En cuanto las puertas del ascensor se abren, salgo al pasillo y entro al piso de las oficinas. En la recepción me saluda Julia, y le doy un saludo con la mano.
—Tu prima está en una reunión con un empresario así que me avisó que te dejó unos archivos en tu escritorio.
Asiento.
—Esto parece más un desfile de hombres trajeados con relojes Rolex que un bufet de abogados—digo. Ella ríe y asiente a mi favor. Entonces acomodo mi bolso y sigo de largo—. Gracias Julia.
—¡No hay porque, cariño!—exclama ella.
Mi oficina, que es una de las más pequeñas aquí dentro, está a dos puertas de la entrada principal, mientras que la de Chiara se encuentra directo al fondo. Y como ella se ha encargado de ser una de las mejores es esta agencia, tiene todo a su favor. Lo cual no me molesta, al contrario, fui testigo de como mi prima lloraba por los extensos exámenes y los intensos casos donde temía equivocarse porque no quería que la tomaran por idiota. Una simple colorada con buen cuerpo.
Eso no era ella. Ni lo es.
Chiara es una de las mejores en Roma, pero también lo es en todo el mundo. Crecimos juntas hasta que con mis padres nos mudamos a Boston unos cuantos años y cuando tuve diecinueve, volví. Italia es mi ciudad. Mi hogar está aquí junto con mi familia. Y Chiara lo es también, por eso es que en cuanto regresé, nos volvimos aún más inseparables que antes.
Después de que terminé mi maestría en Administración de Empresas y Hoteles, ella me tomo aquí, como su secretaria. Necesitaba ayuda urgente y yo no tenía un empleo fijo, así que acepté.
Y ahora estoy aquí después de tres años manteniendo el orden que ella no puede conservar con todos los papeleos y archivos.
Tardo alrededor de una hora en acomodar lo mío, mientras terminó mi trabajo. Estar en este bufet es gratificante porque nadie parece molestar a nadie. Es como si entraras en una burbuja y solo puedes estar tú. Aquí es exactamente lo mismo.
A las nueve de la mañana, todos adentro de su pequeña burbuja.
No hay demasiadas personas en esta parte del edificio. Frank y Peter, abogados con reputación de mas de veinte años, casi que ni recuerdo sus rostros ya que debido a su trabajo y buena reputación, están en constantes viajes y reuniones, Así que las que somos mas recurentes, somos nosotras dos y, ah, Julia.
Me tomo unos cinco minutos para ir hasta la cocina que tenemos. En ella preparo la cafetera y recargo el café en grano dentro, mientras comienzo a buscar una taza en la lacena. Este espacio es demasiado grande. Mucho más grande de lo que es mi cocina en el departamento. Sus contrastes negros brillan en su maximo esplendor casi que puedo verme a mi misma a través de ellos y el marmol de la barra está perfectamente lustrado; todo aquí es sofisticado y con demasiado glamour.
Puede intimidarte.
La cafetera hace el pitido de que está lista la bebida, así que sostengo el mango de esta y sirvo el liquido caliente en la taza de cerámica.
El exquisito aroma llega a mis fosas nasales, haciendo gruñir a mi estomago.
Creo que, siendo demasiado honesta, está es mi mejor parte del día. Y pensando en ello, dispongo a salir dando media vuelta sobre mis tacones negros.
Doy unos cuantos pasos hasta la sala de recepción donde los clientes deben esperar a ser atendidos cuando escucho murmullos acompañados de risas. Quiero ser más rápida y meterme en mi oficina, pero en el intento, choco contra algo duro. Suelto un quejido mientras la taza se me resbala de las manos haciendo que estallé en la cerámica negra en mil pedazos.
Abro la boca sin saber que decir.
Cuando levanto la mirada me encuentro con unos ojos verdosos que me miran con diversión. Es un hombre alto, con rostro varonil y sus facciones algo marcadas. Su cabello esta un tanto batido dandole un aspecto mas fresco. No sé que decir.
Bajo los ojos hasta su pecho y me doy cuenta de que he manchado su camisa blanca.
M****a.
—Lo siento—pronuncio entonces. Hasta parece que tartamudeo—. Oh, carajo... Mil disculpas. No te había visto y... Que idiota—sacudo la cabeza mientras intento pensar en una rápida solución. Entonces tomo unas servilletas que están en la mesa pequeña del centro y trato de retirarle la mayor parte del liquido.
Él toma mis muñecas con suavidad.
—Tranquila, tranquila—dice. Me mira a los ojos y sonríe con simpatía—. Tengo otra dentro del coche.
—¿Estás seguro? Porque puedo arreglarlo sino...
—Seguro. No es nada... Aunque siento envidia—admite en una carcajada pequeña. Lo miro confundida. Él se apresura:—, porque ella al menos pudo tomar café Italiano.
