***ABEL***
Había pasado la tarde confirmando lo maravillosa, inteligente y compasiva que era Carolina. Después de dejarla en su casa y despedirme, caminé a mi departamento junto a Lana, iba recordando nuestras conversaciones; sus preguntas y sus respuestas, decían mucho de su persona. Lo bondadosa con los López y su pasado doloroso con la muerte de sus padres, me hacían admirarla más. Yo estaba deseoso de conocerla mejor.
«Es una chica demasiado especial» —me había dicho la abuela López y sí que lo era.
Lo poco superficial que parecía ser me encantaba. Ni siquiera parecía estar conciente de lo atractiva que era y es que, no solo era su belleza física la que atraía, era su sonrisa, su amabilidad, cómo trataba a las personas a su al rededor, algo en su esencia que solo se podía sentir. Emanaba una dulzura irresistible.
El mesero, al igual que un hombre que estaba cerca a nuestra mesa no dejaron de mirarla y, ¿cómo culparlos? si yo también estaba cautivado ante su presencia. Era natural en ella causar ese aura de calma y paz, sin siquiera esforzarse. Destilaba pureza, tranquilidad.
Descubrí también, que era la dueña de una de las floristerías más prestigiosas de la ciudad, 'Guerra Torres', sin embargo no tenía ni pizca de presunción. La sencillez que reflejaba era extraordinaria.
Toda ella me tenía maravillado.
A penas entré a mi departamento, tomé el celular, llamé a Miguel y le conté todo.
—Si es así como la describes, estoy feliz por ti —me dijo antes de colgar.
Después de hablar con Miguel me fui a adelantar las maletas para el viaje a la capacitación que sería en dos días. Luego me dormí pensando en ella.
En la mañana, fui al consultorio, tenía trabajo por hacer ya que me ausentaría y casi no tuve tiempo de nada en la mañana. Sin embargo, mi mente no dejó de pensarla. Miraba su número en mi celular y varias veces intenté marcarle. Pero me arrepentía, no quería que se sintiera acosada.
Esperaría a que tuviera los resultados de los análisis para volverla a ver. ¡Oh, sí! Esa sería mi excusa.
Salí temprano después que cancelaron la unica consulta de la tarde y me dirigí donde mis padres a las afueras de la ciudad. Después de insistirme en que les contara por qué estaba "diferente", y sabiendo que algo les había dicho Miguel, les hablé de Carolina.
—Debe ser muy especial sin duda —dijo papá.
Yo jamás les había hablado de ninguna mujer.
También les mencioné a los cachorros sabiendo que ellos los querrían, incluso me pedían a Lana constantemente.
—¡Quiero a los dos! —dijo mamá emocionada...
Más tarde, fuí a mi apartamento, paseé a Lana y tuve ganas de llegar hasta su casa, pero me recordé que no quería que se sintiera acosada.
Sin saber en que momento, me quedé dormido y cuando recordé ya era de mañana, debía viajar.
Antes de subir al avión llamé a Mónica y le pedí que me avisara si Carolina llamaba a apartar una cita, seguramente le entregarían los resultados de los análisis ese día.
En un receso del programa del primer día, volví a llamar a Mónica para preguntarle si ya había llamado.
—No, no ha llamado —dijo de mal humor.
En la noche cuando regresé al hotel tomé valor y la llamé.
—¡Alo! —contestó con su dulce voz.
—¡Hola, Carolina!
—¡Hola, ¿cómo estas?! —escuché emoción en su voz lo que me dio alegría.
—Excelente y, ¿tú?
—Yo también.
—Me alegra. ¿Qué tal tu día? ¿Ya tienes los análisis? —los análisis eran mi excusa para estar llamándola.
—Muy bien. Sí, está mañana los reclamé. Llamé a tu consultorio para apartar la cita, pero tu secretaria me dijo que estabas ocupado y me avisaría cuando tuvieras agenda.
—Sí, estoy en una capacitación, pero qué raro, le pregunté a Mónica si habías llamado y me dijo que no. Por eso decidí llamarte y porque quería... «...Escucharte».
—A lo mejor se le olvidó... ¿Querías qué? —preguntó.
—Ehhh...No, nada... A penas regrese, nos vemos para revisar los análisis.
