—¿Cómo podrías tener la culpa? —al ver a Ana, Regina la abrazó con ternura, tomándola de la mano—. ¿Eres tan tonta? Menos mal que solo te golpeaste la mano, ¿y si te hubiera dejado una cicatriz en la cara?Ana movió la cabeza. —No se me ocurrió otra cosa en ese momento. Tampoco podía dejar que Sonia y Camila siguieran peleando...Al escuchar esto, Regina recordó algo y miró a Sonia con dureza. —¡Mira lo que has causado! Eres la hermana mayor y necesitaste que Ana te ayudara, ¿no sientes vergüenza?—No necesitaba su ayuda —respondió Sonia.Su respuesta dejó a Regina con el rostro completamente descompuesto. —¿Qué has dicho?—Si Ana no me hubiera detenido, ¿qué habrías hecho? ¿Sabes que era un lugar público? Si alguien hubiera grabado el video y lo hubiera subido a internet, ¿qué sería del honor de los Fuentes? ¿Qué pensarían los Campos?Sonia guardó silencio, pero su mirada hacia Regina parecía decir claramente que no le importaba.Regina, furiosa, comenzó a temblar. —¿Qué quieres decir
La mano de Sonia, que colgaba a su costado, finalmente se cerró con fuerza. Por primera vez, miró directamente a Ana.Ana le sonreía. Sus grandes y redondos ojos aparentaban una total inocencia.Después de sostenerle la mirada un momento, Sonia también sonrió.—Bastarda —pronunció.Las palabras tocaban su punto más sensible.Al instante, el rostro de Ana se descompuso. Sin pensarlo, extendió la mano y empujó a Sonia al suelo.Fue una reacción instintiva. La ira consumió rápidamente su razón, y solo después del empujón notó lo inadecuado de su acción.Ya era demasiado tarde.La voz sorprendida de Regina resonó: —¿Qué está pasando?Ana se quedó inmóvil, girándose para intentar explicar, pero Regina ya había pasado junto a ella.El brazo extendido de Ana quedó suspendido en el aire.Sonia se incorporó rápidamente por su cuenta. —Estoy bien —dijo con una risa irónica.Su actitud era idéntica a la de Ana, pero con un sarcasmo mucho más cortante.Regina no lo notó, limitándose a mirar a Ana
Las palabras del sirviente, sumadas a la apariencia apenada y contenida de Ana, hicieron que Regina tomara una decisión inmediata.Se giró hacia Sonia. —¡Sonia!Si Andrés no estuviera allí, probablemente ya le habría dado una bofetada.—¡Ana es tu hermana, una Ana reconocida por los Fuentes! ¿Quién te crees que eres? ¿Qué estás haciendo con los Fuentes?Sonia no respondió.Miró un momento a Ana, con su rostro cubierto de lágrimas, y luego lentamente volteó hacia Andrés.Él la observaba con una mirada oscura.Sonia sabía que estaba molesto. Molesto porque su esposa había dicho algo tan "poco educado", molesto porque su "amor de infancia" había sido tan vilmente calificada.Pero para Sonia, lo más importante era lo que él había dicho antes... su creencia en Ana.Sí, creía que Ana no lastimaría a alguien sin motivo.Pero ayer, cuando ella se peleó con Camila, él nunca preguntó.Porque... no le importaba.Tampoco la defendería.Lo único que haría sería traerla para que se disculpara con An
Tras las palabras de Sonia, Andrés no mostró reacción alguna. Solo la miró por un momento y luego extendió la mano para tomar el acuerdo.Andrés fue directamente a la última página. Al descubrir la firma de Sonia, soltó una leve risita.Antes de que Sonia pudiera comprender el significado de esa sonrisa, él levantó la mano y rasgó el documento en dos.Su movimiento hizo que el corazón de Sonia diera un vuelco.Pero pronto se calmó. —Si el señor Campos no está satisfecho, puedo imprimir otro.Andrés seguía mudo. Arrojó los pedazos del acuerdo a la papelera y se acercó un gran paso hacia Sonia.La repentina proximidad hizo que ella palideciera. Instintivamente retrocedió, chocando contra la mesa. Como ya tenía una herida, el golpe la hizo gemir.—¿Divorcio? —Andrés la agarró de la mano—. Sonia, ¿me estás amenazando?—¿O intentas sacar provecho?—¿Sabes lo repugnantes que son tus torpes maniobras?La palabra "repugnante" resonó como un golpe.Recordó la mirada con la que él la había desen