Su comentario me toma por sorpresa pero me hace reír. Siento el alivio recorrerme el cuerpo. Pensé que iba a mandarme al carajo.
—Estaba caliente. ¿Seguro no te has quemado?
Da una mirada por abajo de esta misma y luego niega con la cabeza.
—Este cuerpito es resistible a todo, cielo—comenta entre una sonrisa torcida. Luego me guiña el ojo. Suelto una carcajada—. Siento no haberte visto, justo venía al telefono y... Lo siento. Derramé tu café. Debí haberte visto.
Hago un ademán con la mano.
—No te preocupes, tengo más en la cocina. ¿Eres cliente de Chiara?
—En realidad, mi amigo lo es. Yo solo vine a acompañarlo.
—Vaya. ¿Son de Italia?
Niega con la cabeza mientras mete sus manos en el bolsillo de su pantalón.
—Americanos. ¿Y tú? ¿Eres abogada también?
—No, tengo una maestría en Administración de Empresas pero por el momento, trabajo aquí—le explico. Él asiente, vuelvo a mirar su camisa y frunzo los labios—. De verdad, lo lamento muchísimo.
Vuelve a reír y se encoge de hombros, restandole importancia.
—Puedes servirme una taza de café para compensarlo.
—De acuerdo—sonrío—. Ven por aquí.
Lo guío hasta la sala donde estuvo unos minutos antes y tomando dos tazas más, le sirvo una. En cuanto lo lleno se lo entrego. El tipo me da las gracias en un murmuro.
Debo admitir que es atractivo. Pero de alguna manera eso no llama mi atención, aunque si me agrada bastante. Es simpático y agradable.
No muchas veces pasa esto aquí.
Ni tampoco me pasa muchas veces.
—Entonces, ¿eres Italiana?—pregunta.
Asiento.
—Nací aquí. ¿Has venido alguna ves, aparte de esta?
—No mucho. Dos veces, aunque la primera fue con mi novia.
Se me forma una sonrisa en la cara. Por alguna extraña razón se me hacía del tipo en relación.
—Vaya, eso es genial. Italia es una ciudad muy romantica—señalo mientras ambos tomamos un sorbo de la bebida. Agrego:—. ¿A ella le ha gustado?
—Si, de hecho, sus padres son de venir mucho por aquí. Les gusta la ciudad, las personas y creo que de alguna manera eso ha caído también en mi—admite y ríe—. Nosotros actualmente vivimos en New York. Mi amigo trabaja en una empresa de arquitectos y he estado allí con él hace siete años. Pero siendo sincero contigo... Me gusta mas Europa.
—Lo sé. He estado en Boston muchos años y aunque era una ciudad genial, nada se compara a Italia. Pero... New York, eh. Nada mal.
Niega con la cabeza.
—La ciudad de los turistas y las películas—dice revoleando los ojos, aunque sigue habiendo diversión en su mirada.
Justo cuando voy a responder a eso ambos escuchamos otras dos voces acercarse a la recepción. Entonces, él sale primero y luego le sigo, para encontrarnos con mi prima y un hombre rubio, más alto que el morocho. Chiara al verme sonríe pero esta misma se le borra cuando ve la camisa del tipo.
—¿Pero que demonios...?
El tipo rubio da vuelta sobre sus talones quedando frente a mi. Sus ojos azules se incrustran en mi de una manera intensa. No hay rasgo de emoción ni sentimiento en ellos. Frío. Con verlo detenidamente, a mi cuerpo le agarra frío. Un pequeño erizamiento de piel. Tampoco hay simpatía como, al contrario, la tiene su amigo. Parece tenso por la postura de sus hombros aunque le niega la cabeza con media sonrisa al otro.
Me encuentro con la mirada inquisitva de Chiara. Me encojo de hombros.
—No te asustes, cariño. Me he topado con ella y sin querer a volcado su café en mi—explica Loan a mi pariente. Ella asiente un poco más aliviada al ver la respuesta de él—. Aunque me siento mal por estropearle su desayuno.
—Estoy bien—digo sin más.
La colorada sacude la cabeza y cruzandose de brazos, me dice:
—Sam, él es Max Well—dice señalando al rubio. Este apenas me dirige la mirada, mucho menos darme la mano. Se queda parado ahí con las manos en los bolsillos de su pantalón negro. Junto un poco las cejas, aunque no sé porque me molesta cuando la mayoría de estos tipos son así—. Es presidente de Well Interprisses, una empresa...
—De Arquitectos, lo sé.
Mi prima se queda con la palabra en la boca. Veo por el rabillo del ojo como el rubio le da una mirada curiosa a su amigo, mientras inclina un tanto la cabeza.
