Tras dejarle una carta a mi padre en su oficina, me marché a Tánger, el vuelo fue largo y aburrido, ni siquiera nos pusieron un almuerzo agradable, y las azafatas no paraban de hablar en árabe todo el tiempo. El vuelo era directo, cosa que me pareció extrañísima, pues el que nos habían conseguido a Jairo y a mí hacía como mínimo dos paradas.
Descansaba calmadamente sobre el respaldar de mi asiento, casi me había quedado dormida, cuando un joven derramó su agua sobre mí, disculpándose una y otra vez.
No dejé de hablar con él en todo el viaje, aunque quedaba poco por llegar, me lo pasé realmente bien con él. No dejaba de contarme detalles sobre su vida: trabajaba en Cádiz, aunque no entendía aun bien a qué se dedicaba, habló de un transporte, de mercancía, pero no entendía bien lo que quería decir con aquello. Vivía en un pueblo a las afueras, pero su empresa estaba en la capital, así que siempre cogía aquel vuelo. Tenía muchos amigos y era una persona muy bien relacionada. Yo le hablé de mi padre, del camión, y no me extendí mucha más, le dije que iba a la ciudad de vacaciones y a él pareció gustarle aquello, dijo que era una ciudad preciosa para turistas, pero que tenía que ser cuidadosa.
Cuando llegamos me despedí de él y continué mi camino hacia el taxi que me llevaría al hotel.
La habitación que me habían dado era hermosa y parecía ser bastante lujosa, estaba en uno de los barrios más ricos de la ciudad, y las vistas daban a la piscina.
Lo primero que hice nada más llegar fue llamar a Bárbara por Skype, para indicarle que había llegado bien. Estuvimos hablando largo rato sobre mi padre, que había vuelto y se había puesto como loco al enterarse de que había venido a aquel país tan peligroso completamente sola.
Cuando terminé mi charla con ella, y sin siquiera haber deshecho las maletas me marché a inspeccionar la ciudad, tenía muchas ganas de ir a conocer la gran mezquita y los miles de lugares, que Hammed, el señor del avión, me había recomendado que visitase.
Los recepcionistas del hotel me ayudaron mucho, rodeando los lugares a visitar en el mapa, dándome indicaciones para que llegase sin problemas.
Me quedé enamorada de aquel lugar, de sus calles, de sus gentes, del turismo, de todo en realidad. No dejaba de mirar hacia todas partes, maravillada.
Paseé por la medina, admirando la pobreza de sus calles, y las gentes tapadas hasta arriba como era costumbre en aquel país. Estaba formada por infinidad de callejuelas, repletas de bazares, cafetines y tiendas de productos locales. Era casi como un laberinto, pero era realmente digno de ver.
Luego visité el gran zoco, situada entre la Medina y la parte nueva de la ciudad. Había un enorme mercado, que muchísima gente visitaba, tanto extranjeros como ciudadanos. Las calles de los alrededores estaban llenas de cafetines y puestos tradicionales, donde podían encontrarse miles de figuras echas de barro representando a la ciudad, además de muchas otras cosas más, típicas de la ciudad.
Ya que estaba allí, aproveché para visitar la mezquita de Sidi Bou Abid, formada por un bello alminar de azulejos polícromos.
Cuando salí a la calle de nuevo, me percaté de que había anochecido, así que me dispuse a volver al hotel, pues no quería que se me hiciese tarde. Y puesto que me quedaría en aquel bello lugar, dos largas semanas, tendría tiempo de sobra para seguir visitando aquella maravillosa ciudad.
Caminaba por aquellas calles de la medina hacia el hotel, pues no estaba lejos de allí, percatándome de que había refrescado, y no había cogido nada de abrigo. Me abracé y continué mi camino con premura.
Mientras tanto, en una pobre casucha de la medina, un hombre de origen musulmán disfrutaba de la compañía de una mujer, sobre la cama. Ella sobre él se movía de arriba abajo, intentando darle placer a uno de los hombres más peligrosos de aquella ciudad, uno de los más respetados, además.
Un sonido al otro lado de la puerta, hicieron que este hombre apartase a la mujer hacia un lado y se levantase de golpe, poniéndose la túnica, sin tan siquiera ponerse a buscar sus calzoncillos, y abrió la puerta, haciendo que la mujer que estaba sobre la cama, se tapase casi por completo con las sábanas.
La mujer acababa de terminar de vestirse y salió de la casa sin decir media palabra.
Acababa de llegar al hotel, me di una ducha y pedí al servicio de habitaciones que me subieran la cena, estaba tan cansada que me veía incapaz de bajar para ir a la sala donde se servía la cena.
