Nuevos compañeros

Una vez que llegamos a casa, Fuser me derribó de la emoción. Sólo había estado fuera cuatro días y mi perro ya se comportaba así. Lo que más nos costó del viaje fue desarmar los bolsos y guardar todo en el lavadero, en el armario.

El loft estaba igual que siempre, parecía que esos días en los que nos alejamos de todo y de todos hubieran sido en realidad treinta años. Me sentía cansada y con ganas de dormir, pero antes había algo mucho más importante: La voz misteriosa.

Aren me hizo pasar al dormitorio que compartía con Ayaka, abrió su computadora y seleccionó los archivos que iba a escuchar; me pasó sus cascos.

—Este es el audio original que me pasaste —dijo y lo reprodujo, ahí estaba esa voz de nuevo, luego seleccionó el otro archivo—. Y esta es la voz decodificada.

Al escuchar la voz la encontré extrañamente familiar… demasiado familiar. Ese acento tan marcado… lo había escuchado antes pero no podía recordar dónde o en qué momento. Era una mujer y hablaba bastante extraño. Reproduje
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