Toman las pertenencias de Ivana, y con manos en la puerta, recitan palabras que ninguna de ellas fueron conocidas por Caroline, la puerta brilla y se mueve cerrando la cripta nuevamente, solo una lámpara de aceite dejaron para iluminar la penumbra de aquella cámara mortuoria, Katherine no dejaba de sollozar a medida que veía como la gran puerta de piedra sellaba a su mejor amiga. Una vez sellada la puerta, Ivana mira a su lado el cadáver de Mónica. ─ Hola, hermanita… creo que llegué tarde otra vez, ¿Me perdonas?... supongo que no me quieres hablar y eso lo entiendo, pero… (tose sangre), no creo que sea para tanto, bueno si, casi cuatrocientos años de retraso, pero llegué que es lo importante ─ Ivana busca de sujetar la mano de Mónica y solo termina desprendiendo un dedo. ─ Perdona, no fue mi intención… solo espero que el cielo o el infierno no se hayan ensañado contigo por haberte aliado conmigo, aunque supongo que nunca lo sabré, ya que sería como una especie de regalo una media
Ciudad de México, siglo XXI, la actualidad. Una joven sale de una tienda de abarrotes con algunas botanas y unas latas de cervezas, vestida toda de negro, con una minifalda, unas medias de mallas rasgadas en la rodilla, una botas con tacones, chaqueta de cuero y una camiseta negra a rayas blancas, su cabello atado en una cola, el estilo gótico derrochándose hasta más no poder; camina un par de cuadras, cruza una calle, llega a una serie de edificios de apartamentos en renta, entra en uno de ellos, sube hasta el cuarto piso; es un fastidio que el ascensor estuviera averiado; saca sus llaves, y cuando introduce una en la cerradura, se detiene un instante, olfatea algo y resopla en frustración, entra al hogar dulce hogar con el ceño fruncido… ─ ¿Cuántas veces tengo que decir que no fumen hierba dentro de la casa? ─ reprendió encontrando a José y a Sebas, sus dos mejores amigos, de los más relajados en el sillón, ambos mexicanos y de cabezas rapadas, a diferencia de Sebas, José lleva
La puerta de la peluquería se abre tintineando campanillas, entra otra clienta, una mujer alta de cabello negro, zapatos de tacón alto, con lentes oscuros, vestida casual, con un conjunto entre azul oscuro y blanco, llevando un chal a juego, su cabello sujeto en un moño clásico, y es recibida por Renata. ─ Bienvenida, ¿En qué le puedo ayudar? ─ la mujer detalla el local con mucho cuidado mirando a su alrededor, luego posa su mirada en Renata con una sonrisa mostrando sus dientes blancos y perfectos, contestando: ─ Vengo por un servicio para el cabello ─ ¿Alguno en especial? ─ Solo alisado, nada más ─ Okay, tome asiento, ya la atenderemos… algún día ─ Renata con una sonrisa apenada le muestra lo abarrotado del local, apuntando con su secador. ─ Descuide, esperaré ─ la mujer toma asiento, se cruza de piernas y comienza a leer una revista. ─ ¿Dónde rayos se metió Mercedes?, ya se está tardando como que demasiado ─ preguntó Rosa en susurros, ya incómoda por la situación. ─ Y eso que dijo q
Harley toma otro taxi directo a su trabajo, llama a sus amigos para explicarles el asunto y se disculpa por no haberles avisado, desde luego tuvo que soportar un sermón lo suficientemente largo como para entretenerse hasta llegar a su trabajo. Tal y como esperaba, la mujer fue puntual, ésta vez sin sus lentes oscuros, sus ojos negros, tan humana como cualquier otra mujer, ésta le saluda con una sonrisa, Harley, algo nerviosa, fuerza un sonrisa, Rosa y Renata disimulaban el seguir arreglando la peluquería para la apertura, lanzando miradas furtivas a la extraña, en dado caso, si se ponía la cosa intensa, le golpearían con cualquier objeto que tuvieran a la mano, por lo menos pensó Renata, que para cuando vio lo que tenía en sus manos, hizo una mueca. ─ Una revista no servirá de mucho ─ pensó. ─ Llega puntual ─ Así somos en Inglaterra, la puntualidad ante todo, pero no sabía cómo dejar mi cabello para venir, si suelto o recogido ─ No, no, suelto es… mejor ─ solo un par de segundos
