Las carrozas fueron llegando con los principales representantes de cada familia, sus abrigos recibidos por la ama de llaves y siendo escoltados por otro personal de la servidumbre hasta el salón de reuniones, los familiares se abrazan y se saludan, charlaban del tiempo que había transcurrido desde la última reunión y como había sido el viaje, solo temas triviales antes de entrar al asunto principal como tal, solo que ésta vez fue por la familia Lidell quien hizo su entrada preguntando sin la más mínima cortesía por Ivana, todos asienten en gesto de saludo a Caroline, la cual, es seguida por su hermana Ashley. ─ Es bueno verte de nuevo, Caroline ─ Caroline ofrece una sonrisa fingida. ─ ¡Katherine!, creí que estarías detrás de Kiev como su rabito, como siempre lo estás ─ De hecho, él está ocupado atendiendo al resto de las familias con Silvia ─ ¿Dónde está Kiev? ─ pregunta Ashley con un suspiro de aburrimiento. ─ ¿Por qué no lo buscas tu misma? ─ Katherine ofrece una sonrisa socarr
Con el sol saliendo entre las montañas espantando la noche, la señora del servicio toca a la puerta del cuarto de Ivana, ésta se encontraba sumida en una lectura de las noticias en los diarios de la ciudad cerca del balcón, la señora le deja el carrito donde siempre, hace una reverencia, y en el instante que toma el picaporte para cerrar la puerta, la mano de Ivana le sujeta por la muñeca, la mujer jadea de asombro dejando los ojos como platos, ¿en qué momento se movió? ─ Pase y cierre la puerta ─. Katherine disfruta de una caminata matinal, disfrutando del cielo parcialmente nublado y los sonidos de la naturaleza abrumando sus oídos, desde luego, un pariente de su edad caminando a su lado permitiendo que Katherine se prendiera de su brazo. ─ Veo que tú y la señorita Ivana son muy cercanas ─ opinó el joven para romper el silencio. ─ ¿Perdón? ─ Tu y la señorita Ivana, veo que son muy buenas amigas ─ (sonrisa solemne) Si ─ ¿Siempre hablas con ella? ─ Siempre ─ Y… ¿Qué me puedes con
El sol ya se está poniendo en el horizonte, todos preparándose para bajar, organizando todo lo referente a los preparativos de la ceremonia y una silueta encapuchada se cuela entre las sombras de los árboles, verificando constantemente sobre sus hombros para ver si nadie le seguía, a pasos rápidos se enfila hacia la cripta, empuja la verja de la entrada, baja las escaleras de caracol, toma una antorcha iluminando el oscuro corredor, la capa, aun con la capucha levantada sobre su cabeza, ondeaba al son de los raudos pasos del extraño, los ojos brillantes en triunfo se van encendiendo a cada paso que daba, acercándose, saboreando el momento, cuando de pronto, su brillo de triunfo se apaga en el instante que mira la puerta de la cripta abierta, la silueta susurra vociferando improperios con los dientes apretados, preguntándose quien rayos tuvo la osadía de abrirla. Con la antorcha busca de iluminar lo que hay adentro, observa una vieja cama con dosel, un escritorio polvoriento y los
Tal cual como se había dicho, todos se encontraron en el salón comedor, se hallaba a reventar, las principales familias y sus herederos, todos presentes, mirándose a las caras, esperando, intrigados por las ideas que posiblemente se le puedan estar cruzando en éste instante a Ivana, ¿o querrán decir Paola?, sin ser tocada por mano alguna, las puertas del comedor se abren dándole paso a Ivana, seguida por Silvia, Kiev y Katherine, dejando todo el salón en un profundo silencio. ─ ¿No falta nadie?... bien, ahora supongo… por sus caras que no tienen ni idea de lo que pasará de ahora en adelante, para empezar, necesito que saquen sus colgantes y los coloquen sobre la mesa ─ indicó Ivana con un gesto de su mano, tentativamente cada uno fue sacando sus colgantes y los colocaron sobre la mesa, uno idéntico al otro, incluyendo el de Kiev, dando un total de trece. ─ ¿Son todos los colgantes? ─ Kiev frunce el ceño. ─ Faltan los Silveira ─ contesta Kiev. ─ ¿Dónde están? ─ pregunta Ivana con
