Capítulo 34: Sentimiento de culpa.

Las empleadas solo podían mirar boquiabiertas, incapaces de moverse. En ese momento, el mundo pareció haberse paralizado, excepto para Carter.

El tiempo se arrastró como si cada grano de arena en el reloj quisiera hacerle sentir cada momento de la agonía de Alejandra. Los ojos de la joven estaban vidriosos y comenzaban a perder su brillo, su pecho subía y bajaba con dificultad cada vez más. La vida de Alejandra se desvaneció rápidamente entre sus dedos.

—¡No te vayas, Alejandra! ¡No me hagas esto! ¡Lo siento mucho! ¡Me equivoqué! Por favor, no te mueras —gritó Carter al borde del llanto.

Con cada latido lento y agonizante, la muñeca de Alejandra perdía calor y él sentía que el aire no llegaba a sus pulmones, le estaba costando respirar, la desesperación al ver cómo la vida de Alejandra se iba literalmente entre sus manos a través de su sangre lo estaba volviendo loco.

Reparó, en su expresión demacrada, en la ropa que llevaba y aquella angustia salió en forma de bramido antes de pedir
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