—¡Oh, Dios mío! ¡Y me lo perdí! ¡Estúpido Egbert! Si hubiera enviado a alguien más a la sala de tapices, habría visto a tu Carl. Ha sido la primera vez que he salido del piso en todo el día.Angeline se sentó en la cocina de Carling. Su amiga se deleitaba demasiado con el drama de la situación, quizás olvidando que el corazón de Angeline estaba involucrado, sin mencionar el de Eliza.—No entiendo a la mujer —dijo Angeline , deteniéndose a beber su segunda copa en la última media hora—. Ella tiene ojos, ¿no es así? Carl Lenoi es tan atractivo que encandilaría a cualquier mujer, lo juro. Y Eliza le da cuerda como si los hombres le pidieran matrimonio todos los días.Carling resopló. Estaban bebiendo algo más fuerte que el café y comenzaba a pasar factura.—Tal vez lo hagan.
Angeline volvió en sí en un lugar extraño y brillante, lo que la obligó a cerrar los ojos de nuevo. Podía escuchar el eco de las voces de gente que parecía estar lejos. Confundida y herida, tanto en la cabeza como en las manos e incluso sus rodillas, no tenía idea de dónde estaba o por qué. No quería hablar porque tenía la boca seca, así que se conformó con hacer un sonido, entre un gemido y un suspiro.Inmediatamente, escuchó un sonido de forcejeo y abrió los ojos de nuevo. Para su asombro, Carl Lenoi la miraba.—Hola, preciosa —dijo, mostrándole su hoyuelo. Ella estaba demasiado confundida para responder. Tal vez estaba soñando, pero no solía sentir tanta incomodidad en sus sueños. —Agua —susurró. Se dio la vuelta y regresó en un instante con un vaso de agua. Levantó su cabeza ligeramente de la almohada con una mano y la ayudó a tomar un sorbo. No hacía mucho frío, pero ella estaba helada. Desde esa posición, pudo ver a dos enfermeras con sus largos delantales blancos y vestida
Casi la había besado. En medio de la sala de mujeres, con dos enfermeras y un montón de pacientes y la posibilidad de que un médico entrara en cualquier momento. Bajó las escaleras de dos en dos hasta que llegó afuera y respiró el aire salado y fresco. ¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba? Nunca había actuado de forma tan poco profesional, pero su mente flotaba desde que entró en el Hotel Palace y la vio. ¡Como si fuera un milagro! Allí estaba Angeline Benui. En ese instante, tuvo que volver a participar en la monumental batalla consigo mismo para mantener las manos lejos de ella, para alejarse de ella por completo. ¡Pero encontrarla en una cama de hospital! Una neblina roja nubló su visión, al recordar cuando estaba haciendo la ronda, la noche anterior. La descubrió pálida e inconsciente, con su preciosa mano herida. Incluso entonces, fue sacudido por temblores de posesividad y rabia. Volvió a cerrar los puños. Gracias a Dios que no estaba mal herida, pero al menos tenía una forma de de
Sus ojos clavados en los suyos traspasaron los límites de la cortesía que mantenían hasta entonces—. Me he pasado de la raya al venir aquí. Me iré. El doctor Finley querrá verte en un día o dos. Estudiará tus ojos, unos ojos asombrosamente hermosos, por cierto, y escuchará tu corazón. Examinará el chichón de tu cabeza... Ese tipo de cosas, pero no te quitará las vendas ni examinará tu mano, Angeline . Todavía no.Se dio la vuelta para irse y todo lo que ella podía pensar era cómo le gustaba oírle decir su nombre. —Entonces, ¿esto es puramente una visita médica? —No sabía por qué lo estaba presionando para que admitiera algo. Ya había llegado a la puerta. Ella casi había escapado ilesa de aquella situación tan peligrosa. Sin embargo, le había hecho una pregunta, cuya respuesta podría hacer que sus circunstancias terminaran mal.Él se dio la vuelta, pero miró sus zapatos, su maletín, la pared detrás de su cabeza y finalmente a ella. —Realmente no puedo mentirte. —Ella lo miró, fijame
