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CAPÍTULO 6: La visita a los dominios de Élite

El día por fin había llegado, Brice y los chicos se estaban reuniendo en el almacén para llegar juntos a la fábrica de las afueras donde los recogería la Van enviada por Gale. Lucían nerviosos y emocionados al mismo tiempo, nunca habían “cruzado al otro lado”, ya que las condiciones de pase eran poseer una tarjeta holográfica autorizada. Los únicos que tenían este tipo de identificación eran los trabajadores esenciales, las personas necesarias para realizar labores de desarrollo dentro de esta zona o empleados de personas importantes de sociedad (como era el caso del padre de Enzo). 

—¿A qué hora te dijo que estarían aquí? —pregunta Galah mientras se muerde la uña con desesperación.

—Tranquila, todo saldrá bien —responde Brice y le pasa un brazo sobre los hombros para reconfortarla —¡Ya están aquí!—. Le hace una seña con la cara hacia una de las esquinas de la enorme fábrica. Todos miran asombrados la lujosa Van, no saben si por ella serán atrapados o les dejarán el pase libre; es muy parecida a las que han visto dejar, en varias oportunidades, a los trabajadores de SELFLESS.

—¡No sé si asustarme o sentirme segura! —comenta Dome en tono burlón y Carter asiente con la cabeza.

—Creo que todo saldrá bien… habrá que confiar, después de todo ya lo hicimos desde que Brice lo contactó—. Dice Enzo levantando los hombros.

Y tenía razón, temer en ese momento ya no tenía sentido, ellos habían confiado en Gale cuando decidieron revelar parte de sus planes para buscar su ayuda. Todos se subieron a la lujosa Van entre risas y rostros de sorpresa, nunca habían visto algo igual. Dentro, la cabina del conductor estaba separada por un cristal oscuro muy resistente, y los 3 asientos de a uno en ambas columnas formaban una V, dejando al centro un pasadizo. Debajo del cristal había una especie de vitrina con puertas herméticas, les llamó la atención y Carter se acercó a tocarla. En cuanto lo hizo se iluminó completa y apareció un panel con diferentes opciones de bebidas y alimentos para seleccionar, él volteó a mirar a los demás y se rieron a carcajadas. 

—¿Has desayunado? —le pregunta a Dome y esta mueve la cabeza negativamente —¿Qué le gustaría a la señorita?

—Un batido de frutas y un muffin de frambuesa —respondió.

—¡A la orden! —carter presionó unos botones y se abrió una puerta a la izquierda, miraron adentro y un gran vaso con una pajilla estaba ahí; otro extraño bip sonó y se abrió la puerta de la derecha y el aroma a recién horneado inundó el auto, el muffin estaba humeante en su interior.

—¡Esto es algo insólito! —mencionó Enzo que no cabía en su asombro —es todo lo que se puede disfrutar estando del “otro lado”, - dijo haciendo comillas con los dedos.

—¡Así parece! —aprobó Dome tomando el vaso que le extendió Carter.

—Nos comentas qué tal… —le dice Galah sonriente.

—¡No lo dudes! —responde. Da un sorbo con la pajilla y saborea, sus ojos se abren sin dar crédito—, sabe exactamente igual a los que se preparan en casa—. Se quedan anonadados y empiezan a rotar el vaso y toman un trozo del muffin también.

—¡Ahora entiendo! —exclama Enzo —sé por qué el negocio de tu madre es tan solicitado. Esto es rico, pero no como lo que prepara la Sra. Spencer—. Todos asienten y algunos se acercan a la vitrina nuevamente para seguir husmeando.

—¿Sucede algo? —pregunta Dome a Brice que aún permanecía en su sitio absorto mirando algo en el brazo del asiento.

—¡Esto es fantástico! —exclama y ambos ven como la ventana empieza a aclararse poco a poco dejando ver la fábrica, aún seguían estacionados ahí.

—¡Oh! Aún no nos movemos —dijo Dome con cierta sospecha.

—¿Qué? ¿El auto aún no está en movimiento? —cuestiona Galah acercándose hasta el asiento de Brice. Carter se sienta en su lugar y empieza a inspeccionar el brazo del asiento, igual que Enzo, se miran entre ellos y ríen; parecen niños en una dulcería.