—Está bien, y... ¿de qué trata la capacitación?
«¡Quiere seguir hablando conmigo!».
—Si te cuento, te aburrirás.
—Para nada, me gustaría saber.
—Ok, conste que te advertí....
Hablamos muy a gusto hasta muy entrada la noche que nos despedimos a descansar.
—Descansa, Abel ¿Me sigues la cátedra mañana?
—Solo si tú quieres.
—Me encantaría, si tú puedes y quieres.
«¡Por supuesto!».
De regreso al día siguiente al hotel, la volví a llamar e hice lo mismo toda la semana. Hablabamos hasta tarde y cada conversación con ella era tan agradable que agregaba motivos a mi corazón para quererla.
Regresaría el viernes así que acordamos vernos en mi consultorio ese mismo día. Quería volver a tener un rato en su compañía, pero hasta ese momento a parte de los analisis no tenía más excusas para verla, sin embargo, antes de despedirme le pedí que no llevara la moto para así tener la excusa de llevarla y pasar más tiempo juntos.
El viernes me bajé del avión y fui directo a buscar a Lana a la guardería canina. De paso, aproveché comprarle comida y vi las camas para perros, recordé a Susi la perra de los Lopez y le compré una y también croquetas. Despues fui a hacer el mercado y metí cosas para los López. Cualquiera pensaría que quería ganar puntos con Carolina, pero la realidad era que me había sentido conmovido con esa familia y principalmente con la abuela. Aprovecharía ir a visitarlos lo que me daría otra excusa más, para invitar a Carolina y estar juntos. Ya tenía un plan para los dos.
Llegué a casa me bañé y cambié de ropa y fui a la clínica. Ingresé a cuidados neonatales para revisar a mis pequeños pacientes y se me ocurrió otra idea más.
***CAROLINA***
Al día siguiente de la ecografía, tuve la necesidad de contarle todo a Ana. Ya de por si había demorado para contarle de la inseminación con demasiado esfuerzo. Yo nunca tenía secretos para ella.
—¡Por Dios! ¡No puedo creer todo lo que me cuentas! ¿Inseminación?... ¿Cómo se te ocurrió?... ¿y ese doctorcito sexy, tendrá novia?...—Lluvia de preguntas.
Le conté todo con detalles, mas no pude contestarle si Abel tendría algún tipo de compromiso con alguien. No estaba segura, parecía que vivía sólo, pero eso no aseguraba nada.
Pasamos toda la tarde y parte de la noche hablando.—¿Cuándo lo volverás a ver?
—Supongo que cuando tenga los resultados de los análisis. Por cierto, mañana deben entregarmelos.
—Bueno, tienes que ser directa y preguntarle si tiene novia.
—Ana, me conoces, no soy capaz. Además, aunque no tuviera no me quiero ilusionar. A lo mejor no soy su tipo y para que autoromperme el corazón haciéndome ilusiones.
—¿En serio? No seas estúpida —mi amiga y yo nos tratábamos así de "tierno"—, tú eres el puto tipo de todos. Lo que pasa es que tu tipo no es cualquiera. ¡Pero este doctorcito parece que sí!
Reímos a carcajadas.
En algo si tuvo toda la razón mi querida amiga, no era fácil que alguno fuera "mi tipo" y Abel, parecía, solo parecía, serlo. Aún no lo conocía a profundidad.
Me fui a mi casa e intencionalmente pasé por el edificio, con ilusión de verlo. Pero no.
Al día siguiente muy temprano, recibí la llamada del laboratorio avisando que ya estaban los resultados y que podía ir por ellos. Pasé antes de ir al trabajo y llamé a programar la cita más por ver a Abel, que por saber de mis resultados.
—Buenos días, consultorio del doctor Cardona, habla Mónica. ¿En qué puedo ayudarle? —me contestó la secretaria.
—Hola, soy Carolina Guerra la pacien...
—Sí, sé quien eres —me contestó hostil—, el doctor no puede atenderte en estos momentos.
—Es para programar una cita con los resultados de los análisis.
—¡Ah!... ¿Le parece, señora Carolina, si la llamo a penas tenga agenda?
—Pues, está bien y si...—¿me cortó?
