Einar King***Hospital NewYork-Presbyterian***Riley me miró sorprendido desde su lugar, sus cejas se alzaron.— ¿Qué? ¿Estás seguro? —preguntó y yo afirmé lentamente, desvié la mirada hacia al pie de la cama donde estaba mi abogado, sorprendido también por mi petición.—Eso lo quiero que esté listo para hoy, no puede ser mañana, hoy tiene que quedar eso.—Sí, señor King, pero mi duda es, ¿Está seguro de lo que quiere hacer?—Nunca he estado tan seguro en toda mi vida. —Riley sonrió débilmente, debe de estar pensando en lo que ocasionaría cuando Abigail se diera cuenta de lo que acabo de hacer.—Bien, señor King. Lo haré de inmediato, también necesito los datos completos de la señora Redford, —luego arrugó su ceño— ¿No quiere primero hacerse una prueba de ADN para que pueda estar más tranquilo? —arqueé una ceja.— ¿Y quién te dijo que no estoy tranquilo? Ella lleva la sangre de los King, así que haz lo que te he encargado.— ¿Y si para hacerlo más oficial y legal haces la prueba? Por
Mia Redford Suite presidencial, hotel Four Seasons, New York. Tiré de la sábana para poder respirar, Michael seguía tirando de mi pezón con sus dientes y sus dedos dentro de mi interior, haciendo su mejor jugada. No habíamos parado en toda la noche, no había podido regresar al hospital pero quedé en ir a visitar a Einar por el medio día. —Voy ya a…—lancé mi cabeza hacia a atrás y gemí, mi pelvis cobró vida quien sabe cuántas veces más y me vine en la mano de Michael, me dejé caer sobre la cama y él salió triunfante por encima de mí. — ¿Vas a qué? —arrugué mi ceño cuando me acarició el vientre –algo extraño que había hecho por primera vez desde que tenemos intimidad-, se acomodó entre mis piernas y entró de una embestida que me arrancó un grito de placer, comenzó a moverse implacable, me aferré a sus antebrazos y no paró, aumentó la fuerza y el calor empezó a arremolinarse en el centro, salió de mi interior y de dos movimientos me puso de una posición, con las manos y rodillas sobre
Michael Redford Casa de rehabilitación Matthew se veía demasiado sano para el tiempo que ha estado encerrado. Su cabello tenía vida, su barba ya no existía, sus ropas eran limpias y la emoción plasmada en su mirada, era genuina. Crucé una pierna sobre la otra para descansar mi tobillo en mi rodilla y escuché lo que le contó con entusiasmo a Mia. Luego de un momento a otro comenzó a llorar, me alerté. — ¿Pero por qué lloras, papá? —preguntó Mia preocupada. —Es la emoción, lo siento, lo siento, el no verte por más de un mes me ha hecho extrañarte como no tienes idea, Mia. —ella se conmovió a mi lado sin dejar la mirada en su padre. — ¿Quieres que los deje en privado? —le pregunté a Mia pero ella negó. —Quiero que estés conmigo. —tomó mi mano y la puso con la suya sobre regazo, ese gesto no pasó desapercibido para Matthew que había arrugado su ceño. — ¿Qué pasa? ¿Está pasando algo? —tomé una bocanada de aire discretamente y luego lo solté entre dientes, Mia se tensó y se enderezó
Mia RedfordAeropuerto Internacional John F. KennedyDespués de salir de la casa de rehabilitación donde estaba mi padre, Michael se había quedado pensativo. ¿Es por lo de la anulación de la boda de Abigail?— ¿Qué es lo que pasa en esa mente? —pregunté, él sonrió y negó sin quitar la mirada del tráfico, luego miró por el retrovisor por un momento fugaz, debe de estar confirmando que Alek y dos hombres de seguridad no nos hayan perdido de vista.—Es solo que pienso que ha sido bastante por el día de hoy. Ya quiero irme del país y poder disfrutar de unas vacaciones.—Sí, ha sido bastantes emociones últimamente. Ya deseo tirarme sobre la arena en mi traje de baño y tomar el sol. —le sonreí emocionada, después de tanto ajetreo, necesitábamos un poco de paz. Mi celular sonó y era un número desconocido, algo extraño—Pero nadie tiene mi nuevo número, solo tu familia y mi padre.— ¿No vas a contestar? —preguntó Michael y yo negué.—No sé quién es. —él arrugó su ceño, me extendió la mano para
