(Parte II)
Treinta años más tarde me tocó mudarme alquilado a la Calle Bolívar, del barrio del mismo nombre en Carrizal, Estado Miranda. El apartamento que me tocó quedaba en la planta baja del módulo de viviendas que tenía la casera para arrendar, por lo que debía bajar una prolongada escalera en “L” para llegar a la puerta de lo que constituía mi hogar.
Lo primero que comencé a percibir en ese apartamento fue que en la mañana mi señora y yo nos íbamos a nuestros respectivos trabajos dejando todo en orden y al regresar entrada la noche y encender las luces sentíamos un fuerte olor a orine humano. En otras ocasiones además del olor al entrar al dormitorio, observábamos pequeños pozos amarillentos y aún húmedos sobre la cama. Al ponerle la queja a la casera nos indicó que podía tratarse de alguna filtración venida del p
EL INQUILINO (Parte III)Estos capítulos de mi vida, apenas en cuanto pude, lo consulté con mi madre y con mis hermanos y no le conseguimos explicación y como mi señora estaba esperando para dar a luz su primer hijo no le quise referir acerca de la experiencia vivida.Es el caso que otra madrugada soñé que una bruma blanca y helada invadía toda la casa y que mientras eso sucedía del techo caían gotas de un líquido semitransparente. En medio de la pesadilla mi papá se me presentó a las puertas de la casa, la cual estaba abierta de par en par y me decía algo que yo no le entendía (Quiero agregar que para esos entonces mi padre, estaba muy enfermo y murió meses después).Con un grito desperté de la pesadilla y mi señora también despe
EL INQUILINO (Parte IV)Pasadas otras semanas, un día en que mi señora estaba de viaje, me tocó regresar tarde a casa por cuanto tuve exceso de trabajo. En el camino me conseguí con una gallina muy grande acurrucada en el medio de la carretera, en la rampa que conducía a la entrada del barrio y donde daban la vuelta los autobuses de la ruta Carrizal – Los Teques.Este hecho me pareció extraño: primero, por el gran tamaño del animal; segundo, por su color tan blanco y tercero, por cuanto al pasar por su lado comenzó a cacarear en una forma muy extraña que hizo que se me erizara todo el cuerpo. De allí hasta que llegué a la entrada de las escalinatas que conducían hasta la casa me acompañaron continuos escalofríos y la impresión de que alguien me
EL INQUILINO (Parte V)Siguieron pasando los días y pude percibir que cuando nos íbamos a dormir, sobre nuestro cuarto arrastraban cosas, lanzaban objetos, y los niños hacían correr o dejaban caer sus metras y, algunas madrugadas los sonidos lo despertaban a uno. Los sábados en la mañana y algunos domingos hacían lo mismo. Tuve intensión de reclamar, pero mi señora me contuvo al referirme que nosotros ya habíamos molestado bastante a la casera con lo de las filtraciones, la humedad sobre la cama y el animal que se metía. Ella iba a pensar que éramos unos inquilinos problemáticos.Transcurrieron varios días y mi señora tuvo que viajar de nuevo y yo me quedé sólo en la casa. Ese día llegué temprano, me di un baño y me
DE TAXISTA IAquella noche de octubre se había perfilado silenciosa, lenta, calurosa, un tanto clara, por cuanto la media luna alumbraba arriba en el cielo estrellado de la costa. Ramón Aguiar se había estado desplazando muy despacio, con sus cinco sentidos puestos en cualquier sombra o silueta que se vislumbrara al margen de las calles y avenidas, dispuesto a ofrecer sus servicios como taxista. Ese no era su oficio, sin embargo, en los últimos dos años, debido a su precaria situación económica después de que hacía tres años y medio había perdido su empleo como tipógrafo, debió aceptar la propuesta que le había hecho su tío Andrés, hermano de su padre, para trabajarle el carro a cambio de un treinta por ciento de lo que produjera en el día.Ramón se conocía a sí mismo como un hombre honesto, por lo que, cada vez que subía un cliente lo registraba en una libreta de anotaciones que le acompañaba en su recorrido. Para él era
PIDE COLAS ILas fiestas patronales de la población de Río Caribe se habían desarrollado en un clima de mucha alegría. De hecho, José María Tremaria “Che María” venía rememorando con sumo contento que hacía mucho tiempo que no disfrutaba una fiesta como esta. Luis José Rodríguez “Güícho”, hacía énfasis en la cantidad de muchachas buenamozas con las que había bailado, mientras que Ramón Urquiola “Monchito”, conducía silbando alegre y tarareando la comparsa que Radio Carúpano transmitía en ese momento, opinando a intervalos en medio de la animada conversación. A todas estas, José Manuel Quilarque “Cheo” dormía como producto de la “pea” de tres días con dos noches en las que sólo habían dormido por peque&
UN AUTO FANTASMAEl automóvil se desplazaba entre sesenta y setenta kilómetros por hora. El radio-reproductor acababa de cambiar al reverso la cinta de casete en la que se escuchaban los éxitos de Michael Jackson. En el interior del vehículo viajábamos mi esposa y sus dos hijos, mis dos hijos y yo. Disfrutábamos de las melodías, cantando y haciendo comentarios acerca de las piezas musicales. Hubo un trecho de la carretera La Raiza, en que comencé a hacer bailar el automóvil mediante pequeños movimientos bruscos hacia cada lado del volante creando un efecto de bamboleo al ritmo de la música mientras todos reíamos embargados de la felicidad de la proximidad de la noche de año nuevo aunque no la pasaríamos juntos.Era la noche del día treinta de diciembre y nos dirigíamos hacia el pueblo de Santa Lucía en los Vall
PIDE COLAS IIJosé Francisco Roa, trabajaba de taxista en la ciudad de San Cristóbal. Aquel día, cercano a las once de la mañana, en las cercanías del terminal de pasajeros, le fue solicitado el servicio para trasladar a cinco personas, miembros de un grupo familiar, hacia la ciudad de Tovar en el estado Mérida.En vista del ofrecimiento en dinero aceptó hacer el traslado. Ya en horas de la tarde, cuando venía de regreso, decidió venirse por la vía de los páramos. Pensó que le rendiría el camino, pero un pinchazo en una llanta y debido a que una tuerca del Rin presentó dificultad para ceder, tuvo cierto retraso. Solventada la situación continuó su regreso hacia San Cristóbal, con las contrariedades de que le tomó la noche y el trayecto se encontraba con mucha neblina, lo cual lo obligaba a anda
EL ACOMPAÑANTE¿Quién no ha sentido en las noches, mientras camina solitario por algún paraje o camino, por una calle o avenida y cuando se adentra en un callejón, de una presencia perseguidora que lo hace detener y voltear en forma continua, para conseguirse de frente con las sombras sinuosas del silencio y de la nada?¿Quién no ha escuchado en medio del silencio de la oscuridad de las noches, el sonido suave y pausado de unos pasos sobre la calzada que generalmente se detienen cuando nos detenemos? Sin embargo, son muchas las ocasiones que tratamos de sorprender a nuestro nocturno perseguidor y ante una parada brusca de nosotros, escuchamos por corto espacio de tiempo, el continuar del sonido de esos pasos, uno, dos, tres y hasta cuatro pisadas más, de manera que, cuando tomamos conciencia de su presencia y hemos pensado que se trata de otro ser humano y decidimos ocultamos en la misma oscuridad para sorprenderlo, ent