Quedé estupefacta cuando me colgó y con la manera de contestar de Mónica, sin embargo hice caso omiso y supuse que había tenido un mal día. Lo que lamentaba era no saber cuando volvería a verlo.
Mi resto de mañana transcurrió normal y en la tarde fui a mi casa, necesitaba descansar. Miré los análisis, por lo que vi todo estaba dentro de lo normal, pero, ¿qué sabía yo de medicina?
Seguí la lectura que tenía pendiente y cociné la cena.
A eso de las 8:00 pm sonó mi celular, un número no tan conocido, pero que ya había llamado.
Era él. Preguntó por mis análisis y cuando supuse iba a despedirse le pedí que me contara de la capacitación. Quería seguir conversando con él.
Hablamos por horas de una nueva tecnología y nuevas técnicas médicas que mejorarían y garantizarían la salud tanto de la madre como de los bebés desde antes de nacer. Lo llené de preguntas, realmente me encantaban esos temas de conversación. Nunca está de más aprender y deseba escucharlo también.
Cuando reaccionamos era casi media noche.
—Descansa, Caro —se despidió.
«Caro, tan íntimo, tan familiar».
—Descansa, Abel. ¿Me sigues la cátedra mañana? —Quería tener la certeza que me llamaría al día siguiente.
—Solo si tú quieres.
—Me encantaría, si tú puedes y quieres —No quería tampoco que se sintiera obligado.
—Encantado. Entonces, ¿hasta mañana?
—Hasta mañana.
Por mi cabeza cruzaban muchas ideas. Estaba sintiéndo que su trato hacia mí, era muy especial, pero no quería ilusionarme.
Aquella noche volví a soñar con él.
Mi rutina del día siguiente erq diferente, era sabado y por ser fin de semana, no trabajaba. Limpié a profundidad la casa, incluyendo la azotea y luego en la tarde me dediqué a leer con la esperanza de que él llamara. Sino lo hacía, no lo haría yo, no por orgullo, si no porque quizás él no tendría ningún interés en llamarme y, ¿para qué molestarlo? Que me hubiera llamado la noche anterior, no daba a entender más que era atento con sus pacientes. Sin embargo, a eso de las 8:00 pm recibí su llamada nuevamente.
—¡Hola, Caro! ¿Cómo estás?
—¡Hola! Muy bien, ¿y tú? ¿Qué tal tu día y la capacitación hoy?
—Muy bien también, acabando de llegar. Estuvo bastante interesante.
—¡Genial cuéntame!
Otra vez, esa noche hablamos hasta tarde y se despidió con la promesa de llamar al día siguiente.
El domingo fui a hacer el mercado y pasé toda la mañana fuera de casa. Regresé y preparé el almuerzo e invité a Ana, Francisco y a mi pequeño sobrino, Emilio. Después de comer, vimos una película y se fueron a su casa cuando bajó el sol, ya que a Francisco le tocaba trabajar muy de mañana al día siguiente.
Iba a colocar otra película cuando sonó mi celular. Era Abel, llamando más temprano que los demás días. Había acabado la capacitación temprano y ya estaba en el hotel. El hecho que me llamara cuando regresaba al hotel, me daba enormes ilusiones. Nuestras conversaciones eran tan placenteras que empezaba a anhelarlas.
—Y, ¿qué tal hoy? ¿De qué trataba?...
—Cuidados neonatales, técnicas nuevas en los prematuros y mejoras en las nuevas encubadoras.
—¡Super! Debe ser hermoso tener el privilegio de recibir esas nuevas vidas al nacer.
—Realmente si, es la parte más emocionantes de mi profesión...
Los demás días de la semana no faltaron sus llamadas. Ya me estaba acostumbrando en demasía a hablar con él, y eso era algo que me atemorizaba.
El jueves, después de hablar por largo rato y antes de despedirse me dijo:
—Mañana estaré de regreso ¿Nos vemos en mi consultorio?
—Sí. ¿A qué horas?
—A las 4:30, no lleves la moto —dijo antes de colgar
«¿Qué?».
