CAPÍTULO 2

Anoche cuando Gabriel se fue, miles de pensamientos me saturaron, mandándome a pasar por diferentes cambios de humor en menos de dos minutos. Fue un récord total.

No podía dejar que me afectara de esa forma.

Hace más de media hora que estaba despierta, las ganas de querer levantarme eran igual a cero. No salir de la habitación y que la realidad terminara golpeándome en la cara más de lo que quería hacer al levantarme esta mañana, en una cama que no era la mía, que a pesar de ser muy cómoda preferiría mil veces mi antiguo lecho, mi antigua habitación.

—Mi antigua vida —susurré con lágrimas en mis ojos, pero me negaba a soltar siquiera una, me prometí ser fuerte, y lo iba a cumplir.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un pequeño toque en la puerta.

—Luna —es Gloria.

Cuando entenderá que mi nombre es Emma, no Luna

—El niño Gabriel la espera para desayunar —No dije nada, simplemente me quede en silencio—. El desayuno estará en quince minutos.

Esperé unos minutos más acostada hasta que mi barriga rugió por comida. Me levante hacer mis necesidades ya bañarme. El baño era completamente grande y lujoso, demasiado para mi gusto.

Cuando terminé de ducharme fui a lo que supuse era el armario, y un jadeo salió de mis labios. Era el armario de los sueños de cualquier mujer. Voltee en mi lugar viendo todo detalladamente. Una mitad era de ropa femenina y la otra masculina, yo no traje mucha ropa, así que todo era nuevo.

Me vestí con algo sencillo, una blusa blanca básica debajo de un suéter color gris, un jean negro y unas zapatillas blancas. Hacía mucho frio y quería estar lo mejor abrigada posible. Me hice una cola alta y lista, no me maquille, por lo general no lo hacía, solo rellenaba mis cejas, me aplicaba pestañina y un labial, ese siempre era todo el maquillaje que hacía.

Salí de la habitación sin saber a dónde dirigirme, no sabía cómo llegar al comedor ... ni a ningún lugar de esta mansión.

Empecé a buscar las escaleras, encontrándome a Gloria en el camino.

—Me alegro que estés por aquí, me temo a que iba a estar a punto de perderme —Una sonrisa apareció en su rostro mientras me miraba con ... ¿Cariño?

—Tranquila Luna, siempre sucede. Más adelante te acostumbraras.

—Por favor dime Emma, mi nombre no es “Luna”. Me guías al comedor, tengo mucha hambre.

Asiente empezando a caminar. Ninguna dijo nada, yo solo me limitaba a observar a mí alrededor y tratar de recordar el camino.

—Llegamos, este es el comedor Emma. El nino Gabriel vendrá en unos minutos, sucedió algo de último minuto que requería su presencia.

¿Habrá pasado algo malo? 

—Está bien, no importa —Dije, mientras miraba a mí alrededor—. Mejor para mí.

—Ambas sabemos que no Emma.

—No sé de qué hablas gloria —caminé hacia el comedor y me senté.

Ya me estaba incomodando, ¿Por qué no se da cuenta que no lo quiero y no lo querré?

—Mientras más cerca permanezcan, el lazo que los une más se fortalecerá, sus sentimientos serán más intensos, a tal punto que sentirán todas las emociones de su pareja — explicó, cuando vio que no diría nada se marchó.

¿Lazo? ¿Emociones de su pareja? Es casi lo mismo que me dijo Gabriel. ¿Qué quisieron decir con todo eso?

—Buenos días —escuché una voz ronca detrás de mí, me sobresalté al instante—. Lo siento mucho, no fue mi intención asustarte.

Voltee a mirarlo, resultando imposible que no le diera un análisis completo a su vestimenta. Llevaba unos pantalones azul oscuro que se ajustan a sus largas y perfectas piernas haciendo notar lo marcadas que estas estaban, zapatos negros y un suéter cuello alto blanco que lo hacía lucir más lindo de lo que era, —¿Enserio había dicho eso? —cuando nuestras miradas conectaron, fui atrapada por esos dos pares grises que me llevaron a una especie de trance, en donde el tiempo se detenía y solo éramos nosotros dos. Su mirada expresaba tantas cosas, tantas emociones, tanto amor. 

—No importa —respondí con algo de dificultad. Recién me recomponía de aquel transe.

El asintió sentándose a mi lado. Su mano rozó la mía, haciéndome estremecer de pie a cabeza, sentí como ese simple rose, me transmitió corriente. Viéndolo de reojo vi que no fui la única afectada.

