El infame vicio del juego había obligado a Aaron Stuart a endeudarse con algunas personas poco confiables pero, sobre todo, poco pacientes. El matrimonio de Emma y Karl le había dado realmente un respiro durante un tiempo prudencial, pero cuando su flamante yerno murió en aquel accidente, y su hija tomó él control de ambas empresas, como única heredera, fusionándolas para crear Old Tree y sacándola a flote con una maestría que él no había tenido nunca, ya no tuvo la inyección de capital a su disposición. A pesar de sus intentos, no logró ser nunca quien la controlara. La joven era menos voluble de lo que había creído en su desconocimiento de su propia sangre.Y nunca lo reconocería, pero Emma era brillante en los negocios, cualidad que él nunca tuvo, a pesar de cuánto se hubiera ocupado de ensuciar su reputación con el asunto de los amantes y la promiscuidad. Los demás empresarios del medio la respetaban, aún más de lo que lo respetaban a él, y la admiraban secretamente por ser tan há
Algunos pocos días más tarde, Leonardo, Emma y Clarisa viajaban por fin a Londres, en primera clase, para concretar el comienzo de su relación empresarial con Black Ind. Y empezar una nueva etapa en la vida de todos.Durante los días anteriores al viaje, fue bastante evidente para Aaron Stuart que la relación que tenía su débil y volátil hija con el joven señor Ares había trascendido ahora al plano físico. El imponente hombre se comportaba bastante posesivo en presencia de Emma, posaba como con descuido una mano en la espalda u hombro de ella durante algunas de las reuniones o cuando caminaban uno cerca del otro, podía ver a la joven sonrojarse y acalorarse ante el contacto.Por supuesto, no fue el único en la empresa que notó el interesante cambio. Frederick Meyer estaba atravesado por sentimientos encontrados, aunque prefería cerca de Emma a un hombre como el señor Ares, le disgustaba pensar en ellos juntos. Aún así, si el joven era lo suficientemente inteligente, usaría a la muje
Leonardo clavó unos ojos oscurecidos por el deseo en Emma. Parecía una fantasía incómoda, pero realmente la idea de "desestresarse" junto a ella en un baño de avión, no lucía como una mala idea en ese momento. De verdad el vuelo y la importancia del viaje lo tenían bastante nervioso. Así que le sonrió seductoramente y le respondió con un grave susurro:-Me encantaría, señora Fritz. Emma se puso de pie enseguida, llena de una nueva necesidad, lo tomó de la mano y lo arrastró con una urgencia insólita. Necesitaba borrar con ese hombre el incómodo recuerdo que la había hecho sentir un frío mortal.Necesitaba sentirse viva porque así estaba. Viva y ardiente.Los muertos estaban en el pasado y aquí no la alcanzarían. Ella había sobrevivido y necesitaba recordarlo, aunque una parte de ella hubiera perecido ese día.Necesitaba que el calor la quemara por dentro, trayéndola al presente, y para eso estaba él. Leonardo Ares, su salvavidas en este viaje lleno de ansiedades nuevas.Se colaro
Una vez en Londres, fueron al hotel que tenían todos reservado, tres habitaciones, antes de su reunión en las oficinas centrales de Black Ind. El fogoso encuentro en el pequeño baño de avión, había logrado diluir sus nervios previos a la firma del acuerdo, y Emma se sentía capaz de comerse el mundo y lograr incluso una expansión mayor a la que había soñado cuando por fin tomó el mando de las empresas de su marido y del inútil de su padre.Hacía años que ella no se sentía tan feliz y satisfecha, por lo que ahora se obligó a no pensar en nada de su pasado, nada de todo lo oscuro que había vivido para llegar hasta aquí. Tenía que concentrarse en el presente, en lo que ese día pasaría.Se dio un baño tibio y relajante, recordando con una sonrisa el origen de este sudor y este aroma que se le había adherido, recorriéndose lentamente con sus manos y se vistió discreta pero elegantemente, como siempre. Nunca había sido una mujer ostentosa.Cuando se miró al espejo, se sintió satisfecha con
