En cuanto a la relación de Michi con el resto de los miembros de la familia, el hermano de Cheli decía que ella era su compañera para admirar a los ovnis por las noches. A cierta hora, la gata trepaba hasta el techo y se ponía a ver las estrellas por un largo rato. La hermana de Cheli era una científica ambientalista muy sagaz y famosa en el mundo. Aprovechando que Michi pasaba mucho tiempo en la calle, le colocó un collar morado con una extraña esfera parecida a un cascabel. Le explicó a su familia que en realidad era una sofisticada cámara que analizaba las características del entorno, como temperatura, humedad, huella de carbono, IMECAS, etcétera; de esta forma, ella tendría datos más realistas en sus investigaciones. Por su parte, el papá de Cheli, don Nicolás, se encariñó tanto con ella que la apodó la “Porrista Número Uno de los Prín
—Buenas tardes, Ale —le dijo.Doña Alejandra, al oírla desde su porche, solo pensó para sus adentros Ahí va otra vez, dio un suspiro, volteó hacia Eugenia, que se acercaba a la reja, y contestó:—¡Buenas tardes, comadre!—Ale, vi a la gatita que tiene tu hija con un grupo de gatos —le informó su vecina.—¡N’hombre! —repuso la mamá de Cheli, haciendo un ademán a manera de negación—, si casi no sale de la casa, comadre.—¡Es en serio, Ale! No dude de mí, comadre. Los gatos con los que se junta son unos revoltosos, a cada rato vienen a hacer mugrero a mi casa.—Pues habrá que verlo, comadre; habrá que verlo —contestó doña Alejandra, al tiempo que volteaba hacia su casa—. Comadre, ya casi empieza mi novela de las 3, ¡me tengo que ir!
Cheli volvió la vista a su objetivo y le preguntó a su hermana cuál era la urgencia. Ella solo sacó un celular de la bata de laboratorio que llevaba puesta y, haciendo señas, le indicó que lo tomara y viera su contenido. Así lo hizo la joven y lo primero que vio fue una inmensa galería de videos, de donde abrió tres al azar. El primero mostraba cómo Michi y su pandilla ingresaban al patio de una casa. Los gatos se movían con gran maestría; uno a uno, con Michi a la cabeza, bajaban por un árbol hasta esconderse detrás de unos cartones (ubicados del lado derecho). Después esperaban un rato escondidos y veían a un hombre abrir la puerta del patio, caminar unos 2 metros, levantar la mano izquierda y ponerla encima de un hilo de fierro (usado a modo de tendedero de ropa), sacar un cigarrillo de su bolsa, ponerlo en su boca y prenderlo. Enseguida, los felinos reanudaban su trave
Era una mañana muy calurosa. Un muchacho vestido con shorts hasta las rodillas y una camiseta interior de tirantes llevaba un refresco de 2 litros en la mano izquierda; el sudor escurría a chorros por su frente. Volteó al cielo y exclamó: “¡Maldito calor!”. Luego caminó unos 15 metros hasta esconderse bajo la sombra de un árbol para evitar el sol (el cual estaba casi en su cenit), se recargó en el tronco y se limpió el sudor con la mano derecha. Una voz que le resultó familiar gritó: “¡Ese Zank!”. El joven volteó a la derecha para poder observar mejor; entrecerró los ojos y usó la mano derecha a modo de visera. Lo primero que vio fue una espesa nube gris proveniente de una banca del parque (localizado enfrente). En ella estaba sentado un hombrecillo, sin camiseta, que usaba un sombrero de paja al estilo cholo; sonrió, salió de su escon