Varias chicas entraron y empezaron a servirnos sin llegar a tener contacto visual con nosotros.

¿Por qué no lo hacían? ¿Acaso era malo?

Al terminar salieron rápidamente dejándome de nuevo sola con Gabriel. Me lleve un bocado a mi boca y joder, estaba verdaderamente riquísimo. Continúe, sin llegar a importarme la intensidad de la mirada de el sobre mí.

Algo mío es que amo la comida, no importa si estoy triste, enferma, siempre como sin importar la situación en que me encuentre.

—Es bueno saberlo —Dice de repente.

Arrugue mi entrecejo.

— ¿Qué? —pregunté confundida.

Me miró, y al parecer recién se dio cuenta de que había hablado en voz alta. Parece estar hablando con Owen, su ceño se arrugó y su mirada luce perdida. Suspiró y siguió comiendo.

No dirá nada y tampoco volveré a preguntar.

—Debo irme —anunció después de varios minutos de silencio.

Terminé de comer mi último bocado tomándome mi tiempo para saborearlo.

—No tienes por qué decirme —lo miré—. No me interesa, a menos que digas que vas a llevarme de nuevo junto con mi padre.

—Te llevaré —abrí mis ojos sorprendida por lo que acaba de escuchar, sonreí, podría ir hasta él y abrazarlo justo en este momento—. En un par de años cuando te adaptes a tu nuevo hogar.

Lo mire furiosa mientras me levantaba del asiento.

—Nunca me adaptare. ¿Cuándo lo entenderás? —respondí cansada.

—Me voy por varios días —me va a dejar sola—. Algunas manadas tienen problemas y tengo que intervenir.

También se levanta y se acerca hasta mí. Tengo que subir un poco mi rostro para poder mirarlo.

—Me traes a un lugar que no conozco a nadie, para dejarme sola —afirmé sin ninguna pisca de gracia.

—Quiero que vengas conmigo Emma —sus ojos, esos hermosos ojos me miraron fijamente. Nunca me cansaría de verlos, son tan hermosos.

—No iré contigo a ningún lado —esquivé su mirada y continúe—. Por mí te puedes quedar a donde sea que vayas y nunca volver, me harías un gran favor.

Iba hablar pero fue interrumpido por una chillona voz. Me aparté, y volteé a mirar a la persona de esa voz tan desagradable.

—Ya tengo todo el equipaje listo Gabo.

Una escultural morena entró por esa puerta, y por primera vez me cuestioné si tenía buen cuerpo o no, comparado con el de ella, no tenía absolutamente nada. El ser delgada y con pocos atributos, no ayudaba.

Debía de ser operada, si eso debía ser. Pero... ¿Ella dijo equipaje? ¿Se iría con ella? ¿Por qué de solo pensarlo me enoja? ¿Y por qué de repente quiero ir con él?

—Salimos en una hora —anunció, ella llego hasta donde Gabriel y le beso muy cerca de los labios.

Sentí como se contraía algo en mi interior, y no saber el por qué me enojo aún más.

—Qué bueno bebe, ya era hora que me llevaras contigo a tus viajes. Pasaremos más tiempo juntos y eso es lo que necesitamos —Paso sus manos por sus brazos. Por dios, cualquiera sabría que esta chica está loca por Gabriel—. Ya me veo en un tiempo muy cercano siendo tu Luna.

¿Qué?, ¿acaso no era yo su Luna?

—Kim, te presento a Emma.

La susodicha recién notaba mi presencia. Una mirada de asco fue lo único que recibí por parte de ella.

¿Por qué solo me presento como Emma y no como su Luna?

 Ahora si soy Emma.

—Mucho gusto Emma y Luna de esta manada —Cuando repare en lo que había dicho, quise que la tierra me tragara. No pensé antes de hablar, actué por instinto y ahora tenía que aceptar las claras consecuencias que esto conllevaba con Gabriel.

— ¿Luna? —preguntó con asombro y un notable enfado kim.

Gabriel asintió mientras oprimía una sonrisa. Me debí ver como toda una chica celosa.

Qué horror.

—Si kim, ella es tu Luna —afirmó.

—Pensé que aún no la encontrabas —le reprochó—. Pensé que yo sería tu Luna, la Luna de esta manada, no alguien como ella —me miro como si fuera lo más asqueroso de este mundo— mereces una mujer como yo, no alguien insignificante y que no vale nada, ella no te podrá dar lo que yo sí puedo. Deja que esta estúpida niña se vaya a jugar con las muñecas.

