Sonia mantenía la mirada fija en la fotografía del periódico, donde su imagen aparecía en una situación vergonzosa y humillante. Sin embargo, una extraña calma la invadió en ese momento. Sin decir palabra, se agachó para recoger el periódico y lo arrojó al basurero cercano, para luego abrir nuevamente la puerta del auto con total serenidad.—Vámonos —le indicó al chofer con voz tranquila.El chofer, nervioso, no se atrevió a arrancar y solo miraba de reojo a Andrés, quien mantenía su rostro impasible mientras observaba a Sonia. Ella, por su parte, ni siquiera le dedicó una mirada de soslayo mientras subía la ventanilla del auto. En ese preciso instante, Andrés dio media vuelta y se marchó sin titubear. Aunque él no podía verla, Sonia distinguió perfectamente su silueta alejándose —entendía el mensaje: no la acompañaría. Tendría que enfrentar sola las burlas, algo a lo que, después de todo, ya estaba acostumbrada. Al fin y al cabo, siempre había estado sola.La fiesta resultó más animad
Su expresión era seria, sin rastro de estar bromeando. Santiago, sin embargo, soltó una risa.—Ven, traje especialmente a un pastelero del extranjero —comentó mientras la guiaba—. Sus pasteles seguramente serán de tu agrado.Como protagonista de la velada, Santiago atraía la atención de más de la mitad de los invitados, pero él parecía ajeno a todas las miradas mientras caminaba con Sonia hasta alcanzar un pastel que le ofreció. Se comportaba como un niño ansioso por compartir algo especial con su amiga. Pero si bien él podía permitirse esa despreocupación, Sonia no tenía ese lujo.Después de contemplar el pastel por un momento, finalmente lo aceptó. —Tus intenciones son bastante obvias —señaló.Santiago arqueó una ceja. —¿Ah, sí?—¿No me estás usando como escudo? —preguntó Sonia mientras probaba un bocado. En realidad, hacía mucho que no comía pastel. En Villa Azulejo, donde vivía con Andrés, los chefs nunca preparaban postres así. En su círculo social, los pasteles eran más una forma
Ana se aferraba delicadamente al brazo de Andrés, ambos vestidos en distintos tonos de azul que los hacían lucir como la pareja perfecta. En ese momento, Sonia no solo sintió que le habían arrancado el velo de su vida, sino que también le habían propinado una bofetada directa —y el responsable no era otro que su propio esposo.Un sabor amargo invadió su boca, tan intenso que ni siquiera todos los pasteles del mundo podrían haberlo disimulado. Sin decir palabra a Santiago, dejó silenciosamente el pastel sobre la mesa. Intentó marcharse, pero Ana la vio primero.—¡Sonia! —su voz resonó clara y vibrante.Era imposible fingir no haberla escuchado, y Santiago tampoco le dio oportunidad de escapar, bloqueando su camino con un sutil movimiento. Sonia le dirigió una mirada de reproche, pero él ya se había vuelto hacia el recién llegado con una sonrisa cordial. —Señor Campos, es un honor conocerlo finalmente.Andrés ignoró deliberadamente la figura que le daba la espalda y estrechó su mano. —El
Cuando logró liberar uno de sus dedos, Andrés respondió rodeando su cintura con su otra mano. El movimiento brusco hizo que Sonia tropezara hacia adelante, dando la impresión, para cualquiera que los viera, de que se había lanzado voluntariamente a sus brazos. Su rostro se ensombreció aún más.En ese momento, Andrés levantó su mano y le limpió suavemente la comisura de los labios. Aunque Sonia sabía que no había quedado rastro del pastel, el gesto la hizo sentir inexplicablemente culpable. Mientras fruncía el ceño y se disponía a exigirle que la soltara, él se adelantó: —¿Estaba bueno el pastel?La pregunta inesperada la desconcertó, y antes de que pudiera reaccionar, Andrés se inclinó y la besó. El beso, repentino y dominante como era característico en él, permitía percibir el sutil sabor dulce del pastel. Pero lejos de agradarle, este sabor pareció enfurecerlo más. Su beso se volvió más agresivo, y su agarre en la cintura de Sonia se intensificó hasta el punto en que ella sabía que d
