Michael Redford Ático Redford Eran las seis de la mañana cuando empecé a alistarme, había terminado de hacer ejercicio y de inmediato a la ducha, Mia se había quedado dormida esperándome, casi sentada recargada en el respaldo de la cama, la acomodé sin que se diera cuenta. En estos momentos, estaba ajustando los gemelos de una de las muñecas, viendo desde mi lugar frente a la cama, a una hermosa mujer desnuda, cubriendo parte de la almohada su larga cabellera pelirroja, el solo verla, ya estaba duro. “¿Qué es este tipo de reacción que provoca en mí?” Necesitaba concentrarme, encontrar a Nora. Seguir manteniendo a raya a Caroline Salvatore y a su hermano, Erick, uno que aún no encontraban. Deduje que debía de andar de mujeriego en algún lugar de Europa, que es lo único que sabe hacer. —Ya te vas—escuché una voz ronca y adormilada, Mia se sentó sin darse cuenta que la sábana cayó a su regazo, dejando a la vista sus pechos, mi mirada se quedó en ellos, las aureolas rosas, y las protube
Mia RedfordÁtico Redford—¿Va a salir, señora?—preguntó Akira cuando estaba terminando mi desayuno, Michael se había marchado momentos después de la charla de los regalos, me había sentido extraña cuando dijo que seguiría cortejándome, eso quería decir que habría más regalos. —Sí, iré a entregar unos documentos a la universidad y regresaré, ¿Quieres que te ayude con algo en la casa? Soy buena con las actividades del hogar. —ella sonrió. —No, señora. Pero....—hizo una pausa llamando mi atención—...me gustaría que me ayudara a elegir los colores de la nueva habitación que el señor Redford le ha asignado. —arrugué mi ceño. — ¿Nueva habitación? No me dijo nada de una nueva habitación. —estaba confundida, ¿O si lo hizo? —Me acaba de dar indicaciones, quiere que usted elija los colores a su gusto y lo que necesita para la habitación. — ¿Y de qué es la habitación? ¿Es la del bebé o algo así?—bromeé con lo último pero parece ser que para Akira no era algo de cual reírse. Me aclaré la ga
Mia Redford— ¿Señorita Davis?—miré hacia la voz de la mujer que me llamaba por mis cafés. — ¿Davis? ¿No eres Redford?—preguntó Erick extrañado. —La costumbre. —lo esquivé para acercarme al mostrador y tomar los dos cafés, Erick se detuvo a mi lado. —Aquí tiene señor Salvatore su pedido—anunció la mujer, él le sonrió y dejó una propina bastante decente en el frasco. —Gracias, espero volver a verlo pronto. —le dijo sonriéndole, Erick asintió. —Eso espero, gracias, eres muy amable. —las mejillas de la mujer se pusieron rojizas pero no dejó de sonreírle. Estuve a punto de poner los ojos en blanco, pagué y dejé también propina, me volví para marcharme pero él disimuladamente bloqueó mi paso al dar un sorbo a su café. —Oh, lo siento. —estiró las comisuras de sus labios. —Buen día—lo esquivé de nuevo y salí del local, entre más rápido me fuese, mejor. Quité la alarma del auto, me detuve a lado de él para subir, entonces escuché voces y mi nombre, y cuando miré por encima de mi hombro,
Michael Redford Casa Club — ¿Lista?—pregunté a Mia cuando ella veía por la ventanilla, giró su rostro hacia a mí y sonrió, pero no era la sonrisa sincera que me daba, eso me hizo arrugar mi entrecejo, intrigado. — ¿Qué pasa?—pregunté, ella de inmediato negó. —Algo pasa, conozco cada detalle de tu cuerpo, tu forma de hacer gestos, estuviste callada todo el camino, pensé que venir al spa te emocionaba. —ella presionó sus labios. —Lo sé, me emociona, es solo que me quedé con lo que pasó hace rato atrás, Erick dijo algo que no deja de darme vueltas en mi cabeza. —me tensé, Erick era bueno para sembrar dudas, sabía su manera de actuar con las mujeres, entonces entendí sus intenciones: él quería quitarme a Mia. Apreté mi mandíbula con fuerza y sentí la mano de Mia contra mi mano que había formado un puño. —Tranquilo, es más, eso lo hablamos cuando regresemos, bajemos. —No. Dime que es lo que te ha dicho que te tiene pensando. —necesitaba saber pero me sospechaba que podría ser. —Bien
