Entrando a su estudio, Dragnan saca un baúl de un rincón, lo abre y le hace un gesto a Paola y a Mónica para que se acerquen, ambas miran dentro del baúl. Unos brazales hermosos de oro y plata encontraron dentro, Mónica nunca había visto nada igual, sin embargo, por alguna razón, a Paola le resultaban familiares, la espada de hoja negra y delgada, y en un cofre dentro del baúl, Paola lo abre, era la daga blanca. Contemplando el contenido de aquella caja, llena de confusión y horror, Dragnan le anuncia: ─ Todo esto te pertenece. Son tuyos ─ ¿Míos?, ¿Cómo que míos?, ¿Qué quiere decir? ─ Tú los creaste. Son tuyos ─ ¿Yo los creé?, ¿Cuándo? ─ Los vas a necesitar ahora más que nunca ─ ¡Si yo no sé pelear!, ¿Cómo esperas que blanda una espada?, es más, odio pelear ─ Tendrás que aprender, ya saben dónde estás, te buscarán y si no aprendes a defenderte, todos a los que amas morirán ─ ¡Esto es una locura! ─ protestó Mónica con los ojos tan abiertos como platos. ─ Ya aquí no es seguro, hay
La maravillosa ciudad de Venecia, ya han pasado seis meses desde que Paola arribó a la ciudad a una nueva gran mansión, retomó sus clases en el colegio de arte, incluyendo las lecciones de Dragnan junto a Mónica en las salas privadas en el sótano, ambas practicando, para la sorpresa de Dragnan, ambas eran buenas en la lucha, Paola con daga y espada, Mónica con un sable de hoja fina, el estoque, aprendieron rápido, y más Paola; por un instante Mónica sintió celos de su amiga por su tan pronta y rápida manera de aprender, sin embargo no duró mucho sus celos ya que Paola le había contado su gran secreto; durante su relato, Mónica se mostraba renuente a creer, pero poco a poco fue entendiendo, aceptando la idea y la verdad sobre la vida de Paola, desde ese entonces, Mónica se propuso a alcanzar en nivel a su amiga entrenando el doble de duro. Los únicos momentos separadas, eran en sus días de clases, cada una iba a colegios diferentes, los más caros desde luego, y gracias al patrocin
Durante un par de segundos, Paola estuvo esperando que Mónica dijera algo. ─ ¿Cuántos años tienes? ─ pregunta por fin, Paola abre sus ojos de par en par con asombro. ─ De todas las preguntas que se te pueden ocurrir… ¿Vienes y me haces esa?, además, ¿No es de mala educación preguntar la edad de una dama? ─ ¡¿Y yo qué sé?!, y ¿Tu eres una dama?, ¡esto nunca me ha pasado!, ¡¿Qué quieres que pregunte?! ─ ¡¿Yo qué sé?! ─ Wau, (bufido) alguien que posiblemente puede ser inmensamente sabia o lo que sea, con posibles miles años de vida, no tiene ni idea que responder ─ Los humanos son inmensamente inestables, se puede esperar cualquier cosa ─ Y me lo dices tú que no esperabas que te preguntara tú edad, además, se oye extraño eso viniendo de ti ─ ¿Qué puedo decir?, otra pregunta ─ Mónica comienza a pasear de un lado a otro por el estudio. ─ Déjame pensar… otra pregunta, otra pregunta, ¿Qué puedo preguntar?... (gruñido de frustración) ¡Mierda!, ¡ha!... entonces, ¿Cuál es tu verdadero nomb
o… no le digas a mamá que me has visto llorar ─ confesó Pietro forzando una triste sonrisa. ─ Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo. Quiero ver a mamá ─ solicitó Paola dándole un beso en la mejilla a su padre, Pietro mira a los ojos de su hija por un instante, reflexionando su petición, luego asiente y ambos se enfilan para la habitación para hablar con su madre. Llegando a la habitación de su madre, Claudia se encontraba a su lado sosteniendo de su mano tratando de consolarla, su llanto silencioso le produjo a Paola un vuelco en su pecho, Claudia al verlos entrar, se levanta excusándose para darles algo de privacidad. ─ ¿Mamá? ─ llamó Paola con la voz tan baja que pareció un susurro lleno de nostalgia y dolor, su madre levanta la vista hacia su hija con sus labios temblorosos y los ojos rojos de tanto llanto. ─ Estás delgada ─ Carlota hace un intento fallido por sonreírle a su hija, ella veía a su niña en un lugar la cual era imposible de alcanzar, un lugar donde su cuidado
