Al día siguiente, el trabajo absorbió rápidamente a Leonardo. Emma llegó más tarde y con una expresión extraña en su rostro. Saludó como siempre y retomó sus obligaciones encerrada en su oficina.Aparentemente, tenía mucho en qué pensar.Aunque Leo se había resistido a la idea de mudarse a la enorme oficina que había sido de Aaron Stuart, sí que era necesario que contratara alguien que le ayudara en sus tareas, para no recargar siempre a la pobre Clarisa con las solicitudes tanto de la señora Fritz como de él.Así que, un poco a regañadientes ya que se había acostumbrado a la rutina del último año, hizo un llamado interno y externo para cubrir ese puesto.A la quinta entrevista, ya le dolía fuertemente la cabeza a causa de lo tedioso del asunto, la lectura de pesados currículos, y el perfume penetrante de algunas de las candidatas al puesto.Habría preferido que algún hombre se presentara, pero parecía que la mayoría consideraba que ese trabajo era propio de mujeres.La sexta candidat
Alexei se enrojeció. Era incapaz de mentirle.-Sí… recuerde que me propuse protegerla. No me he perdonado nunca por no haber asesinado a Karl con mis propias manos desde el primer momento en que vi las marcas que ese animal dejaba en su blanca piel.Un escalofrío recorrió la columna de Emma.Los recuerdos de las primeras veces que había tenido que frenar al enorme ruso, porque se arriesgaba a ir a la cárcel, la estremecieron. En ese entonces, ella no tenía el mismo poder que ahora, y habría sido terrible no poder defender adecuadamente a Alexei, que además había llegado hace poco al país, sin trabajo estable. Ella lo había ayudado a lo largo de los años, y sin duda había entre ellos una amistad singular.Junto con Clarisa, Alexei era el único que sabía todo de ella.-No vine para hablar de Karl. Vine a disculparme. O algo así. No he venido en muchos días y siento que eso está mal. Te aprecio mucho, Alexei. Eres y has sido un gran apoyo para mí. No desearía perder tu amistad…-Eso nun
Por fin la joven la miró.-Lo… lo siento, señora Fritz. -¿Está todo bien? Lamento de verdad esta situación… y que la afecte de este modo.-¡No! No fue eso… recordé… cosas…-No es necesario que me lo diga si no quiere. Pero si requiere el apoyo de alguna psicóloga, por algo de su pasado, puedo recomendarle a una…Se miraron a los ojos, y un rayo de comprensión y empatía las atravesó. Era como verse en un espejo.-Gracias, señora Fritz. Ya tengo una psicóloga desde hace casi tres años.-Entiendo…-Fue… por mi embarazo. No fue algo buscado… ni… consentido… Amo a mi hija, pero no ha sido fácil…La señora Fritz suspiró. Lo entendía. Por supuesto que entendía a la mujer frente a ella.-No se preocupe. No necesito saber más. Créame que la entiendo. Y espero que confíe en mí o en el señor Ares en caso de que la molesten. Como le dije, somos un equipo, tenemos mucho trabajo, y deseo que todo funcione a la perfección y nada ni nadie obstruya nuestra eficiencia. ¿De acuerdo?-De acuerdo, señora
Sin importarle la presencia de Leo, ni realizando un ardid para quitarlo del medio, Benjamin se dirigió a Emma.-¿Tuvo oportunidad de pensar en mi propuesta, señora Fritz?Ella arqueó las cejas.-Nunca la tomé en serio, señor Black. No volveré a casarme. Es una decisión ya tomada…Él la miró con lujuria.-Sin embargo, quisiera aclararle que sería un esposo bastante permisivo. Hasta le permitiría seguir con sus… aficiones. Después de todo, no soy un monje. No habría amor entre nosotros, sólo negocios… y sexo, por supuesto…-Creí que había sido clara al decirle que no…A escasos metros, Leonardo apretaba los dientes. Ese descarado de Black. Ni siquiera le importaba que él estuviera presente.-Sí… fue clara. Pero no estoy dispuesto a rendirme, al menos debería demostrarle algo de lo que puedo ofrecerle… por un lado, yo podría convencer a esos inversionistas, sólo están reticentes porque les sugerí tomarse un tiempo. Conmigo a su lado, seríamos imparables. Por el otro lado… -Benjamin se a
Leonardo estaba en el balcón de su habitación de hotel, observando con melancolía la noche londinense. Se sentía abrumado por sus propias acciones.Había caído como un principiante en la provocación de Black, perdiendo su compostura de caballero, y había arriesgado parte del sueño de la mujer que amaba… que además ya había demostrado que era perfectamente capaz de protegerse sola de ese tipo de sujetos, ricos y engreídos.No tenía poder físico, pero Emma había aprendido las herramientas para lidiar con hombres como ese durante mucho tiempo.Leo había actuado como si ella fuera de su propiedad, como si él fuera una bestia marcando territorio y como si ella fuera tan tonta como para enredarse con alguien como Benjamin Black, un hombre que, evidentemente, tampoco había sabido contenerse.El señor Ares sabía por experiencia propia lo tentadora que podía ser la cercanía con la señora Fritz, su aroma envolvente y sus movimientos gráciles pero cargados de la sensualidad de la experiencia.