El morocho se encoje de hombros.
—Me alegro de que lo sepas, entonces. Y él es Loan Miller—señala al morocho—. Contador de la empresa también.
—Y mi mano derecha—determina Max.
No sé porque su forma de hablar hace que apriete la mandíbula. Hay algo en él que no me gusta. Quizás es su forma tan egocentrica... De ser. Sacudo la cabeza. Estoy diciendo tonterías. Todos se comportan de esta manera.
¿Porqué me iba a sorprender ahora?
Por lo menos ya me sé el nombre el morocho: Loan.
—Es un gusto conocerte, Sam—dice este mismo, estrechando mi mano.
—Será mejor que se vayan conociendo mas a partir de ahora—suelta Chiara. Le encajo la mirada y frunzo el ceño. ¿Que está hablando? Ella respira hondo y de un solo movimiento, me saca del pequeño grupo y me lleva aparte. Habla antes de que pueda decir algo:—Sé que me mandaras al infierno por esto, pero... Te irás a New York.
¡Hola a todos! Mi nombre es Martina, soy nueva en la plataforma. Y lo único que espero es que esta historia les guste tanto como a mi.
—¿¡Que rayos pasa contigo!?—alzo la voz.Chiara cierra la puerta tras ella, una vez entramos a mi oficina. Verifica que nadie está ahí en recepción para escuchar mis últimos gritos. Luego se gira para mirarme de frente, puedo ver esa mirada... No, maldita sea. ¡Lo esta haciendo de nuevo!Me ha sacado de mis casillas.—Dejame que te explique...—¿Que quieres explicarme? Creo que has sido demasiada especifica al respecto—indico alterada—. ¿Como se te ocurre decirme algo así sin apenas consultarme? ¡Y adelante de esos dos!—Lo sé, pero es que necesitaba decirlo cuanto antes.Río con sarcasmo.—¡Ya lo veo!—¡Por el amor de Dios, Samantha, deja que pueda meter más de dos palabras!—exclama entonces perdiendo los estribos. Me cruzo de brazos, muda, esperando su siguiente discurso:—Lamento que lo dijera así como si nada, entiendo tu molestia y pido disculpas por ello. Pero la verdad es que... Max vino hasta aquí porque hace unas semanas me ha pedido que buscara una buena asistente ya que la a
Una semana después, estoy sentada frente a mi prima en su mesa de mármol del departamento frente a la Piazza Santa Croce. Chiara vive aquí desde hace tres años. Quería mudarse lejos de la empresa y conseguir algo mucho más tranquilo, así que con ayuda de algunos clientes que trabajan en la rama de ventas y rentas de casas, consiguió este apartamento en Florencia.Siendo sincera, es un lugar hermoso para vivir. Todo aquí es mucho mas tranquilo, mas historico, el cual puede ser sencillamente comparado con como estar en casa. El departamento es grande. Demasiado grande, mucho más que el mío.Tiene una terraza al fondo del living que deja entrar toda la luz del sol y los ventanales de esté están cubiertos por cortinas de seda blanca y un rosa viejo. Donde está la mesa en la cual estamos sentadas hay un gran mueble símil madera que cubre una televisión de altas pulgadas en lo alto, mientras que a los alrededores hay algunos libros y en otros, hay adornos.Es un departamento bastante ampli
Hoy a las cinco de la tarde estaré tomando el avión sin regreso a New York.No sé como sentirme al respecto todavía. Me duele dejar todo esto sin saber cuando podré volver, y más aún, me da terror estar con alguien que no sé quien es.Con que tipo de persona voy a encontrarme.Meto el último sueter que me queda fuera en la gran maleta que está encima de mi cama. Toda la ropa que tenía ha entrado a la perfección, solamente falta que en cuanto esté allí, los muebles me lleguen.Lo que me resulta extraño es que todavía no he recibido ningún tipo de mensaje. Nadie me ha seguido ni hecho algún movimiento que lograra llamar mi atención. No lo entiendo. ¿Si quieren venganza, porqué no me están buscando?No logré quitar información a mi prima más de lo que me ha dicho, según ella, no quiere verme involucrada en ello y prefiere encargarse por si misma; el solo pensar que puede terminar en peligro me desconcierta.No deseo que ninguno de mi familia terminé mal por mi culpa.Sacudo la cabeza. Ne
