Nicolle estaba enfadada, sentía que poco a poco todo se le estaba saliendo de control, y a ella no le parecía eso, necesitaba encontrar la manera de llegar a Marcel, alejarlo de Evanora, sin que terminara odiándola. Mientras tanto, luego de hablar con un juez y de mover los hilos con dinero, Marcel logró dejar libre a Evanora, sabiendo, con ayuda de Finn, que posiblemente ella no lo hizo, sino, su hermanastra, ahora solo le faltaba enfrentarla. Cosa que no iba a ser tan sencilla, ya que bien sabía que ella estaba bajo la protección de sus padres, quienes confiaban en ella pese a todo. Las pruebas estaban ahí, sin embargo, se necesitaba de más. El mundo podría estar derrumbándose, y ellos estarían a su lado, a veces era él quien no se sentía su sangre, sino, el adoptado. —¿Qué haces aquí? —le preguntó ella cuando vio a Marcel en compañía de un oficial. —Quedas libre —le dijo por fin. Evanora lo miró con desconfianza, desde que él había decidido no creerle, estaba recelosa, y
Los nervios mataban a Evanora, no podía más con las ansías, incluso había aceptado ponerse el vestido que Marcel le había mandado por medio de una de las chicas de servicio, estaba contrariada y creía que nada de esto era realidad, después de todo, lo que estaba a punto de hacer, no era cosa de juego, se iba a enfrentar a un mundo que terminó con la vida de su hermana. Caminó de un lado a otro hasta que la llamaron, repasó en su mente una y otra vez que todo iba a salir bien esta vez, que nada malo iba a ocurrir, pero sobre todo, que después de esta noche, su vida estaría en completa paz, al igual que su hermana. —Señora, el señor Turner la está esperando en el auto —le informa una chica. —Gracias. Tragando grueso, como si eso le funcionara contra los nervios, se dirigió hacia el auto y entrando, pudo sentir sobre ella, la fría mirada de Marcel, quien quiso colocar una mano sobre su muslo desnudo, pero ella, con sutileza, lo apartó, cosa que hizo que él se molestara en demasía. —
La suave brisa gélida golpeaba el rostro casi serio de Evanora, sus ojos estaban clavados en las letras que formaban el nombre de su hermana, sobre la lápida al lado de las tumbas de sus padres, sentía que había hecho lo correcto por ambas, sentía que era el mejor camino que pudo haber tomado, no sentía ni siquiera un poco de remordimiento al saber que sus sobrinos probablemente no la volverían a ver, nada de eso, al contrario, sabía a la perfección que ellos estarían bien. Después de todo estaban con su padre, el hombre que pese a que a su madre no le dio una oportunidad, los amaba, pudo verlo en sus ojos todo el tiempo que cruzó miradas con él, ellos son su mundo, y es por ellos que saldrá adelante, sin embargo, sentía una pequeña pizca de dolor, punzante y alterante, que le regresaba la sensación de que algo no andaba bien. Como si se le hubiera pasado un detalle. —Estarán bien —susurró con el corazón apretado—. Lo prometo. Se inclinó hacia adelante para dejar un nuevo ramo de r
Evanora sintió que el mundo se volvía a colapsar sobre sus hombros, y es que ver a su cuñado de nuevo, con sus sobrinos ahora en su humilde hogar, era una mala idea que habían tenido, el problema es que el que Finn, su amigo y abogado lo estuviera acompañando, no pintaba a ser nada bueno. —¿Qué hacen aquí? —ella rompió el silencio que los rodeaba. Erin, al notar lo incómodo de todo, decidió tomar a los niños con cariño, Marcel se le quedó viendo por un segundo, como si ella fuera una extraña, y lo era, aunque en el archivo de Evanora cuando la mandó investigar, decía que ella era una de sus mejores amigas y la administradora de su restaurante. —Creo que me llevaré a estos pequeños a la habitación de Eva —dijo Erin, buscando la aprobación de ella—. Para que puedan hablar con calma. Marcel no estaba seguro, pero terminó por dárselos, viendo a detalle cómo Erin desaparecía de su campo de visión, cuando se llevaba a sus hijos. —Siento mucho molestarte y llegar de esta manera, pero ci