En el corto viaje, Sebas no dejaba de sonreír como un idiota y dar a entender la emoción de estar dentro de un Mustang GT con asientos de cuero negro, el auto olía a nuevo, Harley se mantuvo siempre en silencio, ¿Quién es esta mujer?, Rosa, Renata y José se mantuvieron alertas. ─ Estás muy callada, Harley… ¿Algo te incomoda? ─ No… no es nada, quizás son los nervios, ayer fue mi cumpleaños y mis amigos arreglaron todo el asunto y no me dijeron nada ─ ¡Felicidades! ─ Gracias ─ Supongo que querían sorprenderte ─ Y lo lograron ─ Tus amigos se ven adorables ─ opina Caroline mirando por el retrovisor, ofreciendo una sonrisa a los muchachos, en cambio estos le devuelven la sonrisa un tanto rara, tal vez solo por ser corteses. ─ Lo son ─ Harley adopta una sonrisa casual. ─ Y… ¿Cómo es que no haces fila como todos los demás? ─ pregunta Sebas como si fuera el gran detective del año. ─ El club es mío ─ contesta Caroline con una amplia sonrisa solemne, todos se miran a las caras con asombro,
A la mañana siguiente, después de horas en el baño, meditando sobre tomar la gran decisión, Harley se arma de valor para ir a la entrevista con Caroline al hotel, desde luego sus amigos estuvieron en desacuerdo mirándola como si fuera una desquiciada. ─ Pero no estuvieron en desacuerdo en abordar un Mustang con ella manejando, y tú, Sebas, es el que tiene menos que decir, porque fuiste el primero en abordar ─ espeta Harley con el ceño fruncido, cruzándose de brazos y apoyando su peso en una pierna. ─ Era diferente, había mucha gente, y no creo que ella se atreviera hacer algo ─ ¡Por favor, Sebas!, ¿Te estás oyendo?, te pasas we, ¿Una mujer que desaparece así no más y que no aparece en cámaras?, ella pudo salirse con la suya esa noche ─ Pero nada pasó, todo salió bien y nos divertimos ─ Harley levanta las manos en gesto de rendición. ─ ¿Saben qué?, no puedo con tanta idiotez, además no iré ─ ¿Estás segura? ─ pregunta Rosa con asombro. ─ Si, ya que no confío en ella y no creo que s
En casa, muy de madrugada, Harley en su cama, no dejaba de darle vueltas en sus manos la entrada, era dorada con letras plateadas que tenían su nombre, por cada giro entre sus dedos, la poca luz que entraba por la ventana hacía lanzar destellos dorados a su cara hundiéndola más en su meditar, ¿Por qué no le dijo nada sobre la entrada a sus amigos?, ¿Por qué quería hablar ésta mujer con ella?, ¿Por qué tanto interés?, sin embargo algo muy en el fondo, a pesar de que le inquietaba y le causaba miedo, ella quería saber, quería hablar con ella, muy dentro de ella una voz le decía que era lo correcto. La fecha para el concierto estaba programada para el fin de semana, por lo tanto, la semana no tendrían más que hacer que seguir con sus rutinas, Caroline no mostró más señales de molestarla, algo que le pareció muy extraño a Harley, sin embargo, le restó importancia, Caroline era una mujer de negocios y posiblemente poseía más de una empresa que dirigir. El viernes por la tarde Har
Allí, sentadas ambas mujeres, Caroline contemplando en silencio, esperando que Harley le prestara por fin atención, en cambio Harley solo tamborileaba el piso con el pie con los nervios de punta y el corazón martilleando como un colibrí, comiéndose las uñas, tratando de asimilar que iba a entablar conversación con un cadáver, ¡un cadáver!, ¿en qué mundo cabe esto?, solo en el de Harley. ─ Esto no me debe estar pasando… claro, si, es lo más lógico, debe ser por eso, no tiene otra explicación ─ ¿De qué coño estás hablando? ─ ¡Mierda!, que tu no existes, que solo te veo en mi mente ─ Harley cerró los ojos y se puso en posición de loto como si estuviese meditando. ─ Si fuera una alucinación, ¿Hiciera esto? ─ Caroline le pellizca el brazo, ésta protesta con el ceño fruncido sobándose. ─ ¡¿Qué te pasa?!, eso dolió ─ No. Eso lo demuestra, no soy una alucinación ─ Ya lo noté… ¡pero de todas maneras tu deberías estar muerta!, o sino bien arrugadita como una pasa ─ Dale gracias a la cienci