Sin embargo, el plan de las hermanas de mantener a Michi encerrada únicamente duró tres días. Como era poco el tiempo que la familia pasaba en casa, y la gata tenía un atajo secreto en el patio que daba al terreno baldío, le bastó esconderse en el cesto de ropa sucia y usarlo a modo de caparazón para evitar ser mojada y descubierta, aprovechando un día que el cesto estaba vacío. Una vez fuera, Michi se dirigió al punto donde solía juntarse con su pandilla, cerca del árbol del ahorcado (apodado así porque cuando se reflejaba una luz sobre él, la sombra proyectada parecía un hombre colgado de una de sus ramas), en un claro situado en el rincón más inhóspito del terreno baldío. El gatonejo pequeño había logrado sobrevivir, pero tenía inmóviles las patas traseras, y una de ellas mostraba una herida causada por el proyectil que habían arrojado los niños; acostado en la única sombra que había, miró fijamente a la recién llegada. El resto de los felinos estaban sentados a su alrededor, uno
Rascándose la cabeza, John contestó:—¡Ah, qué caray! Yo tampoco tengo más equipo ahorita. Opino que, si siguen los reportes, venimos de nuevo, ¿qué dices?—Sí, por lo pronto, vámonos —dijo Armando.—Sobres, te veo en la base.John tomó la jaula y caminó hacia la caja de su camioneta. Armando regresó para hacer lo mismo. Doña Codos estuvo observándolos desde la esquina todo el rato; cuando vio que el empleado llegaba a la camioneta, se acercó para encontrarse con él. De pronto, Cheli, desesperada, llegó detrás de ella y le preguntó:—¿Y esas camionetas?La vecina respondió:—La perrera vino por los condenados gatos, que siempre est...Sin terminar de oírla, Cheli corrió como un rayo. Doña Codos la contempló con asombro. A
Cuando Michi se asomó y no encontró a nadie, decidió salir de su escondite; caminó lentamente unos 3 metros con la vista al frente y se detuvo un momento para ver a su alrededor. Zank aprovechó el momento para quitarle el bozal a Popeye y soltarlo; los otros sujetos lo imitaron. Michi tuvo poco tiempo de reaccionar al voltear, pues la bestia ya le pisaba los talones. El can intentó darle una mordida, pero Michi fue más rápida y, dando un tremendo salto sin dirección alguna, lo evadió. Popeye, sin perderle el rastro, intentó atacar de nuevo, pero esta vez Michi, que había aterrizado con la mirada fija en el perro, saltó hacia él y se pescó de su cara. No obstante, Némesis se acercó y, mordiéndola en la espalda, la arrojó a un lado. Bruno trató de arremeter contra ella en lo que se recuperaba, pero Michi dio media vuelta sobre sí misma e hi
Cierto día, un pequeño gato se encontraba viendo a través de una ventana. El pronóstico del tiempo había dicho que ese día azotaría un vendaval acompañado de fuertes lluvias; justo en ese momento la tormenta arreciaba. Crac, crac, crac, se escuchaba afuera. El pequeño gato miraba sin siquiera parpadear un poco. Más allá de un barandal color crema, un árbol de metro y medio de altura se movía vigorosamente por el viento, unas veces a la izquierda, otras veces a la derecha. A ciertos intervalos, una infinidad de bultos de todos los colores rodaban por el ancho de la calle; algunos desprendían basura de su interior y otros se iban volando por el intenso viento. Cuando se alcanzaba a hacer un poco de silencio en esa fría tormenta, un segundo sonido, ajeno a todo, era audible en la lejanía de aquel hogar. Detrás del pequeño gato se hallaba una extraña mujer
La tarde llegó, y empezó un intenso chubasco. Ellie le había preparado sus famosas empanadas a la pequeña familia gatuna; a los gatos grandes les tocaron dos empanadas y una al pequeño. Una vez que terminaron los felinos, supo que le había gustado mucho a Gato, porque terminó su comida en menos de un minuto. Ellie se sentó en su sillón favorito y le comentó a Steve, que estaba sentado en el reposet, disfrutando un partido de futbol europeo en la televisión:—Tenías razón, amor, Gato me necesitaba.Steve volteó a verla y, al darse cuenta de que el brillo de sus ojos había regresado, se sintió feliz. Le devolvió la sonrisa y repuso:—Y él no es el único, amor. ¡Te amo!Ellie chiflaba mucho a sus mascotas. Llevaba dos años viviendo en unión libre y dos años casada con Steve. Inten