Mia Redford***Hospital NewYork-Presbyterian***Después de las palabras que había dicho Chelsea, nos quedamos esperando las noticias de la salud de Einar, Abigail lloró en un rincón de la sala de espera ignorando las miradas extrañas de los Redford. Riley se había quedado a un lado de mí y del otro lado Michael.— ¿No tienes hambre? —preguntó Michael en mi dirección, pero negué.— ¿Y tú? —negó lentamente luego haciendo un puchero discreto con sus labios, era raro ver que él no tenía hambre cuando siempre era de buen apetito.—Familiares del señor King—todos nos levantamos esperando que fuesen buenas noticias.— ¡Yo soy su esposa!—Yo soy su hijo, —tiró de mi mano—Y ella su hija. —el doctor asintió lentamente.—El señor King ya ha pasado de peligro, recomiendo que pase un día en observación. —asentimos todos.— ¿Se puede pasar a verlo? —preguntó Riley a mi lado apresurado.—Sí, solo que hay un detalle. —dijo el doctor, miró a Abigail, y ella arqueó una ceja triunfante. —El señor King l
Michael RedfordEstaba afuera del hospital y tomé solo una bocanada de mi puro, una sola, hace mucho tiempo había dejado este vicio, pero después de todos los acontecimientos, necesité uno con urgencia. —Dame un poco de eso—escuché a mi abuela llegar a mi lado y estiró su mano hacia mi habano, lo retiré de inmediato y negué.—No, señora Redford. Usted no puede. —ella arqueó una ceja desafiante. — ¿Cómo qué no? Anda, dame una bocanada o te pondré el dedo con Mia. —sonrió al ver que abrí mis ojos de par en par. — ¿Me estás todavía amenazando con llamar a mi esposa?—usé un tono serio pero a ella no le importó, le cedí el habano y le dio una bocanada. —Nunca pensé ver esto de ti, ¿Desde cuándo fumas?—noté como lo disfrutó y luego suspiró, como si eso hubiera acabado con todos los problemas que lleva encima. Me lo entregó y sonrió.—Desde que tu abuelo falleció, pero solo en caso de estrés, lo cual es raro que pase, hoy si lo necesité. —luego arrugó su ceño cuando estuve a punto de llev
Einar King***Hospital NewYork-Presbyterian***Riley me miró sorprendido desde su lugar, sus cejas se alzaron.— ¿Qué? ¿Estás seguro? —preguntó y yo afirmé lentamente, desvié la mirada hacia al pie de la cama donde estaba mi abogado, sorprendido también por mi petición.—Eso lo quiero que esté listo para hoy, no puede ser mañana, hoy tiene que quedar eso.—Sí, señor King, pero mi duda es, ¿Está seguro de lo que quiere hacer?—Nunca he estado tan seguro en toda mi vida. —Riley sonrió débilmente, debe de estar pensando en lo que ocasionaría cuando Abigail se diera cuenta de lo que acabo de hacer.—Bien, señor King. Lo haré de inmediato, también necesito los datos completos de la señora Redford, —luego arrugó su ceño— ¿No quiere primero hacerse una prueba de ADN para que pueda estar más tranquilo? —arqueé una ceja.— ¿Y quién te dijo que no estoy tranquilo? Ella lleva la sangre de los King, así que haz lo que te he encargado.— ¿Y si para hacerlo más oficial y legal haces la prueba? Por
Mia Redford Suite presidencial, hotel Four Seasons, New York. Tiré de la sábana para poder respirar, Michael seguía tirando de mi pezón con sus dientes y sus dedos dentro de mi interior, haciendo su mejor jugada. No habíamos parado en toda la noche, no había podido regresar al hospital pero quedé en ir a visitar a Einar por el medio día. —Voy ya a…—lancé mi cabeza hacia a atrás y gemí, mi pelvis cobró vida quien sabe cuántas veces más y me vine en la mano de Michael, me dejé caer sobre la cama y él salió triunfante por encima de mí. — ¿Vas a qué? —arrugué mi ceño cuando me acarició el vientre –algo extraño que había hecho por primera vez desde que tenemos intimidad-, se acomodó entre mis piernas y entró de una embestida que me arrancó un grito de placer, comenzó a moverse implacable, me aferré a sus antebrazos y no paró, aumentó la fuerza y el calor empezó a arremolinarse en el centro, salió de mi interior y de dos movimientos me puso de una posición, con las manos y rodillas sobre
