Casi la había besado. En medio de la sala de mujeres, con dos enfermeras y un montón de pacientes y la posibilidad de que un médico entrara en cualquier momento. Bajó las escaleras de dos en dos hasta que llegó afuera y respiró el aire salado y fresco. ¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba? Nunca había actuado de forma tan poco profesional, pero su mente flotaba desde que entró en el Hotel Palace y la vio. ¡Como si fuera un milagro! Allí estaba Angeline Benui. En ese instante, tuvo que volver a participar en la monumental batalla consigo mismo para mantener las manos lejos de ella, para alejarse de ella por completo. ¡Pero encontrarla en una cama de hospital! Una neblina roja nubló su visión, al recordar cuando estaba haciendo la ronda, la noche anterior. La descubrió pálida e inconsciente, con su preciosa mano herida. Incluso entonces, fue sacudido por temblores de posesividad y rabia. Volvió a cerrar los puños. Gracias a Dios que no estaba mal herida, pero al menos tenía una forma de de
Sus ojos clavados en los suyos traspasaron los límites de la cortesía que mantenían hasta entonces—. Me he pasado de la raya al venir aquí. Me iré. El doctor Finley querrá verte en un día o dos. Estudiará tus ojos, unos ojos asombrosamente hermosos, por cierto, y escuchará tu corazón. Examinará el chichón de tu cabeza... Ese tipo de cosas, pero no te quitará las vendas ni examinará tu mano, Angeline . Todavía no.Se dio la vuelta para irse y todo lo que ella podía pensar era cómo le gustaba oírle decir su nombre. —Entonces, ¿esto es puramente una visita médica? —No sabía por qué lo estaba presionando para que admitiera algo. Ya había llegado a la puerta. Ella casi había escapado ilesa de aquella situación tan peligrosa. Sin embargo, le había hecho una pregunta, cuya respuesta podría hacer que sus circunstancias terminaran mal.Él se dio la vuelta, pero miró sus zapatos, su maletín, la pared detrás de su cabeza y finalmente a ella. —Realmente no puedo mentirte. —Ella lo miró, fijame
Cuando desapareciste de Spring City, me volví loco durante días y, luego, después de que los Keller se negaron a darme información, me resigné. O creí que lo había hecho. —Sacudió la cabeza y la miró, perplejo—. Saliste de mi vida tan abruptamente como entraste en ella y me convencí de que tu desaparición fue para bien. Pero te he encontrado de nuevo y mis sentimientos por ti no han cambiado. —La sujetó con la mano sana y agregó—: Necesito verte y tocarte. Quiero respirar la fragancia de tu piel. Maldita sea, eres mía. Se llevó la mano a los labios y besó sus nudillos, antes girarla y darle un beso ardiente en la palma.El aliento de Angeline se aceleró y sus dedos se curvaron dentro de sus zapatillas de cuero, mientras que el estómago le dio un vuelco. —Yo… —Miró embelesada, su mano en la suya.—Se suponía que eras mía —declaró con voz grave—. Estoy tan seguro como que sabía que estaba destinado a ser médico. Lo supe cuando abriste la boca y te disculpaste después de que te empujar
Carl caminó mucho tiempo por las calles, respirando el aire húmedo de la noche. Era una especie de serpiente a la que Angeline debía odiar con toda su alma. Deseaba tener su caballo para poder cabalgar por el parque Golden Gate y regresar por el puerto, pero ningún galope le permitiría huir de lo que había hecho esa noche. ¡Diablos!Angeline estaba en San Francisco, lo que le producía alegría y lo atormentaba, al mismo tiempo. ¿Intentaba el buen Dios volverlo loco? Se detuvo y apoyó la espalda contra una fría pared de ladrillos, dejando caer el maletín a sus pies.Le había dicho la verdad. Semanas antes, se había hecho a la idea de que no volvería a verla nunca más. Se abstuvo de contactar con Katy, que sin duda sabría dónde encontrarla, para que no le diera ninguna información. No tenía ni idea de lo que An
