Aquella mañana, caminaba por el abarrotado mercado de babuchas, admirando la inmensidad y modelos diferentes de aquellas zapatillas que la gente de aquel lugar solía usar. Las había más tradicionales y otras súper modernas con miles de lentejuelas y brillos por todas partes.
Me detuve frente a un puesto, que además también tenía pañuelos, observando con detenimiento uno en tono turquesa con margaritas que era sencillamente precioso, sintiendo una extraña sensación en la nuca, cómo si alguien me vigilase.
Sucedió entonces, sentí un tirón en mi bolso, y observé como un pequeño niño de no más de diez años, se escabullía por el mercado con mi bolso en la mano.
El hombre se agachó a coger el bolso y cuando hube llegado hasta él lo levantó hacia mí, con la intención de devolvérmelo. Pero yo acababa de percatarme de algo, y me quedé tan sumamente anonada que apenas podía reaccionar,
Aquel hombre era muy apuesto, tenía una belleza muy peculiar, era un hombre alto, de espalda ancha, uno de esos hombres grandotes y con buen porte que aparecen en las telenovelas, tenía el rostro cubierto de barba, el rostro parecía esculpido por un dios, pues era perfecto, y el cabello bastante corto. Pero lo que más me impactó, a parte de su belleza sobrenatural, fueron sus ojos, tenía los ojos más bonitos que había visto nunca: unos hermosos ojos verdes, con unas pestañas largas y unas cejas bien pobladas.
Él pareció sentir exactamente lo mismo que yo, pues también se quedó sin habla durante un largo rato, admirando mi aspecto supongo, aunque yo nunca me había considerado una mujer muy bella, lo era. Tenía el pelo largo y castaño claro, de piel morena, pero no como la suya, era de estatura media, tenía los ojos marrones, y era delgada.
Jakim era el amigo de Bárbara, ese por el que había decidido comprar un billete a Tánger.
Abdul Alî nos seguía de cerca, sin ser visto, intentando averiguar la clase de relación que había entre ambos.
Caminábamos por la Rue des Siaghins cuando él sacó el móvil molesto, observando el número de su primo reflejado en él.
Entramos en el palacio ¨Dar Niaba, mientras Jakim no dejaba de informarme sobre él: “es de estilo renacentista ¿sabes?, además, fue sede de la legación francesa y también sirvió como oficina del Naib, es decir, el representante del sultán”.
No paré de hacer fotos a absolutamente todo, y luego mi amigo me pidió la cámara para hacerme algunas con el paisaje de fondo.
Luego fuimos a la gran mezquita, fundada por Moulay no sé qué en 1684 que fue ocupada por numerosas civilizaciones, entre ellas los romanos ya que en su interior se han encontrado restos del capitolio. Además, se convirtió en la catedral del espíritu santo con la ocupación portuguesa. Todo explicado por Jakim.
Como os digo era como ir con una enciclopedia andante, me informaba de todo lo que nos rodeaba a cada momento.
Nos seguía de cerca, mientras yo me acercaba al borde y observaba la hermosa que podía vislumbrarse desde aquel lugar, al mismo tiempo que Jakim sacaba el teléfono y recibía una llamada entrante.
Volví a prestar atención al mar, mientras escuchaba a mi amigo alejarse de mí más y más, y volvía a sentir aquella sensación de nuevo, como si alguien me observase.
Debería volver al hotel, dijo una voz en mi cabeza, seguramente sería tarde, y pronto servirían la comida en el gran salón comedor.
Me di la vuelta, con la idea fija de volver al hotel, dándome cuenta de que había alguien en mi camino. Levanté la vista para mirarle y quedé cautivada nuevamente, por aquellos hermosos ojos verdes.
Caminamos de nuevo hacia la medina, algo tímidos, sin hablar de nada en realidad, y el silencio estaba comenzando a ser realmente incómodo. Él no parecía ser el típico hombre que hablase con mujeres como yo, se le notaba demasiado que estaba cohibido por mi presencia.
Apenas unos minutos después estábamos sentados en los escalones de la calle, comiendo un par de pastelas, que eran agridulces capas de hojaldre rellenas con carne de paloma, especias, almendras, azúcar y canela.
Cogí un poco con el tenedor y lo metí en mi boca. Estaba delicioso, justo como él había dicho. El sabor del cordero cocinado con especies y el toque que le daba la ciruela, algo dulce, estaba realmente genial.
Era incómodo, pero me gustaba estar así con él. No sé, era la primera vez en mucho tiempo que me sentía así con alguien, y no sabría explicarlo con exactitud.
