CAPÍTULO 4

Fuimos a las calles de las sinagogas después de eso, y vimos algunas, entre ellas la sinagoga de Massat Nahom, que era la más importante.

No dejé de sonreír en toda la tarde, haciendo fotos a todo, sin parar, mientras él hablaba sobre lo agradable que había sido la comida y la historia de la ciudad.

Me compré una cinta en el mercado y la anudé a mi cabello, provocando que él se quedase maravillado al verme.

  • Pareces árabe – aseguró, sin dejar de mirarme, mientras me arrebataba la cámara de las manos y me hacía una foto tras otra. Sonreí e intenté quitársela, pero él no dejó que lo hiciese en ningún momento – posa para mí – rogó, con una enorme sonrisa en el rostro.

Me toqué el cuello, avergonzada, sintiendo como la brisa acariciaba mi rostro y echaba mi cabello hacia atrás, para luego bajar la cabeza y mirar hacia abajo, notando como él me hacía la foto de perfil.

Eché la cabeza hacia atrás y me abracé a mí misma, con los ojos cerrados, escuchando de nuevo la cámara.

Me agarré el cabello con ambas manos y miré hacia él, sonriendo pausadamente, admirando como el volvía a disparar.

  • Eres preciosa – admitió, provocando que me tapase la cara con las manos, algo tímida y riese de aquello – no estamos lejos de la playa, ¿te gustaría verla? – preguntó, mientras yo negaba con la cabeza.
  • La playa me trae malos recuerdos – aseguré, al recordar la primera vez que vi a Jairo, pescando junto a sus amigos, en la orilla de la playa de tarifa.
  • Si tienes malos recuerdos sobre un lugar, sólo tienes que construir otros aún mejores – admitió, provocando que mirase hacia él, sorprendida por sus palabras, pues tenía razón.
  • Además, se hace tarde – le dije – debería volver al hotel, le prometí a mi amiga que la llamaría antes de la cena.
  • Te llevaré al hotel – añadió, algo desilusionado, mientras me devolvía la cámara y comenzaba a caminar hacia la medina, de nuevo.
  • ¿vives lejos? – pregunté, por aquellas estrechas calles.
  • Vivo cerca del hotel – respondió, con tranquilidad.
  • ¿cómo sabes en qué hotel me hospedo? – pregunté con curiosidad, pues yo no recordaba habérselo dicho.
  • Te he estado observando – aclaró, con calma, mientras y le agarraba de la mano y me detenía, pues quería saber cuál era la razón de aquello. Me miró aterrado, echándose atrás, para alejarse de mi agarre, como si le asustase la idea de mantener el contacto con una extranjera.
  • Lo siento – me disculpé, bajando la mirada, avergonzada, pues en ningún momento había querido intimidarle.
  • Las mujeres no suelen tocarme sin permiso – explicó, quitándole importancia al asunto, para luego seguir caminando hacia el hotel – te seguí hasta el hotel, porque después de verte en el mercado quería saber más de ti.
  • Mi nombre es Aurora – le dije, intentando parecer amable, pues quería contarle más sobre mí, al igual que yo también quería saber más de él.

Se dio la vuelta para mirarme, mientras yo me percataba de que estábamos en frente del hotel.

  • Aurora… - repitió, sin dejar de observarme, provocando que dejase de prestar atención a la gente que entraba en el hotel y mirase hacia él.
  • ¿y el tuyo? – pregunté con curiosidad, haciendo que él sonriese al escucharme preguntar aquello.
  • Alî – respondió, mientras yo sonreía al darme cuenta de que aquel nombre me sonaba.
  • ¿cómo el de la película? – pregunté, haciendo que él me mirase sin comprender – la película de Aladín y el genio de la lámpara.

Rió ante aquella comparación, sin poder evitarlo, haciendo que yo quedase cautiva por el sonido que producían sus cuerdas vocales al retumbar en su garganta. Pareció darse cuenta de que mi mirada había cambiado, porque dejó de reírse, y miró hacia mí con calma, mientras levantaba la comisura de los labios, dibujando una tenue sonrisa hacia mí, provocando que yo lo hiciese también.

  • Es tarde – dijo de pronto, bajando la mirada, con tosquedad – deberías entrar.
  • Gracias por el día de hoy – agradecí, para luego darme la vuelta, con la intención de marcharme, pero él habló antes de que lo hubiese hecho.
  • ¿te gustaría conocer la otra parte de la ciudad? – preguntó, provocando que mirase hacia él de nuevo – podría llevarte.
  • Me encantaría – aseguré, dirigiéndole una gran sonrisa.
  • Te recogeré aquí, mañana a las nueve – alegó, para luego darse la vuelta y caminar de nuevo hacia el centro de la ciudad.

Cuando entré en la recepción había una personita esperándome allí, lo que provocó que me quedase totalmente estupefacta al verla allí de pie, frente a mí.

  • ¿Bárbara? – Pregunté, sin apenas creer lo que veían mis ojos.
  • Encontré un vuelo para esta mañana, sucedió de pronto, había pocas plazas y estaban tiradas de precio, así que no pude avisarte. Acabo de llegar, y parece que el hotel está a reventar y no hay habitaciones libres.
  • Podemos compartir habitación – le animé – la habitación es enorme, y podemos compartir la cama de matrimonio.
  • No creo que la señorita de ahí – dijo señalando hacia la recepcionista – nos deje.
  • Tengo una idea – añadí, caminado hacia el mostrador – sígueme la corriente – susurré, antes de llegar – hola – saludé a la muchacha que sonreía hacia mí con una hermosa sonrisa – verá, mi novia acaba de llegar, olvidé decir ayer que ella vendría y …
  • ¿es su pareja? – preguntó, con ojos como platos.
  • Si – aseguré, mientras la cogía de la cintura y la atraía hacia mí – me preguntaba si podría quedarse en la habitación conmigo, puesto que la habitación es de matrimonio y …
  • Claro, por supuesto, no habría ningún problema – aseguró la muchacha, mientras Bárbara la miraba, sorprendida, pues con ella había sido demasiado estúpida, y conmigo parecía ser totalmente diferente – tan sólo necesito su dni para hacerle una copia y guardarla en el fichero – pidió hacia mi amiga.

Caminamos hacia la habitación mientras Bárbara no dejaba de elogiar mis ocurrencias, riendo sin parar al recordar la cara de la recepcionista.

  • Por cierto – comenzó, cuando hubimos entrado en la habitación, dejando la maleta junto a la cama – hablé con Jakim, me dijo que visitasteis la ciudad sin mí – se quejó, molesta.
  • No te preocupes – la calmé – estoy segura de que no le importará mostrártela de nuevo.
  • ¿y tú? – preguntó con curiosidad - ¿Qué vas a hacer tú?
  • No te preocupes por mí – le calmé, mientras pensaba, por primera vez desde que había llegado al hotel, en él, Alî era su nombre – tengo planes para mañana, voy a visitar la ciudad nueva.

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