Tras las palabras de Sonia, Andrés no mostró reacción alguna. Solo la miró por un momento y luego extendió la mano para tomar el acuerdo.Andrés fue directamente a la última página. Al descubrir la firma de Sonia, soltó una leve risita.Antes de que Sonia pudiera comprender el significado de esa sonrisa, él levantó la mano y rasgó el documento en dos.Su movimiento hizo que el corazón de Sonia diera un vuelco.Pero pronto se calmó. —Si el señor Campos no está satisfecho, puedo imprimir otro.Andrés seguía mudo. Arrojó los pedazos del acuerdo a la papelera y se acercó un gran paso hacia Sonia.La repentina proximidad hizo que ella palideciera. Instintivamente retrocedió, chocando contra la mesa. Como ya tenía una herida, el golpe la hizo gemir.—¿Divorcio? —Andrés la agarró de la mano—. Sonia, ¿me estás amenazando?—¿O intentas sacar provecho?—¿Sabes lo repugnantes que son tus torpes maniobras?La palabra "repugnante" resonó como un golpe.Recordó la mirada con la que él la había desen
Sonia comprendía perfectamente el significado de aquella mirada. Era una advertencia y un desprecio. Sabía que bajo la apariencia de Andrés se escondía un corazón más duro que el de nadie.Su mirada descendió hasta el acuerdo que él había rasgado y arrojado a la papelera sin siquiera mirarlo. Ese documento por el que había reunido todo su coraje y determinación, él lo había desechado sin importarle. Porque simplemente no le importaba. No le importaban sus sentimientos ni sus decisiones.Durante los siguientes dos días, Sonia no volvió a ver a Andrés. La última noticia que tuvo de él fue su aparición en una reunión pública, ese mundo de apariencias y sonrisas perfectas donde él brillaba como una estrella inalcanzable. En la fotografía, vestía un traje oscuro que parecía haber sido diseñado exclusivamente para él, su rostro impecable bajo el primer plano, con una sonrisa en los labios que superaba la perfección de cualquier estrella de cine. Cada detalle de su imagen estaba calculado par
Sonia mantenía la mirada fija en la fotografía del periódico, donde su imagen aparecía en una situación vergonzosa y humillante. Sin embargo, una extraña calma la invadió en ese momento. Sin decir palabra, se agachó para recoger el periódico y lo arrojó al basurero cercano, para luego abrir nuevamente la puerta del auto con total serenidad.—Vámonos —le indicó al chofer con voz tranquila.El chofer, nervioso, no se atrevió a arrancar y solo miraba de reojo a Andrés, quien mantenía su rostro impasible mientras observaba a Sonia. Ella, por su parte, ni siquiera le dedicó una mirada de soslayo mientras subía la ventanilla del auto. En ese preciso instante, Andrés dio media vuelta y se marchó sin titubear. Aunque él no podía verla, Sonia distinguió perfectamente su silueta alejándose —entendía el mensaje: no la acompañaría. Tendría que enfrentar sola las burlas, algo a lo que, después de todo, ya estaba acostumbrada. Al fin y al cabo, siempre había estado sola.La fiesta resultó más animad
Su expresión era seria, sin rastro de estar bromeando. Santiago, sin embargo, soltó una risa.—Ven, traje especialmente a un pastelero del extranjero —comentó mientras la guiaba—. Sus pasteles seguramente serán de tu agrado.Como protagonista de la velada, Santiago atraía la atención de más de la mitad de los invitados, pero él parecía ajeno a todas las miradas mientras caminaba con Sonia hasta alcanzar un pastel que le ofreció. Se comportaba como un niño ansioso por compartir algo especial con su amiga. Pero si bien él podía permitirse esa despreocupación, Sonia no tenía ese lujo.Después de contemplar el pastel por un momento, finalmente lo aceptó. —Tus intenciones son bastante obvias —señaló.Santiago arqueó una ceja. —¿Ah, sí?—¿No me estás usando como escudo? —preguntó Sonia mientras probaba un bocado. En realidad, hacía mucho que no comía pastel. En Villa Azulejo, donde vivía con Andrés, los chefs nunca preparaban postres así. En su círculo social, los pasteles eran más una forma
