El mentado día había llegado, y entre más pasaba el tiempo más ansiosa se ponía Elisa al respecto. Los medios de comunicación habían explotado, y ya no solo los programas de chisme; Ciusta era la empresa más grande de Colombia y representaba parte importante en la economía nacional. Vendía gran parte de los insumos de la canasta familiar, tenía cientos de proyectos con petroleras y brindaba ayuda a los seguros sociales; Había proyectos educativos y culturales, tenían sedes en todo el país y más de veinte mil empleados, así que cada decisión de la empresa afectaba a los cincuenta y cinco millones de colombianos que en menor o mayor medida dependían de ella, así que los nombres de todos los involucrados llovía a cantaros.
Quienes más provecho sacaban de toda la si
Cuando las puertas se abrieron y Elisa entró del brazo de Alexei le fue imposible no cerrar la boca, y no solo por lo ostentoso del lugar, con sus cortinas de seda y las mesas repletas de las más caras y variadas comidas, si no por la variopinta cantidad de personajes famosos que se encontraban. Elisa reconoció a un par de actrices extranjeras y decenas de personas de la farándula nacional, desde modelos hasta actrices que Elisa reconocía de las telenovelas que veía con su madre.—Un evento como estos es muy deseado —le dijo Alexei —en lugares así se crean poderosas alianzas comerciales, ¿recuerdas mi campaña en Europa? Salió de una fiesta similar, es una excelente oportunidad para conocer gente importante y hacerte de contactos, ya sabes —Elisa miró alrededor, ella se perdería entre la multitud sin
Elisa se quedó petrificada, el hombre le apuntaba con el arma justo a la cara y ella no podía hacer nada, estaba demasiado lejos para intentar quitársela y demasiado cerca para huir. Se insultó a sí misma por no seguir la corazonada que había sentido apenas entró al lugar y haber agarrado a su esposo y haberse largado.—¡Quieto! —gritó alguien cerca de ellos y en el pequeño fragmento de segundo que al “periodista” le tomó para volver la cabeza, una masa uniforme de hombres saltaron sobre él y lo sometieron en el suelo. Las personas habían formado un enorme círculo y Elisa estaba en medio.Emanuel llegó hasta ella y jalandola de una mano la metió entre la multitud y le agarró la cara para que lo mirara de frente.
Ambos hombres permanecieron un rato en silencio. Noel no era capaz de asimilar el consejo de Elisa, ¿cómo era posible decir algo sin pensarlo? Decir lo que se sentía. Trató de pensar qué era lo que sentía en ese momento: miedo, rabia.—Sentí feo al ver que la besabas —soltó, sí que había pensado qué quería decirle, pero era un avance, ¿no? Alexei permaneció en silencio un momento.—Eso sentí yo cuando me dejaste sin ninguna razón —dijo y Noel negó con vehemencia.—Lo hice para no hacerte daño.—Es tú decisión hacerme daño —le recriminó el rubio apuntándole con el de
Los tres estaban sentados en la cafetería de la empresa, cada uno tenía enfrente un vaso de café que estaba completamente intacto.—Es bastante obvio, ¿no? —dijo Elisa —Ese tal Boris tenía problemas con Eduardo y por eso se fue de la empresa, ahora está intentando vengarse.—Es muy raro —Emanuel meneó la cabeza y dio un sorbo al vaso de café que debería estar frío —él vendió las acciones porque tenía mejores negocios en el extranjero y se fue del país —Elisa se encogió de hombros.—Pues yo no sé nada sobre los asuntos de la empresa, pero es lo único que tiene sentido.—¿Qué pudo haber he
Elisa estaba sentada en la barra de la cocina esperando que Emanuel terminara la llamada. Estaba tan nerviosa que mejor sacó su celular y comenzó a realizar un dibujo en la aplicación que tenía de arte y cuando lo terminó le pareció lo suficientemente bonito como para subirlo a la red, pero cuando abrió la aplicación dejó caer el celular sobre la barra; tenía tantas notificaciones que el número no cabía en en el indicador, y cuando entró a la sección de notificaciones comprobó que sus ilustraciones estban llenas de miles de comentarios y me gusta. Cuando entró a su perfil dejó caer el celular nuevamente, tenía más de cuatro millones de seguidores. Elisa sacudió la cabeza y se alejó del celular, luego regresó, necesitaba comprobar que no estuviera viendo el perfil de alguien más, pero efectivamente era el suyo. Emanuel llegó con la noticia que Elisa había estado esperando y cuando la vio frenó en seco.
El hombre avanzó hasta ella con paso decidido.—¡Corre! —le gritó una de las voces en su oído.—¡Golpealo!—¡Golpealo y corre! —Elisa se quitó el auricular disimuladamente, la tenían estresada y nerviosa.—¿Qué está haciendo usted aquí? —le preguntó el hombre y Elisa se cubrió los ojos con la mano.—¿Podría alejar esa linterna de mi cara? —le dijo y él apuntó hacia otro lado.—¿Qué hace usted aquí? —Elisa lo miró, la luz rebotaba en la pared y reflejaba un rostro anch
Ya había pasado una semana, toda una semana en la que Elisa había perdido horas de trabajo por estar pendiente de el pequeño aparato que Alexei les había dejado, y había comprobado en más de una ocasión que el señor Boris Ludeo era un pervertido asqueroso que llevaba mujeres a su oficina para morbosearlas y proponerles cuanta cosa pasaba por su cabeza, pero el maldito hombre era muy cuidadoso a la hora de hablar con sus trabajadores.En una ocasión a Elisa casi se le sale el alma al escuchar la voz del hombre calvo con el tatuaje hasta la oreja, eso hacía su teoría mucho más sólida, pero en esa ocasión los hombres hablaban sobre como meter al país un contrabando de telas sin que la aduana se enterara. La pequeña empresa de transportes de insumos no era más que la fachada para enviar drogas
La mañana siguiente habían llegado a la oficina bien temprano, Elisa tenía mucho que hacer con Noel y Emanuel tenía que desatrasarse de todo lo que no había hecho el día anterior.Cuando llegaron a la empresa Noel ya los estaba esperando sentado en los muebles y cuando los vio los señaló desde lo lejos.—¿Qué son estas horas? —les preguntó y Emanuel miró su reloj.—Apenas son las siete y media —Noel le lanzó un periódico que tenía en la mano y tomó a Elisa arrastrándola de la muñeca y llevándosela.—Hay mucho que hacer —le dijo en cuanto subieron al auto —hay que escoger la modelo, buscar el lugar d