La mañana siguiente en Londres era una mañana tan gris y neblinosa como el ánimo de Leonardo Ares y Emma Fritz al despertar, cada uno en su habitación y con el corazón sintiéndose pesado.Ella no había tenido ningún deseo de hablar con Clarisa, a pesar de que ésta última la acribilló a preguntas y se preocupó por el taciturno estado de su amiga. Lo único que le dijo Emma, al recibir de sus manos su café negro de cada mañana, fue:-Ya está hecho, Clari.La asistente entendió el mensaje críptico. Leonardo ahora conocía ahora el secreto que enfriaba el alma de esa mujer de corazón en apariencia congelado, y de momento, todo dependía de cómo él deseara seguir a partir de esta nueva sabiduría. Y el dolor de su querida "jefecita" también se le coló en las entrañas como un río frío.Si para ella misma era horrible recordar esos momentos, en que acudió al hospital en que la internaron, a velar su sueño mientras rogaba que se despertara, para Emma era desolador, sin importar cuántos años lle
Leonardo la miró con ese calor poderoso que la hacía sentir viva y menos quebrada, con ese calor con el que él la llenaba dejándola satisfecha y relajada. Se acercó a su oído para susurrar con su voz profunda, y logrando erizar la piel de Emma:-Sí. Lo de anoche no cambia cómo la deseo y necesito estar dentro de su tibieza, señora Fritz. Lo demás… ya lo iremos viendo, con el tiempo…De pronto, la cabina del avión era como estar en el interior de un volcán a punto de hacer erupción, y la urgencia los hizo sentirse ansiosos el uno del otro.Sin embargo, cuando él iba a proponer que se encerraran en el minúsculo baño a devorarse mutuamente, la señal de que estaban por aterrizar se encendió frente a ellos, mientras las azafatas se preparaban para el descenso.El fuego tendría que esperar.Al menos ahora, entre ellos ya no existía la barrera del secreto de Emma, ella no había perdido a su amante más preciado ni él había decidido dejar de demostrarle cuán poderoso podía ser su amor.Un amo
Leonardo entró a la habitación donde Emma ya lo esperaba hace algunos minutos. De hecho, en el aire a su alrededor ya se percibía su aroma inconfundible y sensual y eso lo encendió de inmediato. La luz de la suite era cálida y tenue, pero él ya había distinguido con facilidad su silueta de nácar recortada en la enorme cama, donde ella parecía diminuta pero luminosa. Él se acercó despacio pero a paso firme y se detuvo en el borde de la cama, observándola.Emma estaba recostada sobre uno de sus lados, con lencería roja, el cabello suelto como a él le gustaba, la cabeza sobre una de sus manos…-Buenas tardes, señora Fritz. -Buenas tardes, señor Ares… qué bueno que pudo venir.-¿Hay algún plan para hoy, señora?Ella le sonrió con una mirada misteriosa. -De hecho, aunque me tomé el atrevimiento de quitarme el vestido por mi cuenta y adelantarme a los hechos… hoy he decidido que usted será quien tiene el control…Esta vez, la propuesta lo tomó por sorpresa. Así que preguntó de nuevo, s