—Bien lo dijiste, pensaste —su voz había cambiado a la misma de ayer, distorsionada, fuerte y fría—. Nunca te di esperanzas, si te hiciste una novela en tu cabeza no es mi problema.

Sus ojos cambian, ahora ambos tienen el control.

—Escúchame —Un rugido fuerte y alto salió de él, no me extrañaría que se haya escuchado por toda la mansión. En este punto ya estoy muerta del miedo, pero sé que no me lastimaran, no ellos dos—. Esa fue la primera y última vez que le hablaste de esa forma a tu Luna, porque no habrá próxima vez. Yo Gabriel Borkan descendiente de los primeros licántropos, Alpha de Moons Blu’s, rey de todos, te destierro y quito tu parte lobuna, por altanería e irrespeto a tus superiores.

El color de sus ojos se volvió intenso, demasiado.

Kim cayó al suelo retorciéndose del dolor, mientras caían lágrimas de sangre de sus ojos. Sentí pena por ella, a simple vista se veía terrible, Jamás me gusto ver a una persona sufrir.

Di un paso hacia delante dispuesta ayudarla, pero los fuertes brazos de Gabriel me trajeron hacia su duro y fuerte pecho.

—No llores Emm no soporto cuando lo haces.

Llevé mis manos a mi rostro, notando como caían las lágrimas. Ni siquiera me di cuenta en el momento en que había empezado a llorar por ella. 

—Haz que pare de sufrir —ordené desesperada, Gabriel negó y me alejo de esa escena—. Por favor.

—Emm ella te trato mal, nadie puede hacer algo así y vivir para contarlo —sus manos viajaron a mis mejillas quitando cualquier rastro de lágrimas en ellas—. La pena para ello es la muerte y no lo hice. No me pidas más cariño, fui generoso con ella.

—Quitaste su parte lobuna. ¿Qué sucederá con ella ahora? —pegunté.

—Que te quiten tu parte lobuna, tu lobo, es lo peor que nos puede pasar, es como si te arrancaran la mitad de tu corazón, de tu esencia, te acostumbras tanto a tu lobo que en algunos casos mueren y es peor si aún no has encontrado a tu pareja eterna.

Lo miré sorprendida, sintiéndome culpable al instante.

—Dios mío, es mi culpa Gabriel. Admito que no me dio una buena impresión pero no era necesario todo eso.

—Claro que si —me regaña—. Ahora me vas a explicar que fue todo eso cuando te presentaste, ¿acaso estabas celosa?

—No sé de qué hablas —me alejé dándole la espalda—. Solo pensé que me presentarías como tu Luna, y debido a que no lo hiciste lo hice por ti.

Sentía como poco a poco Gabriel se acercaba, hasta que su pecho toco mi espalda y su aliento golpeo en mi cuello erizando esta parte. Los nervios empezaron a crecer en mí.

— ¿Entonces admites que eres mi Luna?— preguntó en un susurro.

Me sentía completamente hechizada por su aroma y presencia. No tenía autocontrol en esos momentos, haciéndome responder sin siquiera pensar en lo que diría. 

—Si —hable, tan bajo como me fue posible. Pero sabía que había escuchado, era un hombre lobo.

Sus manos viajaron a cada lado de mis caderas, volteándome lentamente. Tenía una gran sonrisa en su rostro y quería morir por tal vista tan maravillosa que me estaba otorgando.

Gabriel sonriendo se debería considerar la octava maravilla del mundo.

Su sonrisa era única, hermosa y perfecta. Había observado que no sonreía, y que lo hiciera ahora, hacía de mi cuerpo un mar de sensaciones que amenazaban con explotar en mi interior.

— ¿Qué estabas celosa? —susurró muy cerca de mis labios. Por un momento sentí resecos estos, los moje lento, haciendo que toda su atención se dirigiera a ellos—. ¿Qué te dije sobre ese gesto Emm? No soy de piedra.

Una de sus manos viajó a mis caderas mientras la otra se situó en mi cuello.

—No te besare Emm, no hasta que tú lo desees tanto como yo.

¿Qué si lo deseo? claro que lo hago en estos momentos.

—Lo hago, quiero que me beses Gabr..—no termine de decirlo, cuando sus labios chocaron contra los míos.

Nunca en mi vida había besado a alguien, ¿Cómo debía de hacerlo ahora?

—Solo déjate llevar —susurró sobre mis labios y lo hice, me dejé llevar por el momento y las miles de sensaciones que estaba sintiendo.

