Paola llega a la plaza con su cuaderno de bocetos con un par de minutos de retraso, bueno, media hora de retraso en realidad; con la respiración algo agitada y jadeando, se excusa con su mejor amiga desde la infancia, Mónica la recibe de brazos cruzados y con el ceño fruncido. ─ ¿Sabes qué hora es? ─ se miran la una a la otra en un incómodo silencio, Paola algo nerviosa, jugueteando con el borde de su cuaderno y Mónica tamborileando con su pie con exasperación, luego avanza hacia su amiga con una amplia sonrisa abrazándola; por haber sido amigas de toda la vida, Mónica no podía durar mucho tiempo enojada con su mejor amiga, o mejor dicho, su hermana, siempre llegaba tarde a sus compromisos, así que solo sonríe resignada ya que su amiga no tenía arreglo. ─ Me muero por contarte algo ─ saludó Paola con entusiasmo, aun con su respiración ya algo calmada y con un brillo de alegría infinita en sus ojos. ─ Y yo tengo que presentarte a alguien ─ canturreó Mónica con la misma expresión c
Ambos hombres parecían sopesar la propuesta de Dragnan. ─ Papá, el señor Dragnan tiene razón, pienso que deberíamos irnos de Florencia ─ ambos hombres miran a Paola que ya estaba más tranquila. ─ ¡Pero, Paola…! ─ Puede estar tranquilo papá… no sé por qué… pero… confío en él, no me pregunten por qué o como, solo sé que cada parte de mí, me dice que le crea y que debemos salir de aquí ─ Paola no podía despegar la mirada de Dragnan, ambos hombres respiran profundamente, luego se giran para confrontar a Dragnan. ─ Bien… cuéntenos más sobre “esto”, sea lo que sea que se acerca ─ Dragnan no da muchos detalles, pero lo suficiente para ser tomado en cuenta y consideración, todos se miraban a las caras, como esperando alguna opinión por parte entre ellos, por cada vez que Dragnan aclaraba sus dudas o parte de ellas, los rostros de los presentes, cada vez, eran más pálidas, cuando ya Dragnan terminó su explicación, todos se encontraban en silencio. A solo pocos segundos, todos reaccionaron
Con un extraño silencio cerniéndose sobre todos en la cena, Paola se aclara la garganta para romper la incómoda elipsis. ─ Señor y señora Farizzi, pueden estar tranquilos por Mónica. Ella se pondrá bien ─ ¿Cómo lo sabes? ─ preguntó Mario espabilando. ─ No ha dicho ni una palabra desde que llegamos, ni mucho menos en el viaje ─ ésta vez fue el turno de Dragnan. ─ Solo está conmocionada. No es fácil haber sido testigo topándose cara a cara con una de esas criaturas, ahora imagínense… estar enamorada de uno o creer estarlo y sin saber a ciencia cierta lo que es, por suerte las lujurias son asexuados ─ ante aquella aclaratoria, Pietro y Mario se ahogaron con sus bebidas y bocados, Carlota parpadea de asombro con el rubor en sus mejillas. ─ Mamá, mamá… ¿Qué es un asexuado? ─ preguntaba Lucio al ver la expresión de su madre tirando la manga del vestido, Paola baja sus cubiertos con mucha delicadeza ocultando una sonrisa, en cambio Claudia escupió el jugo de nuevo en su vaso, ya que si n
A la mañana siguiente, Paola sale del baño con su mejor vestido verde jade con cascadas de seda y un corpiño de satén blanco y verde jade con brocados en oro, ya listo para su primer día de clases, zapatillas a juego con el vestido al igual que sus guantes y joyas; se miraba en el espejo pensando cual sería el mejor peinado para presentarse en el instituto. Alguien llama a la puerta cortando con el debate mental de Paola. ─ ¡Pase! ─ la puerta se abre, Paola se asombra felizmente al ver a su amiga por fin levantada de su cama, aunque con ojeras, algo flaca y desgarbada, Paola se levanta de su peinadora y se acerca hasta su amiga tomándola de las manos e invitándola a entrar y sentarse en su cama. ─ ¿Cómo te sientes? ─ pregunta Paola expectante y feliz, Mónica con la mirada algo perdida y ojos rojos por lo que parecía que estuvo llorando largo y tendido durante toda la noche, traga saliva, mira a su amiga forzando una sonrisa amarga con sus labios temblorosos. ─ Mónica… ¿Qué tienes