De pronto el cristal que separa la cabina del conductor se enciende y emite un sonido. Todos se sorprenden y se miran entre sí. Un punto en el centro se convierte en una línea delgada que va engrosando hasta alcanzar un alto de 4 o 5 cm y comienza a oscilar de arriba hacia abajo tenuemente. No pasan ni unos cuantos segundos y se escucha una profunda voz que toma por sorpresa a todos y la línea se mueve con energía.

—¡Hola a todos! —Brice sonrió al reconocer a Gale, en cambio Dome se tensó un poco; hacía tanto que no escuchaba esa voz—. Espero estén bien, lamento que no puedan verme en la pantalla, pero es el mecanismo usual, como sabrán no puedo estar mostrando mi identidad debido a mi línea de trabajo —suelta una ligera risa, todos se sueltan poco—, el motivo de interrumpir su tranquilo viaje es para comentarles algunos detalles, a Brice le indiqué que deberían entrar encubiertos, pero no le dije de qué forma lo lograrían. ¡Me reservé ese emocionante detalle para este momento! —todos se miran, y miran a Brice, este solo levanta los hombros y manos sin saber qué responder —¡Oh, no lo miren así él tampoco sabe nada! —se asombran al darse cuenta que los estaba observando, probablemente desde el inicio —¡Sí! Los puedo ver, esta pantalla es también una cámara que me permite observar todo lo que se hace dentro de la Van, espero hayan disfrutado el desayuno y la vista —comenta con una risa, se siente un poco de vergüenza en el ambiente, pues recordaron que se habían comportado como unos pobretones recién llegados, lo que tenía un porcentaje de cierto; aunque hubieran preferido que él no lo viera—. ¡Tranquilos chicos! Todo es nuevo, si me hubieran visto a mi cuando recién puse un pie en la “Zona Privilegiada”, se morían de vergüenza —lanzó una carcajada que los hizo aliviar tensión—. Bien, ahora vamos a lo importante, en el brazo de cada asiento hay una especie de tapa presionen y se abrirá un pequeño cajón al costado, excelente, ahora saquen esa batería y deben colocarla a la altura de su nuca, justo debajo de donde termina su cuero cabelludo—, ponen cara de asombro mientras miran la pequeña batería en forma de media luna y se ayudan unos a otros a ponerla en la zona que les indicó. 

Brice ayuda a Dome, mueve el cabello de la coleta hacia adelante y le da una ligera caricia en el cuello mientras con la otra mano pega la batería en la piel, regresa el cabello a su lugar y le acaricia el hombro. Gale observa eso y agradece no estar emitiendo la imagen de su rostro, pues duda de sus dotes de buen actor al ver esas muestras de cariño.

—¡Perfecto, continuemos! —se aclara la voz para recuperar la calma —presionen el centro de la batería y esperen unos segundos, sentirán un ligero pinchazo y luego pueden verse entre ustedes—. Todos hacen lo que les ha pedido, el pinchazo no se siente tan ligero después de todo, pero el dolor es de rápido alivio, se giran para verse y se quedan boquiabiertos. Entonces, la pantalla se convierte en un espejo y todos se observan sin palabras, se tocan la cara, pero al hacerlo sus rostros virtuales se vuelven como un revoltijo de ojos, nariz y boca—. Eviten tocar su cara mientras estén frente a los guardias de las garitas, no bajarán del auto, pero sí deberán abrir la puerta para que inspeccionen superficialmente. Debajo del asiento hay una compuerta, metal la mano en esa hendidura y presionen el botón, dentro del cajón hay ropa, de esta manera será más sencillo su pase hasta esta zona. ¡Les deseo la mejor de las suertes! Todo está arreglado, al pasar el F-Scan por su rostro les darán datos falsos de identificación que les dejará llegar hasta aquí, todo saldrá bien, no se preocupen por nada. Ahora debo atender algunos pendientes antes de que lleguen, así podré darles toda mi atención. El auto empezará a moverse, recuerden que estamos bastante cerca de la primera Garita por lo que deben prepararse—. Observa a Brice, luego a Dome y pasa su mano por la cara de ella, se corta la comunicación y apaga la imagen de la cámara del auto.