Al día siguiente estoy con los tacones de aguja cruzando las puertas de cristal de la empresa.Me sorprende el movimiento que hay aquí dentro siendo tan solo las ocho y media de la mañana. ¿A que hora empiezan a trabajar todos? Mis ojos van por todos lados: sofás de cuero de color hueso, hombres y mujeres bien trajeados, lamparas de plata colgadas en lo alto del techo, el ruido de los ascensores que descienden y vuelven a subir, teléfonos sonando. Todo parece otro mundo puertas adentro.Sacudo la cabeza y me encamino hacía el escritorio con forma en U que hay en el medio del lobby, una chica rubia simpática me sonríe cuando me ve.—Buenos días. Mi nombre es Carla, ¿en que puedo ayudarte?—Buenos días, Carla—respondo con una sonrisa—Soy Samantha, y necesitaría hablar con el señor Well.Ella abre los ojos como platos pero luego sacude la cabeza. No puedo contener el que frunza el ceño.—Lo siento, Sam. El señor Well no permite reuniones sin antes ser agendadas—dice entonces con una dulc
Ocho de la mañana y la avenida principal de New York es un puto desastre.Lo único que pueden escuchar mis oídos son las bocinas de los coches atascados en medio del trafico que no se mueve, por ende, tengo que apurarme a cruzar al otro lado de la calle por medio de estos, intentando no recibir ningún tipo de insulto.Justo cuando piso con mi tacón el cordón, la fila desciende.Respiro hondo. El sol a esta hora da de lleno a mi rostro maquillado, haciendo que tenga que achinar los ojos en busca de no tropezar ni chocar con nadie.Así que, después de cinco minutos, y justo a unos pasos de la empresa, me meto en una cafetería pintoresca. La puerta hace sonar la campana que lleva cuando entro.Todo el local está decorado con colores pasteles, que varían del rosa viejo al celeste bebé. Tiene variedad de pasteles ubicados en una heladera que abarca parte del costado del mostrador, unos cuantos macarrones de colores bien organizados junto a galletas de todo tipo y puedo sentir mi estomago r
La expresión de terror que debo tener en estos momentos debe ser tan intensa y demostrativa que puedo ver por el rabillo del ojo como Loan oculta una sonrisa con su puño.Mierda.Es lo único que puedo pensar.Mientras tanto, no quito mis ojos del rubio. Apenas puedo pasar desapercibido que hoy se ha vestido más formal y elegante de lo normal; lleva un traje azul marino oscuro que hace conjunto con sus ojos ahora divertidos por la situación, y su cabello bien peinado aunque lo lleva algo alborotado, dándole un aspecto más natural.Él no ha dejado de mirarme tampoco y de igual forma, parece más encantado con la situación que yo.No necesito que se burle de mi.Si, necesito hacer un reclamo... De que eres un...Respiro hondo y sacudo la cabeza en negativa.—No, ninguno—abro la boca entonces. Incrusta sus auras en mi junto con su ceja levantada, luciendo aun mas egocéntrico—Volveré al trabajo. Nos vemos luego, Loan.Me levanto del taburete en cuestión mientras tomo la taza de café que ape
Hoy puedo decir que es un día atareado.Mi escritorio es un terrible caos, lleno de papeles y archivos encima hasta del teclado de la computadora. La mesa era bastante grande para poder mantenerme cómoda pero creo que me he equivocado al pensar eso; ya no entra un papelito más.Suelto un suspiro frustrado mientras busco los documentos que mi jefe me está pidiendo desde el otro lado del planeta: Australia.Hace una semana partió a un viaje de negocios así que hice mi deber de trabajo y le busqué las mejores condiciones para alguien como él. Reservé un hotel frente a la vista de la ciudad, claramente que equipado con las mejores cosas, y luego de sorprenderme al saber que también tiene un avión privado, me salté el paso de escogerle un boleto de avión.Hoy ya es viernes, solo unas horas más y podré irme al departamento. El fin de semana no trabajo a menos que Max lo decida urgente. Que rezo para que así no sea. Necesito descansar mi cabeza. Toda la semana ha sido un terrible y completo
Los labios de este hombre se mueven contra los míos de una forma suave pero salvaje a la vez. No sé que diablos estoy haciendo pero la sensación de tenerlo cerca está haciendo que la tensión que siento haya abajo se vaya incrementando.Una tremenda locura, ¿verdad?No debería de estar haciendo esto seguramente, pero ya no he podido parar. Además, ¿porqué debería? Nadie aquí conoce de mi existencia salvo Jess y Loan. Pero las luces siguen apagadas y cuando vuelvan a su estado normal, ya no estaré aquí.Buen plan, ¿cierto?Él es quien me conduce, después de aferrarse las manos a mi cintura, contra un rincón. O es lo que supongo que es. Doy gracias que no me he tropezado con nadie. Mi espalda queda estampada contra la pared fría y siento que se me erizan los vellos. Aprovecho para recorrer su cabello corto y suave, donde mis dedos casi que resbalan. Me separo unos segundos para poder volver a recuperar el aire, vaya, su olor inunda mis fosas nasales, y es entonces cuando comienzo a senti