Gabriel empezó a marcar un ritmo lento y suave. Moví mis labios poco a poco, mientras él se abría paso para adentrar su húmeda lengua en mí. Cuando estas se encontraron, Miles de corrientes eléctricas me recorrieron. Todo era y se sentía tan intenso con él.

Perdí la noción del tiempo y cualquier uso de razón cuando me deje llevar por los provocativos labios de Gabriel, se sentía como si miles de cohetes hubieran sido explotados en mi interior y estuviera flotando en las nubes, algo de ensueño.

Fuimos mermando el ritmo hasta separarnos. Nuestras respiraciones eran agitadas, y nuestros pechos subían y bajaban una y otra vez, sus labios estaban hinchados, así que me imagine que los míos también estarían igual.

—No sabes cuánto deseamos y esperamos por este momento Emm.

Su aliento golpeó en mis labios haciéndome cosquillas. Sus ojos estaban de dos colores, lo que me decía que no solo Gabriel me estuvo besando, Owen también estuvo presente en cada toque y roce de nuestras lenguas.

—Una oportunidad —Sus manos acariciaron mis mejillas mientras descendían con suavidad hasta mis caderas. 

— ¿Qué? —Pregunté, un poco atónita por el beso.

—Queremos que nos des una oportunidad —afirmó, mientras un brillo intenso se hacía presente en sus ojos—. Nuestro destino es estar juntos, la Diosa Luna así lo decidió, pero pretendo que me ames no solo por lo que está escrito, sino por mis virtudes, defectos, por lo que soy —susurró lo último.

Él era todo lo contrario a como lo había imaginado, y lo detestaba por ello, o eso quería creer. Hacia todo más complicado. Él era el enemigo, me había alejado de mi padre, y aun así me hacía sentir cosas nuevas que eran desconocidas para mí, mi corazón latía tan rápido, que sabía que podía escucharlo.

¿Una oportunidad?, debía de estar loca si se la daba.

Un silencio nos embargó. Ambos nos encontrábamos sumergidos en nuestros pensamientos mientras nuestras miradas se mantenían fijas en el otro.

¿Qué debería decirle?

Una parte de mi me gritaba que aceptara, que le diera una oportunidad de conocernos, que no me arrepentiría, pero también estaba ese lado que me repetía las cantidades de cosas por las cuales tendría que decirle que no.

Cerré mis ojos para así tratar de ordenar mis pensamientos. Tener cerca a Gabriel no ayudaba para nada, su presencia me afectaba tanto que me desestabilizaba por completo.

—Nunca antes había sentido todo esto —abrí mis ojos y desee no hacerlo, ¿Cómo podría decirle que no si me miraba de esa forma? Esa mirada que solo veías en películas, o cuando la describían en libros de amor. Es aquella que te hace pensar que eres sublime, una gema, un diamante único y exótico. Te revela que él solo vive por ti y para ti. Es mucho—. Haces que todo sea más difícil, que quiera cambiar mis planes. Todo consistía en odiarte y huir, huir lejos de ti, pero ahora me planteo tantas cosas, y todo porque eres diferente, no eres como la persona que imagine serias. No sé si más adelante me arrepienta por tal decisión, pero es lo que quiero ahora, es lo que quiero justo ahora…darles una oportunidad a ambos, para conocerlos y que lo hagan conmigo.

Volvió a sonreír mostrándome esa bella y angelical sonrisa que poseía. Un vuelco en mi estómago se hizo presente.

Di un gran respiro para tratar de recomponerme, no era justo que con su sola sonrisa hiciera eso conmigo.  

—Por un momento pensé que dirías que no, me alegro que estuviera equivocado —unió nuestros labios en un pequeño beso que me dejo deseando más—-. Vamos.

Agarró y entrelazo mi mano con la suya.

— ¿A dónde? —fruncí mi ceño confundida.

—A conocer la manada Emm, lo prometí.

—Tengo que cambiarme —expliqué, tal vez lo que tenía era muy informal para salir—. Dame diez minutos.

—Estas bella así, no necesitas cambiarte.

Hacia demasiado frio afuera, pero cuando me acercaba más a él, misteriosamente desaparecía. Gabriel emanaba calor por cada parte de su cuerpo, uno suficiente para no llegar a sentir frio. Una de sus ventajas como hombre lobo, eso creía yo.

— ¿Por qué? —Pregunté, volteo a verme confundido—. Por qué estando a tu lado no siento frio. ¿Es algo natural en ustedes?

