A la mañana siguiente, Paola sale del baño con su mejor vestido verde jade con cascadas de seda y un corpiño de satén blanco y verde jade con brocados en oro, ya listo para su primer día de clases, zapatillas a juego con el vestido al igual que sus guantes y joyas; se miraba en el espejo pensando cual sería el mejor peinado para presentarse en el instituto. Alguien llama a la puerta cortando con el debate mental de Paola. ─ ¡Pase! ─ la puerta se abre, Paola se asombra felizmente al ver a su amiga por fin levantada de su cama, aunque con ojeras, algo flaca y desgarbada, Paola se levanta de su peinadora y se acerca hasta su amiga tomándola de las manos e invitándola a entrar y sentarse en su cama. ─ ¿Cómo te sientes? ─ pregunta Paola expectante y feliz, Mónica con la mirada algo perdida y ojos rojos por lo que parecía que estuvo llorando largo y tendido durante toda la noche, traga saliva, mira a su amiga forzando una sonrisa amarga con sus labios temblorosos. ─ Mónica… ¿Qué tienes
Un hombre gordo de mejillas sonrosadas, piel blanca, mirada profunda y llena de arrogancia, bien vestido, escrutaba a Paola de pies a cabeza al momento de entrar, entrelaza sus dedos sobre el escritorio diciendo ─ Puede dejarnos solos, Ana ─ la mujer asiente con la cabeza cerrando la puerta detrás de Paola. Paola admiraba la oficina, casi parecida a la del señor Dragnan, solo que… éste estaba poco iluminado, alfombra ajedrez de rojo y negro con brocados de dragones dorados en los cuadros negros, supuso que la alfombra provenía de Asia; libreros tan enormes que llegaban hasta el techo, al igual que los ventanales con pesadas cortinas carmesí, varios candelabros dorados pegados a la pared, que con sus luces mortecinas apenas iluminaban dicha oficina, también supuso que las ventanas estaban cerradas, ya que no llegaba ningún sonido de fuera, ni tampoco la más minima brisa, gracias a Dios aun mantenía su capa y que la poca iluminación no permitía bien ver las marcas en su cuello. El
Hora del almuerzo, todos los estudiantes salieron al comedor para estirar un poco las piernas y dedicarse un poco más al entretenimiento trivial de todo joven, sin embargo, Paola se quedó en el salón de clases frente a su caballete, matando el tiempo pintando, un estudiante que pasaba por allí, se detuvo frente a la puerta, por un instante el joven quedó impactado con Paola, sin aliento, su piel acanelada, suave, como la piel de un ángel, sus mejillas con el rosado perfecto, que no opacaba su piel, ni mucho menos la sobrecargaba, sus ojos marrones y su cabello negro brillante en una trenza pulcramente tejida, su delicada mano sosteniendo el pincel, moviéndose con tanta habilidad y gracia a la hora de plasmar la pintura en el lienzo, dándole vida, su concentración era absoluta, solo era ella y el mundo en su lienzo, sus pies estaban sembrados en la puerta de aquel salón; sin saber que hacer, el joven se aclara la garganta, Paola da un respingo tapando su pintura. ─ ¿Qué haces? ─ p
Paola llega a la mansión de Dragnan, los padres la estaban esperando en la entrada con mucha alegría, se morían por saber cómo le había ido en su primer día de clases, al igual que Lucio, ambos abrazan a sus hijos colmándolos de besos, preguntando sobre su día. ─ Hice muchos amigos hoy ─ anunció Lucio con entusiasmo, en cambio Paola solo les sonreía a sus padres con amor, luego desvía la mirada a uno de los ventanales, unos ojos azul-plata la contemplaban fijamente, vacíos, inexpresivos, falto de alma o emoción alguna, como si no fuera humano, Paola le ofrece una sonrisa nostálgica, le saluda y Dragnan se aparta de la ventana dejando caer la cortina, cerrándose por completo. ─ ¿Está todo bien, cariño? ─ pregunta la madre de Paola. ─ Si, mamá, estoy bien… ¿Qué hay de cenar?… muero de hambre ─. Juntos, sentados en la mesa como una familia, conversaban de todo un poco, las cosas que habían hecho los padres de Mónica durante el día, al igual que los padres de Paola, obviamente P
