Las palabras de Miguel hicieron estallar toda la sala de banquetes.

Nadie se esperaba aquella absurda petición después de que, yo misma, le pedí que salvara a su enamorada obsesiva, e interrumpí mi propia boda por eso. Incluso Mercedes, quien no me aprobaba del todo, lo reprendió:

—¡Qué disparate! Miguel, el matrimonio no es un juego, ¿cómo puedes cambiar de novia a último momento?

Juan también arrugó la frente en desaprobación, pero guardó silencio, evidentemente ya tramando algo más en su mente.

Miguel también se sentía culpable conmigo y me dijo: —Te he fallado con esto, te lo compensaré en el futuro.

Algunos de los presentes sentían compasión, otros se burlaban de mi generosidad argumentando que yo me puse la soga al cuello, mientras yo, a pesar de esta humillación terrible, me contuve por mantener el honor del apellido Urquiza, y con lágrimas en los ojos dije:

—No importa. En el momento que decidí que salváramos a la señorita Ruiz, ya había decidido priorizar sus sentimientos por encima de todo.

Ximena reaccionó al instante con disgusto: —Quien me salvó fue Miguel, y si él no hubiera aceptado casarse conmigo hoy, de todas formas me habría lanzado. ¿Qué tienes tú que ver con esto?

Este comentario hizo que quienes ya sentían compasión por mí comenzaran a defenderme.

En medio del debate entre los invitados, Ximena se enteró de que fui yo quien convenció a Miguel de salvarla y mostró vergüenza brevemente, pero enseguida habló con arrogancia:

—Si Miguel no hubiera querido salvarme, no importa quién se lo pidiera, no lo habría hecho. Al final, sigue teniendo sentimientos por mí.

Al verse descubierto, Miguel estalló en cólera: —¡Ximena! Si no fuera por la amistad entre nuestras familias, ni me habría molestado contigo. Por tu culpa, Sonia ha sufrido tantas humillaciones. Si sigues comportándote así e intentas dañar nuestra relación, ¡puedes volver a la azotea!

Ximena, con los ojos enrojecidos de frustración, quiso responder, pero al ver que ni una sola persona la apoyaba, bajó la cabeza y cedió: —Miguel, lo siento, es que te amo demasiado. Ya que... ya que Sonia está dispuesta a ceder la boda, celebrémosla rápido, no hagamos esperar a los invitados.

Miguel me miró indeciso. Yo sonreí, bajé del escenario y me fui al camerino. Cuando entré, se oía la apasionada declaración de amor de Ximena.

Después de quitarme el maquillaje y cambiarme de ropa, un empleado del hotel me avisó que había un escándalo en el salón, corrí hasta allí y vi a Miguel golpeando a mi sobrino Santiago contra el suelo.

Ximena estaba a un lado, con el vestido manchado como si le hubieran arrojado jugo, completamente humillada. Mientras pisoteaba el suelo, gritaba: —¡Mata a ese miserable!

Furiosa, corrí hasta ellos, jalando el brazo de Miguel mientras gritaba enfurecida: —¡Miguel, suéltalo ahora mismo!

Santiago me vio y con ojos enrojecidos exclamó: —¡Tía!

Él era el único familiar que me dejó mi hermana, y en mi vida anterior, fue el punto débil que Miguel usó para manipularme.

Después, sintiéndose culpable conmigo, se arrojó desde un edificio alto, terminando con su joven vida.

Eso me llevó a una profunda depresión, y poco después fallecí gravemente enferma.

En esta nueva vida, al ver a mi sobrino sano y salvo frente a mí, no pude contener las lágrimas, pero Miguel me apartó con fuerza y caí al suelo con un dolor agudo en el vientre, entonces recordé que en mi vida pasada yo estaba embarazada. Al verme caer, Miguel finalmente se detuvo y corrió hasta mí para ayudarme.

Con los ojos enrojecidos lo empujé mientras Santiago se apresuraba a mi lado, levantándome y preguntando preocupado: —Tía, ¿estás bien?

Lo abracé y asentí:

—Estoy bien —pero ya presentía que la criatura no sobreviviría y, aunque lo lamentaba, no deseaba que naciera así, sin amor y con la sangre de ese ser tan despreciable.