En el auto me doy cuenta de que no sé qué esperar al llegar allá. Lo veo de reojo que observa la abertura de mi vestido por donde se cuela mi pierna.
—Las personas que estarán allá... ¿Me conocen?...— pregunto.
—Sí, la mayoría te conoce. Los Ferrero eran una familia importante en la ciudad. Y si no te conocen por eso… me conocen a mí y saben que eres mi esposa— dice, pero nada más.
Yo me quedé observando la ciudad de noche y llegamos a un edificio magnífico, ya hay muchas personas afuera que van entrando, todas ataviadas en sus mejores galas.
—Dalila… es mejor que no digas nada. Déjame a mí toda la conversación. Nos represento a ambos ¿Entendido?— me dice a modo de orden. Yo solo quiero hablar con mi hermana y obtener información… así que, lo dejo pasar.
Desde el momento en que entramos al lugar observo las miradas de las personas sobre mí y Lucas. Literalmente hay una especie de silencio cuando entramos. No sé si es por mí… o si es que se fijan en él. Es una especie de encuentro entre empresarios. Lucas camina como si gobernara el lugar, y pareciera imponer respeto al resto.
Poco a poco nos empezamos a mezclar entre la gente. Lucas solo habla de negocios. Algunos preguntan por mi salud, pero nadie menciona mi desaparición. Él no me suelta ni un minuto, de hecho me aprieta contra él y siento sus dedos clavados en mi piel. Es como si le dijera a todos que yo soy de él. Y escucho murmullos.
¿De verdad sigue con Dantes?
Las Ferrero han caído tan bajo
Escuché que Dantes quería acabarlos
Ella volvió a caer en sus garras
Y lo entiendo, yo soy el trofeo de él. No porque sea una chica hermosa o importante, sino porque soy un peón más en su juego. El gran Lucas Dantes se jacta de haber conseguido de vuelta a la chica que se le escapó.
Soy de él, soy su propiedad, y él me luce como tal. Él decía en la llamada que no me quería, que no era parte de sus planes. Quizás solo quiere jugar conmigo, hacerme sufrir.
Nunca debí venir… ni siquiera me siento bien. Cuando ya estoy al borde de los nervios, de repente reconozco a mi hermana entre la multitud. Necesito ir a hablar con ella.
—Necesito... ir al baño— le digo a Lucas de repente. Él me mira serio, evaluándome, manteniéndome a su lado con fuerza.
—Será solo un instante— le digo y él no parece convencido, pero suelta su agarre.
—No te alejes demasiado— dice y me voy, mientras él me sigue con la mirada. Yo veo a todos lados, pero no observo al señor Owens ni a los otros de seguridad.
Cuando mi hermana me ve… parece sorprendida. Tiene un vestido turquesa y es simplemente despampanante, no parece que fuéramos hermanas, debe ser la mujer más hermosa del evento.
—¡Dalila! ¡Oh hermanita! Estaba por ver si estabas aquí ¡No puedo creerlo! Tenía esperanzas pero… — me dice y me lleva a una esquina.
—Claudia… lo siento, no te recuerdo, es solo que vi tu foto y…— empiezo a explicar, pero ella me toma del brazo.
—Se había corrido el rumor que habías aparecido, y que habías perdido la memoria, pero no podía creerlo…oh Dalila, ¡Te he extrañado tanto! Desapareciste y nunca te encontramos, pero yo jamás perdí la fe— me dice.
—Claudia… tengo miedo. Lucas… ¿qué sabes de él?— ella me ve preocupada.
—Lamentablemente, es tu esposo, pero también… es un hombre cruel que ha buscado destruirnos. Desde que papá murió, él ha estado como un cazador, intentando acabar con nosotros. Es nuestro enemigo Dalila, es como si quisiera destruirnos. Y si… hubo un contrato, donde él se responsabilizaba por ti, y él nos perdonaba unas deudas, y eso nos ayudó a continuar Él te pidió a ti, a nadie más que a ti… y tú aceptaste— dice y me ve como si no entendiera por qué él me pediría a mí.
—¿Yo… acepté?—
—Querías ayudar. Amabas tanto lo que era Grupo Ferrero. Y luego de que se casó contigo, te mantuvo apartada, lejos de nuestras empresas, él controlando todo… y ahí entendí que eso es lo que quería: destruirnos desde adentro, manipularte— dice y nada de lo que dice me agrada.