Michael Redford En algún lugar volando por el océano… Los ojos de Mia se abrieron poco a poco hasta ya no poderlos abrir más, pasó saliva sin dejar de mirarme, luego su ceño lo contrajo. — ¿Qué? —susurró. —Quiero un hijo. Contigo. Quiero ser padre contigo. —nunca me había sentido tan seguro en mi vida una vez que dije esas palabras, hasta yo estaba sorprendido. — ¿Estás escuchando lo que ha salido de tu boca, Michael? —se movió en su mismo lugar para acomodarse y verme de enfrente, mi mano que estaba descansando en su vientre bajo, ahora estaba en su cadera. —Sí, afortunadamente aun puedo escuchar lo que he dicho, aprovechemos que aún tengo oídos sanos y lo mejor, recuerdo perfectamente cómo hacerte venir con mi boca. —No estoy bromeando y no te desvíes con esa sensual boca, dijiste que no querías hijos, y te dije que yo tampoco. ¿Qué es lo que ha cambiado? —pude ver que aún no se creía lo que acababa de salir de mi boca, yo suspiré. — ¿Qué ha cambiado? No lo sé. Solo lo empecé
Mia RedfordCaminé descalza por el frío piso de mármol negro que daba a una gran sala, el lugar estaba frío como si hubieran dejado las ventanas abiertas en pleno invierno, me abracé a mí misma mientras di un recorrido por el lugar.— ¿Michael? —lo llamé, entonces apareció su silueta alta y fornida dando la espalda, él parado frente a una gran ventana estilo francesa. — ¿Michael? —volví a llamarlo cuando se volvió tenía algo entre los brazos, arrugué mi ceño intentando ver bien.—Es nuestro hijo, Mia. —susurró y me hizo señas de que no hablara en voz alta para no despertarlo, bajé la mirada a mi vientre y estaba abultado, abrí mis ojos de par en par, impactada. —Y ahí tienes dos más para mí. —levanté mi mirada hacia a él. —Luego vendrán cinco más, ¿No estás feliz? Iremos por la niña...es cuando pararemos...—su voz enronqueció de manera que pareció la escena pareció de terror cuando sus ojos se volvieron oscuros y su boca la abrió para soltar un grito de ira para después acercarse a mí
Michael RedfordRestaurante La Osteria Francescana, Centro de Módena, Italia.— ¿Es bueno el lugar donde cenaremos? —preguntó Mia y yo afirmé de un movimiento de barbilla. El auto se detuvo frente al restaurante.—Es uno de mis favoritos de Italia. —uno de los hombres de seguridad abrió de mi lado la puerta del auto, bajé y me volví para extender la mano a Mia y ayudarle a bajar.—Gracias, —susurró, pasé mi mano por su cintura y la guie al interior del restaurante, había reservado para nosotros toda la terraza, no me importaba pagar el precio, pero si era para tener la privacidad con mi esposa, lo pagaría.— ¡Redford! —Exclamó el dueño del lugar— ¡Bienvenido!—Gracias, Massimo, te presento a mi esposa, Mia Redford. —él alzó sus cejas sorprendido.— ¡Vaya, vaya! ¡Felicidades, señores Redford! —felicitó a Mia con un beso en cada mejilla, y le sonrió. —Tiene a un buen hombre a su lado—le dijo y ella sonrió sonrojándose por completo.—Gracias, lo sé. —rodeó mi cintura y se pegó a mi costa
Capítulo 101. |Deseos carnales| Nora Douglas New York, Estados Unidos. La puerta de aquel departamento se abrió y pude notar como las ratas se escondieron a mi presencia, torcí mi boca con asco y entré, miré el lugar que me pensaban alquilar una pareja de señores ya mayores de edad. — ¿Te gusta el departamento? Tenemos otro de tres recamaras. —me volví a ellos. —Es perfecto, —dije, el esposo se sorprendió. —Me lo quedo, ¿Acepta efectivo? —pregunté y luego sonreí. Al salir del edificio repasé mentalmente lo que tenía que hacer, el chófer que había contratado para moverme por la ciudad, abrió de inmediato mi puerta, Caroline estaba en el interior y revisaba ansiosa su celular, al entrar y cerrar la puerta, la miré con el ceño arrugado. — ¿Qué es lo que haces ahora, Carol? —ella torció su labio irritada, puse los ojos en blanco y negué soltando un largo suspiro. —Ya te conseguí un lugar donde te puedes esconder por el momento. —acaricié su nuevo cambio de look, pero ella movió su ca