A la mañana siguiente, Paola se llega al estudio de Dragnan, éste hojeaba algunos papeles, levanta la mirada y Paola cierra la puerta con cuidado. ─ Es bueno volverte a ver ─ saludó Dragnan esbozando una sonrisa; Paola avanzaba a pasos lentos con las manos entrelazadas a su espalda. ─ Sé que quieres ser… diferente, pero sonreír no es definitivamente lo tuyo ─ correspondió Paola tomando asiento delante de Dragnan. ─ ¿Cuántas veces tendré que repetir esto? ─ pregunta Paola frotándose las sienes. ─ ¿Repetir qué? ─ pregunta Dragnan frunciendo el ceño. ─ El tener que olvidar, es odioso tener que vivir así, o morir así, ¿Cómo suena mejor? ─ Es lo que elegiste y te recuerdo… ─ inició Dragnan señalándola con pluma en mano. ─ Si, si, ya sé lo que me vas a decir ─ interrumpió Paola dejando la mirada en blanco. ─ Y entiendo que fue lo que elegí, y de verdad lo acepto y no me arrepiento, Dragnan, si me pasara millones de veces, millones de veces lo aceptaría gustosa de verdad, es solo que a
La cena está lista, la mesa preparada, ambas contemplan con satisfacción y aprobación su gran esfuerzo, manteles blancos con bordados de melocotón, candelabros dorados con sus velas listas, adornos florales sobre la mesa, cortinas blancas haciendo juego con la iluminada sala, únicamente hacía falta la presencia de los invitados de honor, sus padres y los padres de Mónica, solo era cuestión de tiempo para la hora de la cena y ambas debían lucir radiantes; se cruzan de miradas sonriendo con complicidad, luego se enfilan a la carrera a sus habitaciones a alistarse para la noche. Claudia preguntaba incontables veces sobre lo que pasaba, sin embargo, Dragnan, tratando de ser su mejor anfitrión, les daba respuestas vagas sobre una sorpresa, comprando algunas ropas y vestidos, pinturas y algunos regalos para sus hijas. Dragnan mira la hora en su reloj de bolsillo, Mario y Pietro contemplan fascinados el curioso objeto, Dragnan les explica los usos de aquel interesante artefacto y s
El silencio reinó por unos minutos mientras todos contemplaban a Paola, llenos de asombro, ¿acaso las sorpresas nunca se iban a acabar? ─ ¿De, de, desde cuándo hablas como si fueras toda una mujer de edad? ─ pregunta Pietro exasperado parpadeando de espabile. ─ Papá, por si no te has dado cuenta ya, Mónica y yo tenemos edad ─ refutó Paola con una tierna sonrisa. ─ Solo tienen veinte años ─ replicó Claudia con una sonrisa triste. ─ Veinte años agradecidas por todo lo que nos han dado ─ objetó Mónica con amor. ─ Ahora es nuestro turno de devolverles todo ese amor que nos han dado ─ añadió Paola abriendo sus brazos como queriendo abrazarlos a todos al mismo tiempo; más silencio se hizo presente en el gran salón por un largo minuto. ─ No espero que lo entiendan al momento o lo acepten, si lo desean pueden pensarlo… por favor, piénsenlo. Son nuestros padres y los amamos profundamente y queremos darles lo mejor ─ finalizó Paola retirándose del comedor seguida por Mónica con la vista fi
Nubes de lluvia y frío encapotaron el cielo azul, Mónica y Paola, sumergidas en la conversación, no se percatan de tan repentino cambio del clima, ya que fue tan sutil como una caricia desapercibida, sin embargo a pesar de las diversas conversaciones y ruidos de las bulliciosas calles venecianas, algo parecía ser diferente, Paola comienza a mirar a su alrededor prestando atención a cualquier indicio de algo, de pronto no escucha ni los ladridos de los perros, ni aves, fueron solo cuestiones de segundos cuando todo vuelve a la normalidad. ─ ¿Paola?, Paola, ¿Qué pasa? ─ pregunta Mónica con la preocupación ya comenzándose a reflejar en su rostro. ─ No, no es nada, creí oír algo, pero tal vez solo… solo sean ideas mías… será mejor volver a casa ─ Mónica estuvo de acuerdo. Mónica fue la primera en entrar a la casa permitiéndole paso a Paola para poder entrar con los obsequios para sus padres, ambas comienzan a recorrer con la mirada por los alrededores, todo se encontraba sumergi