Las llamas rugían con furia, oscureciendo el cielo nocturno con un manto de humo espeso. Un par de empleados corrieron a sacar a Carter de la cabaña, mientras otro marcaba a pedir una ambulancia, y los demás salían a buscar la manera de extinguir el fuego.Carter yacía en la cabaña golpeado en el suelo, condenado con sus demonios y su penitencia autoimpuesta. La viga cubierta de llamas que se había desprendido golpeó su cuerpo con tal fuerza que le había robado el aliento antes de catapultarlo al mundo de la inconsciencia. El aire estaba cargado de polvo y confusión mientras los trabajadores comenzaron a gritar, atrayendo a un grupo hacia donde Carter yacía inmovilizado. La viga, un sólido monstruo de madera que momentos antes había sostenido el techo a medio terminar de la cabaña, descansaba pesadamente sobre su espalda.Pronto lo rescataron, lo subieron a la ambulancia y lo llevaron al centro de salud, el mismo lugar donde estaba Alejandra.Apenas entró, los médicos comenzaron a
—Alejandra —comenzó a gritar con voz ronca y de pronto un fuerte lamento salió de sus labios—lo siento tanto —susurró.Thalía estaba desconcertada, porque sucedieron dos cosas. Ella no tenía idea de quién era esa Alejandra de la que su hijo hablaba y dos, su hijo no la había visto. Pensó que quizás aún estaba molesto por lo que sucedió en el pasado, pero sus siguientes palabras la dejaron sorprendida y con una profunda sensación de inquietud.—¿Por qué me han cubierto los ojos? ¡Quítenme esta venda! —exclamó mientras se llevaba las manos a una inexistente venda. Al darse cuenta de que no tenía nada cubriendo su vista, se llevó la mano a sus ojos, los tocó con suavidad y una sensación de miedo lo invadió.Por su parte, Thalía sintió que su corazón se encogió en su pecho.—Hijo —alcanzó a decir por qué el nudo en la garganta no le permitió decir más. —¿Qué pasó mamá? ¡¿Por qué no estoy viendo?! —preguntó Carter reconociendo la voz de su madre.Ella respiró hondo, mientras su rostro s
Alejandra fue trasladada a la ciudad donde la estaba esperando Pierina, quien al final había dejado que la tía adoptiva de su nieta fuera a la isla, por temor a que ella provocará que las cosas no salieran de acuerdo al plan. Por eso allí estaba en el aeropuerto, esperando ansiosa con una ambulancia para trasladar a su nieta al mejor hospital. Mientras lo hacía caminaba de un lado a otro, sin poder contener esa mezcla de temor, euforia, expectativa y alegría que se agitaba en su interior por partes iguales. Cuando la bajaron y pudo ver su pálido rostro, su corazón saltó de alegría, aunque había amado a los niños Hall como si hubiesen sido sus propios nietos. Ver a la pequeña Alejandra había desatado unos sentimientos indescriptibles en ella. Se había imaginado que no encontraría a nadie en esta vida, que llevara su sangre, que no abrazaría a su hija ni a su nieta, y muchas veces se llegó a preguntar por qué el destino había sido no solo duro, sino extremadamente cruel con ella y
Un largo sollozo salió de los labios de Alejandra. La sorpresa pintó el rostro de Pierina, incapaz de creer lo que acababa de escuchar. El silencio penetrante se hizo añicos con las palabras de Alejandra.—No… no —repitió como un mantra—, él me violó.Al escuchar esas palabras, Pierina sintió que el dolor de su nieta la penetraba en su interior como una filosa daga. Alejandra sollozó hipando, sin parar, su pecho subía y bajaba del llanto, la escena era desgarradora.—Shhh, tranquila, mi amor —la consoló Pierina, acariciando suavemente su cabello mientras las lágrimas fluían por su rostro como un arroyo silencioso. Alejandra continuó sollozando, pero poco a poco su llanto se volvió menos agitado, más controlado. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta, la pesadumbre parecía estar acabando con ella desde adentro, se dejó abrazar aferrándose a Pierina, y aunque no dijo ninguna palabra, la fuerza de sus sollozos disminuyó un poco. Sus músculos estaban tensos y la apretaba fuerte
La mirada de Carter parecía más dura, a pesar de no ver, en su rostro se veía una satisfacción amarga brotando desde su núcleo y extendiéndose en una sonrisa cruel y sin vida. Su mirada estaba vacía, como si allí no hubiera sentimiento alguno, aunque cualquiera podía leer en ella las notas de una melodía de amargura y venganza.—¡El tiempo se acaba! —advirtió Carter, sonriendo de una manera que nada tenía que ver con alegría, sino con crueldad—, ¡Grábalas mientras comen!Su voz resonó en el decadente espacio como si quisiera marcar cada palabra en las gastadas paredes.Los hombres se sorprendieron, pero no dijeron nada. Entretanto, las mujeres revolotearon frenéticas alrededor de los cubos, intentando recolectar lo que pudiesen de los restos; sus rostros llenos de asco y su dignidad totalmente castigada. El olor era abrumador, el ruido de su lucha patética, quedó grabado en las imágenes.Cuando Carter calculó que era suficiente, dio una orden a sus hombres.—¡Saquen todo eso de aquí!