Tal cual como se había dicho, todos se encontraron en el salón comedor, se hallaba a reventar, las principales familias y sus herederos, todos presentes, mirándose a las caras, esperando, intrigados por las ideas que posiblemente se le puedan estar cruzando en éste instante a Ivana, ¿o querrán decir Paola?, sin ser tocada por mano alguna, las puertas del comedor se abren dándole paso a Ivana, seguida por Silvia, Kiev y Katherine, dejando todo el salón en un profundo silencio. ─ ¿No falta nadie?... bien, ahora supongo… por sus caras que no tienen ni idea de lo que pasará de ahora en adelante, para empezar, necesito que saquen sus colgantes y los coloquen sobre la mesa ─ indicó Ivana con un gesto de su mano, tentativamente cada uno fue sacando sus colgantes y los colocaron sobre la mesa, uno idéntico al otro, incluyendo el de Kiev, dando un total de trece. ─ ¿Son todos los colgantes? ─ Kiev frunce el ceño. ─ Faltan los Silveira ─ contesta Kiev. ─ ¿Dónde están? ─ pregunta Ivana con
Ivana empuja al demonio y le propina una fuerte patada en el pecho atravesando otra pared, ahora ataca con fuerzas renovadas con una patada, pero es atrapada por el demonio, y con fuerza, estrella el cuerpo de Ivana contra el suelo, agrietando donde había impactado. Ivana da un grito ahogado gorgoteando sangre por la boca. ─ ¡Ups!, lo siento, no medí mi fuerza, creo que te cause una hemorragia interna, de verdad lo lamento, fue el furor de la pelea, tú sabes… ¿Sin rencores? ─ un matero enorme impacta contra la nuca de Dhaxos desequilibrándolo a duras penas, éste se gira para buscar quien fue, y en ese momento de descuido, los ojos de Ivana destellan en luz azul haciendo volar por los aires al demonio, estrellándolo contra el techo, aplastando la gran lámpara, Ivana se rueda para que el cuerpo de Dhaxos cayera con un ruido sordo totalmente aturdido, y la lámpara más atrás encima de él, Kiev corre en ayuda de Ivana, en cambio ésta, con su voz áspera le reprende. ─ ¿Dónde está Kathe
Toman las pertenencias de Ivana, y con manos en la puerta, recitan palabras que ninguna de ellas fueron conocidas por Caroline, la puerta brilla y se mueve cerrando la cripta nuevamente, solo una lámpara de aceite dejaron para iluminar la penumbra de aquella cámara mortuoria, Katherine no dejaba de sollozar a medida que veía como la gran puerta de piedra sellaba a su mejor amiga. Una vez sellada la puerta, Ivana mira a su lado el cadáver de Mónica. ─ Hola, hermanita… creo que llegué tarde otra vez, ¿Me perdonas?... supongo que no me quieres hablar y eso lo entiendo, pero… (tose sangre), no creo que sea para tanto, bueno si, casi cuatrocientos años de retraso, pero llegué que es lo importante ─ Ivana busca de sujetar la mano de Mónica y solo termina desprendiendo un dedo. ─ Perdona, no fue mi intención… solo espero que el cielo o el infierno no se hayan ensañado contigo por haberte aliado conmigo, aunque supongo que nunca lo sabré, ya que sería como una especie de regalo una media
Ciudad de México, siglo XXI, la actualidad. Una joven sale de una tienda de abarrotes con algunas botanas y unas latas de cervezas, vestida toda de negro, con una minifalda, unas medias de mallas rasgadas en la rodilla, una botas con tacones, chaqueta de cuero y una camiseta negra a rayas blancas, su cabello atado en una cola, el estilo gótico derrochándose hasta más no poder; camina un par de cuadras, cruza una calle, llega a una serie de edificios de apartamentos en renta, entra en uno de ellos, sube hasta el cuarto piso; es un fastidio que el ascensor estuviera averiado; saca sus llaves, y cuando introduce una en la cerradura, se detiene un instante, olfatea algo y resopla en frustración, entra al hogar dulce hogar con el ceño fruncido… ─ ¿Cuántas veces tengo que decir que no fumen hierba dentro de la casa? ─ reprendió encontrando a José y a Sebas, sus dos mejores amigos, de los más relajados en el sillón, ambos mexicanos y de cabezas rapadas, a diferencia de Sebas, José lleva