Angeline espió a Egbert mientras estudiaba su portapapeles y se detuvo. Lo observó por un momento. Su alta estructura era delgada, pero al menos no tenía barriga. Tal vez un par de años trabajando en un viñedo fortalecería su cuerpo y le daría unos cuantos músculos duros de camino.Evitó que sus pensamientos se desviaran hacia cierto médico vaquero polvoriento y regresó al hombre que cuidaría de Carling. Angeline estaba segura y su amiga merecía que la cuidaran un poco. Tal vez, él necesitaba un pequeño empujón en la dirección correcta.—Buenos días, Egbert.—Angeline . —Inclinó la cabeza. Se alegró de que se llamaran por sus nombres, ya que ahora se relacionaba con la mayoría del personal de ambos hoteles y se tuteaban como amigos—. ¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó un poco rígido, ya que, probablemente, estaba muy ocupado y no tenía tiempo para ayudarla.—Oh, nada. Esperaba que Carling estuviera en un descanso.—En diez minutos estará libre. Puede esperar en la sala de descanso
Su cara de niño le sonrió. —¿Es un saludo feliz o estás muy enfadada conmigo?Angeline se quedó sin palabras. Era la última persona que esperaba ver y había aparecido de repente. No supo si se alegraba, aunque al sentir que se apoderaba de ella un tumulto de sentimientos, concluyó que sí, que estaba feliz por volver a verlo. Después de todo, formaba parte de su vida, aquella en la que todo estaba bien y se sentía cómoda. Él fue el amor de sus días de universidad y sus viajes por Europa. Era su Philip.—No, no estoy enfadada. Solo sorprendida.—¿Es demasiado inapropiado que me dejes entrar en tu habitación?Angeline consideró la pregunta y se giró para inspeccionar su pequeño dominio. Era su casa entera en ese momento. La cama estaba bien hecha, arrugada solo donde se había sentado, y sus pertenencias estaban guardadas, de modo que hizo un gesto para que entrara.—Puedes sentarte en la cama, si quieres.—Después de todo, no somos unos extraños —puntualizó llenando el espacio al entra
—Fui un imbécil, un imbécil —aseveró Philip por tercera vez.—Sí —dijo Angeline , cansada de decirle que no lo había sido—. Lo fuiste.Parecía sorprenderse, con el tenedor a medio camino de su boca. —Pero antes dijiste que era correcto seguir lo que me indicara mi corazón.—Sí, pero si vas a seguir declarando tus faltas, finalmente voy a estar de acuerdo. Mira, Philip, si quieres ser libre e ir a la universidad sin problemas, está bien. No estuvo bien el año pasado porque tenía expectativas.—Sé que las tenías y te decepcioné.Angeline pensó que fue mucho más desgarrador que, simplemente, decepción. En un minuto estaban prometidos y al siguiente ella iba rumbo a Boston y con el apoyo de su madre. Pero sus sentimientos habían cambiado por completo. Con su mano aún vendada y Carl Lenoi rehusando dejarla sola, tenía otros problemas con los que lidiar.—Philip, hemos hablado de Oxford, de mi familia, de tu familia y de San Francisco. ¿Por qué no me dices, exactamente, a qué has venido?A
Suspiró mientras sus manos se asentaban en su cintura.—Siento mucho haberte hecho daño —le dijo en voz baja. Ella lo miró fijamente a los ojos. No parecía arrepentido de haberla dejado, más bien, estaba entusiasmado con su nuevo comienzo. Lo que más le dolió, fue la facilidad con la que se separó de su lado—. Nunca volveré a hacerlo. Descendió sus labios hasta los suyos, su boca presionando firmemente contra la suya. Ella apretó las manos detrás de su cuello. Era exactamente lo mismo que siempre había sido. Tan diferente a besar a Carl.Se separó de golpe, con la sensación de estar siendo desleal al besar a un hombre, mientras pensaba en otro. En Carl. —Te veré mañana —se despidió Philip, algo perplejo por su reacción exagerada. Tal vez pensó que ella estaba abrumada por la emoción debido a su beso. Después de cerrar la puerta, se sentó en su cama, sorprendida por las últimas horas. Luego se echó hacia atrás, como quería hacer horas antes, antes de que todos empezaran a llamar.