Ella se ve como una mujer con dinero. Tiene joyas y se ve tranquila y feliz. La empresa debe seguir bien, ella debe vivir de eso.
—¿Por qué se quiere vengar de nosotros?— pregunto.
—Él es solo un hombre resentido. Era pobre y poco a poco fue haciendo dinero hasta amasar una gran fortuna. Odia a los ricos, quiere ser como nosotros, pero nunca lo logrará— dice.
—Pero no te preocupes... te prometo que ahora que estás aquí, no te dejaré, ¿ok? Yo te cuidaré, como lo he hecho siempre. Tienes que confiar en mí… soy tu única familia de verdad— dice y yo trago saliva.
—¿Tengo… tengo que seguir con él? ¿No hay forma de salir de esto? ¡Él me odia!— le cuento, mi voz tiembla.
— Lamentablemente… es un contrato que se tiene que cumplir— dice.
—Tengo miedo Claudia…—
—Eres una Ferrero, Dalila, y nosotros no nos dejamos caer, cueste lo que cueste. Lo siento hermanita… tu esposo nos está viendo, hablaremos después, te prometo que te buscaré y te explicaré más en detalle. Cuídate Dalila— me dice y se aleja.
De repente me siento sofocada, no sé en quién confiar, no tengo a nadie de quien apoyarme. Que no tengo a dónde ir y estoy sola.
Es casi seguro de que él me está vigilando, así que logro conseguir el baño y siento que hiperventilo. Me veo en el espejo desesperada, pero todo lo que veo y escucho me suena tan desconocido.
Pero finalmente me coloco algo de agua en la cara, respiro y vuelvo a salir. De repente alguien me empuja contra la pared. Mi corazón late con fuerza cuando me doy cuenta de que es Ernest.
—Nadia, mi amor…— me dice y yo lo abrazo, no puedo evitar llorar solo de verlo.
—Ernest… te he extrañado tanto… — le digo y siento sus dedos clavados en mi cintura, su cuerpo aprisionándome.
—¿Él te ha hecho algo? ¿Le has contado algo?— me pregunta mirándome fijamente. Yo niego con la cabeza.
—No… no realmente. Estoy en casa y me vigila… pero nada más— le digo.
—Ernest… necesito salir de ahí. Quiero volver a tu casa, en el pueblo. No quiero saber nada de esto— le digo agitada.
—Lo sé mi amor… dame tiempo, por favor. Te vi hablando con tu hermana, ella me contó algunas cosas. Estoy seguro de que quiere lo mejor para ti— me dice.
—¿Qué te contó Claudia…?— él parece cabizbajo.
— Dice que el contrato se puede romper si tú vuelves a irte, especialmente si te ven conmigo, con otro hombre— dice y yo me empiezo a sentir mal.
—¿Pero… si ya estuve lejos, si ya hui de él?— pregunto.
—Al parecer cuando te fuiste fue sola, por tu cuenta. Lucas Dantes creyó que lo abandonaste… si nos vamos juntos es algo diferente. Él ahora hará todo lo posible para que te quedes con él, quiere manipular los negocios de tu familia, te lo he dicho— explica.
—¿Pero para qué…? —
—Porque quiere aplastarlas a ti y a Claudia— dice él. Yo, simplemente no puedo más, no quiero nada más de esto. Todo este cuento no tiene sentido para mí.
—Ernest… lo siento, no me importa nada más de esto. Solo quiero irme, estar lejos, que estemos juntos, no quiero saber nada de aquí— le suplico prácticamente, tomando el cuello de su chaqueta con desespero.
—Lo siento Dalila… descubrí que varios de mis negocios dependen de los Ferrero… si ustedes caen, yo también…— dice él y yo me separo de él. No puedo creer lo que escucho. Hasta hace pocos días… éramos solo él y yo. Solo eso nos importaba.
—Pensé que yo… que teníamos un futuro juntos—
—Necesitas quedarte con él hasta que encontremos una forma. Es necesario mantener el contrato… solo por un tiempo—
—Nadia, él solo quiere vengarse de ustedes… manipularlas. Te diré qué es lo que hará Dantes, porque conozco como son los hombres como él: acabará contigo…— dice de forma tajante.
—Ernest… por dios…—
—Tienes que quedarte con él y averiguar sobre él para que podamos acabarlo… juntos— me dice.
Me queda claro que no tengo escapatoria, que soy un objeto para todos, que debí huir por todo esto, y que no tengo nadie en quien confiar.