Ana se aferraba delicadamente al brazo de Andrés, ambos vestidos en distintos tonos de azul que los hacían lucir como la pareja perfecta. En ese momento, Sonia no solo sintió que le habían arrancado el velo de su vida, sino que también le habían propinado una bofetada directa —y el responsable no era otro que su propio esposo.Un sabor amargo invadió su boca, tan intenso que ni siquiera todos los pasteles del mundo podrían haberlo disimulado. Sin decir palabra a Santiago, dejó silenciosamente el pastel sobre la mesa. Intentó marcharse, pero Ana la vio primero.—¡Sonia! —su voz resonó clara y vibrante.Era imposible fingir no haberla escuchado, y Santiago tampoco le dio oportunidad de escapar, bloqueando su camino con un sutil movimiento. Sonia le dirigió una mirada de reproche, pero él ya se había vuelto hacia el recién llegado con una sonrisa cordial. —Señor Campos, es un honor conocerlo finalmente.Andrés ignoró deliberadamente la figura que le daba la espalda y estrechó su mano. —El
Cuando logró liberar uno de sus dedos, Andrés respondió rodeando su cintura con su otra mano. El movimiento brusco hizo que Sonia tropezara hacia adelante, dando la impresión, para cualquiera que los viera, de que se había lanzado voluntariamente a sus brazos. Su rostro se ensombreció aún más.En ese momento, Andrés levantó su mano y le limpió suavemente la comisura de los labios. Aunque Sonia sabía que no había quedado rastro del pastel, el gesto la hizo sentir inexplicablemente culpable. Mientras fruncía el ceño y se disponía a exigirle que la soltara, él se adelantó: —¿Estaba bueno el pastel?La pregunta inesperada la desconcertó, y antes de que pudiera reaccionar, Andrés se inclinó y la besó. El beso, repentino y dominante como era característico en él, permitía percibir el sutil sabor dulce del pastel. Pero lejos de agradarle, este sabor pareció enfurecerlo más. Su beso se volvió más agresivo, y su agarre en la cintura de Sonia se intensificó hasta el punto en que ella sabía que d
Sonia pensó que había visto mal. Después de todo, ese cuaderno de dibujos había desaparecido hacía años, y siempre creyó que lo había perdido en algún lugar. Solo al acercarse confirmó que efectivamente era suyo —su nombre seguía escrito en la portada.—¡Vaya, Sonia! —exclamó Camila, interrumpiendo su risa al verla—. ¿Esto es tuyo, verdad? Ana me había contado que dibujabas, ¡pero nunca imaginé que fueran estas tonterías! ¿"El chico popular se enamora de mí"?Las carcajadas estallaron alrededor mientras Sonia, sin responder, intentaba recuperar el cuaderno. En ese momento, ni siquiera tenía el valor de preguntar cómo había llegado hasta allí. Pero Camila, anticipando sus intenciones, lo lanzó a otra persona apenas Sonia se acercó.El cuaderno empezó a volar de mano en mano, formando un círculo con Sonia en medio, como un perro al que se burlaban. Su único pensamiento era evitar que vieran el contenido de las páginas siguientes —dibujos de años atrás que no solo contaban una simple hist
En ese momento, la mirada de Andrés transmitía una clara advertencia hacia Santiago, quien respondió simplemente con una leve sonrisa. Sin dedicarle más atención, Andrés se llevó a Sonia abrazándola posesivamente.El portazo del auto reveló su furia contenida. Sonia, intentando evitar problemas, se apartó instintivamente con el cuaderno contra su pecho. Sin embargo, Andrés se lo arrebató con un movimiento rápido. Las pupilas de Sonia se dilataron por el pánico.—¡Devuélvemelo! —exclamó con una vehemencia que Andrés nunca había visto en ella durante sus dos años de matrimonio. Como una gata erizada, se abalanzó sobre él intentando recuperar desesperadamente sus dibujos.Inicialmente, Andrés solo quería echar un vistazo, pero la reacción de Sonia lo hizo fruncir el ceño. Sujetó sus manos con firmeza mientras ella forcejeaba. —¡Suéltame! ¡Es mío!Ignorando sus protestas, Andrés levantó los papeles. La tenue luz del auto apenas permitía ver, y cuando se disponía a encender la lámpara, Soni