Un hombre gordo de mejillas sonrosadas, piel blanca, mirada profunda y llena de arrogancia, bien vestido, escrutaba a Paola de pies a cabeza al momento de entrar, entrelaza sus dedos sobre el escritorio diciendo ─ Puede dejarnos solos, Ana ─ la mujer asiente con la cabeza cerrando la puerta detrás de Paola. Paola admiraba la oficina, casi parecida a la del señor Dragnan, solo que… éste estaba poco iluminado, alfombra ajedrez de rojo y negro con brocados de dragones dorados en los cuadros negros, supuso que la alfombra provenía de Asia; libreros tan enormes que llegaban hasta el techo, al igual que los ventanales con pesadas cortinas carmesí, varios candelabros dorados pegados a la pared, que con sus luces mortecinas apenas iluminaban dicha oficina, también supuso que las ventanas estaban cerradas, ya que no llegaba ningún sonido de fuera, ni tampoco la más minima brisa, gracias a Dios aun mantenía su capa y que la poca iluminación no permitía bien ver las marcas en su cuello. El
Hora del almuerzo, todos los estudiantes salieron al comedor para estirar un poco las piernas y dedicarse un poco más al entretenimiento trivial de todo joven, sin embargo, Paola se quedó en el salón de clases frente a su caballete, matando el tiempo pintando, un estudiante que pasaba por allí, se detuvo frente a la puerta, por un instante el joven quedó impactado con Paola, sin aliento, su piel acanelada, suave, como la piel de un ángel, sus mejillas con el rosado perfecto, que no opacaba su piel, ni mucho menos la sobrecargaba, sus ojos marrones y su cabello negro brillante en una trenza pulcramente tejida, su delicada mano sosteniendo el pincel, moviéndose con tanta habilidad y gracia a la hora de plasmar la pintura en el lienzo, dándole vida, su concentración era absoluta, solo era ella y el mundo en su lienzo, sus pies estaban sembrados en la puerta de aquel salón; sin saber que hacer, el joven se aclara la garganta, Paola da un respingo tapando su pintura. ─ ¿Qué haces? ─ p
Paola llega a la mansión de Dragnan, los padres la estaban esperando en la entrada con mucha alegría, se morían por saber cómo le había ido en su primer día de clases, al igual que Lucio, ambos abrazan a sus hijos colmándolos de besos, preguntando sobre su día. ─ Hice muchos amigos hoy ─ anunció Lucio con entusiasmo, en cambio Paola solo les sonreía a sus padres con amor, luego desvía la mirada a uno de los ventanales, unos ojos azul-plata la contemplaban fijamente, vacíos, inexpresivos, falto de alma o emoción alguna, como si no fuera humano, Paola le ofrece una sonrisa nostálgica, le saluda y Dragnan se aparta de la ventana dejando caer la cortina, cerrándose por completo. ─ ¿Está todo bien, cariño? ─ pregunta la madre de Paola. ─ Si, mamá, estoy bien… ¿Qué hay de cenar?… muero de hambre ─. Juntos, sentados en la mesa como una familia, conversaban de todo un poco, las cosas que habían hecho los padres de Mónica durante el día, al igual que los padres de Paola, obviamente P
Paola se sienta a un lado de la cama, el ventanal que conducía al balcón se encontraba abierto, con la luz de la luna iluminando la habitación, el viento agitando las cortinas suavemente, como danzares de fantasmas en una coreografía espectral. ─ ¿Mónica? ─ nombró Paola en voz baja, casi susurrando, después de un largo y tenso silencio. ─ ¿Qué haces aquí? ─ pregunta Mónica con voz áspera y monótona, sin despegar la vista del techo con mirada sombría que hizo estremecer a Paola. ─ Me pediste que viniera ─ Yo jamás haría tal cosa ─ Me pediste ayuda ─ Mónica lentamente desvía su mirada hacia Paola, inexpresiva, vacía, Paola traga saliva nuevamente haciendo una mueca, mostrando preocupación por su amiga. ─ ¿Qué puedo hacer para ayudarte? ─ Morir ─ contestó Mónica con los dientes apretados, demostrando toda su ira. ─ ¿Qué hice para merecer tu odio? ─ Mónica resopla por la nariz. ─ ¿Y todavía preguntas? ─ la habitación cada vez se volvía más fría, la respiración y las palabras se volví