Sonia pensó que había visto mal. Después de todo, ese cuaderno de dibujos había desaparecido hacía años, y siempre creyó que lo había perdido en algún lugar. Solo al acercarse confirmó que efectivamente era suyo —su nombre seguía escrito en la portada.—¡Vaya, Sonia! —exclamó Camila, interrumpiendo su risa al verla—. ¿Esto es tuyo, verdad? Ana me había contado que dibujabas, ¡pero nunca imaginé que fueran estas tonterías! ¿"El chico popular se enamora de mí"?Las carcajadas estallaron alrededor mientras Sonia, sin responder, intentaba recuperar el cuaderno. En ese momento, ni siquiera tenía el valor de preguntar cómo había llegado hasta allí. Pero Camila, anticipando sus intenciones, lo lanzó a otra persona apenas Sonia se acercó.El cuaderno empezó a volar de mano en mano, formando un círculo con Sonia en medio, como un perro al que se burlaban. Su único pensamiento era evitar que vieran el contenido de las páginas siguientes —dibujos de años atrás que no solo contaban una simple hist
En ese momento, la mirada de Andrés transmitía una clara advertencia hacia Santiago, quien respondió simplemente con una leve sonrisa. Sin dedicarle más atención, Andrés se llevó a Sonia abrazándola posesivamente.El portazo del auto reveló su furia contenida. Sonia, intentando evitar problemas, se apartó instintivamente con el cuaderno contra su pecho. Sin embargo, Andrés se lo arrebató con un movimiento rápido. Las pupilas de Sonia se dilataron por el pánico.—¡Devuélvemelo! —exclamó con una vehemencia que Andrés nunca había visto en ella durante sus dos años de matrimonio. Como una gata erizada, se abalanzó sobre él intentando recuperar desesperadamente sus dibujos.Inicialmente, Andrés solo quería echar un vistazo, pero la reacción de Sonia lo hizo fruncir el ceño. Sujetó sus manos con firmeza mientras ella forcejeaba. —¡Suéltame! ¡Es mío!Ignorando sus protestas, Andrés levantó los papeles. La tenue luz del auto apenas permitía ver, y cuando se disponía a encender la lámpara, Soni
Sonia no recordaba cómo se había quedado dormida. Al día siguiente, la despertó el sonido de su teléfono.—¿Estás en Villa Azulejo? —la voz de Fabiola mantenía su habitual serenidad.Sonia se despabiló instantáneamente. —Sí.—Voy para allá. La abuela está enferma, vendrás conmigo al hospital.Sonia quería negarse. Por las redes sociales de Ana, sabía que Andrés y ella habían ido al hospital la noche anterior. El hecho de que él no la hubiera avisado era suficiente mensaje: su presencia no era necesaria. ¿Por qué debería presentarse voluntariamente hoy? Sin embargo, ante Fabiola, las palabras de rechazo no salieron de su boca. Tras una pausa, solo respondió: —Entiendo.Fabiola, con un carácter casi idéntico al de Andrés, había llamado simplemente para informar. Apenas Sonia respondió, colgó. Diez minutos después, el auto llegaba a Villa Azulejo.Fabiola examinó la ropa de Sonia con un leve ceño fruncido, pero no comentó nada. Le entregó un recipiente. —Es una sopa de pescado que mandé p
"¿Andrés, escuchaste todo lo que dije?", preguntó Magdalena, y estas palabras hicieron que Sonia apretara los labios inmediatamente. —Así que él también está aquí —pensó ella.—Abuela, ¿no habíamos acordado no tocar estos temas? —respondió él con voz serena.—¡No los tocaría si ella cumpliera con sus responsabilidades! Mira cómo... —Magdalena fue interrumpida por un ataque de tos violenta.—¡Abuela! —gritó Ana alarmada.—Estoy bien —se recuperó Magdalena rápidamente—. Andrés, eres mi único nieto y naturalmente quiero lo mejor para ti. En su momento, tu madre te obligó a ceder usando las acciones de CUMBRE como presión, pero ahora ya no estás bajo su control. ¿No crees que es hora de terminar este matrimonio con Sonia?Andrés permaneció en silencio y Sonia no esperó su respuesta. Tan pronto como Magdalena terminó de hablar, ella empujó la puerta y entró. Su repentina aparición hizo que todos voltearan a verla. Ana, que hasta ese momento miraba a Andrés con ternura, cambió visiblemente