Él sonrió.-No se enoje conmigo, señora Fritz. Mi madre me obligó.-¿Su madre? Ella ni siquiera está aquí.-Así de poderosa es, señora.Emma no pudo contener una suave risa.-Usted es un descarado… ¿se puede saber cómo lo obligó Sara?Leo la miró divertido. Al menos la había hecho reír.-No es gracioso… resulta que le conté todo lo que pasó hoy. Y me dijo que de seguro usted no habría comido nada. Y tiene razón…Emma suspiró.-Tengo el estómago cerrado…-Por lo tanto, se puso a cocinar como si fuera el día del juicio final, y me obligó a decirle que usted, y Clarisa, fueran ahora mismo a casa a comer… o me castigaría.Ella sonrió. -Me temo que tendrá que soportar ese castigo…-Ni loco…-Pero no tengo hambre…-Tendrá que venir lo mismo. Si frente a los platillos de mi madre sigue sin apetito, se va a su casa y yo me salvo del castigo.La señora Fritz guardó silencio unos instantes. Después de ese día cargado de falsos afectos, le vendría bien el genuino bullicio de una cena con Sara,
Leonardo pensó unos instantes qué podía responder ante la insistencia de su madre.No era tan fácil para él, no suele ser un tema de conversación de madre e hijo, aunque ellos tenían mucha confianza desde hace años.Así que empezó por lo que tenía más claro:-Emma ha sido muy clara conmigo desde el principio, mamá. Fui yo quien le propuso este acuerdo que tenemos ahora. Así que lo que sucede entre nosotros es consensuado, y es mi idea. Ella no quiere una relación seria, ni casarse ni nada como tener una familia. Ya te comenté alguna vez que es una mujer… singular. Libre… no importan los motivos, que de seguro se esconden en su pasado. Importa que ella es así y decidí aceptarlo.Sara puso los ojos en blanco. -Eso lo sé. Lo entendí la primera vez que hablamos de ella. Que te atraía y que, según tú, sólo la deseabas. Ella es una "mujer de mundo", una empresaria y ustedes son dos adultos que por lo que veo ya están en esa fase… física… y espero que se estén cuidando si no van en serio…-
Leonardo llegó a la empresa, subió a su piso y, al recorrer el pasillo principal, se encontró con que Emma ya estaba en su oficina, con la puerta entreabierta y corriendo las cortinas del ventanal para dejar entrar la luz del sol.-Buenos días, señora Fritz. Ha llegado muy temprano hoy.Ella lo miró con una sonrisa limpia. Llevaba una camisa de un vivo color turquesa y una falda gris perla, como si deseara borrar el luto del día anterior. -Buenos días. Usted también llegó muy temprano… ¿A qué se debe? -Quería revisar bien los posibles puestos para el prometido de Susan, y supongo que tendremos que organizar una reunión con el directorio para comunicar lo sucedido con las acciones de Aaron Stuart.-Bien, tiene razón. Yo quería revisar las cosas en las que mi padre estuviera trabajando e ir a su oficina… pero no junté ánimo aún. Habría que reasignarle un puesto a su secretaria. Es una buena oficina… más amplia que la suya… ¿Le gustaría tomarla usted? También podría tener a su secretar
Había sido un estúpido. No quería saber.Bueno, sí que quería, pero Clarisa había tenido razón. Es el tipo de revelaciones que tendría que haber escuchado directamente de Emma.Ahora, además de amarla con más ardor, sabía de dónde provenía ese dolor tan grande que le nublaba los ojos con frecuencia y la empujaba a lugares oscuros de su alma.Esa sensación de vacío que parecía imposible de satisfacer.Karl la había golpeado antes de morir él mismo en un accidente, y eso la había hecho perder un hijo que deseaba a pesar de que esa basura fuera su padre.No podía imaginarse cómo sería vivir algo así.Pensar que alguna vez pensó que era una joven frágil. Cuán equivocado estaba.Por fortuna para Leonardo, tenían demasiado trabajo, y Emma prefirió revisar los asuntos pendientes de Aaron Stuart antes que asistir a la reunión de directorio donde él se encargó de notificar las novedades, ante las miradas de asombro de todos, por lo que no la vio cara a cara hasta después del almuerzo, que ell
