La mano de René salió disparada, empujando a la mujer que tenía delante con una brusquedad que delataba su frustración. La mujer, Rubí, se tambaleó hacia atrás, sus talones patinaron contra el resbaladizo suelo de baldosas mientras luchaba por mantener el equilibrio.René se limpió los labios con fuerza como si quisiera borrar la huella del beso o como si hubiese besado a un animal ponzoñoso y bueno, conociendo al personaje, no estaba muy alejado de la realidad.—No vuelvas a acercarte a mí, ¡Pedazo de loca! —gruñó con desprecio, las venas del cuello las tenía abultadas por la tensión de su ira. —No estoy interesado. Además, tengo a mi mujer y no voy a hacerle infiel, ni contigo ni con nadie.El rostro de la mujer, que no estaba acostumbrada a sentirse menospreciada bajo ningún concepto, se tiñó de un carmesí intenso, su indignación palpable en el aire entre ellos.— ¿Te atreves a despreciarme? — espetó, con la incredulidad, agudizando cada palabra. —¿Un zarrapastroso e insignificante
El resto de la noche lo pasaron hablando, haciendo el amor. Angie le contó de sus miedos y René, de sus temores, se entregaron plenamente. Más que físicamente, fue una conexión más profunda, un reconocimiento de sus almas que estaba prendada una de otra.Desde allí todo empezó a cambiar entre ellos para bien, pero René siempre pendiente de que ella tomara sus pastillas anticonceptivas, porque en ese momento no querían ser padre. En su trabajo, los problemas se agudizaron, no lo dejaban en paz ni un solo día, metiéndole guardias para cansarlo y obligarlo a renunciar, pero René estaba dispuesto a terminar sus tres meses allí, porque si su padre quería ponerlo en un puesto mejor, él deseaba conocer cómo funcionaba cada departamento de la empresa.Cierto día, mientras comían, algunos rumores comenzaron a escucharse.—Dicen que el hijo del señor Carter Hall, viene a hacerse cargo de la empresa —pronunció uno en tono cómplice.—¿El que estaba muerto, pero apareció vivo? —respondió otro.—Y
Decir que Carter condujo a toda velocidad, era quedarse corto, un trayecto que se hacía normalmente en media hora, él lo hizo en diez minutos. Cuando llegaron escucharon el chirrido ruidoso de la sirena de la ambulancia que llenaba el aire, golpeando sus tímpanos con promesas de tragedias no contadas. Se bajaron con grandes zancadas, corriendo hacia los almacenes con una velocidad sorprendente, mientras el miedo atenazaba sus corazones, al mismo tiempo que suplicaban en su interior que no se tratara de nada grave.El concreto vibró bajo las pisadas firmes de los tres, segundos después divisaron la ambulancia. Cuando el jefe del departamento, de lejos vio llegar al dueño de la empresa, comenzó a caminar a su encuentro, sin poder contener su nerviosismo y dispuesto a darle las explicaciones correspondientes.Carter, por su parte, sintió los pulmones quemarle, tanto como su desesperación; una leve capa de sudor perló su frente, cuando finalmente llegó al epicentro del caos. Su mirada
Dentro de ambulancia, la joven se sintió como si el mundo estuviera colapsando a su alrededor, sentada junto a su novio herido, se sintió impotente por no poder hacer nada por él. Lo único que podía hacer era observar cómo subía y bajaba el pecho de él, lentamente.Llegaron al hospital, donde los recibió un médico, mientras uno de los paramédicos comenzó a describir las heridas de René, haciéndola sentir más angustiada con cada palabra.—Doctor, tenemos un paciente masculino de veintidós años con múltiples contusiones y abrasiones después de haber sido atrapado bajo una torre de cajas. Presenta heridas superficiales en el rostro y cuello, algunas de las cuales están sangrando levemente. También tiene laceraciones en los antebrazos y las manos, presumiblemente causadas por el impacto de las cajas al caer. Estuvo un momento inconsciente, quizás se deba a los golpes en la cabeza. Se queja de dolor en el pecho y dificultad para respirar, y por el dolor en la pierna pareciera que hay una f
