Mason retrocedió, saboreando el regusto metálico de su propia sangre. Sus labios estaban partidos, pero la sonrisa todavía estaba allí, una cicatriz de insolencia que desafiaba a Carter.Carter respiró profundamente, su pecho se movió en un vaivén descontrolado por la rabia que lo consumía. Mason se retorció sobre el suelo, sujetándose la cara con ambas manos.—Sácala de tu boca —masculló Carter, volviendo a golpearlo, apuntando al lánguido cuerpo tendido en el suelo—. No tienes derecho a hablar sobre ella de esa manera.Mason levantó la vista hacia él, una mezcla de miedo y sorpresa pintada en su rostro tras el golpe inesperado. Intentó balbucear unas palabras en defensa, pero Carter no le dio tiempo.—¿Cómo pudieron? —sin embargo, no esperó respuesta y lo enfrentó de nuevo tomándolo por el cuello—, ¿Quién le dio la droga a René?Como el muchacho se quedó en silencio, él apretó con mayor fuerza alrededor de su cuello, ocasionándole una tos convulsa. El rostro de Mason se tornó morado
El médico parpadeó, asombrado por la petición y la dureza de las palabras de Clara. En un tono severo, respondió.—Señora, creo que se ha equivocado, no hacemos ese tipo de procedimiento aquí. Y mucho menos sin el consentimiento de la mujer afectada. Así que olvídese, no haremos eso. Clara miró al médico con ira. A pesar de su desprecio, se dio cuenta de que no podía hacer nada al respecto. Pero ya estaba ideando un plan para que fuera la misma Alejandra quien decidiera acabar con la vida de ese niño, de todas maneras dicen que las madres son capaces de hacer de todo por sus hijos, pensó la mujer con un deje de malicia en su mirada.Caminó a la habitación donde yacía Alejandra ya estaba preparada para enfrentarla. Con un suspiro cargado de determinación, Clara empujó la puerta y entró. Alejandra estaba recostada en la cama, pálida y frágil, pero sus ojos destilaban una fuerza que Clara no esperaba encontrar.—Hola, Alejandra —dijo Clara con suavidad fingida.Alejandra levantó la vi
Las empleadas solo podían mirar boquiabiertas, incapaces de moverse. En ese momento, el mundo pareció haberse paralizado, excepto para Carter.El tiempo se arrastró como si cada grano de arena en el reloj quisiera hacerle sentir cada momento de la agonía de Alejandra. Los ojos de la joven estaban vidriosos y comenzaban a perder su brillo, su pecho subía y bajaba con dificultad cada vez más. La vida de Alejandra se desvaneció rápidamente entre sus dedos.—¡No te vayas, Alejandra! ¡No me hagas esto! ¡Lo siento mucho! ¡Me equivoqué! Por favor, no te mueras —gritó Carter al borde del llanto.Con cada latido lento y agonizante, la muñeca de Alejandra perdía calor y él sentía que el aire no llegaba a sus pulmones, le estaba costando respirar, la desesperación al ver cómo la vida de Alejandra se iba literalmente entre sus manos a través de su sangre lo estaba volviendo loco.Reparó, en su expresión demacrada, en la ropa que llevaba y aquella angustia salió en forma de bramido antes de pedir
Al llegar a la mansión, el portón se abrió automáticamente, como siempre. Una vez dentro, apagó el motor y se quedó inmóvil en la oscuridad del auto, estudiando la fachada de la casa. Las luces estaban encendidas; eso significaba que Clara y los demás seguían allí, despiertos, tranquilos, viviendo su vida con tranquilidad, mientras Alejandra y su hijo estaban a punto de morir.Con el rencor, la rabia alimentada en su interior, y salió del auto. Caminó por el camino de piedra hasta la puerta principal y ni siquiera abrió la puerta con la llave, si no que le dio una fuerte patada, haciendo que la cerradura saltara. En ese momento el ama de llaves apareció con su rostro sorprendido, y allí no tuvo la menor duda de que ella lo sabía todo, por eso su palidez, y su intento de distraerlo. Sin decir nada más y sin importarle que se trataba de una mujer, le brincó encima como si él fuera un depredador y ella una presa.La tomó por el cuello y la levantó sin ninguna misericordia apretando su c
