Adriano sonrió internamente mientras miraba a los gemelos. Leonardo y Valentino habían llegado hace poco a su oficina y aunque no habían dicho nada aún, se hacía una idea del motivo que los había llevado hasta allí.
Había pasado tres días desde que Vanessa y él habían regresado de la casa de sus padres. Las cosas parecían estar marchando bien. Nunca hubiera pensado que estar casado tenía algunas ventajas. Sabía que no duraría para siempre, así que disfrutaría mientras podía.
Vanessa era alguien genuina y única. Su mente lo intrigaba y su cuerpo lo volvía loco. Ella respondía a su toque de una manera tan única y todavía no veía cerca el momento en que se cansara de ella. Era como si la necesitara en todo momento. Se decía que tarde o temprano dejaría de sentirse así, aunque no estaba ansioso porque sucediera.
—Entonces ¿me piensan decir que los trae por aquí? —cuestionó al ver que sus hermanos no pensaban decir nada.
—Entonces ¿te casaste?
Los hombres suelen decir que no pueden entender a las mujeres, que son todo un misterio. Pues ellos tampoco son fáciles de entender. O eso es lo que pensaba Vanessa.Los últimos días Adriano y ella habían estado mejor que bien y de pronto, en cuestión de segundos, todo parecía haber cambiado y, lo que era peor, no podía entender el motivo. Habían compartido un agradable almuerzo, habían bromeado y luego, en algún momento entre su salida del restaurante y su viaje a su trabajo, él había sufrido una transformación.Se dijo que no tenía nada que ver con ellos, tal vez se trataba de algún problema en el trabajo, pero incluso así no podía dejar de preocuparse.—¡Rayos! —dijo recordando que no le había dicho a Adriano que iba a visitar a su hermana esa noche.Agarró su celular y le escribió un mensaje para
Llegada la media noche Adriano estuvo más que seguro de que Vanessa no iba a llegar esa noche. Ni siquiera se preguntó porque ella no le había avisado, era obvio que después del mensaje que le había enviado, ella no quería hablar con él.Se dijo que era lo mejor o tenerla allí. Una noche a solas le serviría para comenzar a sacarla de su mente. Con ella lejos se daría cuenta de que era el deseo lo que lo estaba haciendo actuar tan irracional. No podía existir otra explicación.Después de tomar una ducha tibia para relajarse, se metió a la cama y cerró los ojos creyendo que no tardaría en dormirse. Estiró una mano para abrazarse al cuerpo de Vanessa, pero se topó con su lado frío de la cama y recordó que estaba solo.Un vacío se instaló en su pecho, pero lo pasó por alto. Se convenció que se trataba
Vanessa no pudo más que sentirse feliz al ver el brillo de emoción en los ojos de su hermana. Nunca fue más consciente de que ella necesitaba salir más, no importa cuántas veces dijera que no era así.Adriano la cargó para subirla al auto y luego colocó la silla de ruedas en la parte de atrás.—¿Cómo te sientes? —preguntó preocupada.—Todo bien, mamá —respondió Elaide bromeando.Le dio una mirada que decía que se comportara, pero sabía que su hermana no se sentía ni un poco intimidada por ella.—Todo listo —anunció Adriano.Lo miró y asintió antes de subir al carro también.Esa mañana cuando habían salido del departamento, no tenía idea de que irían por su hermana. Él no le había comentado nada al respeto, no es como si la comunicación con Adriano en esos días fuera de lo mejor, para ser más precisos llevaba semanas evadiendo cualquier interacción. Tan solo cuando estuvieron a mitad de camino se había obligado a preguntarle por qué es
La mansión de su padre fue quedando atrás y en ella su hermana. Habría querido que ese día no acabara para Elaide, pero el final del día había llegado más rápido de lo esperado. No pudo sentirse triste al pensar que Elaide estaba de nuevo sola encerrada en esa casa fría al cuidado de extraños. Al menos ahora tenía a Ezio para hablar con ella, él no había dejado de insistir hasta que por fin había obtenido su número de celular. De todas formas la habría conseguido de alguien más si ella no se lo hubiera dado, eso es lo que él dijo. Sabía de buena fuente que Ezio era un chico y esperaba que él pudiera ayudar a su hermana a aguantar el tiempo que ella permanecería en esa mansión. Contuvo las ganas de llorar que la azotaron, se recordó que solo debía aguantar un mes más antes de buscar la manera de lograr que Elaide se fuera a vivir con ella. Ese día había tenido tantas ganas de decirle a su hermana su plan solo para borrar el rastro de tristeza en sus ojos que h