—Nuestra temperatura corporal es alta, pero las de nuestros lobos aún más, en épocas como es el inverno, ellos nos dan cierta parte de su temperatura para no llegar a sentir el mínimo frio posible, manteniéndonos así calientes —asentí entendiendo—. Jamás sentirás frio a mi lado Emm.

—Lo sé.

Subimos a un auto muy parecido en el que llegamos, nadie dijo nada en el camino hasta que Gabriel rompió con aquel silencio cómodo que teníamos.

—Daremos una fiesta en la cual vendrán todas las manadas del mundo, siendo representadas por el Alpha y luna de estas —Abrí mis ojos sorprendida al escucharlo. 

— ¿Qué se celebra? —curioseé.

—Tu llegada.

—No hay necesidad Gabriel —aclaré de inmediato, las fiestas y yo no éramos muy buenas amigas.

—Todos deben de saber que su rey tiene por fin a su reina, a su Luna. Es necesario.

—No me gusta ser el centro de atención —mi voz empezaba a flaquear— Y si me caigo…o peor, sino les agrado.

—No te caerás —respondió burlón—. Eres su Luna, su reina, te deben respeto y si no lo hacen mueren.

— ¿Existe un Alpha encargado para cada continente?

—Sí, también para cada país.

—Entonces sería mejor que solo vinieran ellos. Representarías los países que tienen a cargo.

—Debemos tener a todos.

Su tono de voz fue tan autoritario, que supe que no cambiaría de opinión. Pero yo era su Luna, su debilidad. El cambiaria de opinión. 

—Como tú digas —Fingí una mirada llena de tristeza e infle un poco mis cachetes, siempre funcionaba con mi padre, sabía que con Gabriel no sería la excepción, dirigí mi vista hacia la ventana sin decir una palabra más.

Escuché pequeños murmullos por parte de Gabriel, sabía que estaba hablando con Owen. Tal vez Owen era más fácil de convencer.

—Vendrán los alphas en cargados de cada país —dijo de repente llamando mi atención—. No es lo que querías, pero es algo.

—Está bien —Intente que mi voz no saliera tan alegre, pero fracase en el intento.

—Mírame.

A pesar del tono de voz fuerte con el que hablo, fue suave, delicado al menos para mí. Lo hice y quedé sorprendida.

—Owen —Susurré atónita.

Asintió sonriendo, el color de sus ojos había cambiado, pero ahora ambos eran de un tono dorado brillante.

—Alpha, llegamos —La voz del conductor me saco del pequeño trance.

—Ven, vamos —salió del auto y extendió su mano en mi dirección—. Es hora que conozcas nuestra manada.

—Bueno, ¿por dónde empezamos?

[…]

La manada era demasiado grande, tanto, que tuvimos que conocer el resto en automóvil. Owen me explico muchas cosas que fueron vitales para entender el funcionamiento de esta, aclaro todas mis dudas, aun cuando era muchas.

La manada era demasiado bella y tranquila. En ella se respiraba una paz, hermandad y amor, completamente acogedora. Pude interactuar con algunas personas, todas mujeres o niños, por la sencilla razón de que Owen lanzaba gruñidos y miradas aterradoras a todo hombre que se me acercaba, o que yo saludaba.

No sabía el porqué de su actitud, quería una respuesta y al preguntarle obtuve una completamente cavernícola.

“Eres mía, nadie que no sea yo te puede contemplar”,

No quise entrar en una discusión que no tendría fin, así que simplemente cambie de tema.

Me presentó a su Beta y Delta, que aparte de ser sus dos personas de confianza, eran sus mejores amigos. El beta es el segundo a cargo de la manda y el delta el tercero. Supe que aún no encontraban a sus mates, pero por lo que dijeron, muy pronto lo harían, debido a que el Alpha ya me tenía a su lado.

—Puedo venir cuando quiera, ¿cierto?

—Si mi Luna.

—Quiero que te transformes Owen —confesé, tenía mucha curiosidad de verlo.

— ¿Quieres ver cómo soy? —su tono de voz era de sorpresa.

—Si.

—Tus deseos son ordenes —sonrió, dándome una sonrisa muy distinta a las dos anteriores sonrisas que me dio Gabriel, en esta había sensualidad, mucha diría yo, era una muy prometedora—. vam..

Se calló de repente, su mirada ya no estaba en mí. 