Mientras tanto, Benjamin Black utilizaba sus recursos para averiguar más sobre Emma Fritz, algo que lo ayudara a convencerla de ser su mujer. Rayaba casi la obsesión. No estaba seguro de lo que buscaba… ¿un punto débil? ¿Un secreto del pasado? Lo que fuera, para lograr convencerla de que él era su mejor opción.Emma era, desde su punto de vista actual, todo lo que necesitaba para cumplir sus metas: una empresaria poderosa y gran aliada comercial, una mujer hermosa y joven y una amante experimentada, sensual y de mente abierta.El amor no entraba en esa ecuación. Y aún así, ella le había dicho que no, lo que sólo lograba que él la deseara más.¿Por qué una mujer como ella, fría y sin compromisos, se negaba a un convenio tan provechoso? Necesitaba saber eso, para atravesar esa barrera y lograr, finalmente, su objetivo. Se le ocurrió que podía indagar con sus amantes. El ruso, ese tal Alexei Leonov, no era opción. Parecía demasiado leal.Pero el otro, Omar… ese parecía más accesible
Leonardo estaba expectante por su supuesto castigo a manos de la mujer de hielo que lo encendía poderosamente. Lo estaba deseando ansiosamente. Sin embargo, ahora algo lo ponía demasiado nervioso, y era la incómoda idea de delatarse delante de la señora Fritz. Dejar entrever lo que sabía, lo que eso le hacía sentir.Temía que ella se diera cuenta que había indagado en su pasado, y había descubierto su secreto.Porque, casi con certeza, ese debía ser el secreto doloroso y misterioso de Emma… ¿o tendría otro más oculto?Ahora eso no importaba. Porque necesitaba dejar de pensar en el tema.Necesitaba, al menos por un tiempo, olvidarse de lo que sabía, al menos hasta que ella sintiera que podía confiar en él y contarle ese pasado que le dolía, con toda justificación. Necesitaba ser su apoyo, y que, algún día, lo amara como él la amaba a ella… o al menos, que le permitiera ser parte de su vida.Aunque ella no fuera capaz de amar, Leonardo la quería junto a él.Se concentró durante horas
Era ella. Emma parecía emanar un aire helado y su piel se volvía translúcida. Era casi sobrenatural.No pudo soportarlo más.Se inclinó para tomarla de la mano y ella sintió el calor que brotaba de ese contacto.Lo miró a los ojos.Algo sentía por ese hombre que la amaba.Que la acompañaba y cuidaba a su modo en ese mundo de tiburones implacables.Pero no podía dejar salir esos sentimientos.Leonardo Ares era demasiado para ella. Un día, él desearía más, y Emma no podría dárselo.Por eso, eran emociones para las que no habría lugar.Las cortaría de raíz. Sin embargo, ese fuego…Ese calor limpio, que la revivía, eso sí lo admitiría.-Señora… lo siento. Nadie debería vivir algo así. Lamento haberla forzado a rememorarlo… Espero que pueda perdonarme…-No se preocupe. No me ha forzado a nada. No hay día que no recuerde a mi hijo, señor Ares. Hoy simplemente se adelantó unas horas... No tengo nada que perdonar, entiendo que lo suyo es interés real, y no curiosidad morbosa. Le pediré, sin
Los ojos de él eran brasas encendidas, cargadas de nublado deseo.Todo esto era excitante, pero desesperante.Deseaba a la misma vez que lo repitieran otro día… y que nunca volviera a pasar. Era casi doloroso… y ella, haciéndose con todo el control, parecía disfrutarlo.Claro que lo disfrutaba.Él era su premio, su presa, en un mundo en el que solía ser al revés, en el que los más fuertes se imponían. Ahora no. Ella lo torturaría otro poco, aunque dándole placer.Se aferró al calor.Al fuego.A esa magia que eran dos cuerpos entregados al placer.A eso que tanto disfrutaba y que muchos reprochaban.El baile de fuego entre Leonardo y Emma era intenso, lleno de un poder que los envolvía y los hacía perderse de sí mismos.Era justo lo que necesitaban para olvidarse del peso del mundo del afuera.Sacudirse de los prejuicios, de los recuerdos grises, del entorno cruel de los negocios, las intrigas y las envidias.Desde que estaban juntos como amantes, los rumores, intensificados, llegaban