De repente siento que me desmayo, no puedo respirar… y una sombra negra va cayendo sobre mí, mientras escucho que gritan mi nombre: Dalila, Dalila, Dalila.
Lucas ¡Dalila, Dalila! Le grito, mientras corro a tomarla en mis brazos antes de que caiga al suelo. Veo que está inconsciente, mientras el señor Owens le toma el pulso, yo me levanto y voy a Ernest, lo sujeto por la chaqueta, golpeándole la cabeza contra la pared y luego, le doy un golpe directo con mi puño a su nariz. —¡Maldito parásito!— le grito. Lo veo con la nariz sangrando, mirándome con odio—¡Eres un desperdicio de oxígeno, basura!— grito y él se ríe. La poca gente que hay cerca, nos observa con miedo. —Pero si es el señor Dantes… el hombre que perdió a su esposa… ¿Realmente la recuperaste?— dice él de forma burlona. —Aléjate de ella Ernest, si sabes lo que te conviene…—lo amenazo, y me contengo para no caerle a patadas. —Ohhh créeme que sé lo que me conviene, tú eres el que no terminas de entender este juego ¿Solo porque ahora eres rico, crees saber como se maneja este mundo?— me dice entre susurros. —Siempre serás un jardinero…— dice y le golpeo ahora el pómulo y él
Dalila Me levanto con el peor dolor de cabeza de la historia y me cuesta enfocar la vista. Había tenido un sueño donde caminaba en un jardín con lirios, me sentía feliz, paseando, sintiendo el césped bajo mis pies. Quisiera quedarme en ese sueño. Estoy en mi cuarto, sola. Veo que mis zapatos están al costado de mi cama y mis joyas en la mesita de noche. Cuando me paro y me asomo a la ventana, escucho a la señora Victoria exclamar con felicidad. —¡Señora! Qué alegría que ya esté bien, estábamos realmente preocupados por usted— dice y se acerca a mí. Me ayuda, tomándome de la mano, busca un poco de ropa y me prepara un baño. Luego insiste en traerme el desayuno a la cama, y al poco tiempo me encuentro como una princesa, sentada en la cama, con el desayuno en una bandeja. —Señora Victoria... ¿Podría contarme un poco de qué fue lo que sucedió anoche?— —Usted fue con el señor a ese evento ¡Se veía magnífica! Y pareciera que… el ambiente o la situación… quizás la fiesta… le generó e
Dalila — Entonces... ¿Nos conocemos desde hace tiempo? — le pregunto a Celeste. Parece ser una chica sencilla, se viste de forma simple, tiene el cabello un poco corto y castaño, algunas pecas sobre su nariz y los ojos oscuros. Algo de ella me recuerda a mí. A mi vida como Nadia, feliz y sin preocupaciones, una vida sencilla. Luce algo nerviosa, pero realmente contenta de verme. Me pregunto cómo pasó el estricto control de mi esposo. —Ohhh en realidad sí fue hace mucho tiempo, en las empresas Ferrero. Tenía tiempo sin verte y después perdí el contacto contigo cuando...— —¿Cuándo me casé?— pregunto, ella toma su café en sorbitos mientras me responde. —Sí, sí, exactamente a partir de ese momento supe muy poco de ti. Me pareció bastante extraño, ya que por un buen tiempo estuvimos muy unidas— me indica. —¿Sabes algo de mi matrimonio, que quería o pensaba hacer en esa época?— ella parece extrañada. Lo sé… una mujer debería saber de su esposo, por contrato o no. A estas alturas
Desde que entramos se siente la tensión, el cómo todos nos observan, Lucas me toma del brazo de forma firme mientras vamos a las oficinas, son modernas y puedo ver la cara prácticamente de pánico de la recepcionista cuando nos ve entrar. Lucas entra sin pedir permiso, ni haciendo preguntas, ni esperando que avisen que, él ha llegado, simplemente entra como si esta fuera a su casa. Por lo que me comentó parecería que ese es el hecho, él y yo tenemos la mayoría de las acciones, entonces ¿cómo queda Claudia en esto? Creería que no muy contenta—Recuerda Dalila... tú eres mi esposa, yo tengo un contrato firmado por ti por este matrimonio, por más que lo niegues es así la realidad. Yo soy el que voy a hablar y tú vas a responder las preguntas que te hagan. Yo sé que has tenido unos días difíciles, pero estoy seguro de que la va a responder bien. Recuerda, esto es importante para todos— me dice en el ascensor. Me queda claro que esto es muy importante para él. Pero yo vengo con mis propio
