Evanora pensó que estaba soñando, por un solo segundo creyó que todo se trataba de una broma de muy mal gusto, y es que la vida no podía jugar con ella de esa manera, no cuando de la nada apareció Marcel, con los ojos llenos de rabia y coraje por lo que estaba sucediendo, pero no solo eso, sino, porque en cuanto tiró de ella con tanta fuerza, que supuso que le rompería un hueso, supo que no era una mala jugada de su mente, que no era un sueño y mucho menos estaba encerrada en sus propios pensamientos. —Marcel —dijo ella. —Vamos a hablar. —No.—Sí —espetó él con firmeza. —No quiero —se removió inquieta en su agarre. No obstante, de nada sirvió, ya que al contrario de los esfuerzos que ella estaba haciendo por tratar de mantener el equilibrio, debido a la prisa que él tenía, tropezaba constantemente con sus propios pies, era cómico hasta cierto punto. —Escucha… —No digas nada, Evanora —siseó Marcel. Entraron a su despacho, él cerró de manera inmediata y presurosa a tal punto en
Todo se sentía como si fuera una alucinación, Marcel no podía comprender lo que estaba pasando, le costó trabajo, puede que un par de segundos comprender lo que estaba sucediendo, de pronto, los números y las letras que estaban en los documentos que demostraban la culpabilidad de Evanora, se distorsiona, todo se trataba de un juego, todo había sido una mentira, es decir, solo lo usó desde un principio para poder robarse el dinero de la empresa en venganza por lo que le pasó a Reyna, por eso se quería ir sin decir nada, por eso no le respondió ayer cuando se lo impidió y le preguntó si todo está bien entre ellos, era más que obvio que no, y ahora sabía bien por qué. —No puede ser —dijo él con el corazón martillando su tórax. —Quisiera que tuvieras la razón, Marcel —interrumpió Finn con el ceño fruncido mientras leía con atención cada uno de los documentos—. Pero esto es verídico. Bear, quien había llegado apenas, al escuchar las palabras de Finn, a quien consideraba el mejor amigo d
Evanora estaba más que nerviosa, no era fácil estar en su situación, así mismo como no lo era el tener a Marcel y a Leroy en el mismo sitio, mientras ambos se asesinaban con la mirada, ella intentaba tranquilizar sus nervios, la habían acusado de un robo millonario, cuando ella ni siquiera tenía acceso a ese tipo de información, por ello se tomó la libertad de enfrentar a la policía y al mismo tiempo de pedir ayuda a Leroy. Ya que Marcel no le creía. Una parte de ella sabía que las pruebas estaban manipuladas y nada podía hacer, pero prefirió no hacer más, dejar las cosas en manos de los abogados era la mejor opción que tenía. —Vengo por la defensa de Evanora —dijo de repente Leroy. Marcel tensó el cuerpo. —Mi esposa no lo necesita —musitó Marcel, con un deseo de que se marchara—. Le pido que se vaya. Sin embargo, Leroy no estaba dispuesto a dejar ir a Evanora, esta vez ella le había pedido ayuda y para él era una mejora, además, pese a que no se conocían bien, sabía que ella no
Nicolle estaba enfadada, sentía que poco a poco todo se le estaba saliendo de control, y a ella no le parecía eso, necesitaba encontrar la manera de llegar a Marcel, alejarlo de Evanora, sin que terminara odiándola. Mientras tanto, luego de hablar con un juez y de mover los hilos con dinero, Marcel logró dejar libre a Evanora, sabiendo, con ayuda de Finn, que posiblemente ella no lo hizo, sino, su hermanastra, ahora solo le faltaba enfrentarla. Cosa que no iba a ser tan sencilla, ya que bien sabía que ella estaba bajo la protección de sus padres, quienes confiaban en ella pese a todo. Las pruebas estaban ahí, sin embargo, se necesitaba de más. El mundo podría estar derrumbándose, y ellos estarían a su lado, a veces era él quien no se sentía su sangre, sino, el adoptado. —¿Qué haces aquí? —le preguntó ella cuando vio a Marcel en compañía de un oficial. —Quedas libre —le dijo por fin. Evanora lo miró con desconfianza, desde que él había decidido no creerle, estaba recelosa, y