Sonia comprendía perfectamente el significado de aquella mirada. Era una advertencia y un desprecio. Sabía que bajo la apariencia de Andrés se escondía un corazón más duro que el de nadie.Su mirada descendió hasta el acuerdo que él había rasgado y arrojado a la papelera sin siquiera mirarlo. Ese documento por el que había reunido todo su coraje y determinación, él lo había desechado sin importarle. Porque simplemente no le importaba. No le importaban sus sentimientos ni sus decisiones.Durante los siguientes dos días, Sonia no volvió a ver a Andrés. La última noticia que tuvo de él fue su aparición en una reunión pública, ese mundo de apariencias y sonrisas perfectas donde él brillaba como una estrella inalcanzable. En la fotografía, vestía un traje oscuro que parecía haber sido diseñado exclusivamente para él, su rostro impecable bajo el primer plano, con una sonrisa en los labios que superaba la perfección de cualquier estrella de cine. Cada detalle de su imagen estaba calculado par
Sonia mantenía la mirada fija en la fotografía del periódico, donde su imagen aparecía en una situación vergonzosa y humillante. Sin embargo, una extraña calma la invadió en ese momento. Sin decir palabra, se agachó para recoger el periódico y lo arrojó al basurero cercano, para luego abrir nuevamente la puerta del auto con total serenidad.—Vámonos —le indicó al chofer con voz tranquila.El chofer, nervioso, no se atrevió a arrancar y solo miraba de reojo a Andrés, quien mantenía su rostro impasible mientras observaba a Sonia. Ella, por su parte, ni siquiera le dedicó una mirada de soslayo mientras subía la ventanilla del auto. En ese preciso instante, Andrés dio media vuelta y se marchó sin titubear. Aunque él no podía verla, Sonia distinguió perfectamente su silueta alejándose —entendía el mensaje: no la acompañaría. Tendría que enfrentar sola las burlas, algo a lo que, después de todo, ya estaba acostumbrada. Al fin y al cabo, siempre había estado sola.La fiesta resultó más animad
Su expresión era seria, sin rastro de estar bromeando. Santiago, sin embargo, soltó una risa.—Ven, traje especialmente a un pastelero del extranjero —comentó mientras la guiaba—. Sus pasteles seguramente serán de tu agrado.Como protagonista de la velada, Santiago atraía la atención de más de la mitad de los invitados, pero él parecía ajeno a todas las miradas mientras caminaba con Sonia hasta alcanzar un pastel que le ofreció. Se comportaba como un niño ansioso por compartir algo especial con su amiga. Pero si bien él podía permitirse esa despreocupación, Sonia no tenía ese lujo.Después de contemplar el pastel por un momento, finalmente lo aceptó. —Tus intenciones son bastante obvias —señaló.Santiago arqueó una ceja. —¿Ah, sí?—¿No me estás usando como escudo? —preguntó Sonia mientras probaba un bocado. En realidad, hacía mucho que no comía pastel. En Villa Azulejo, donde vivía con Andrés, los chefs nunca preparaban postres así. En su círculo social, los pasteles eran más una forma
Ana se aferraba delicadamente al brazo de Andrés, ambos vestidos en distintos tonos de azul que los hacían lucir como la pareja perfecta. En ese momento, Sonia no solo sintió que le habían arrancado el velo de su vida, sino que también le habían propinado una bofetada directa —y el responsable no era otro que su propio esposo.Un sabor amargo invadió su boca, tan intenso que ni siquiera todos los pasteles del mundo podrían haberlo disimulado. Sin decir palabra a Santiago, dejó silenciosamente el pastel sobre la mesa. Intentó marcharse, pero Ana la vio primero.—¡Sonia! —su voz resonó clara y vibrante.Era imposible fingir no haberla escuchado, y Santiago tampoco le dio oportunidad de escapar, bloqueando su camino con un sutil movimiento. Sonia le dirigió una mirada de reproche, pero él ya se había vuelto hacia el recién llegado con una sonrisa cordial. —Señor Campos, es un honor conocerlo finalmente.Andrés ignoró deliberadamente la figura que le daba la espalda y estrechó su mano. —El