Me desperté en mitad de la noche, con una fuerte punzada de hambre, apenas había almorzado, y después de visitar su casa, no me había dado tiempo a volver a comer.
Me acerqué al filo de la cama y volví la cabeza para mirarle, de nuevo estaba hermoso, durmiendo sobre su cama de aquella manera. Sonreí al verle allí, junto a mí, pero perdí la sonrisa tan pronto como me di cuenta de que él no era mío, tan sólo estábamos cometiendo equivocaciones, porque aquello nunca podrí funcionar.
Recogí la ropa del suelo y me vestí con ella, apresuradamente, y sin que él pudiese hacer nada, salí de la habitación, caminando a paso ligero hacia recepción, para luego dirigirme hacia casa.
Aquello había sido un error, una equivocación, y parecía que
Cuando desperté aquella mañana, él se encontraba junto a mí, acariciándome el ombligo con la yema de sus dedos. Haciéndome comprender que de nuevo habíamos vuelto a acostarnos.Me levanté de la cama, enfadada conmigo misma, y empecé a vestirme con rapidez, provocando que él lo hiciese también.Esto no puede volver repetirse – le espeté, molesta, frente a él, que me impedía caminar hacia la puerta de su habitación - ¡por dios santo! Eres el hombre que me engañó, que me usó sólo para conseguir… - pero me detuve al sentir su mirada sobre mis labios – deja de mirarme así – le imploré.Me besó de nuevo, provocando que me olvidase de todo, de nuevo, y me aferrase a sus labios.Me quit
Después de aquel día la frecuentaba a diario, y no había vuelto a decirme nada sobre que la usaba o la engañaba.Me enseñó el pueblo entero y no dejaba de sonreír cada vez que estábamos juntos, era como si el tiempo no hubiese pasado, como si nunca se hubiese enterado de mis malas intenciones, como sí…Nos acostábamos todos los días, en mi hotel, y ella solía abrazarme después de hacerlo, como si tuviese miedo de perderme.Aquel día discutía por teléfono con mi primo…¿estás empezando a caer en tu propia mentira? – preguntaba él, molesto, justo después de que le dijese que aún era pronto para volver a Tánger, que quería quedarme un poco más al lado de Aurora - ¿o es que te has enamorado de
Mi padre me llamó esa semana, para indicarme que se quedaría en Granada tan pronto como entregase la mercancía, pues apenas había descansado durante el viaje.Y esa misma mañana, cuando preparaba la maleta para mi viaje la policía llamó a mi teléfono.Tenemos indicios para pensar que Abdul Ali, el contrabandista más respetado de Tánger ha contactado con usted – comenzaba una mujer policía, mientras yo tragaba saliva, aterrorizada – ese tipo es peligroso, sabemos qué hará cualquier cosa para conseguir lo que se propone. Intenta colocar droga en nuestro país. Le rogamos que si el sujeto vuelve a ponerse en contacto con usted nos avise de inmediato.Temí por mi vida y por la de mi padre en ese justo instante. Salí a la calle, y corr&i
CAPÍTULO 23No llevábamos más de diez minutos en la carretera cuando Ali habló, asustándome con ello.Hay un coche siguiéndonos desde hace un rato – aclaró, haciendo que mirase hacia atrás, percatándome de que tenía razón, hacía ya largo tiempo que había visto a ese coche y de nuevo volvía a estar ahí – no te preocupes, no te harán nada.¿y a ti? – pregunté, mientras él negaba con la cabeza, intentando calmarme.En 15 minutos llegaremosÉl puso la radio, intentando que mi miedo se marchase, que me calmase, y luego me agarró de la mano, intentando transmitirme paz, y por largo rato ninguno de los dos hablamos, hasta que yo ya no pude soportarlo más.Pa
La iglesia estaba preciosa aquel día, estaba adornada con miles de flores blancas y un largo velo a cada lado, del mismo tono, rodeando las banquetas donde los feligreses estaban sentados. Todos y cada uno de ellos estaban allí, todos eran conocidos y amigos, todos esperaban con ilusión aquel momento, el momento donde dos personas que se amaban se unieran en matrimonio.Al final de la alfombra roja, frente al altar, una muchacha vestida de novia se encontraba, llevaba un vestido hermoso, de mandas cortas, pero no llevaba velo, era algo que solía odiar.El sacerdote comenzaba a impacientarse, al igual que la novia y los invitados, hacía más de media hora que él novio debería de haber llegado, pero aún no estaba allí. Tan sólo esperaba que Jairo no me hubiese dejado plantada en el altar, porque sí, aquella novia que esperaba para casarse, era yo.El murm
CAPÍTULO 1Volví a casa casi 6 horas después, cuando parecía que mis lágrimas se habían secado del todo, ya no podía echar ni una sola lágrima más, me quité el vestido y lo metí en la lavadora, para luego ponerme a recoger aquel desastre.Metía todas las cosas de la boda en cajas, nuestras fotos, su ropa, nuestros sueños, nuestros viajes, nuestra … acababa de percatarme de algo, el sobre con los billetes que habíamos comprado para Marrakech aún estaban allí, sobre la mesa, justo donde los había puesto la noche anterior.Miré hacia la puerta, pues Bárbara acababa de entrar por ella, la ignoré, mientras continuaba guardando cosas en cajas, al mismo tiempo que ella llegaba hasta mí.Se marchó esta mañana – comenzó, dolida y arrepentida de traerme malas noticias
Tras dejarle una carta a mi padre en su oficina, me marché a Tánger, el vuelo fue largo y aburrido, ni siquiera nos pusieron un almuerzo agradable, y las azafatas no paraban de hablar en árabe todo el tiempo. El vuelo era directo, cosa que me pareció extrañísima, pues el que nos habían conseguido a Jairo y a mí hacía como mínimo dos paradas.Descansaba calmadamente sobre el respaldar de mi asiento, casi me había quedado dormida, cuando un joven derramó su agua sobre mí, disculpándose una y otra vez.Oh señorita – comenzó, el joven que estaba sentado a mi lado, el mismo que había logrado tal desastre – yo sentir mucho esto – hablaba, como si no supiese bien como conjugar las palabras en español, parecía extranjero.No se preocupe – ase
Aquella mañana, caminaba por el abarrotado mercado de babuchas, admirando la inmensidad y modelos diferentes de aquellas zapatillas que la gente de aquel lugar solía usar. Las había más tradicionales y otras súper modernas con miles de lentejuelas y brillos por todas partes.Me detuve frente a un puesto, que además también tenía pañuelos, observando con detenimiento uno en tono turquesa con margaritas que era sencillamente precioso, sintiendo una extraña sensación en la nuca, cómo si alguien me vigilase.Sucedió entonces, sentí un tirón en mi bolso, y observé como un pequeño niño de no más de diez años, se escabullía por el mercado con mi bolso en la mano.Eh, tú – llamé hacia el niño, provocando que este comenzase a correr cada vez más y más r