Sin importarle la presencia de Leo, ni realizando un ardid para quitarlo del medio, Benjamin se dirigió a Emma.-¿Tuvo oportunidad de pensar en mi propuesta, señora Fritz?Ella arqueó las cejas.-Nunca la tomé en serio, señor Black. No volveré a casarme. Es una decisión ya tomada…Él la miró con lujuria.-Sin embargo, quisiera aclararle que sería un esposo bastante permisivo. Hasta le permitiría seguir con sus… aficiones. Después de todo, no soy un monje. No habría amor entre nosotros, sólo negocios… y sexo, por supuesto…-Creí que había sido clara al decirle que no…A escasos metros, Leonardo apretaba los dientes. Ese descarado de Black. Ni siquiera le importaba que él estuviera presente.-Sí… fue clara. Pero no estoy dispuesto a rendirme, al menos debería demostrarle algo de lo que puedo ofrecerle… por un lado, yo podría convencer a esos inversionistas, sólo están reticentes porque les sugerí tomarse un tiempo. Conmigo a su lado, seríamos imparables. Por el otro lado… -Benjamin se a
Leonardo estaba en el balcón de su habitación de hotel, observando con melancolía la noche londinense. Se sentía abrumado por sus propias acciones.Había caído como un principiante en la provocación de Black, perdiendo su compostura de caballero, y había arriesgado parte del sueño de la mujer que amaba… que además ya había demostrado que era perfectamente capaz de protegerse sola de ese tipo de sujetos, ricos y engreídos.No tenía poder físico, pero Emma había aprendido las herramientas para lidiar con hombres como ese durante mucho tiempo.Leo había actuado como si ella fuera de su propiedad, como si él fuera una bestia marcando territorio y como si ella fuera tan tonta como para enredarse con alguien como Benjamin Black, un hombre que, evidentemente, tampoco había sabido contenerse.El señor Ares sabía por experiencia propia lo tentadora que podía ser la cercanía con la señora Fritz, su aroma envolvente y sus movimientos gráciles pero cargados de la sensualidad de la experiencia.
La mañana siguiente en Londres era una mañana tan gris y neblinosa como el ánimo de Leonardo Ares y Emma Fritz al despertar, cada uno en su habitación y con el corazón sintiéndose pesado.Ella no había tenido ningún deseo de hablar con Clarisa, a pesar de que ésta última la acribilló a preguntas y se preocupó por el taciturno estado de su amiga. Lo único que le dijo Emma, al recibir de sus manos su café negro de cada mañana, fue:-Ya está hecho, Clari.La asistente entendió el mensaje críptico. Leonardo ahora conocía ahora el secreto que enfriaba el alma de esa mujer de corazón en apariencia congelado, y de momento, todo dependía de cómo él deseara seguir a partir de esta nueva sabiduría. Y el dolor de su querida "jefecita" también se le coló en las entrañas como un río frío.Si para ella misma era horrible recordar esos momentos, en que acudió al hospital en que la internaron, a velar su sueño mientras rogaba que se despertara, para Emma era desolador, sin importar cuántos años lle
Leonardo la miró con ese calor poderoso que la hacía sentir viva y menos quebrada, con ese calor con el que él la llenaba dejándola satisfecha y relajada. Se acercó a su oído para susurrar con su voz profunda, y logrando erizar la piel de Emma:-Sí. Lo de anoche no cambia cómo la deseo y necesito estar dentro de su tibieza, señora Fritz. Lo demás… ya lo iremos viendo, con el tiempo…De pronto, la cabina del avión era como estar en el interior de un volcán a punto de hacer erupción, y la urgencia los hizo sentirse ansiosos el uno del otro.Sin embargo, cuando él iba a proponer que se encerraran en el minúsculo baño a devorarse mutuamente, la señal de que estaban por aterrizar se encendió frente a ellos, mientras las azafatas se preparaban para el descenso.El fuego tendría que esperar.Al menos ahora, entre ellos ya no existía la barrera del secreto de Emma, ella no había perdido a su amante más preciado ni él había decidido dejar de demostrarle cuán poderoso podía ser su amor.Un amo
