El sudor perlaba la frente de René mientras se enfrentaba a la mirada expectante de su padre. La pesada atmósfera del despacho parecía aplastarle el pecho, dificultando cada inhalación y exhalación. Atrapado entre el miedo al fracaso y el anhelo de redención, sus dedos temblaban imperceptiblemente al borde de la mesa de caoba.—Está bien, papá —dijo finalmente con una voz quebrada por la incertidumbre, —pero me gustaría que primero me entrenen... No quiero hacer un mal trabajo.Se sentía nervioso, por el pasado oscuro y los recuerdos de la adicción, y quería que su padre se sintiera orgulloso.Después de esa conversación que marcó el comienzo de su nueva vida, René cruzó el umbral de la empresa, un mundo ajeno que su padre había construido y ahora le ofrecía como campo de pruebas. Había insistido en empezar desde abajo, trabajar las bases, sentir cada engranaje de la maquinaria empresarial; aprender no solo con la mente, sino también con las manos manchadas de esfuerzo y sobre todo s
Carter frunció el ceño, no esperaba una respuesta tan calmada de René. Había tantos interrogantes en su mirada, tantas preguntas sin respuestas que él parecía incapaz de formular.Pese al estado de tristeza que se alojó en el corazón de René por la pregunta de su padre, esbozó una media sonrisa cansada. Luego se dirigió hacia la escalera, sin decir una palabra más. Tenía planes de ir directamente a su cuarto para descansar. Pero antes de eso, hubo un ligero golpe en la puerta, un sonido suave, pero persistente.Era Angie. Apareció con su rostro lleno de preocupación y una taza de té caliente en la mano.—¿Quieres tomar un poco después que te duches para que descanses? —preguntó con esa expresión que lo llenaba de absoluta ternura.René sintió una calidez en su corazón, al darse cuenta de la confianza que ella le estaba demostrando.—Gracias, por confiar en mí, yo no estaba consumiendo… —sin embargo, antes de que pudiera terminar de decir sus palabras, ella levantó la mano y le cubrió
René se volvió audaz, su lengua jugando con la de ella, explorando cada rincón de su boca con pasión. Angie se aferró a él, sus uñas arañando su espalda desnuda mientras dejaban que la pasión hiciera burbujas dentro de ellos. La espuma blanca de la bañera salpicó alrededor mientras los dos se perdían el uno en el otro.Finalmente, cuando la necesidad de respirar se volvió ineludible, René retiro sus labios de los de Angie, pero no se separaron. Se quedaron uno frente al otro, sus rostros tan cerca que podían sentir el aliento caliente del otro. Los ojos azules de René parecían más oscuros bajo la poca luz del cuarto de baño y Angie no pudo evitar quedarse fascinada por ellos.—Te amo —dijo René sin poder evitarlo, su voz era casi un susurro, pero resonó en el pequeño cuarto como un trueno—. Creo que lo hago desde el primer momento en que te vi.Angie lo miró sorprendida, las palabras de René vibraban en su cabeza, y despertaban en ella numerosas sensaciones, se acomodó en su regazo c
A la mañana siguiente, cuando Angie se despertó, se sintió avergonzada por lo ocurrido, por eso decidió escabullirse de la cama, dejando atrás a René dormido.René se despertó y se dio cuenta de que ella no estaba. Se levantó, se duchó y salió a buscarla. La encontró dándole de desayunar a Xaria para ir al colegio, cuando Angie lo vio se sonrojó.Eso le provocó ternura a René quien no pudo contenerse y terminó acercándose y besándolo suavemente en la mejilla, acto que les valió a ambos el aplauso de la niña. —¡Están enamorados! ¡Están enamorados! —exclamó sin parar de aplaudir.—Así es hermanita, estoy locamente enamorado de Angie.En ese momento apareció Carter en compañía de Alejandra, sin dejar de sentirse preocupado por lo ocurrido, no debió haber actuado de esa manera cuando vio a su hijo llegar tarde, en su lugar debió preguntarle, y eso lo tenía con un profundo sentimiento de culpa.—Buen día. Hijo, ¿será posible que vayamos a mi despacho para que hablemos? —preguntó rogando en
