.
Los golpes prosiguieron, cada vez peores y más estruendosos, una y otra vez, como marcando una sentencia de muerte. La puerta fue desvencijada estrepitosamente y al violentado hogar penetraron una docena de soldados fuertemente armados...
—¡NOOOO! –dije gritando y despertándome en el asiento del avión en que viajaba.
—¿Te encuentras bien, Drej? –me preguntó Rodrigo notoriamente preocupado.
—Sí... sí lo estoy... –dije removie
Pasada la última visita al show, los fenómenos salían de sus aparadores y se iban a comer o descansar. Recibían un porcentaje de lo recaudado, pero no tenían muchos gastos fuera de los elementales por su aspecto.Flor se encargaba de asear el lugar, limpiando especialmente las vomitadas de los espectadores. Zondar el gigante le dispersó una mirada de lascivia que le erizó la piel, pero luego lo ignoró y prosiguió.De todos los fenómenos, sólo los Gemelos Arkham no salían nunca. Flor se quedó mirando la jaula cubierta con aprensión y temor...Cuando contempló una mano torcida y callosa saliendo de entre la cortina para apresar una mosca que después introdujo al interior de la jaula para alimentarse, Flor salió corriendo del lugar.Furtivamente, Flor escuchó la conversación que sostenía Car
La infortunada muchacha superviviente fue colocada sobre la rueda giratoria mientras Caragnny le lanzaba cuchillos. El primero se enterró en su muslo derecho y ella hubiera dispersado gritos más estentóreos de no ser porque la mordaza se los ahogaba. El segundo cuchillo se clavó en su antebrazo izquierdo, el tercero en su hombre derecho, el cuarto en la pantorrilla derecha, el quinto en el muslo izquierdo, el sexto justo en la oreja izquierda, el séptimo en su ingle, el octavo en el brazo izquierdo, el noveno de nuevo en el muslo derecho, el décimo en el estómago, el undécimo en el pecho y finalmente, el duodécimo en el cuello matándola finalmente.—¡Excelente puntería! –se dijo Caragnny— no fallé ni uno...Flor contempló todo desde lejos.Llena de terror e indignación, fue a su tienda a empacar. Se detuvo unos momento
El despacho de Jorge Vargas era una oficina bastante agradable donde Rodrigo y yo éramos atendidos amablemente, sentados en sillas frente a su escritorio. El sujeto era un abogado fiscal que trabajaba en la Fiscalía de Delitos Sexuales, de poco más de 40 años, ataviado con traje, estaba perfectamente rasurado y tenía un buen cabello negro ondulado. Podía considerársele atractivo.—Usted fue uno de los pocos niños supervivientes del Orfanato Ruther –mencionó Rodrigo.—Así –reconoció— tenía unos 14 años cuando salí de ese espantoso lugar.—¿Qué... clase de cosas pasaban allí? –pregunté.—Toda clase a abusos y malos tratos –dijo con una cierta sombra en su mirada— resulta difícil sólo recordarlos. Me refiero a verdaderas torturas co
—¡Damas y caballeros! –decía la voz que reconocí como proveniente del gemelo masculino Arkham, me encontraba sumida en una abismal oscuridad incapaz de reconocer donde me encontraba, aunque consciente de que era un sueño— ¡Niños y niñas! Ante ustedes el peor de todos los fenómenos... Una mujer muerta por dentro. Capaz de ver y hablar con los muertos desde muy niña, pero cuya extraña anormalidad nigromántica se acrecentó cuando su esposo e hijo fueron asesinados a sangre fría. Ella misma murió esa noche, no sólo en su alma lacerada, sino en su cuerpo ultrajado y torturado de manera horrible. Pero su cuerpo fue resucitado, sí, así como lo escuchan, resucitado por diabólicos rituales realizados por la madre bruja de éste fenómeno. Así, es ella un cadáver reanimado, aún cuando parezca estar viva porque, rea
Cuando era un niño, mis padres y yo nos mudamos a la vieja casona que solía pertenecer a mi abuela, y que fue heredada por mi padre tras la muerte de ésta.El enorme caserón databa de principios de siglo. Aunque con algunas reparaciones, modificaciones y accesos nuevos agregados a lo largo de las décadas. Era de un estilo clásico, de dos pisos, con altos techos y paredes de madera carcomida y muy vieja, como la mayor parte de sus pisos, salvo una sección adoquinada en adobe en la cocina. Bastos pasillos se extendían siniestramente, franqueados por puertas misteriosas, cual sendero macabro. Con el paso de los años la casa se había convertido en un espantoso vergel de locura arquitectónica. Una pesadilla de ángulos y percepciones geométricas imposibles. Sobre las asediadas tablas corroídas por las inclemencias de los insectos y los elementos, se dibujaban monstruosas figuras;
Flor siempre había maldecido su destino. Nunca comprendió porque tenía que ser ella, precisamente ella, quien tuviera la desagradable, repulsiva e insoportable tarea de cuidar a ese anciano asqueroso.Tenía veinte años y debía de estar disfrutando su juventud con amigos y novios, pero no cuidando a un anciano agonizante. Cada vez que el maldito viejo le girtaba para darle órdenes, Flor se estremecía de odio, de asco y dolor. Recordaba con ira todo el sufrimiento que le había proporcionado y su corazón se inflamaba en un corrosivo rencor.Al principio el anciano daba órdenes como un dictador. Postrado a una cama no tenía más opción que gritarle día y noche; “Tráeme la comida, zorra, Quiero agua, prostituta, Acomódame la almohada, estúpida, Cámbiame el pañal cerda, Tráeme el periódico maldita”. P
LA VISITA DE MEDIANOCHENunca fue mi intención matar a esa persona. En serio, nunca quise hacerlo. Aquella noche cuando salí de la fiesta de la empresa estaba pasado de copas y quizás no debí haber manejado, pero ¿Quién iba a saber que eso pasaría, por Dios?En verdad me siento terrible por lo que sucedió pero no creo merecer este castigo infernal. Mi mente se encuentra atormentada por esta pesadilla de la que no puedo despertar…Aquella fatídica noche que arruinó mi vida para siempre y quizás condenó mi alma a un suplicio eterno, transitaba yo por el túnel del Zurquí con una torrencial lluvia bajo los efectos de bebidas embriagantes nublando y entorpeciendo mi mente. Los relámpagos violaban la oscuridad cíclicamente y los enormes goterones empujados por una estremecedora ventisca dificultaban el manejo.De
—Sal —le dijo uno de los militares abriendo la puerta de su celda. La luz que penetró a través de la entrada le lastimó los ojos. Era muy temprano en la mañana y ella estaba durmiendo. El sol aún no salía y de todas maneras, era invierno.Meredith estaba aún sobre la cama de su estrecha y aséptica celda, debajo de las raídas cobijas. Se cubrió los ojos con el antebrazo para protegerlos del resplandor.—¿Me da tiempo de alistarme? —le pidió al gringo hablándole en su mal inglés.—Rápido —ordenó él y cerró la celda de nuevo. Meredith se levantó del duro catre pegado a la pared y que sólo tenía un colchón que no era demasiado cómodo. Vestía en ese momento sólo una camiseta sin mangas y su ropa interior. Se estiró, bostezó y en