Leonardo entró a la habitación donde Emma ya lo esperaba hace algunos minutos. De hecho, en el aire a su alrededor ya se percibía su aroma inconfundible y sensual y eso lo encendió de inmediato. La luz de la suite era cálida y tenue, pero él ya había distinguido con facilidad su silueta de nácar recortada en la enorme cama, donde ella parecía diminuta pero luminosa. Él se acercó despacio pero a paso firme y se detuvo en el borde de la cama, observándola.Emma estaba recostada sobre uno de sus lados, con lencería roja, el cabello suelto como a él le gustaba, la cabeza sobre una de sus manos…-Buenas tardes, señora Fritz. -Buenas tardes, señor Ares… qué bueno que pudo venir.-¿Hay algún plan para hoy, señora?Ella le sonrió con una mirada misteriosa. -De hecho, aunque me tomé el atrevimiento de quitarme el vestido por mi cuenta y adelantarme a los hechos… hoy he decidido que usted será quien tiene el control…Esta vez, la propuesta lo tomó por sorpresa. Así que preguntó de nuevo, s
Emma lo miró con cautela, calculando su respuesta.Decidió que lo mejor, era la verdad.-Porque tengo miedo… he perdido lo que más amé de un modo cruel y violento… no soy tan fuerte como para sufrirlo de nuevo… Leonardo…Los ojos de Leo brillaron.-Yo también tengo miedo… nunca he amado así. Tengo miedo de cometer un error y que me alejes de tu vida…-Eso es imposible…-¿Por qué?-Porque ya no se puede… Tenemos una empresa juntos, un proyecto de beneficencia… nuestras vidas ya se entrelazaron… eso es… lo que me preocupa. Cuando encuentres el verdadero amor, y formes una familia… Estaré para verlo. Sola… y vacía.-¿Por qué sigues pensando que no eres suficiente, Emma? ¿Por qué piensas que un día buscaré a alguien más?Lo miró con esa mirada de lince que lo atravesaba hasta ver en él lo que ni el propio Leo tenía claro.-Porque es cierto… ¿Acaso no deseas tener hijos que se parezcan a tí? ¿Verlos crecer desde tu semilla? ¿Mirarte en ellos como en un espejo? Tienes corazón de padre, Leon
-Una, dos… las que quiera. Podría tener las que quisiera… Usted lo sabe… ¿o no?Leo la observó con un destello extraño.-¿Me está diciendo que no le molestaría?-¿A usted le molestaría si fuera al revés?Leo la aferró de la nuca y la acercó a su rostro haciéndola temblar.-Sabe que sí… me enceguecería la ira…-Pero así es nuestro trato…-Quiero cambiar los términos de nuestro trato…-¿No lo tienta la idea de acostarse con esas mujeres esculturales?-No. No sentí nada cerca de ellas. Nunca lo siento. En cambio…Leonardo la apretó a su cuerpo para que Emma lo sintiera. Para que percibiera cómo lo encendía.Ella musitó:-Pero… yo quiero que usted sea feliz… que disfrute su juventud y…-Y yo la quiero usted. Quiero que cambiemos, ahora mismo, las condiciones de nuestro acuerdo. No puedo ni imaginarla con otro hombre que me da una puntada en el pecho, señora Fritz.-¿Y qué acuerdo propone?-Si no quiere amarme, lo entiendo. Pero no puede impedir que yo la ame. Ni yo mismo puedo hacerlo. P
Hiro Yasuda inclinó levemente la cabeza en un gesto de saludo, y se sentó frente a ella, flanqueado por Yukio Mishima.-Gracias por recibirme sin cita previa, señora Fritz. Y a esta hora. Me temo que no me parecía prudente venir aquí cuando hay mucho movimiento de gente.-Lo entiendo… Bien, ¿Qué lo trae por mi empresa?Hiro sonrió con malicia. -Directo al grano, ¿eh?-Lamento si he sido descortés. Como dije, fue un día largo… ¿Desea que pida un poco de té? Estoy segura que tengo una reserva de gyokuro.El yacuza alzó las cejas.-No, pero se lo agradezco, la verdad es que también prefiero una visita breve.-De acuerdo… ¿entonces…?-Entonces… No nos hemos conocido en persona, pero estoy seguro de que sabe lo ligadas que están nuestras vidas desde hace muchos años.Ella cruzó los brazos y lo observó con mirada de hielo, haciendo una breve y estudiada pausa. Eso no le gustó en lo más mínimo al hombre frente a ella. No sólo porque era una pálida mujer con una fama poco honorable, si no p