Los chicos siguen las indicaciones y empiezan a sacar la ropa del cajón debajo del asiento y se miran entre ellos, pues deben cambiarse lo antes posible. Carter mira a todos lados y en el techo de la Van encuentra un botón que dice “Cubículo”, lo toca y baja una especie de cortina que cubre totalmente el espacio de su asiento, los demás lo imitan y pueden vestirse tranquilamente. Guardan la ropa en el cajón nuevamente, levantan el cubículo y se sientan a esperar, un silencio cómodo se apodera del auto mientras miran por la ventana como va cambiando la ciudad, comprueban que ya están cerca de la primera Garita de seguridad. Los nervios se quieren apoderar de ellos, esto es algo que saben que necesitan hacer, pero no pueden negar que les causa cierto temor y reserva.

La llegada a la primera Garita no se hizo esperar mucho, porque la fábrica de la que los recogieron estaba casi en las afueras, los chicos se acomodaron en los asientos cuando escucharon las voces robóticas hablar. Sabían que no podían estar con cara de asustados, si eran personas de la Zona Privilegiada, tener terror en sus caras u ojos era la peor señal de que algo andaba mal, se dieron una última mirada e invocaron todas las dotes de actuación que no poseían para lograr pasar desapercibidos. Tomaron la actitud que les habían visto muchas veces a los que iban para la caridad o los eventos de censo y recojo, esas personalidades y aspecto de que todo les huele mal y necesitan que las cosas se hagan rápido; porque el tiempo es dinero.

Hicieron lo que habían estado practicando durante varios días, “La pose: odio la pobreza”, la puerta de la Van se abrió y tres Safers aparecieron frente a ellos, necesitaban estar inalterables para que ellos no percibieran amenazas. Pasaron el F-Scan por sus rostros y la tarjeta holográfica de cada uno apareció resplandeciente sobre el aparato, el tercer Safer subió y dio una mirada rápida a la Van y sus pasajeros luego bajó y les dijeron que tengan un buen día. Los chicos estaban perplejos, jamás un Safer les había deseado un buen día, nunca habían estado frente a ellos hablándoles de esa forma tan respetuosa, ya que por lo general eran tratados como desperdicio. La puerta se cerró y continuaron el viaje, debido a las personalidades ficticias que tenían solo pasarían por dos garitas más y no las nueve que les faltarían de ser trabajadores esenciales o útiles para el desarrollo. 

Sin duda había sido un excelente beneficio otorgado por el amigo Hacker, por lo que se recostaron en los asientos, mucho más relajados y empezaron a observar por la ventana la evidencia de que ya no estaban en la zona menos afortunada. Los altos edificios llenos de hologramas publicitarios, los jardines elevados y sus lianas de flores que los ataban a la tierra, los malls enormes, las tiendas y boutiques, las calles amplias, limpias, ordenadas, con gente aseada y bien vestida transitando despacio, los autos modernos y bien pulidos, las casas enormes con jardines gigantes, los parques amplios y bien cuidados, el mismo cielo, o no… no parecía el mismo, era como si este fuera otro cielo, otra atmósfera. Era difícil de explicar todo lo que estaban sintiendo al ver eso, trataban de disimular su asombro, por lo que velaron las lunas y así la gente de afuera no los vería pegados a ellas con las babas cayendo.

Ahora estaban más seguros que nunca, ellos también querían disfrutar de toda esta perfección y belleza, pero la querían compartir con todos los habitantes, no concebían que hubieran unos pocos capaces de beneficiarse de tanta libertad, salud y abundancia; mientras de “su lado” se morían de frío, hambre y enfermedades, tanto en la calle como en muchos hogares. Se atrevieron a preguntarse a sí mismos, porqué no todos eran llevados por SELFLESS, porqué habían personas que seguían muriendo sin que les permitieran ver lo bello de este lugar y gozar de las cosas buenas que existían. Nunca tendrían una respuesta a esos cuestionamientos y para ser honestos, ya no era primordial; lo óptimo era buscar la manera de obtener la información y recursos que necesitaban para alcanzar su objetivo a toda costa, esa era la mejor de las oportunidades a la que podían apostar dentro de la realidad que les estaba tocando vivir. Agradecieron poder ver con sus propios ojos cómo eran marginados y no solo tenerlo como una idea implantada en sus cabezas, ahora se sentían con fuerzas renovadas y un deseo inalterable

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