Lucas— Señor, creo que debería conversar con la señora— —¿No es mejor preguntarle a ella directamente? Se ahorraría muchos problemas y además podría conocer un poco más de ella, conectarse nuevamente— — Quizás hasta se sorprendería— Esa era la retahíla que decía el señor Octavio una y otra vez, la señora Victoria también se le unía y me soltaban esas tonterías cuando yo me acercaba a la cocina. —¡Basta! No tengo intenciones de conectarme nuevamente con ella. ¡Tengo un ataque directo a mí sin solución, testigos o siquiera una pista! Y créeme que tengo suficientes problemas, incluido… ella misma— digo en un momento en que ya ha colmado mi paciencia mientras como. — Eso está francamente en duda— me responde muy descaradamente Octavio. —¿Qué cosa? — Que ella sea el problema…— responde. — Tarde o temprano va a necesitar de la ayuda de ella, de su participación... ¿Por qué no mejor comenzar ahora?— dice el hombre tercamente y se va, yo suelto mis cubiertos y me olvido de mi
Como si no fuera suficiente que tengo que recabar información del atentado y también del pasado de Dalila, cuando estoy en la oficina recibo una llamada, solo por el tono de voz, ya sé que es alguien que me desagrada muchísimo. —Lucas Dantes… qué bueno que pudiste atenderme. Te he llamado miles de veces desde hace días y...— —Corta con la tontería Claudia, dime para qué me molestas— le digo fríamente. Escucho como ella resopla al otro lado de la línea. —Pues ya te imaginarás que quiero ver a mi hermana, a mi pequeña hermanita. Tú la has acaparado desde que ella ha vuelto. Así que, vayamos al grano, ¿cuándo puedo ir a tu casa para verla? Supongo que la estás cuidando un extremo y no está saliendo casi a ninguna parte. Tu pequeña prisionera, mucho más después de lo que pasó… ¡Qué segura está en tus manos!— dice con mala intención. —Si crees que voy a dejar que vengas a mi casa, has perdido completamente la cabeza. Además…mi esposa no parece querer verte— respondo. —Lucas, Lucas,
Dalila—Ábrelo cuando estés sola— me había dicho mi hermana cuando me dio un caramelo de menta ese día que nos vimos. Y adentro… un número de teléfono, al lado la letra E. Tenía que significar Ernest. No sabía como estaban relacionados ellos… pero estaban en comunicación. El problema era ahora… ¿Como llamarlo? Había buscado todas las maneras de comunicarme, de encontrar un teléfono o algo para enviar el mensaje. Las manos prácticamente me picaban de tanto que quería escribirle. Ya hasta me sabía el número de memoria. Y por las noches, pensaba qué iba a decirle. Ernest, mi amor te extraño. Por favor sácame de aquí O quizás podría ir directo al grano ¿Por qué no me has contado de tu familia? ¿Qué otras cosas me has mentido desde que nos conocimos? O de repente ¿Aún estamos comprometidos? Si me llegara a separar de Lucas, ¿nos casaríamos? Pero lo que realmente quería preguntar era ¿Qué va a suceder con nosotros? A estas alturas ya no sabía si había un nosotros. Pareciera
LucasPor fin parece que llega, tengo casi 30 minutos esperando cerca de su departamento. Le había conseguido un trabajo lo suficientemente digno con uno de mis conocidos, en una empresa de telecomunicaciones. Cuando Celeste me ve parece que casi se infarta —¡Señor Dantes!— grita colocando una mano en el pecho. —Necesitamos hablar...— le digo y paso adentro de su departamento. Es pequeño, pero cómodo y yo me siento en la sala como si fuera mía. Es una mujer humilde, obediente, tranquila que necesita ayuda. —Yo... he estado haciendo todo lo que me ha pedido, no solamente por todo lo que me ha dado, sino porque quiero ayudar a Dalila— dice. La había investigado bien. Celeste Muñoz, una mujer sencilla, con una vida algo triste… y parece que de buenos valores. —Quiero saber si mi esposa te ha pedido ayuda para que contactes alguien de fuera— ella niega. —No por los momentos...— — ¿Te ha pedido que investigues de mí? ¿O de Ernest Smith?— —No… solo hablamos del pasado en Grupo