LucasEsta familia está podrida, no tiene límites ¡Debí saberlo! Son como una plaga, una enfermedad que se extiende a quien se acerca a ellos. Las cosas estaban escalando en locura y gritos y preferí que Dalila se quedara afuera, no la necesitaba de nuevo desmayada y que se arme un escándalo aquí. Claudia tiene toda la intención de declarar a su propia hermana como incapaz de tomar decisiones y, por lo tanto, que seguramente ella debería llevar tomar el poder de sus acciones. —¡Incapacitada! ¿Eso es lo que quieres verdad? ¿Quizás meterla en un manicomio? ¿Eso no se te ocurrió?— le grito a Claudia. Los demás me observan como si nada. —Jamás dije eso Lucas… — contesta ella. —¡No sé ni para qué me sorprendo, ustedes son capaces de cualquier cosa!— —Señor Dantes… no nos ofenda— dice el viejo Winston, otro infeliz. Seguro planean después buscar la forma en que nos divorciemos, y ellos retomen el poder de Grupo Ferrero, y será como si nada hubiese sucedido. Estarían libres para
DalilaHabía sido un completo infierno y por un breve momento yo pensé que hasta aquí llegaría mi vida. No solo no tenía idea de mi pasado, sino que ahora mi futuro era incierto, por ahí ni lo tenía. No había pasado ya más que un par de semanas desde que había vuelto del pequeño pueblo en que estaba, de que mi vida había dado otro vuelco… ¿Para caer en esto? Yo no es que era experta en ninguna de estas cosas, pero era obvio que alguien quería matarnos, no sé si él o a mí... o quizás ambos. Lucas me abrazaba con fuerza y no me quedaba duda de que quería protegerme, yo sentía como si todo caía, y prácticamente las balas pasaban a nuestro lado casi rozándonos. Escuchaba que el chofer disparaba muy cerca de nosotros, aun cuando tenía los oídos tapados con los dedos y cerraba mis ojos con fuerza. Nada de eso disminuía el horror con el que yo experimentaba esto. Lucas llamaba refuerzos, se escuchaba desesperado, ¿será que quieren robarnos? No parecía ser el caso, nos habían pers
Lucas— Señor, creo que debería conversar con la señora— —¿No es mejor preguntarle a ella directamente? Se ahorraría muchos problemas y además podría conocer un poco más de ella, conectarse nuevamente— — Quizás hasta se sorprendería— Esa era la retahíla que decía el señor Octavio una y otra vez, la señora Victoria también se le unía y me soltaban esas tonterías cuando yo me acercaba a la cocina. —¡Basta! No tengo intenciones de conectarme nuevamente con ella. ¡Tengo un ataque directo a mí sin solución, testigos o siquiera una pista! Y créeme que tengo suficientes problemas, incluido… ella misma— digo en un momento en que ya ha colmado mi paciencia mientras como. — Eso está francamente en duda— me responde muy descaradamente Octavio. —¿Qué cosa? — Que ella sea el problema…— responde. — Tarde o temprano va a necesitar de la ayuda de ella, de su participación... ¿Por qué no mejor comenzar ahora?— dice el hombre tercamente y se va, yo suelto mis cubiertos y me olvido de mi
Como si no fuera suficiente que tengo que recabar información del atentado y también del pasado de Dalila, cuando estoy en la oficina recibo una llamada, solo por el tono de voz, ya sé que es alguien que me desagrada muchísimo. —Lucas Dantes… qué bueno que pudiste atenderme. Te he llamado miles de veces desde hace días y...— —Corta con la tontería Claudia, dime para qué me molestas— le digo fríamente. Escucho como ella resopla al otro lado de la línea. —Pues ya te imaginarás que quiero ver a mi hermana, a mi pequeña hermanita. Tú la has acaparado desde que ella ha vuelto. Así que, vayamos al grano, ¿cuándo puedo ir a tu casa para verla? Supongo que la estás cuidando un extremo y no está saliendo casi a ninguna parte. Tu pequeña prisionera, mucho más después de lo que pasó… ¡Qué segura está en tus manos!— dice con mala intención. —Si crees que voy a dejar que vengas a mi casa, has perdido completamente la cabeza. Además…mi esposa no parece querer verte— respondo. —Lucas, Lucas,