Cuando Emma regresó al salón del señor Black, le extrañó notar que Leonardo no había vuelto, y allí sólo estaba Benjamin, con toda su seductora humanidad desplegada ante ella. De todos modos, y aunque algo incómoda por la extraña situación, se sentó en su lugar: Ben en la cabecera de la mesa y Emma a su derecha.La mesa ya había sido despejada y sólo había sobre ella algunas botellas para preparar tragos. Uno de los empleados de Black esperaba órdenes.-¿Qué le gustaría tomar, señora Fritz?Ella inspeccionó las botellas atentamente, hasta que vio una que la hizo sonreír por el brillo de un recuerdo.-Sólo vodka, gracias. El "bartender" sirvió el pequeño vaso, algo sorprendido. Había imaginado que le solicitarían algo dulce.Benjamin pidió whisky y lo despidió con la mano.Ambos tomaron un pequeño sorbo, estudiándose. Emma cruzó las piernas y espero, echando una última mirada a la entrada del salón, esperando el regreso de Leo.El señor Black la miraba con intensidad. Luego se apoyó
Emma estaba abrumada por la fuerza que él exhibía, la intensidad con la que la deseaba, y lo dejó hacer a sus anchas. Lo estaba disfrutando, aunque fuera consciente de que se trataba de un impulso posesivo del señor Ares.Se aferró a su cabello para besarlo, su suave cabello negro, y Leonardo aumentó la potencia y la velocidad al sentir su sabor.Era demasiado explosivo para que ella se contuviera: la fricción rápida, la excitación contenida de la noche… Emma estalló en miles de gotas, mirándolo a los ojos, y Leo sonreía aún firme, porque tenía mucho más para darle antes del final.-¿Estás bien, Emma? ¿Sigo?Ella lo iba a reprender por la confianza… pero en lugar de eso musitó mientras asentía:-Sí… Con fuerza, Leonardo.Él pareció rugir un poco cuando arremetió en oleadas, con colisiones profundas, observándose a sí mismo mientras entraba y salía de esa cavidad de la que escurría suave savia.Usó también sus dedos, aferrado a esas caderas como si se le fuera la vida en ello, como si
Las negociaciones en París salieron aún mejor de lo que habían esperado, ya que un importante empresario alemán los invitó a su sede en Berlín, haciendo que la expansión fuera aún mayor, ya que de Alemania pasaron a Suiza. Y aunque terminaron absolutamente agotados por el trabajo, estaban orgullosos de lo que al fin habían logrado.Con esa colección de éxitos a cuestas, regresaron a casa, y se tomaron algunos días de descanso que todos aprovecharon bien.Sin embargo, el descanso de Emma terminó antes de lo previsto, con la sorpresiva visita de su padre, Aaron Stuart. Ella lo atendió de pie, en la puerta del edificio en que estaba su departamento, bloqueándole la entrada, con su jefe de seguridad a escasos metros, por si el hombre intentaba ingresar.Se cruzó de brazos y lo miró con desprecio.-Sabes que no eres bienvenido en mi casa. Preferiría que llamaras por teléfono… ¿Qué quieres?Su padre la observó indolente.-Esto es importante, no se puede tratar por teléfono.-Si es de trab
Realmente, Emma era una mujer singular. Tenía tantos matices que era imposible para él no sentirse atraído como si gravitara alrededor de su cuerpo.Lo había deslumbrado desde el primer día.Ahora, simplemente confirmaba sus primeras impresiones.La observó con detenimiento antes de hablar:-Déjeme entender lo que me ha dicho, señora Fritz. Usted le ha dado dinero, durante años, a la amante de su marido, que tiene un hijo. Y ahora, además, quiere darle trabajo a su prometido para cuidarla de sí misma y preservar al niño…Ella lo miró algo sorprendida por el extraño resumen, buscando atisbos de sarcasmo en él y sonrió con cansancio.-Dicho así, suena como que soy una estúpida… ¿no?Leo negó enfáticamente con la cabeza.-No, claro que no. No pensaría nunca eso de usted. Sólo me sorprende tanta empatía con la amante de su marido fallecido…Emma se estremeció al recordar a ese hombre siniestro. -Es que, si usted hubiera visto el tipo de hombre que era Karl… Además, el niño… ¿Qué culpa t