— ¿Pasa algo? —Pregunté, pero parecía que no me escuchara, era como si no estuviera presente. Tal vez hablaba con Gabriel o con un miembro de la manada.

Bufó un poco molesto y me miro.

—Lo siento mi Luna, hoy no se podrá. El amargado de Gabriel dice que debes de descansar, además ya es de noche —una de sus manos viajaron a mi cabello acariciándolo—. Mañana podrás conocerme.

—No estoy cansada —aclaré, era bastante fuerte como para cansarme con un recorrido—. Pero no importa, lo dejaremos para mañana.

—He querido hacer algo desde que tome por completo el control —dijo en un pequeño susurro.

— ¿Qué cosa?

Agarró mi mano y me jalo haciendo chocar nuestros cuerpos. Sus manos se posicionaron en cada lado de mi rostro, bajo un poco su rostro y rozo nuestras narices.

—Cuando te besamos se sintió malditamente bien, pero una parte de las sensaciones eran para Gabriel y otra para mí. ¿Pero sabes algo? ahora que tengo todo el control, lo sentiré cien veces mejor —susurró—. Te voy a besar hasta que tus pulmones pidan a gritos un poco de aire, hasta tener tus labios rojos e hinchados, y hasta que cada parte de nuestros cuerpos quemen de lujuria y pasión, entonces solo así parare.

¿Cómo se respiraba después de aquella declaración?

Mis manos picaron por querer tocarlo, pero me contuve. Sentí mis labios resecos y pasé mi lengua por ellos, todo bajo la atenta mirada de Owen. 

—Ohh mi Luna, no debiste de hacer eso.

Abrí ligeramente mis labios para responder, pero atacó mis labios sin darme ninguna posibilidad de hablar, era todo tan intenso y rudo, que me gustaba. Se sentía cada vez mejor.

El beso fue cambiando a uno lento, donde saboreamos y exploramos la boca del otro. Su lengua jugueteaba con la mía de una manera magnifica. Subí mis manos a su cuello y empecé acariciar esa zona, poco a poco las lleve hasta su cabello, donde tire de él haciendo que un ronco gemido y gruñido saliera de Owen.

Sus manos se posicionaron en mis caderas tocando mi piel expuesta, aquella zona quemo y un intenso calor se situó en mi parte baja. Buscando una solución a esa nueva sensación tan intensa, las moví, chocando con su parte baja. Antes de volver a moverlas, Owen se separó.

Abrí mis ojos y lo primero que vi, fue su sonrisa, una sonrisa de satisfacción. Cumplió cada palabra.

—Es hora de volver a casa mi Luna —su voz entrecortada me afirmó que aún no se recomponía por lo sucedido de antes, y yo tampoco, así que solo asentí.

El viaje en el auto fue silencioso, como también la ida a mi cuarto.

—Gracias por el día de hoy, la pase muy bien.

—No tanto como yo —se inclinó y me dio un beso—. Que tengas buena noche Emm.

—Buenas noches chicos.

Entre al cuarto y cerré la puerta. Fui directo al baño para darme una ducha caliente y relajarme para poder dormir bien. Cuando hice todo esto, me permití recordar todo el día de hoy desde la comodidad de mi cama.

Gabriel desterrando a kim, y quitándole su loba junto con ello.

El beso.

La propuesta… el sí.

Owen tomando el control.

La manada.

Y el otro beso…distinto a los otros, pero igual o con más intensidad que el de la tarde.

Gloria no estaba loca después de todo. Me pregunte qué otra cosa más sabía. Mañana en la mañana hablaría con ella.

Y con ese último pensamiento, caí rendida en los brazos de Morfeo.

Estoy en un bosque, pero este era muy distinto al de mi anterior sueño.

Revisé mi vestidura percatándome que esta vez no estaba llena de sangre, tenía un vestido estilo princesa color negro. Sí, negro, y se veía completamente hermoso. De repente escuché un ruido a lo lejos haciendo que toda mi atención se concentrara en él. Intentaba descifrar de donde provenía. 

Una sombra se hizo presente a lo lejos, la cual se acercaba poco a poco. En una distancia ya prudente, pude ver mejor. Era un hombre, alto y fuerte, pero su cara era borrosa, pero aun así podía observar sus ojos rojos como la mismísima sangre.

Su mirada oscura transmitía miedo, pero su efecto en mi era lo contrario, sentía paz, calma, y una terrible confianza en que no me haría daño, era la misma sensación que tenía cuando estaba con Gabriel y Owen.

Con una velocidad inhumana acorto la distancia.

—Te encontré.

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