Cuando desapareciste de Spring City, me volví loco durante días y, luego, después de que los Keller se negaron a darme información, me resigné. O creí que lo había hecho. —Sacudió la cabeza y la miró, perplejo—. Saliste de mi vida tan abruptamente como entraste en ella y me convencí de que tu desaparición fue para bien. Pero te he encontrado de nuevo y mis sentimientos por ti no han cambiado. —La sujetó con la mano sana y agregó—: Necesito verte y tocarte. Quiero respirar la fragancia de tu piel. Maldita sea, eres mía. Se llevó la mano a los labios y besó sus nudillos, antes girarla y darle un beso ardiente en la palma.El aliento de Angeline se aceleró y sus dedos se curvaron dentro de sus zapatillas de cuero, mientras que el estómago le dio un vuelco. —Yo… —Miró embelesada, su mano en la suya.—Se suponía que eras mía —declaró con voz grave—. Estoy tan seguro como que sabía que estaba destinado a ser médico. Lo supe cuando abriste la boca y te disculpaste después de que te empujar
Carl caminó mucho tiempo por las calles, respirando el aire húmedo de la noche. Era una especie de serpiente a la que Angeline debía odiar con toda su alma. Deseaba tener su caballo para poder cabalgar por el parque Golden Gate y regresar por el puerto, pero ningún galope le permitiría huir de lo que había hecho esa noche. ¡Diablos!Angeline estaba en San Francisco, lo que le producía alegría y lo atormentaba, al mismo tiempo. ¿Intentaba el buen Dios volverlo loco? Se detuvo y apoyó la espalda contra una fría pared de ladrillos, dejando caer el maletín a sus pies.Le había dicho la verdad. Semanas antes, se había hecho a la idea de que no volvería a verla nunca más. Se abstuvo de contactar con Katy, que sin duda sabría dónde encontrarla, para que no le diera ninguna información. No tenía ni idea de lo que An
Angeline espió a Egbert mientras estudiaba su portapapeles y se detuvo. Lo observó por un momento. Su alta estructura era delgada, pero al menos no tenía barriga. Tal vez un par de años trabajando en un viñedo fortalecería su cuerpo y le daría unos cuantos músculos duros de camino.Evitó que sus pensamientos se desviaran hacia cierto médico vaquero polvoriento y regresó al hombre que cuidaría de Carling. Angeline estaba segura y su amiga merecía que la cuidaran un poco. Tal vez, él necesitaba un pequeño empujón en la dirección correcta.—Buenos días, Egbert.—Angeline . —Inclinó la cabeza. Se alegró de que se llamaran por sus nombres, ya que ahora se relacionaba con la mayoría del personal de ambos hoteles y se tuteaban como amigos—. ¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó un poco rígido, ya que, probablemente, estaba muy ocupado y no tenía tiempo para ayudarla.—Oh, nada. Esperaba que Carling estuviera en un descanso.—En diez minutos estará libre. Puede esperar en la sala de descanso
Su cara de niño le sonrió. —¿Es un saludo feliz o estás muy enfadada conmigo?Angeline se quedó sin palabras. Era la última persona que esperaba ver y había aparecido de repente. No supo si se alegraba, aunque al sentir que se apoderaba de ella un tumulto de sentimientos, concluyó que sí, que estaba feliz por volver a verlo. Después de todo, formaba parte de su vida, aquella en la que todo estaba bien y se sentía cómoda. Él fue el amor de sus días de universidad y sus viajes por Europa. Era su Philip.—No, no estoy enfadada. Solo sorprendida.—¿Es demasiado inapropiado que me dejes entrar en tu habitación?Angeline consideró la pregunta y se giró para inspeccionar su pequeño dominio. Era su casa entera en ese momento. La cama estaba bien hecha, arrugada solo donde se había sentado, y sus pertenencias estaban guardadas, de modo que hizo un gesto para que entrara.—Puedes sentarte en la cama, si quieres.—Después de todo, no somos unos extraños —puntualizó llenando el espacio al entra