Vanessa no pudo más que sentirse feliz al ver el brillo de emoción en los ojos de su hermana. Nunca fue más consciente de que ella necesitaba salir más, no importa cuántas veces dijera que no era así.
Adriano la cargó para subirla al auto y luego colocó la silla de ruedas en la parte de atrás.
—¿Cómo te sientes? —preguntó preocupada.
—Todo bien, mamá —respondió Elaide bromeando.
Le dio una mirada que decía que se comportara, pero sabía que su hermana no se sentía ni un poco intimidada por ella.
—Todo listo —anunció Adriano.
Lo miró y asintió antes de subir al carro también.
Esa mañana cuando habían salido del departamento, no tenía idea de que irían por su hermana. Él no le había comentado nada al respeto, no es como si la comunicación con Adriano en esos días fuera de lo mejor, para ser más precisos llevaba semanas evadiendo cualquier interacción. Tan solo cuando estuvieron a mitad de camino se había obligado a preguntarle por qué es
La mansión de su padre fue quedando atrás y en ella su hermana. Habría querido que ese día no acabara para Elaide, pero el final del día había llegado más rápido de lo esperado. No pudo sentirse triste al pensar que Elaide estaba de nuevo sola encerrada en esa casa fría al cuidado de extraños. Al menos ahora tenía a Ezio para hablar con ella, él no había dejado de insistir hasta que por fin había obtenido su número de celular. De todas formas la habría conseguido de alguien más si ella no se lo hubiera dado, eso es lo que él dijo. Sabía de buena fuente que Ezio era un chico y esperaba que él pudiera ayudar a su hermana a aguantar el tiempo que ella permanecería en esa mansión. Contuvo las ganas de llorar que la azotaron, se recordó que solo debía aguantar un mes más antes de buscar la manera de lograr que Elaide se fuera a vivir con ella. Ese día había tenido tantas ganas de decirle a su hermana su plan solo para borrar el rastro de tristeza en sus ojos que h
Adriano se quedó mirando hacia la puerta cerrada como si pudiera ver a través de la ella, se sentía tan tentado de golpearla, pero sabía que no iba a recibir respuesta. Vanessa estaba molesta y tenía razón de estarlo. No entendía que se había apoderado de él para decirle lo que le dijo. Solo estaba seguro que no le había hecho ninguna gracia verla en aquel restaurant acompañada de un hombre. Confiaba en ella y sabía que, contrato o no, ella jamás lo engañaría; eso no lo había detenido de comportarse como un completo idiota. Maldito Camillo, lo detestaba tan solo por haber pasado tiempo a solas con Vanessa. Siempre le había resultado divertido la manera en que sus hermanos parecían incomodarse con otros hombres cerca de sus esposas, ahora podía entenderlos mejor. Sacudió sus cabellos con frustración, seguía sin comprender que sucedía con él. Se dio la vuelta, caminó hasta la sala, lo menos que quería era encerrarse en su cuarto pensando en la mujer que
Vanessa escuchó algunos pasos y sintió se sintió aliviada. Al parecer Adriano estaba de regreso y no tan tarde, como había temido.Se trató de convencer que no le importaba, pero claro que lo hacía. En su mente se habían formado diversos escenarios donde él estaba acompañado por alguna mujer pasándola bien. Eso la había hecho sentirse molesta y deprimida en las mismas proporciones. No le gustaba la idea de que él hubiera salido en busca de diversión.Afinó sus sentidos tratando de escuchar más, pero luego de que él entrara a su habitación todo fue silencio absoluto.Pensó que tal vez podía salir con la excusa de ir a buscar agua y…Sacudió la cabeza, no iba a ir a ningún lado, no si quería conservar un poco de dignidad.Acomodó su almohada casi con furia y luego cerr&oa
Adriano ignoró las miradas indiscretas que le lanzaron conforme avanzaba a través del pasillo en dirección a la oficina de Vanessa. Mantuvo en su rostro una máscara de completa frialdad y continuó con su camino sin mirar a nadie. —Buenas tardes, Señor Morelli —la saludó una mujer con una sonrisa cortés poniéndose de pie—. Soy Fiorella, la secretaria de Vanessa. —Un gusto. ¿Mi esposa está en su oficina? No estaba seguro de quienes en esa oficina estaban al tanto de su matrimonio, pero si aún había alguien que no lo supiera, seguro que después de ese día iba a saberlo. —Sí, señor. La llevaré con ella. —No es necesario, gracias. Caminó hasta la única puerta que estaba de ese lado y dio unos golpes en ella. Esperó que ella lo invitara a pasar y solo entonces ingresó. Vanessa estaba concentrada en el papel que tenía en su mano, así que no lo miró de inmediato. Aprovechó para observarla como tantas otras veces. Esa era como u