Paola se sienta a un lado de la cama, el ventanal que conducía al balcón se encontraba abierto, con la luz de la luna iluminando la habitación, el viento agitando las cortinas suavemente, como danzares de fantasmas en una coreografía espectral. ─ ¿Mónica? ─ nombró Paola en voz baja, casi susurrando, después de un largo y tenso silencio. ─ ¿Qué haces aquí? ─ pregunta Mónica con voz áspera y monótona, sin despegar la vista del techo con mirada sombría que hizo estremecer a Paola. ─ Me pediste que viniera ─ Yo jamás haría tal cosa ─ Me pediste ayuda ─ Mónica lentamente desvía su mirada hacia Paola, inexpresiva, vacía, Paola traga saliva nuevamente haciendo una mueca, mostrando preocupación por su amiga. ─ ¿Qué puedo hacer para ayudarte? ─ Morir ─ contestó Mónica con los dientes apretados, demostrando toda su ira. ─ ¿Qué hice para merecer tu odio? ─ Mónica resopla por la nariz. ─ ¿Y todavía preguntas? ─ la habitación cada vez se volvía más fría, la respiración y las palabras se volví
El desayuno ya estaba servido, todos se encontraban presentes en el comedor, menos Dragnan, que hizo otra vez sentir su ausencia, todos los presentes quedan atónitos ante la presencia de Mónica en el comedor, la joven expresa una sonrisa apenada pidiendo disculpas por todo lo que había pasado, se disculpó con los padres de Paola dejando escapar un par de lágrimas de arrepentimiento, los padres de Paola asintieron aceptando las disculpas, levantándose de sus puestos abrazándola, comprendiendo por lo que había pasado, ya que ella no sabía con quien se estaba enredando, las cosas eran mucho más que ni sus mismos padres podrían manejar, Claudia y Mario, con lágrimas en los ojos, se levantan para abrazar a su hija con mucho amor y júbilo por su recuperación, cuando los padres de Mónica pasaron al lado de Paola, ésta se estremece por un escalofrío que le invadió de los pies a la cabeza, algo no andaba bien, sin embargo trató de no pensar mucho en el asunto, su amiga se había recuperado
Paola, centrada en su clase de arte libre, trazaba algunas líneas de ejercicios para la soltura de su muñeca, ¡ja!, que fácil, y una prueba que era supervisada por el mismo director Alberti, a muchos de los estudiantes los miraba con aprobación, a otros simplemente los miraba de manera impasible, pero al llegar al caballete de Paola, frunce el ceño con alto desagrado. ─ ¿Qué estás haciendo? ─ Los ejercicios, señor ─ No puedo negar que las líneas son perfectas, pero no es la postura correcta para la mano, estás matando el contraste y ridiculizando la técnica ─ alguno de los estudiantes ríen por lo bajo ante la humillación, el director levanta la mano para acallarlos. ─ Señor, con el debido respeto, usted me dijo en su oficina que el arte es… vida, es la expresión de la vida en nuestras manos ─ Así es, por lo tanto, hay que darle la subjetividad y el trato que se merece, con la gracia y la delicadeza… ─ Si encierra la libertad de la vida y lo que representa con tantas reglas y limi
A una distancia prudencial, Mónica y Paola seguían a Dragnan en silencio. Saliendo de la institución, el extraño se disculpó con Dragnan al no poder detener a Mónica, en cambio éste fulminaba con la mirada a la pobre chica, llegando al gran portón principal, Mario confundido y algo preocupado, miraba a su hija que venía acompañada con Paola y Dragnan encabezando la marcha, se detienen en la entrada. ─ ¿Ahora vas a retener a mi hija como rehén? ─ protesta Mario al ver a su hija aferrada a Paola, Mónica busca de llevar a rastras a Paola, pero Dragnan intercede colocando su brazo, impidiendo que avanzaran otro paso más. ─ Mónica… ¿Recuerdas el objeto que te dije que no todo el mundo puede sostener? ─ Dragnan saca de su bolsillo el objeto envuelto en el pañito blanco, se lo entrega a Paola, Mónica insiste en que no acepte el objeto, pero Paola tiende la mano dubitativamente ante aquel empaque envuelto que la llamaba. Una vez descubierto, toda su atención yacía centrada en la daga, a