***ABEL*** Terminé con mis pacientes y faltaba poco para que Carolina llegara. Salí varias veces de mi consultorio asomándome. Estaba ansioso por verla. —¿Tú qué haces aquí? —escuché a Mónica hablar altaneramente a alguien, pero jamás me imaginé que era a Carolina, quien estaba con su bello rostro consternado por aquella actitud. —Yo le pedí que viniera —Mónica giró hacia mí, pálida—. Por cierto Mónica, ¿por qué me dijiste que la señorita Carolina, no había llamado? —¡Ehhh! —no le salían las palabras. —Debió olvidarlo, doctor —interrumpió Carolina para calmar el momento—. ¿Cierto, Mónica? —la miró con compasión a pesar de lo mal que la trató. Miré a Mónica con desaprobación esperando que se disculpara con ella. —Sí, disculpe, señora Carolina. —No te preocupes, Mónica —le dedicó una sonrisa genuina, sin ningún rastro de haberse ofendido. Su carácter tan dulce. Le llamaría la atención después a Mónica. Por lo pronto, quería aprovechar el tiempo con ella. Le señalé a Caro que s
***ABEL*** «Vasquez». Vladimir Vasquez era un pediatra y compañero de trabajo; también era un experto en seducir a enfermeras, recepcionistas y secretarias del hospital. No era de mi agrado, no me inspiraba confianza y no toleraba su constante necesidad de mirar con deseo a las mujeres que cruzaban por su camino. Incluso habían comentarios sin confirmar de algunas enfermeras que habían renunciado, por el constante acoso de éste. Y como no era de extrañar, depósito su sucia mirada en Carolina. Ella había inteligentemente evadido su presentación, pero ahora estaba ante él nuevamente presentándose, tendiendo su sucia mano hacia ella. Antes de llegar a nosotros lo vi mírala de pies a cabeza y lamerse los labios con morbosidad. Sentí que la sangre me hervía por dentro, pero yo no tenía ningún derecho hacia ella. Sin embargo, y para mi sorpresa ella se agarró de mi brazo ignorando su mano dejándosela nuevamente extendida. —Carolina —le dijo solamente, presentándose por educación. —¡Mmmm
***ABEL*** Yendo de camino a casa, no dejaba de recordar su rostro. Estaba fresca, con ropa cómoda, su cabello algo despeinado, nada de maquillaje y aún así me pareció que no había en el mundo una mujer más hermosa que ella. Su casa, estaba limpia y ordenada, digna de ella. Y es que, a muchos les parecerá que estaba solo idealizándola, sin embargo, se puede conocer a las personas mirando detalles que parecen pequeños, pero son indispensables, como la forma de comportarse, los gestos y lo que la rodea. Su amiga, era extrovertida y amigable, se notaba la buena amistad que había entre las dos. Fue una noche agradable. No podía evitar mirar a Caro en cada oportunidad y también sentía sus ojos en mi, lo que me dio esperanzas. <<—Bueno la próxima escogemos la película antes para no demorar y si quieres traes a tu novia —me había dicho Ana antes de despedirse. —Ok, la traeré —dije en broma, pero vi el rostro de Caro apagarse—. La traeré cuando la tenga. El rostro de Caro volvió a ilum
***ABEL*** Me arrepentí de haberle dicho eso, no quería que se espantara y parecía que eso era lo que había provocado al pronunciar aquellas palabras que salieron con naturalidad de mi. Mi hermosa joya, eso era lo que veía en ella; un invaluable tesoro hallado. Ella me miraba estupefacta y callada. Entonces dije una gran estupidez, para apaciguar la situación. —...Mi hermosa... amiga... Verás, nunca he tenido una buena amiga como tú y tu compañía me hace sentir bien. «¿En serio, Abel? ¿Acaso eres un estúpido adolescente? ¡ERES UN IDIOTA!» Su expresión cambió de sorpresa a ¿decepción? —¡Oh! claro. Yo... Yo tampoco había tenido un amigo como tú —sonrió con pesadumbre. «¡Carajo, carajo!». —Supongo que debo llevarte a casa, yo debo ir al consultorio —ya habíamos terminado con el postre. —Y si como buena amiga que soy, ¿te acompaño? —¿En serio? «¿En serio preciosa?». —Sip. Suena entretenido eso de los informes y no quiero que te diviertas solo —dijo con sarcasmo. No pude