Los días fueron pasando y mientras Carter se hundía cada día en la depresión, la vida de Alejandra no iba muy bien, a pesar de que físicamente su vida iba recuperándose poco a poco, era evidente que lo ocurrido en el pasado la había roto, y había creado un profundo resentimiento y odio en ella, de aquella chica dulce y maravillosa que fue en el pasado no había nada.A pesar de que había estado sometido a terapia, su rabia no había mermado ni siquiera un ápice.—Hija, te traje una rica comida, es para que te recuperes pronto, al bebé le hace… —Pierina detuvo sus palabras, al darse cuenta de lo que iba a decir, pero a Alejandra no le pasó desapercibido lo que iba a decir.Sonrió amargamente, mientras miraba a su abuela.—¿De verdad crees que me importa lo que le pase a ese bebé? ¡No me importa nada! No puedo sacar de mi cabeza sus humillaciones, veo el rostro de ese desgraciado… como quisiera tenerlo frente de mí y destruirlo —explotó en un fuerte sollozo.—Ya mi niña, por favor… no qui
Dió un paso hacia adelante, su cuerpo temblaba con una furia casi palpable. Su abuela sentada en la sala percibió el cambio en la chica y una fría sensación la recorrió de pies a cabeza, porque lo que veía ahora era una transformación completa, pasando de víctima a verdugo. —Quiero que sienta cada minuto de su sentencia como un siglo —murmuró, su voz apenas un susurro siniestro, pero lo suficientemente potente como para hacer estremecer hasta al más valiente. —Quiero que sepa, lo que significa vivir con miedo, sentirse inseguro, indefenso... como yo estuve. Y con esas palabras cortó la llamada, no estaba dispuesta a darle ni un ápice de piedad al hombre que odiaba más en la faz de la tierra, al culpable de todas sus desgracias.*****Mientras tanto, en la isla, los empleados cada día se preocupaban más por la situación de Carter, tanto así que uno de ellos, quien tenía más tiempo con ellos, decidió llamar a su madre Thalía.—Señora, siento molestarla, pero debe hacer algo por el señ
Alexis le salió al paso al fiscal. —Lo siento, señores, pero Carter está en un estado muy delicado de salud —dijo Alexis intentando ganar algo de tiempo—. No creo que sea apropiado, que se lo lleven detenido. El fiscal pareció no estar afectado por su protesta. Pasó la mirada sobre el rostro pálido y demacrado de Carter en la cama. —Entendemos sus preocupaciones, señor —respondió sombríamente— Pero Carter está siendo acusado de delitos muy graves. ¡Agárrenlo! —Juro que si le pone un dedo a mi nieto encima, será su último día como fiscal ¿Acaso no se da cuenta de su condición? ¡No ve! ¡No camina! ¿Dónde cree que lo llevará así? —protestó Alexis. —¡Revisen toda la casa! —ordenó el fiscal, mientras miraba retadoramente a Alexis. —No tienes idea de con quién te estás metiendo. —Y usted no tiene idea de lo grave que hizo su nieto y usted lo está solapando —espetó el hombre. —¡Yo no lo estoy solapando! ¿Acaso también es ciego que no ve su estado? Voy a llamar a un abogado, porque n