Los nervios mataban a Evanora, no podía más con las ansías, incluso había aceptado ponerse el vestido que Marcel le había mandado por medio de una de las chicas de servicio, estaba contrariada y creía que nada de esto era realidad, después de todo, lo que estaba a punto de hacer, no era cosa de juego, se iba a enfrentar a un mundo que terminó con la vida de su hermana. Caminó de un lado a otro hasta que la llamaron, repasó en su mente una y otra vez que todo iba a salir bien esta vez, que nada malo iba a ocurrir, pero sobre todo, que después de esta noche, su vida estaría en completa paz, al igual que su hermana. —Señora, el señor Turner la está esperando en el auto —le informa una chica. —Gracias. Tragando grueso, como si eso le funcionara contra los nervios, se dirigió hacia el auto y entrando, pudo sentir sobre ella, la fría mirada de Marcel, quien quiso colocar una mano sobre su muslo desnudo, pero ella, con sutileza, lo apartó, cosa que hizo que él se molestara en demasía. —
La suave brisa gélida golpeaba el rostro casi serio de Evanora, sus ojos estaban clavados en las letras que formaban el nombre de su hermana, sobre la lápida al lado de las tumbas de sus padres, sentía que había hecho lo correcto por ambas, sentía que era el mejor camino que pudo haber tomado, no sentía ni siquiera un poco de remordimiento al saber que sus sobrinos probablemente no la volverían a ver, nada de eso, al contrario, sabía a la perfección que ellos estarían bien. Después de todo estaban con su padre, el hombre que pese a que a su madre no le dio una oportunidad, los amaba, pudo verlo en sus ojos todo el tiempo que cruzó miradas con él, ellos son su mundo, y es por ellos que saldrá adelante, sin embargo, sentía una pequeña pizca de dolor, punzante y alterante, que le regresaba la sensación de que algo no andaba bien. Como si se le hubiera pasado un detalle. —Estarán bien —susurró con el corazón apretado—. Lo prometo. Se inclinó hacia adelante para dejar un nuevo ramo de r
Evanora sintió que el mundo se volvía a colapsar sobre sus hombros, y es que ver a su cuñado de nuevo, con sus sobrinos ahora en su humilde hogar, era una mala idea que habían tenido, el problema es que el que Finn, su amigo y abogado lo estuviera acompañando, no pintaba a ser nada bueno. —¿Qué hacen aquí? —ella rompió el silencio que los rodeaba. Erin, al notar lo incómodo de todo, decidió tomar a los niños con cariño, Marcel se le quedó viendo por un segundo, como si ella fuera una extraña, y lo era, aunque en el archivo de Evanora cuando la mandó investigar, decía que ella era una de sus mejores amigas y la administradora de su restaurante. —Creo que me llevaré a estos pequeños a la habitación de Eva —dijo Erin, buscando la aprobación de ella—. Para que puedan hablar con calma. Marcel no estaba seguro, pero terminó por dárselos, viendo a detalle cómo Erin desaparecía de su campo de visión, cuando se llevaba a sus hijos. —Siento mucho molestarte y llegar de esta manera, pero ci
Las discusiones entre Evanora, Marcel y Leroy habían llegado a otro nivel, así que mientras ellos seguían con su disputa en la sala de estar, Finn observaba de cerca a Erin, la mejor amiga de Eva, detallando la belleza juvenil en su rostro, su trasero en forma de corazón, su cabello rubio que caía sobre sus hombros desnudos en forma de remolinos salvajes que adornaban su pálida piel, y sus ojos verde esmeralda, los mismos que se mantenían fijos sobre la leche que estaba calentando para los niños. —¿Tienes hijos? —le preguntó él con curiosidad. Erin se sobresaltó un poco con la voz ronca que empleó, pero se recompuso de inmediato, de manera que apagó la estufa y volteó a verlo. —No, ¿te parezco una señora? —bromeó ella sin gracia. Lo cierto era que ella no les tenía buena fe, intentaba ser educada porque eso le enseñaron, pero hasta ahí, no había más, tampoco quería enredarse demasiado con alguien tan cercano que le había hecho daño a su mejor amiga. —¿Novio o esposo? —¿Acaso est