Adriano se quedó mirando hacia la puerta cerrada como si pudiera ver a través de la ella, se sentía tan tentado de golpearla, pero sabía que no iba a recibir respuesta. Vanessa estaba molesta y tenía razón de estarlo. No entendía que se había apoderado de él para decirle lo que le dijo. Solo estaba seguro que no le había hecho ninguna gracia verla en aquel restaurant acompañada de un hombre. Confiaba en ella y sabía que, contrato o no, ella jamás lo engañaría; eso no lo había detenido de comportarse como un completo idiota. Maldito Camillo, lo detestaba tan solo por haber pasado tiempo a solas con Vanessa. Siempre le había resultado divertido la manera en que sus hermanos parecían incomodarse con otros hombres cerca de sus esposas, ahora podía entenderlos mejor. Sacudió sus cabellos con frustración, seguía sin comprender que sucedía con él. Se dio la vuelta, caminó hasta la sala, lo menos que quería era encerrarse en su cuarto pensando en la mujer que
Vanessa escuchó algunos pasos y sintió se sintió aliviada. Al parecer Adriano estaba de regreso y no tan tarde, como había temido.Se trató de convencer que no le importaba, pero claro que lo hacía. En su mente se habían formado diversos escenarios donde él estaba acompañado por alguna mujer pasándola bien. Eso la había hecho sentirse molesta y deprimida en las mismas proporciones. No le gustaba la idea de que él hubiera salido en busca de diversión.Afinó sus sentidos tratando de escuchar más, pero luego de que él entrara a su habitación todo fue silencio absoluto.Pensó que tal vez podía salir con la excusa de ir a buscar agua y…Sacudió la cabeza, no iba a ir a ningún lado, no si quería conservar un poco de dignidad.Acomodó su almohada casi con furia y luego cerr&oa
Adriano ignoró las miradas indiscretas que le lanzaron conforme avanzaba a través del pasillo en dirección a la oficina de Vanessa. Mantuvo en su rostro una máscara de completa frialdad y continuó con su camino sin mirar a nadie. —Buenas tardes, Señor Morelli —la saludó una mujer con una sonrisa cortés poniéndose de pie—. Soy Fiorella, la secretaria de Vanessa. —Un gusto. ¿Mi esposa está en su oficina? No estaba seguro de quienes en esa oficina estaban al tanto de su matrimonio, pero si aún había alguien que no lo supiera, seguro que después de ese día iba a saberlo. —Sí, señor. La llevaré con ella. —No es necesario, gracias. Caminó hasta la única puerta que estaba de ese lado y dio unos golpes en ella. Esperó que ella lo invitara a pasar y solo entonces ingresó. Vanessa estaba concentrada en el papel que tenía en su mano, así que no lo miró de inmediato. Aprovechó para observarla como tantas otras veces. Esa era como u
A lo largo de su vida Vanessa había encontrado muchas razones para desconfiar de las personas y de sus motivos, pero en cuanto Adriano le había confesado sus sentimientos no hubo dudas de que hablaba en serio. Él no tenía ningún motivo para mentirle y tampoco lo haría.Adriano la amaba. Era un hecho, sus ojos reflejaban esa verdad.La vida tenía formas misteriosas de actuar. Cuando había ido a ver a Adriano a su oficina, un poco más de un mes atrás, con una propuesta de matrimonio, en su mente jamás había pasado la idea de que las cosas sucederían de esa manera. No se estaba quejando, por el contrario, estaba más que feliz.Quizás lo había perdonado demasiado rápido, pero de qué habría servido alargar el sufrimiento de los dos, tan solo por orgullo. Sabía con certeza que amaba a Adriano y negarse a explorar esos sentimientos junto a él solo les habría causado dolor.En tan solo unas semanas se había sentido como un ser miserable al estar separada de él, d