Al día siguiente, salí con Bárbara del hotel, directa hacia el mercado de las babuchas, donde habíamos quedado con Jakim. Aunque, yo había decidido quedarme poco tiempo con ellos, pues no quería volver a ir a la playa, y allí es a donde se dirigían aquellos dos.
Me despedí de ellos, para luego pararme en un puesto de pendientes, había unos realmente preciosos, pero pronto olvidé aquello…
Bajé al mercado justo después de desayunar, una parte de mí deseaba volver a encontrarse con aquel hombre, pero la otra seguía los consejos de Jakim sobre que él era peligroso, y evitaba los callejones desiertos.Me paré en el puesto de la otra vez y me compré el pañuelo en todo turquesa, pues hacía un calor terrible y me dolía la cabeza de sentir el sol pegando sobre mi cabeza directamente. Me coloqué el pañuelo sobre la cabeza con la ayuda del tendero, que me aconsejaba de colocarlo como si fuese una mujer musulmana, aseguraba que tendría menos problemas si me hacía pasar por una mujer de la ciudad.De nuevo, me sentía observada, pero nada sucedió aquella mañana, nada importante, fui a hacer un poco de turismo junto a Jakim y Bárbara.Nos levantamos del
Le abofeteé tan pronto como escuché aquello, dolida por darme cuenta de que tal y cómo había esperado todo había sido un montaje, todo había sido premeditado, había sido mentira.Me miró molesto, agarrándome con fuerza del brazo, mientras tiraba del pañuelo que tapaba mi cabello con su mano libre, de malas maneras, quitándomelo y tirándolo al suelo.Tiró de mi mano y me condujo hacia una habitación de matrimonio, bastante desordenada y con un olor muy peculiar a cuero.Descansa – ordenó, soltándome la mano, mirando hacia el suelo – va a ser un día largo.No voy a quedarme aquí ni un minuto más – le espeté, molesta – no quiero estar lado de un manipulador como tú por mucho más tiempo. Llamar
Me sentía totalmente perdido, no tenía ni idea de por qué lo había hecho, pero la deseaba demasiado como para poder controlarme a mí mismo.La apoyé en el suelo y le acaricié el rostro, despacio, sin dejar de mirarla. Pues lo cierto es que, aunque sabía que aquello era un error, no estaba arrepentido.Dime que no me estoy equivocando contigo – rogó, provocando que dejase de acariciarla y mirase hacia sus ojos, al mismo tiempo que negaba con la cabeza.Soy un contrabandista – aseguré, provocando que ella cambiase su mirada, parecía defraudada – pero cuando estoy contigo… - comencé, sin saber exactamente como decir aquello – … dejo de serlo.¿qué es exactamente lo que quiere decir eso? – preguntó ella, confusa, mientra
Llevaba tres días vigilando el hotel, pero no parecía que ningún extranjero saliese de él, tan sólo lo hacían los procedentes de otra parte del país.Ya casi había perdido la esperanza de verla, aunque lo cierto era que aún no sabía bien qué hacía allí, sabía que si Hammed se enterase de que tenía el más mínimo interés en ella todo se iría al demonio, pero necesitaba saber que ella estaba bien, que no había llamado a su padre, que el transporte seguía en pie, pero, sobre todo, necesitaba verla.Salió del hotel con aquel pañuelo turquesa sobre su cabeza, y un largo vestido negro hasta los pies, seguida por la que parecía ser su amiga. Me escondí jus
Después de aquel día todo se intensificó un poco más, aquel sentimiento que ambos sentíamos cuando estábamos juntos, cuando nos entregábamos a aquella pasión.Mentía a mis amigos para escabullirme hacia la medina, me escapaba a su casa y me entregaba a él, entregaba mi cuerpo a aquel hombre sin pensar en nada más, sin pensar en que en tan sólo unos días me marcharía a España y no volvería a verle jamás.Apenas hablábamos demasiado sobre lo que sentíamos, sobre la situación o sobre nada importante en realidad, tan sólo hablábamos de cosas mundanas, de nuestra vida antes de conocernos y de nuestra familia.El día anterior había sido maravilloso, me había llevado al mirador y me había hecho
Casi una hora después ella había dejado de llorar, parecía encontrarse demasiado débil para impedir que limpiase sus lágrimas y la acostase en la cama.Descansa – rogué, apenado, mientras tapaba su cuerpo con una fina colcha, sin dejar de mirarla.Me levanté de la cama y acaricié con la yema de sus dedos su rostro, aterrado de no volver a verlo jamás.Dejé caer mi mano tan pronto como me percaté de que debía marcharme y dejarla ir, a pensar que eso me rompiese el alma, no podía aferrarme a ella, a pesar de que sabía que eso me destrozaría. Ella no se merecía a alguien como yo a su lado, merecía mucho más.Siempre lo supe, ella era una persona tan pura… tan inocente, no merecía que nadie la hiciese ll
Cuando Bárbara volvió al hotel intenté hacer como si nada sucediese, me costó más de lo que pensé, pero ella no pareció percatarse de nada, parecía absorta en sus pensamientos. No dejaba de hablar sobre lo mucho que iba a añorar a Jakim.Aquella tarde, cuando casi había anochecido salí del hotel, pues necesitaba despejarme un poco, despedirme de aquel bello lugar, aquella hermosa ciudad que tan buenos y malos recuerdos me había traído.Caminé por la medina, adentrándome más y más, sin apenas darme cuenta de a dónde me dirigía, absorta en mis pensamientos sobre él, sobre mí, sobre aquella mentira que no había sido real.¿por qué estás aquí? – Preguntó una voz frente a m
Su vuelta a casa fue un verdadero infierno para mí, no podía sacarla de mi cabeza, ni siquiera cuando estaba con otras mujeres, ni siquiera cuando intentaba retomar mi vida. Parecía que había causado un caos en mi interior, parecía imposible reponerme después de haberla perdido.Aneesa estaba sobre mí, en mi habitación, en mi cama, dándome placer, o al menos esa era la idea, porque no podía sentir absolutamente nada.La eché a un lado antes de que hubiese terminado, agarré un par de billetes de la mesilla de noche y se los tiré a la cara, mientras ella me miraba sin comprender.Vete – le espeté, molesto, como si ella tuviese la culpa de aquello, levantándome de la cama para vestirme con una túnica, sin tan siquiera poner demasiado empeño en ello.