Florencia 1519, ya han pasado diecinueve años desde que los Doménico se establecieron en Florencia, la niña Paola se convirtió en una delicada flor, le llovían pretendientes a granel, por tal razón, su padre Pietro, los tenía que ahuyentar a sombrerazos, su candidez, naturalidad y su alegría la hacían única entre todas las jóvenes de su edad, el centro de atención de todas las miradas y la envidia de otras, diestra con el pincel y la paleta, apasionada como nadie en el arte de pintar. Una carta es recibida por el padre de Paola, contando con el sello del maestro artista Alberti. Con las manos de Pietro temblorosas, llama a su esposa avisando de la respuesta del maestro, ambos ansiosos por saber la respuesta, a cada línea que trazaban sus ojos, se iban ensanchando cada vez más sus sonrisas y su emoción, su hija, Paola, fue aceptada para ser discípula del maestro Alberti, ambos se abrazan entusiasmados, Pietro besa la sien de su amada gritando de euforia. En la cena le darían
El viento frío sopla agitando su negro cabello y su vestido, causándole una cierta sensación de vulnerabilidad, Paola se estremece y trata de entrar en calor frotándose los brazos. ─ Samara ─ volvió a oír. Paola siente su corazón latir a mil por segundo, su respiración rápida y entrecortada demostraban todo su deseo por correr, pero el miedo no le permitía moverse ni un centímetro, solo una dirección le podían responder los pies, y era hacia la salida de aquel jardín, cuando dio sus primeros pasos, escucha una voz y una pequeña mano que la sujeta trayéndola a la realidad, un niño de diez años la llamaba con la preocupación reflejada en su rostro por la palidez poco usual que mostraba Paola, ¿Quién es éste niño?, ¿Quién rayos es Paola?, se preguntó frunciendo el ceño ligeramente, viendo al pequeño con tanta frialdad que éste cerró la boca dejándola de llamar, en el instante que vio que el niño estuvo a punto de llorar, ladeó la cabeza analizándolo un poco más, ¿de dónde lo conocía
Intrigado, regresó el boceto donde estaba, en su diario, sin querer, ojeó unas líneas, “hoy 12 de mayo de 1519, tuve la sensación de que alguien me observaba mientras dibujaba en la piaza, a pesar de que disimuladamente miraba a mi alrededor, no pude ver nada sospechoso, solo mi amiga Mónica conversando con un chico, no lo puedo negar, el chico es lindo, creo que su nombre es Humberto, aun no me lo ha presentado, parecen enamorados, me alegro por ella, en cambio yo… no sé si es normal, pero ninguno me llama la atención, gracias papá, eres mi héroe ja, ja, ja, lo único que me apasiona es pintar, debí heredarlo de él, sin embargo, esta sensación de que algo falta me abruma, algo no está bien en mí, las pesadillas que tengo cada noche empeoran, y solo veo un hombre parado delante de mí en mis pesadillas, supongo que para protegerme, porque cuando lo veo, me siento segura, en las pesadillas digo su nombre, él toma mi mano y cuando despierto no recuerdo su nombre, solo su rostro y un
Paola llega a la plaza con su cuaderno de bocetos con un par de minutos de retraso, bueno, media hora de retraso en realidad; con la respiración algo agitada y jadeando, se excusa con su mejor amiga desde la infancia, Mónica la recibe de brazos cruzados y con el ceño fruncido. ─ ¿Sabes qué hora es? ─ se miran la una a la otra en un incómodo silencio, Paola algo nerviosa, jugueteando con el borde de su cuaderno y Mónica tamborileando con su pie con exasperación, luego avanza hacia su amiga con una amplia sonrisa abrazándola; por haber sido amigas de toda la vida, Mónica no podía durar mucho tiempo enojada con su mejor amiga, o mejor dicho, su hermana, siempre llegaba tarde a sus compromisos, así que solo sonríe resignada ya que su amiga no tenía arreglo. ─ Me muero por contarte algo ─ saludó Paola con entusiasmo, aun con su respiración ya algo calmada y con un brillo de alegría infinita en sus ojos. ─ Y yo tengo que presentarte a alguien ─ canturreó Mónica con la misma expresión c