evitar
***ABEL*** Me encontraba concentrado en el último documento por llenar, cuando sonó el teléfono de mi oficina. Extrañado de que sonará un domingo, lo levanté. — ¡Aló! —Doctor Cardona —era la voz de Margarita la jefe de enfermeras. —Cuéntame, Margarita. —El doctor Vasquez, va detrás de la señorita con la que usted vino y a ella se le nota incómoda. «¡M*****a sea ,Vasquez!» No solo yo, Margarita y el resto de las enfermeras que llevaban tiempo de estar en el hospital, nos habíamos dado cuenta de que los rumores sobre Vasquez eran reales y ahora estaba acosando a Carolina. No se lo iba a permitir. Yo había estado denunciando su comportamiento con las directivas del hospital, pero por falta de pruebas, no habían hecho nada al respecto. Recientemente, me había contactado con algunas de las enfermeras que habían renunciado a raíz de sus contínuos acosos; lastimosamente, estaban temerosas de reportarlo. Él se había enterado y de ahí en adelante hacía cualquier cosa para molestarme, pe
***ABEL*** Iba atontado sintiendo el cosquilleo en mi mejilla por el contacto de su mano y ese beso cálido que me dio al despedirse. También, recordando el abrazo después de la pelea; sus brazos al rededor de mi cintura me hicieron saber que no importaba lo que pasara ella sería todo lo que necesitaba para regresar a la calma... Todo lo que pasó con Vasquez me hizo meditar en lo difícil que es para una mujer vivir en este mundo rodeada de enfermos. El lunes fui a trabajar sabiendo que me tocaría asumir las consecuencias. —Doctor Abel Cardona, presentarse a la dirección —escuché por los parlantes del hospital. «Ok, llegó el momento, pero no me arrepiento de nada», me dije a mi mismo. Llegué a la dirección y, para mi sorpresa, estaban algunas de las enfermeras, asistentes y secretarias que habían renunciado. Les había llegado la noticia de lo ocurrido y llegaron a respaldarme. Además, habían visto en una de las cámaras del parqueadero lo ocurrido con Carolina. Por fin se había hec
***CAROLINA*** Estaba nerviosa de conocer a sus padres y me sorprendió su recibimiento. Me trataron como si me conocieran de mucho tiempo. Su mamá, una mujer muy refinada y con una calidez agradable. Abel tenía mucho de ella, su nariz y la figura de sus ojos. Bajo sus canas, las cuales le daban una apariencia madura y sofisticada, se notaba que su cabello había sido bastante rubio en su juventud y tenía unos bellos ojos color miel. Su papá, un señor amable y elegante. Abel tenía la misma figura de cara y la boca. Sus cejas aún permanecían oscuras a pesar de su cabello casi blanco, sus ojos eran verdes, pero no como los de Abel. Después de tan cariñosa bienvenida, los señores entraron con sus cachorros hablando de nombres para ellos. Miré a Abel, su rostro ya se había suavizado. Me miró con una sonrisa y guiñó su ojos. No podía evitarlo, cada vez me gustaba más; sabía que esto podría ser mi fortuna o mi desdicha y tenía miedo de lo segundo, pero todo mi ser quería arriesgarse. ¡A
***ABEL*** Sentí un torbellino de emociones recorriendo mi ser por tenerla entre mis brazos. Estaba dichoso de tenerla tan cerca. Con confianza la abracé más fuerte y después de hablar por un largo rato se quedó dormida a gusto en mi pecho. Yo quise vigilar sus sueño. Tenerla así hizo que resonara en mi cabeza una rima poética que alguna vez leí y quedó en mi memoria: "Despierta, tiemblo al mirarte:dormida, me atrevo a verte;por eso, alma de mi alma,yo velo cuando tú duermes.Despierta, ríes y al reír tus labiosinquietos me parecenrelámpagos de grana que serpeansobre un cielo de nieve.Dormida, los extremos de tu bocapliega sonrisa leve,suave como el rastro luminosoque deja en sol que muere.¡Duerme!despierta miras y al mirar tus ojoshúmedos resplandecen,como la onda azul en cuya crestachispeando el sol hiere.Al través de tus párpados, dormida;tranquilo fulgor viertencual derrama de luz templado rayolámpara transparente.¡Duerme!despierta hablas, y al hablar vibra