Michael Redford Casa de rehabilitación Matthew se veía demasiado sano para el tiempo que ha estado encerrado. Su cabello tenía vida, su barba ya no existía, sus ropas eran limpias y la emoción plasmada en su mirada, era genuina. Crucé una pierna sobre la otra para descansar mi tobillo en mi rodilla y escuché lo que le contó con entusiasmo a Mia. Luego de un momento a otro comenzó a llorar, me alerté. — ¿Pero por qué lloras, papá? —preguntó Mia preocupada. —Es la emoción, lo siento, lo siento, el no verte por más de un mes me ha hecho extrañarte como no tienes idea, Mia. —ella se conmovió a mi lado sin dejar la mirada en su padre. — ¿Quieres que los deje en privado? —le pregunté a Mia pero ella negó. —Quiero que estés conmigo. —tomó mi mano y la puso con la suya sobre regazo, ese gesto no pasó desapercibido para Matthew que había arrugado su ceño. — ¿Qué pasa? ¿Está pasando algo? —tomé una bocanada de aire discretamente y luego lo solté entre dientes, Mia se tensó y se enderezó
Mia RedfordAeropuerto Internacional John F. KennedyDespués de salir de la casa de rehabilitación donde estaba mi padre, Michael se había quedado pensativo. ¿Es por lo de la anulación de la boda de Abigail?— ¿Qué es lo que pasa en esa mente? —pregunté, él sonrió y negó sin quitar la mirada del tráfico, luego miró por el retrovisor por un momento fugaz, debe de estar confirmando que Alek y dos hombres de seguridad no nos hayan perdido de vista.—Es solo que pienso que ha sido bastante por el día de hoy. Ya quiero irme del país y poder disfrutar de unas vacaciones.—Sí, ha sido bastantes emociones últimamente. Ya deseo tirarme sobre la arena en mi traje de baño y tomar el sol. —le sonreí emocionada, después de tanto ajetreo, necesitábamos un poco de paz. Mi celular sonó y era un número desconocido, algo extraño—Pero nadie tiene mi nuevo número, solo tu familia y mi padre.— ¿No vas a contestar? —preguntó Michael y yo negué.—No sé quién es. —él arrugó su ceño, me extendió la mano para
Michael Redford En algún lugar volando por el océano… Los ojos de Mia se abrieron poco a poco hasta ya no poderlos abrir más, pasó saliva sin dejar de mirarme, luego su ceño lo contrajo. — ¿Qué? —susurró. —Quiero un hijo. Contigo. Quiero ser padre contigo. —nunca me había sentido tan seguro en mi vida una vez que dije esas palabras, hasta yo estaba sorprendido. — ¿Estás escuchando lo que ha salido de tu boca, Michael? —se movió en su mismo lugar para acomodarse y verme de enfrente, mi mano que estaba descansando en su vientre bajo, ahora estaba en su cadera. —Sí, afortunadamente aun puedo escuchar lo que he dicho, aprovechemos que aún tengo oídos sanos y lo mejor, recuerdo perfectamente cómo hacerte venir con mi boca. —No estoy bromeando y no te desvíes con esa sensual boca, dijiste que no querías hijos, y te dije que yo tampoco. ¿Qué es lo que ha cambiado? —pude ver que aún no se creía lo que acababa de salir de mi boca, yo suspiré. — ¿Qué ha cambiado? No lo sé. Solo lo empecé
Mia RedfordCaminé descalza por el frío piso de mármol negro que daba a una gran sala, el lugar estaba frío como si hubieran dejado las ventanas abiertas en pleno invierno, me abracé a mí misma mientras di un recorrido por el lugar.— ¿Michael? —lo llamé, entonces apareció su silueta alta y fornida dando la espalda, él parado frente a una gran ventana estilo francesa. — ¿Michael? —volví a llamarlo cuando se volvió tenía algo entre los brazos, arrugué mi ceño intentando ver bien.—Es nuestro hijo, Mia. —susurró y me hizo señas de que no hablara en voz alta para no despertarlo, bajé la mirada a mi vientre y estaba abultado, abrí mis ojos de par en par, impactada. —Y ahí tienes dos más para mí. —levanté mi mirada hacia a él. —Luego vendrán cinco más, ¿No estás feliz? Iremos por la niña...es cuando pararemos...—su voz enronqueció de manera que pareció la escena pareció de terror cuando sus ojos se volvieron oscuros y su boca la abrió para soltar un grito de ira para después acercarse a mí