Capítulo 24
Ana se aferraba delicadamente al brazo de Andrés, ambos vestidos en distintos tonos de azul que los hacían lucir como la pareja perfecta. En ese momento, Sonia no solo sintió que le habían arrancado el velo de su vida, sino que también le habían propinado una bofetada directa —y el responsable no era otro que su propio esposo.

Un sabor amargo invadió su boca, tan intenso que ni siquiera todos los pasteles del mundo podrían haberlo disimulado. Sin decir palabra a Santiago, dejó silenciosamente el pastel sobre la mesa. Intentó marcharse, pero Ana la vio primero.

—¡Sonia! —su voz resonó clara y vibrante.

Era imposible fingir no haberla escuchado, y Santiago tampoco le dio oportunidad de escapar, bloqueando su camino con un sutil movimiento. Sonia le dirigió una mirada de reproche, pero él ya se había vuelto hacia el recién llegado con una sonrisa cordial. —Señor Campos, es un honor conocerlo finalmente.

Andrés ignoró deliberadamente la figura que le daba la espalda y estrechó su mano. —El
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