Mia RedfordCasa ClubEstaba recostada en un camastro debajo de una sábana blanca, mientras que que a mi rostro le daban mucho amor con un masaje.—Buenos días, ¿Es usted la esposa del señor Redford?—abrí mis ojos cuando escuché el apellido, la mujer se acercó a mí y me sonrió.—Sí, soy yo. —le puse una sonrisa, la mujer que tocaba mi rostro se detuvo. —No quería creer que el señor Redford se ha casado. —me tensé y sé qué ella lo notó al ver su gesto ya que cambió su semblante. —Bueno, no lo tomes a mal, era un hombre asediado en el club y a donde fuese, por lo qué sé, es un buen hombre. Felicidades, señora Redford.—Gracias, puedes llamarme Mia. —ella asintió con una sonrisa. —Me puedes llamar Eloise, lo sé, mi acento, soy inglesa. —Oh, tienes un bonito acento. —le sonreí. —Gracias, bueno, te dejo en tu sesión. —me guiñó un ojo y luego se retiró a otra cama que estaba a dos de mí donde la estaban esperando, la mujer era realmente muy hermosa, piel bronceada y tenía un hermoso col
Mia RedfordCasa ClubDespués del masaje del rostro y un tratamiento capilar, -del que me había enamorado por completo- entré a darme una ducha, al salir, entré al área privado que tenía y me sequé el cabello, busqué mi ropa y abrí mis ojos de par en par al ver que solo estaba mi ropa interior.— ¿Pero qué m....?—me mordí la lengua, — ¿Quién se ha llevado mi ropa? Recuerdo dejarla colgada y...—miré por el lugar, pero no había rastro, cerré los ojos mientras me aferré a la orilla de la toalla, pensando que es lo que haría, no tenía un cambio de ropa, no tenía mi celular a la mano ya que estaba en el lockers bajo llave y no podía salir en toalla para llegar a mi celular. Mis nervios aparecieron. "¿Qué harás, Mia?" asomé mi cabeza por la puerta y esperé encontrarme con alguien, pero estaba desierta esa área. — ¿Hola? ¿Hola? ¿Alguien que me ayude?—di un sobresalto al escuchar una voz femenina cerca, por el acento debía de ser.... ¿Cómo se llama? ¡Eloise!— ¿Eloise?—pregunté para confirmar.
Michael RedfordÁtico Redford, New York. Mia gritó de nuevo que la dejara bajar, pero lo hice hasta que llegué con ella a la cama y la puse con cuidado sobre ella. Me volví hacia la puerta, necesitaba tranquilizarme, lo que menos necesitaba en estos momentos era volverme loco, "Ella está bien, está sana y salva" el sentimiento que me había embargado al no saber si estaba bien, me había llevado a un nivel tóxico, y aquí estaba, intentando evitar que ella pusiera barreras entre nosotros, perder lo poco que habíamos llegado el uno con el otro, pero había llegado a la conclusión de que Mia había ocupado ese puesto que nunca nadie desbancó: Preocuparme por ella antes que por mí.— ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué actúas como un cavernícola?—me volví a ella furioso conmigo mismo, me pasé una mano por mi rostro y luego solté un largo y pesado suspiro, ella cambió su semblante al ver que no dije nada por un momento. — ¿Pasa algo malo?—se puso de pie de inmediato.—No. Pero no me gusta que estés
Michael RedfordCasino Redford, Atlantic CityHabía repasado una y otra vez el rechazo que hice hacia a Mia anoche. Por más que me tentó el deseo de hacerla mía, pude controlarlo. Estaba muy estresado y sé qué el tener la intimidad que tanto deseaba, me haría perder el control y perder el horizonte. Tenía que aprender que no todo el sexo arreglaba las cosas. Ahora, tenía que seguir la búsqueda de Nora. Habían encontrado una pista a las afueras de New York, es por eso que había dejado resguardada a Mia en el club, ya que si una vez entró a mi ático bajo toda esa seguridad, no quería imaginar ahora que la había aumentado y tenía más personal a nuestro alrededor. "Proteger a Mia" era lo que me repetía constantemente. — ¿Señor Redford?—me llamaron, cuando me volví de medio perfil con las manos dentro de mis bolsillos mientras estaba frente al ventanal que da al piso del casino. — ¿Necesita algo más?—preguntó Alek. —No, —luego recordé que algo me picaba de curiosidad, Alek ya se iba a re