A lo largo de su vida Vanessa había encontrado muchas razones para desconfiar de las personas y de sus motivos, pero en cuanto Adriano le había confesado sus sentimientos no hubo dudas de que hablaba en serio. Él no tenía ningún motivo para mentirle y tampoco lo haría.Adriano la amaba. Era un hecho, sus ojos reflejaban esa verdad.La vida tenía formas misteriosas de actuar. Cuando había ido a ver a Adriano a su oficina, un poco más de un mes atrás, con una propuesta de matrimonio, en su mente jamás había pasado la idea de que las cosas sucederían de esa manera. No se estaba quejando, por el contrario, estaba más que feliz.Quizás lo había perdonado demasiado rápido, pero de qué habría servido alargar el sufrimiento de los dos, tan solo por orgullo. Sabía con certeza que amaba a Adriano y negarse a explorar esos sentimientos junto a él solo les habría causado dolor.En tan solo unas semanas se había sentido como un ser miserable al estar separada de él, d
El sol comenzó a iluminar la habitación y le permitió a Adriano observar a Vanessa con mayor claridad. Ella estaba recostada boca abajo con las manos debajo de la frente y sus cabellos cubrían parcialmente su rostro. La sábana apenas la cubría hasta la cintura, Su mano le picaba por tocarla, pero no quería despertarla. Era sábado y la noche anterior los dos había dormido tarde, Adriano no podía tener suficiente de Vanessa y no lo tendría en muchos años… o quizás nunca. Apenas la semana pasada habían estado distanciados, algo que no quería repetir nunca más, y ahora Vanessa dormía junto a él sin ninguna barrera emocional entre ellos. —Pareces un acosador —musitó Vanessa sin abrir los ojos, pero sonrió. —Quizás deberías intentar huir —sugirió. —No estoy segura que pueda llegar demasiado lejos, no pienso gastar energía en vano —dijo ella abriendo los ojos. Esa era la forma en la que quería despertarse toda su vida, con ella a su lado y es
Vanessa se sentía nerviosa mientras esperaba que el abogado de su abuela contestara su llamada. Adriano le había dado el número apenas ella había aceptado ponerse en contacto. Su esposo, no se cansaba de decirle así, había estado ocupado haciendo sus propias averiguaciones. En todas semanas, incluso cuando no todo había estado bien entre ellos, él había estado buscando la manera de ayudarla. Si su declaración de amor no hubiera suficiente, detalles como ese seguro que si lo eran. Miró a Adriano y él le dio una sonrisa que calentó su corazón. —Buenos días, este es Aurelio Massini. —La voz proveniente del teléfono la sacó de su ensoñación—. ¿Quién habla? —Buenos días, soy Vanessa… Vanessa Giordano. —Usó su apellido de soltera esperando que él supiera de quién se trataba. —Señorita Giordano, es un placer hablar con usted —dijo Aurelio con voz cordial. —Señor Aurelio, lo llamaba porque me gustaría concertar una cita con usted. Tengo alguna
El impacto de descubrir que su esposa era dueña de una de las empresas más grandes del país, o lo sería en algunos meses, había sido grande. No es que le importara que ella fuera a ser probablemente más adinerada que él, esas cosas solo les importaba a hombres que se sentían inseguros. Lo que en realidad le preocupaba, era el riesgo que podía correr Vanessa. Su padre no parecía el tipo de persona que se queda sentada mientras le quitan lo que cree por derecho suyo. Filippo ya había intentado algunos de sus trucos, como meterse en su negocio o buscar la manera de anular su matrimonio. Adriano estaba al tanto de cada uno de sus movimientos. Había contratado a algunas personas, recomendadas por Alessandro, para seguirlo a él y lo que hacía. Quería creer que él se rendiría en algún momento, pero estaba seguro de que estaba tramando algo más grande, solo que no descubría de qué se trataba. Sabía que no se sentiría tranquilo hasta que tuviera la certeza de que su e