Ambos hombres parecían sopesar la propuesta de Dragnan. ─ Papá, el señor Dragnan tiene razón, pienso que deberíamos irnos de Florencia ─ ambos hombres miran a Paola que ya estaba más tranquila. ─ ¡Pero, Paola…! ─ Puede estar tranquilo papá… no sé por qué… pero… confío en él, no me pregunten por qué o como, solo sé que cada parte de mí, me dice que le crea y que debemos salir de aquí ─ Paola no podía despegar la mirada de Dragnan, ambos hombres respiran profundamente, luego se giran para confrontar a Dragnan. ─ Bien… cuéntenos más sobre “esto”, sea lo que sea que se acerca ─ Dragnan no da muchos detalles, pero lo suficiente para ser tomado en cuenta y consideración, todos se miraban a las caras, como esperando alguna opinión por parte entre ellos, por cada vez que Dragnan aclaraba sus dudas o parte de ellas, los rostros de los presentes, cada vez, eran más pálidas, cuando ya Dragnan terminó su explicación, todos se encontraban en silencio. A solo pocos segundos, todos reaccionaron
Con un extraño silencio cerniéndose sobre todos en la cena, Paola se aclara la garganta para romper la incómoda elipsis. ─ Señor y señora Farizzi, pueden estar tranquilos por Mónica. Ella se pondrá bien ─ ¿Cómo lo sabes? ─ preguntó Mario espabilando. ─ No ha dicho ni una palabra desde que llegamos, ni mucho menos en el viaje ─ ésta vez fue el turno de Dragnan. ─ Solo está conmocionada. No es fácil haber sido testigo topándose cara a cara con una de esas criaturas, ahora imagínense… estar enamorada de uno o creer estarlo y sin saber a ciencia cierta lo que es, por suerte las lujurias son asexuados ─ ante aquella aclaratoria, Pietro y Mario se ahogaron con sus bebidas y bocados, Carlota parpadea de asombro con el rubor en sus mejillas. ─ Mamá, mamá… ¿Qué es un asexuado? ─ preguntaba Lucio al ver la expresión de su madre tirando la manga del vestido, Paola baja sus cubiertos con mucha delicadeza ocultando una sonrisa, en cambio Claudia escupió el jugo de nuevo en su vaso, ya que si n
A la mañana siguiente, Paola sale del baño con su mejor vestido verde jade con cascadas de seda y un corpiño de satén blanco y verde jade con brocados en oro, ya listo para su primer día de clases, zapatillas a juego con el vestido al igual que sus guantes y joyas; se miraba en el espejo pensando cual sería el mejor peinado para presentarse en el instituto. Alguien llama a la puerta cortando con el debate mental de Paola. ─ ¡Pase! ─ la puerta se abre, Paola se asombra felizmente al ver a su amiga por fin levantada de su cama, aunque con ojeras, algo flaca y desgarbada, Paola se levanta de su peinadora y se acerca hasta su amiga tomándola de las manos e invitándola a entrar y sentarse en su cama. ─ ¿Cómo te sientes? ─ pregunta Paola expectante y feliz, Mónica con la mirada algo perdida y ojos rojos por lo que parecía que estuvo llorando largo y tendido durante toda la noche, traga saliva, mira a su amiga forzando una sonrisa amarga con sus labios temblorosos. ─ Mónica… ¿Qué tienes
Un hombre gordo de mejillas sonrosadas, piel blanca, mirada profunda y llena de arrogancia, bien vestido, escrutaba a Paola de pies a cabeza al momento de entrar, entrelaza sus dedos sobre el escritorio diciendo ─ Puede dejarnos solos, Ana ─ la mujer asiente con la cabeza cerrando la puerta detrás de Paola. Paola admiraba la oficina, casi parecida a la del señor Dragnan, solo que… éste estaba poco iluminado, alfombra ajedrez de rojo y negro con brocados de dragones dorados en los cuadros negros, supuso que la alfombra provenía de Asia; libreros tan enormes que llegaban hasta el techo, al igual que los ventanales con pesadas cortinas carmesí, varios candelabros dorados pegados a la pared, que con sus luces mortecinas apenas iluminaban dicha oficina, también supuso que las ventanas estaban cerradas, ya que no llegaba ningún sonido de fuera, ni tampoco la más minima brisa, gracias a Dios aun mantenía su capa y que la poca iluminación no permitía bien ver las marcas en su cuello. El