—Por favor, recuérdeme no provocar la ira del señor Carter —dijo Angie con un gesto de sorpresa.—Mi hijo me mata si te llego a hacer nada —respondió sonriente.—El paciente despertó y está pidiendo ver a Angie… aunque no hay problema que pasen todos —informó la enfermera con amabilidad, porque por nada del mundo quería molestar al hombre.Mientras los tres pasaban a la habitación, afuera se escuchaba los quejidos de los hombres recién llegados.—¿Cómo ocurrió eso? —preguntó la enfermera.—Unos maleantes llegaron y nos empezaron a golpear, y nos fracturaron las piernas —dijo uno de ellos.—¿Sabes quienes fueron? —interrogó la mujer con interés.—No tengo idea —respondió el hombre.La enfermera asintió, y los dejó solo.—Claro que si sabes… nos metimos en un lío al atacar a ese chico, todos sabemos que esto es obra de Carter Hall —declaró uno de ellos.—Lo sé, pero si él nos hubiese dicho la verdad los habríamos tratado bien, no teníamos forma de saberlo, y ahora nos hemos ganado un gr
El aire pareció abandonar la estancia en un suspiro colectivo, y el silencio se tornó tan denso que se podría cortar con un cuchillo. Carter palideció, aferrándose al marco de la puerta para sostener el peso de aquella revelación, su mirada se posó en su hijo, preocupado de como él pudiera sentirse.Pero cuando posó su mirada en él, se veía tranquilo, es como si la noticia no le hubiese afectado en lo más mínimo, después de todo Greta no había sido una buena madre.—Lo siento mucho, señor —continuó el agente, haciendo un gesto en señal de respeto.—¿Cómo murió? —preguntó Carter.—Fue encontrada sin signos vitales en su celda —respondió el agente.Carter por un momento temió que esa noticia causara que las heridas de su hijo se reabrieran, por eso caminó hacia él, el muchacho dio un leve suspiro.—No te preocupes, papá, me siento bien, esa noticia no es algo que me afecte —dijo mientras Angie lo tomaba del brazo y lo acariciaba con suavidad para darle consuelo.—Debe ir con nosotros pa
El cuerpo de Carter cayó al suelo con un ruido sordo, sus miembros se dispersaron en todas direcciones mientras el silencio se convirtió en un coro de jadeos. Pero enseguida la sorpresa se transformó en risas apenas contenidas, sin embargo, nadie se apresuró a socorrerlo; en su lugar, sacaron los teléfonos inteligentes, grabando el espectáculo, porque era increíble que el formidable Carter sucumbiera a un desmayo, ante la conmoción que le causó la sola noticia de que sería padre por tercera vez.Desde su escondite, observando todo lo que ocurría, los ojos de la pequeña Xaria, permanecieron muy abiertos y asustados, ante la escena.Aunque sus abuelos la habían acostado a dormir, ella esperó que se fueran y abrió los ojos preocupada porque sus padres no estaban, tampoco su hermano, ni Angie, por eso un rato, después de esperar, salió de la habitación en silencio, y se asomó por la balaustrada de las escaleras para ver si habían llegado.Sin embargo, no se esperó la escena que se estaba
La casa estaba envuelta como en una especie de brillo, incluso las suaves luces bailaban en las paredes mientras la risa y el sonido de copas chocando llenaban la sala. Xaria, con sus ojos brillantes de niña emocionada, sostenía un vaso de jugo de uva, imitando a los adultos. También Alejandra tenía en sus manos su copa rellena del mismo líquido oscuro, sonriendo con una mano sobre su aún aplanado vientre.De repente, entre la algarabía, Zareli apareció en la escalera. La joven, con una sonrisa forzada adornando sus labios, bajó lentamente. Cada paso parecía un esfuerzo sobre humano, como si cada fibra de su ser estuviera impregnada de una fatiga invisible. Se unió al grupo, le dieron también una copa de jugo de uva, la levantó en un movimiento casi mecánico, pero sus ojos, esos que decían que eran el espejo del alma, permanecían apagados, distantes, tristes, como si dentro de ella no hubiera ni un poco de esperanza, ni vida, como si caminara por inercia y respiraba porque la natura