René se quedó mirándola con una expresión neutra en su mirada, hasta que de pronto esbozó una leve sonrisa.—La verdad es que si te soy sincero, tengo una gran confianza con el señor Carter y no solo con él, sino con todos los Hall —respondió y con esas palabras caminó hacia donde estaba su padre esperando, sin ponerle más atención a su jefe.Si supiera el imbécil ese que él era un Hall, y que era uno de los herederos del dueño, seguramente lo tendría lamiéndole las botas.Caminó por donde se fue su padre y apenas se subió al auto, le preguntó.—¿No me digas que tu jefe te está poniendo obstáculos en el trabajo? —le preguntó Carter y él negó.—No te preocupes, papá, no es nada que no pueda controlar —señaló con firmeza —, pero lo que me tiene intrigado es ¿Cómo supiste que necesitaba que vinieras a mi rescate?—Escuché a Angie cuando hablaba contigo, y aunque en realidad podía quedarme tranquilo para que no te fueras, sé que estabas muy ilusionado de mudarte y por eso he venido a apoy
La mano de René salió disparada, empujando a la mujer que tenía delante con una brusquedad que delataba su frustración. La mujer, Rubí, se tambaleó hacia atrás, sus talones patinaron contra el resbaladizo suelo de baldosas mientras luchaba por mantener el equilibrio.René se limpió los labios con fuerza como si quisiera borrar la huella del beso o como si hubiese besado a un animal ponzoñoso y bueno, conociendo al personaje, no estaba muy alejado de la realidad.—No vuelvas a acercarte a mí, ¡Pedazo de loca! —gruñó con desprecio, las venas del cuello las tenía abultadas por la tensión de su ira. —No estoy interesado. Además, tengo a mi mujer y no voy a hacerle infiel, ni contigo ni con nadie.El rostro de la mujer, que no estaba acostumbrada a sentirse menospreciada bajo ningún concepto, se tiñó de un carmesí intenso, su indignación palpable en el aire entre ellos.— ¿Te atreves a despreciarme? — espetó, con la incredulidad, agudizando cada palabra. —¿Un zarrapastroso e insignificante
El resto de la noche lo pasaron hablando, haciendo el amor. Angie le contó de sus miedos y René, de sus temores, se entregaron plenamente. Más que físicamente, fue una conexión más profunda, un reconocimiento de sus almas que estaba prendada una de otra.Desde allí todo empezó a cambiar entre ellos para bien, pero René siempre pendiente de que ella tomara sus pastillas anticonceptivas, porque en ese momento no querían ser padre. En su trabajo, los problemas se agudizaron, no lo dejaban en paz ni un solo día, metiéndole guardias para cansarlo y obligarlo a renunciar, pero René estaba dispuesto a terminar sus tres meses allí, porque si su padre quería ponerlo en un puesto mejor, él deseaba conocer cómo funcionaba cada departamento de la empresa.Cierto día, mientras comían, algunos rumores comenzaron a escucharse.—Dicen que el hijo del señor Carter Hall, viene a hacerse cargo de la empresa —pronunció uno en tono cómplice.—¿El que estaba muerto, pero apareció vivo? —respondió otro.—Y
Decir que Carter condujo a toda velocidad, era quedarse corto, un trayecto que se hacía normalmente en media hora, él lo hizo en diez minutos. Cuando llegaron escucharon el chirrido ruidoso de la sirena de la ambulancia que llenaba el aire, golpeando sus tímpanos con promesas de tragedias no contadas. Se bajaron con grandes zancadas, corriendo hacia los almacenes con una velocidad sorprendente, mientras el miedo atenazaba sus corazones, al mismo tiempo que suplicaban en su interior que no se tratara de nada grave.El concreto vibró bajo las pisadas firmes de los tres, segundos después divisaron la ambulancia. Cuando el jefe del departamento, de lejos vio llegar al dueño de la empresa, comenzó a caminar a su encuentro, sin poder contener su nerviosismo y dispuesto a darle las explicaciones correspondientes.Carter, por su parte, sintió los pulmones quemarle, tanto como su desesperación; una leve capa de sudor perló su frente, cuando finalmente llegó al epicentro del caos. Su mirada