DalilaHabía visto el celular ya un par de veces cuando fui al jardín y no había nada nuevo. No había respuestas a mis preguntas y a mis deseos más preocupantes. No había información de sí, nosotros seguíamos comprometidos o no. Y, en fin, ese estúpido aparato era un simple recordatorio de que yo, sin duda… a él no le importaba. No importa si yo lo amaba o no, si yo hubiese creído realmente en él y hubiese dado todo por él, puesto que yo a los ojos de Ernest Smith no era nada. Solo un medio para un fin. Yo era Dalila Ferrero. Y muy dentro de mí sabía que tenía que enterrar Nadia Díaz. Mi mundo tranquilo había terminado y esta pesadilla recién comenzaba Era como un duelo para mí. Nadia Díaz, la prometida de Ernest… había muerto y con ella todos mis sueños. Justo esta noche me había levantado para comer algo, con muy poca fuerzas y encontraba algo interesante en la cocina, algo que no esperé que me pudiera dar alivio: una botella de whisky. La desgraciada botella olía
Él me había dejado ahí, prácticamente en medio del beso más apasionado del que yo haya tenido memoria. Sí, definitivamente, nada se le compara. Había apretado su cuerpo contra el mío y yo podía sentirlo tan desesperado, como su cuerpo me anhelaba... pero no había acabado todo ahí. Al momento, a mi mente empezaba a aparecer pequeñas imágenes prácticamente como ráfagas de recuerdos, y yo lo sentía todo con intensidad, como si con los recuerdos, vinieran también los sentimientos. Pude ver claramente como él me besaba, con la misma pasión con lo que lo había hecho hace segundos. —Lila, Lila— me decía entre besos justo como me había dicho antes de separarse abruptamente de mí. Yo me sentía feliz, lo deseaba, y él me besaba… E inmediatamente después recordaba discutir con él, sus ojos llenos de furia. —¿Sabes qué Dalila...? ¡Haz lo que te dé la gana! ¡No me importas en lo absoluto! ¿Lo entiendes? ¡Jamás te voy a perdonar! ¡Para mí no existes! ¡Que te quede claro!— me gritaba y yo
Lucas—Celeste, ¿dónde está Dalila?— Preguntaba a los gritos mientras la llamaba por teléfono. Era de noche y hacía pocos minutos en que Victoria me había dicho, escandalizada, que la habitación de mi esposa está vacía…no sé cómo lo había hecho, pero había encontrado la forma de escapar. El perro lloraba desconsolado. —Señor Dantes... ella me había pedido ayuda para escapar... ¡Pero yo le dije que no podía ayudarla! Estaba triste e infeliz… — me dice Celeste angustiada. Me había dicho que Dalila no se sentía bien en casa. Yo me había empeñado, prácticamente a la fuerza, de que ella debía estar aquí, y ella me había demostrado varias veces que no surtía efecto cuando yo la obligaba a hacer cosas que no quería. Pero yo tercamente seguía repitiendo los mismos errores. Ella era infeliz, estaba triste… decaída. Lo suficientemente desesperada para huir en medio de una tormenta, ¿Qué había logrado yo con todo esto? —¿Te dijo dónde podría ir? ¿Te dio algún dato?— veía la lluvia
DalilaLo que había pasado la noche anterior parecía un recuerdo realmente lejano para mí, la señora Victoria me había dicho que había tenido mucha fiebre y yo había amanecido cansada, pero poco a poco me iba mejorando. Lucas había venido a verme un par de veces y parecía realmente atento, su actitud había cambiado visiblemente y yo tenía esperanzas de que todo fuera mejorando. Todos parecían muy preocupados por mí y supongo que realmente estuve muy mal. A los pocos días, cuando me sentía ya bien, él me sorprende con una invitación, dice que vamos a cenar afuera. Yo casi temo hacerme ilusiones para que después vuelva el Lucas gruñón y controlador. Pero con todo y eso me coloco un vestido y lo espero, él parece entre pensativo y preocupado, por la tentación de preguntarle qué es lo que ocupa sus pensamientos. Me sorprendo cuando el señor Owens va por un lugar lejos de casa. Por supuesto que yo no recuerdo nada de la ciudad y observo todo atenta. Cuando el auto se detiene en una