Fuimos a las calles de las sinagogas después de eso, y vimos algunas, entre ellas la sinagoga de Massat Nahom, que era la más importante.No dejé de sonreír en toda la tarde, haciendo fotos a todo, sin parar, mientras él hablaba sobre lo agradable que había sido la comida y la historia de la ciudad.Me compré una cinta en el mercado y la anudé a mi cabello, provocando que él se quedase maravillado al verme.Pareces árabe – aseguró, sin dejar de mirarme, mientras me arrebataba la cámara de las manos y me hacía una foto tras otra. Sonreí e intenté quitársela, pero él no dejó que lo hiciese en ningún momento – posa para mí – rogó, con una enorme sonrisa en el rostro.Me toq
CAPÍTULO 5Al día siguiente, tuve que hacer verdaderas virguerías para que Jakim y Bárbara se marchasen a ver la ciudad vieja antes de las nueve, pues no quería que me sermoneasen sobre lo peligroso que era confiar en alguien al que acabas de conocer. Ya sabía que lo era, era demasiado inocente y solía confiar en las personas con facilidad, como me pasó con Jairo. Pero no me apetecía pasar el día con ellos, pues sabía que no dejarían de ponerse ojitos en toda la mañana y sinceramente, me había caído bien Alî.***Aún no podía creer que le hubiese propuesto volver a verla de nuevo, yo no solía ser así para nada, y menos con una extranjera. Para mí todas las mujeres sólo se
Paseamos largo rato por la paya, riendo de vez en cuando, mientras él me contaba anécdotas sobre su madre.Acababa de contarme sobre su madre regalándole un caballo de madera cuando una pregunta apareció por mi mente.¿por qué se fue? – pregunté hacia él, provocando que él se detuviese junto a la orilla, con sus pies descalzos mirándome con detenimiento – no quería… - me disculpaba, pues no quería inmiscuirme demasiado en aquel asunto y quizás le habría molestado mi pregunta.Mi padre eligió a otra esposa – aseguró, haciendo que le mirase boquiabierta – y ella no pudo soportarlo.He oído que aquí, la gente no se casa por amor – aseguré, provocando que él riese al escucharme decir aquello.<
Me sentía cohibida, el beso que él me había dado había despertados sentimientos en mí que jamás pensé que sentiría, ni si quiera los había experimentado con Jairo.Caminábamos por la playa, de nuevo, de camino hacia el hotel, mientras yo seguía pensando en todas aquellas sensaciones que eran nuevas para mí.No había vuelto a decir una palabra desde que sentí sus labios sobre los míos de aquella manera. Me sentía absolutamente perdida en aquel momento, pues había pensado que aún sentía algo por Jairo, pero tras ese beso, todo lo que sentía por él se había quedado en segundo plano al sentir aquellas mariposas en el estómago.No podía dejar que aquello me nublase mucho más, yo apenas le conocía, no pod&i
Al día siguiente, salí con Bárbara del hotel, directa hacia el mercado de las babuchas, donde habíamos quedado con Jakim. Aunque, yo había decidido quedarme poco tiempo con ellos, pues no quería volver a ir a la playa, y allí es a donde se dirigían aquellos dos.Me despedí de ellos, para luego pararme en un puesto de pendientes, había unos realmente preciosos, pero pronto olvidé aquello…Hola, princesa – dijo una voz junto a mí, haciendo que ladease la cabeza para mirarle, sintiendo algo revolotear en mi interior.Ali – reconocí, para luego sonreír hacia él.¿te apetece pasar el resto del día conmigo? – preguntó con calma, admirando como yo asentía – vamos al mirador Kasbah.
Bajé al mercado justo después de desayunar, una parte de mí deseaba volver a encontrarse con aquel hombre, pero la otra seguía los consejos de Jakim sobre que él era peligroso, y evitaba los callejones desiertos.Me paré en el puesto de la otra vez y me compré el pañuelo en todo turquesa, pues hacía un calor terrible y me dolía la cabeza de sentir el sol pegando sobre mi cabeza directamente. Me coloqué el pañuelo sobre la cabeza con la ayuda del tendero, que me aconsejaba de colocarlo como si fuese una mujer musulmana, aseguraba que tendría menos problemas si me hacía pasar por una mujer de la ciudad.De nuevo, me sentía observada, pero nada sucedió aquella mañana, nada importante, fui a hacer un poco de turismo junto a Jakim y Bárbara.Nos levantamos del
Le abofeteé tan pronto como escuché aquello, dolida por darme cuenta de que tal y cómo había esperado todo había sido un montaje, todo había sido premeditado, había sido mentira.Me miró molesto, agarrándome con fuerza del brazo, mientras tiraba del pañuelo que tapaba mi cabello con su mano libre, de malas maneras, quitándomelo y tirándolo al suelo.Tiró de mi mano y me condujo hacia una habitación de matrimonio, bastante desordenada y con un olor muy peculiar a cuero.Descansa – ordenó, soltándome la mano, mirando hacia el suelo – va a ser un día largo.No voy a quedarme aquí ni un minuto más – le espeté, molesta – no quiero estar lado de un manipulador como tú por mucho más tiempo. Llamar
Me sentía totalmente perdido, no tenía ni idea de por qué lo había hecho, pero la deseaba demasiado como para poder controlarme a mí mismo.La apoyé en el suelo y le acaricié el rostro, despacio, sin dejar de mirarla. Pues lo cierto es que, aunque sabía que aquello era un error, no estaba arrepentido.Dime que no me estoy equivocando contigo – rogó, provocando que dejase de acariciarla y mirase hacia sus ojos, al mismo tiempo que negaba con la cabeza.Soy un contrabandista – aseguré, provocando que ella cambiase su mirada, parecía defraudada – pero cuando estoy contigo… - comencé, sin saber exactamente como decir aquello – … dejo de serlo.¿qué es exactamente lo que quiere decir eso? – preguntó ella, confusa, mientra