Las discusiones entre Evanora, Marcel y Leroy habían llegado a otro nivel, así que mientras ellos seguían con su disputa en la sala de estar, Finn observaba de cerca a Erin, la mejor amiga de Eva, detallando la belleza juvenil en su rostro, su trasero en forma de corazón, su cabello rubio que caía sobre sus hombros desnudos en forma de remolinos salvajes que adornaban su pálida piel, y sus ojos verde esmeralda, los mismos que se mantenían fijos sobre la leche que estaba calentando para los niños. —¿Tienes hijos? —le preguntó él con curiosidad. Erin se sobresaltó un poco con la voz ronca que empleó, pero se recompuso de inmediato, de manera que apagó la estufa y volteó a verlo. —No, ¿te parezco una señora? —bromeó ella sin gracia. Lo cierto era que ella no les tenía buena fe, intentaba ser educada porque eso le enseñaron, pero hasta ahí, no había más, tampoco quería enredarse demasiado con alguien tan cercano que le había hecho daño a su mejor amiga. —¿Novio o esposo? —¿Acaso est
Evanora se sintió morir, no quiso hacer más problemática la situación, pero de algo estaba segura, y es que no iba a permitir que su relación con Marcel la estuviera afectando de nueva cuenta, así que se puso manos a la obra y como pudo, se soltó del agarre de su cuñado, para después salir con toda la ropa empapada. —Lo siento —murmuró por lo bajo. —No tienes por qué sentirlo, Evanora —mencionó él con el deseo latente corriendo por sus venas, sin embargo, no quiso insistir más. —Había olvidado que estabas aquí —las palabras de Eva sonaron balbuceantes—. No lo volverá a ocurrir. No espero a una respuesta de su parte, solo se dirigió a su habitación, esperando a que Marcel se alejara, dejando pasar un poco más de tiempo, este llamó a la puerta de su habitación, dudosa abrió y lo encontró con un traje, pero sin saco, como si apenas estuviese saliendo de la empresa. —Ya está listo en baño —le dijo en un tono casi despectivo—. Los niños siguen dormidos, pero me preguntaba sí… El cuer
El hormigueo del cuerpo de Evanora no la abandona, ha perdido la noción del tiempo, pero aun con los ojos cerrados, sus recuerdos comienzan a recobrar forma, hasta que de la nada, ella comenzó a abrir los ojos, lento, el corazón le palpitaba con rabia contenida hasta que detalló su entorno, no se encontraba en un lugar seguro, se trataba de una especie de bodega abandonada que olía a humedad. La boca la tenía seca, la garganta por igual, carraspeó un par de veces hasta intentar incorporarse, un escalofrío recorrió su cuerpo hasta el punto en el que la piel se le erizó, la luz apenas le dejaba ver algo hasta que las luces se encendieron. Ella se puso de pie, ya que estaba acostada en el suelo, sobre una colchoneta únicamente, el sonido de un par de pasos delicados y precisos, la hizo levantar la mirada para encontrarse con Nicolle, quien vestía una gabardina negra. —Hola, Evanora —dijo ella con un tono lleno de resentimiento. —Nicolle —susurró—. ¿Qué haces? —¿Qué es lo que parece?
La ansiedad carcomía a cada segundo a Marcel, necesitaba saber que Evanora estaría bien, los doctores no les daban buenas esperanzas, la policía seguía en busca de Bear, quien se había dado a la fuga y era cómplice de Nicolle al intentar no solo robar el dinero y violar el sistema de seguridad, sino, de ser el culpable del déficit de toda una fortuna. Y no conforme con todo lo que le estaba pasando, estaba el hecho también de que Leroy no había querido moverse del hospital, argumentando que no iba a irse hasta saber que ella estaría bien, lo que convertía la sala de estar en un campo minado en el que ambos se lanzaban miradas llenas de amenazas. Finn había ido con Erin para saber que los niños estaban bien, su amiga quería venir pero no podía. Marcel se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, hasta que la voz gruesa de Leroy, lo hizo detenerse. —Todo esto es tu culpa —espetó con rencor—. Si ella muere, serás el único culpable de todo. Marcel se le quedó viendo con odio. —¿