Tras darse finalmente el valor, Carter por fin abrió la hoja entre sus manos, estaba arrugada y manchada. Sus ojos recorrieron las palabras mientras sentía el impacto de su contenido. “Espero que cuando leas esta carta mi existencia haya llegado a su final, después de todo eso era lo que querías. Esta no es una carta de amor, todo lo contrario, es una carta donde destilo todo el odio y la repulsión que siento hacia ti, eres el peor error de mi vida, como te dije una vez, lamento profundamente y maldigo la hora en que te cruzaste en mi camino. Cuando te conocí sentí que eras un bálsamo para mi dolor, lo que mi vida necesitaba para sanarme y pensar que me amabas me hizo sentir especial, un hombre hermoso e imponente como tú se había fijado en una chica insignificante, sin gracia y sin nada que ofrecer a un hombre, en una chica como yo. Por primera vez sentí que podía ser feliz, que me podía permitir experimentar el amor, ese que hasta mi propia familia me negó prácticamente desde mi
Pierina desde el momento que supo de la existencia de su nieta, había comenzado una intensa búsqueda junto con la hermana adoptiva de su hija, no quería decirle a la familia Hall, porque temía estar equivocada o que su nieta estuviera muerta, y no quería dar falsas esperanzas, porque sabía que eso emocionaría mucho a Bárbara.Pero cada búsqueda, cada nueva pista, la llenaba de una profunda emoción. En ese momento su celular repicó y se dio cuenta de que era el detective que había contratado.Mientras tomaba el teléfono, su corazón palpitó con fuerza, a tal punto que tenía la sensación de que en cualquier momento podría salirse de su pecho, cuando respondió su voz era apenas un hilillo de voz.—Hola, dígame que la ha encontrado —dijo sin poder contenerse.“Buenas noticias, señora Pierina” la voz del detective sonó serena y conciliadora “Creemos que hemos encontrado a su nieta”.Pierina sintió un escalofrío, recorrerle su espina dorsal, su corazón golpeó con fuerza y tuvo que apoyarse e
Las llamas rugían con furia, oscureciendo el cielo nocturno con un manto de humo espeso. Un par de empleados corrieron a sacar a Carter de la cabaña, mientras otro marcaba a pedir una ambulancia, y los demás salían a buscar la manera de extinguir el fuego.Carter yacía en la cabaña golpeado en el suelo, condenado con sus demonios y su penitencia autoimpuesta. La viga cubierta de llamas que se había desprendido golpeó su cuerpo con tal fuerza que le había robado el aliento antes de catapultarlo al mundo de la inconsciencia. El aire estaba cargado de polvo y confusión mientras los trabajadores comenzaron a gritar, atrayendo a un grupo hacia donde Carter yacía inmovilizado. La viga, un sólido monstruo de madera que momentos antes había sostenido el techo a medio terminar de la cabaña, descansaba pesadamente sobre su espalda.Pronto lo rescataron, lo subieron a la ambulancia y lo llevaron al centro de salud, el mismo lugar donde estaba Alejandra.Apenas entró, los médicos comenzaron a
—Alejandra —comenzó a gritar con voz ronca y de pronto un fuerte lamento salió de sus labios—lo siento tanto —susurró.Thalía estaba desconcertada, porque sucedieron dos cosas. Ella no tenía idea de quién era esa Alejandra de la que su hijo hablaba y dos, su hijo no la había visto. Pensó que quizás aún estaba molesto por lo que sucedió en el pasado, pero sus siguientes palabras la dejaron sorprendida y con una profunda sensación de inquietud.—¿Por qué me han cubierto los ojos? ¡Quítenme esta venda! —exclamó mientras se llevaba las manos a una inexistente venda. Al darse cuenta de que no tenía nada cubriendo su vista, se llevó la mano a sus ojos, los tocó con suavidad y una sensación de miedo lo invadió.Por su parte, Thalía sintió que su corazón se encogió en su pecho.—Hijo —alcanzó a decir por qué el nudo en la garganta no le permitió decir más. —¿Qué pasó mamá? ¡¿Por qué no estoy viendo?! —preguntó Carter reconociendo la voz de su madre.Ella respiró hondo, mientras su rostro s