Aquella mañana, caminaba por el abarrotado mercado de babuchas, admirando la inmensidad y modelos diferentes de aquellas zapatillas que la gente de aquel lugar solía usar. Las había más tradicionales y otras súper modernas con miles de lentejuelas y brillos por todas partes.Me detuve frente a un puesto, que además también tenía pañuelos, observando con detenimiento uno en tono turquesa con margaritas que era sencillamente precioso, sintiendo una extraña sensación en la nuca, cómo si alguien me vigilase.Sucedió entonces, sentí un tirón en mi bolso, y observé como un pequeño niño de no más de diez años, se escabullía por el mercado con mi bolso en la mano.Eh, tú – llamé hacia el niño, provocando que este comenzase a correr cada vez más y más r
Fuimos a las calles de las sinagogas después de eso, y vimos algunas, entre ellas la sinagoga de Massat Nahom, que era la más importante.No dejé de sonreír en toda la tarde, haciendo fotos a todo, sin parar, mientras él hablaba sobre lo agradable que había sido la comida y la historia de la ciudad.Me compré una cinta en el mercado y la anudé a mi cabello, provocando que él se quedase maravillado al verme.Pareces árabe – aseguró, sin dejar de mirarme, mientras me arrebataba la cámara de las manos y me hacía una foto tras otra. Sonreí e intenté quitársela, pero él no dejó que lo hiciese en ningún momento – posa para mí – rogó, con una enorme sonrisa en el rostro.Me toq
CAPÍTULO 5Al día siguiente, tuve que hacer verdaderas virguerías para que Jakim y Bárbara se marchasen a ver la ciudad vieja antes de las nueve, pues no quería que me sermoneasen sobre lo peligroso que era confiar en alguien al que acabas de conocer. Ya sabía que lo era, era demasiado inocente y solía confiar en las personas con facilidad, como me pasó con Jairo. Pero no me apetecía pasar el día con ellos, pues sabía que no dejarían de ponerse ojitos en toda la mañana y sinceramente, me había caído bien Alî.***Aún no podía creer que le hubiese propuesto volver a verla de nuevo, yo no solía ser así para nada, y menos con una extranjera. Para mí todas las mujeres sólo se
Paseamos largo rato por la paya, riendo de vez en cuando, mientras él me contaba anécdotas sobre su madre.Acababa de contarme sobre su madre regalándole un caballo de madera cuando una pregunta apareció por mi mente.¿por qué se fue? – pregunté hacia él, provocando que él se detuviese junto a la orilla, con sus pies descalzos mirándome con detenimiento – no quería… - me disculpaba, pues no quería inmiscuirme demasiado en aquel asunto y quizás le habría molestado mi pregunta.Mi padre eligió a otra esposa – aseguró, haciendo que le mirase boquiabierta – y ella no pudo soportarlo.He oído que aquí, la gente no se casa por amor – aseguré, provocando que él riese al escucharme decir aquello.<
Me sentía cohibida, el beso que él me había dado había despertados sentimientos en mí que jamás pensé que sentiría, ni si quiera los había experimentado con Jairo.Caminábamos por la playa, de nuevo, de camino hacia el hotel, mientras yo seguía pensando en todas aquellas sensaciones que eran nuevas para mí.No había vuelto a decir una palabra desde que sentí sus labios sobre los míos de aquella manera. Me sentía absolutamente perdida en aquel momento, pues había pensado que aún sentía algo por Jairo, pero tras ese beso, todo lo que sentía por él se había quedado en segundo plano al sentir aquellas mariposas en el estómago.No podía dejar que aquello me nublase mucho más, yo apenas le conocía, no pod&i
Al día siguiente, salí con Bárbara del hotel, directa hacia el mercado de las babuchas, donde habíamos quedado con Jakim. Aunque, yo había decidido quedarme poco tiempo con ellos, pues no quería volver a ir a la playa, y allí es a donde se dirigían aquellos dos.Me despedí de ellos, para luego pararme en un puesto de pendientes, había unos realmente preciosos, pero pronto olvidé aquello…Hola, princesa – dijo una voz junto a mí, haciendo que ladease la cabeza para mirarle, sintiendo algo revolotear en mi interior.Ali – reconocí, para luego sonreír hacia él.¿te apetece pasar el resto del día conmigo? – preguntó con calma, admirando como yo asentía – vamos al mirador Kasbah.
Bajé al mercado justo después de desayunar, una parte de mí deseaba volver a encontrarse con aquel hombre, pero la otra seguía los consejos de Jakim sobre que él era peligroso, y evitaba los callejones desiertos.Me paré en el puesto de la otra vez y me compré el pañuelo en todo turquesa, pues hacía un calor terrible y me dolía la cabeza de sentir el sol pegando sobre mi cabeza directamente. Me coloqué el pañuelo sobre la cabeza con la ayuda del tendero, que me aconsejaba de colocarlo como si fuese una mujer musulmana, aseguraba que tendría menos problemas si me hacía pasar por una mujer de la ciudad.De nuevo, me sentía observada, pero nada sucedió aquella mañana, nada importante, fui a hacer un poco de turismo junto a Jakim y Bárbara.Nos levantamos del
Le abofeteé tan pronto como escuché aquello, dolida por darme cuenta de que tal y cómo había esperado todo había sido un montaje, todo había sido premeditado, había sido mentira.Me miró molesto, agarrándome con fuerza del brazo, mientras tiraba del pañuelo que tapaba mi cabello con su mano libre, de malas maneras, quitándomelo y tirándolo al suelo.Tiró de mi mano y me condujo hacia una habitación de matrimonio, bastante desordenada y con un olor muy peculiar a cuero.Descansa – ordenó, soltándome la mano, mirando hacia el suelo – va a ser un día largo.No voy a quedarme aquí ni un minuto más – le espeté, molesta – no quiero estar lado de un manipulador como tú por mucho más tiempo. Llamar