Nicolle escuchaba con atención cada una de las palabras que le decía la empleada, hasta que Erin salió de la oficina y la miró sentada en la misma mesa de Nicolle, en el restaurante, Evanora tenía reglas estrictas, como el que el cliente siempre tiene la razón, y que uno no debe nunca de sentarse a charlar con la clientela. Detalló muy bien a la castaña de ojos avellana que estaba hablando con María, la nueva mesera, le pareció de inmediato que era una mujer rica, se le notaba en la calidad de la ropa, curiosa, al ver que Nicolle estaba tan entretenida con lo que la mesera le decía con inocencia, se acercó. Una de las cosas que admiraba Evanora de Erin, era su bien ojo para saber cuando una persona parecía tener malas intenciones, y en ese momento, Nicolle no le dio confianza, en especial al estudiar su mesa y el menú que pidió, apenas nada, tampoco habrá probado bocado, por lo que dedujo que algo no anda bien. —Sí, es una verdadera tragedia, pero Evanora ha podido salir adelante c
Cuando Evanora despertó en una mala posición en el asiento del avión, observó el rostro apacible de Leroy, quien estaba delante de ella, estaban viajando en uno de sus aviones privados, solo los dos, cosa que le pareció extraña, ahora que había tenido el tiempo para pensar mejor las cosas, se dio cuenta de que puede que hubiera sido un tanto impulsiva, después de todo, apenas y conocía a ese hombre. No lo negaba, era apuesto, sin duda, si no tuviera todo este enredo con su cuñado, él sería una opción, aunque rápido lo descartó, eran de mundos diferentes, él la miraba con deseo solo porque creía que era Reyna y millonaria, un hombre como él o Marcel, jamás se fijarían en alguien tan simple y pobre como ella. Sabía lo que valía, pero tenía un ejemplo perfecto con el asunto de su hermana, a ella no la habían querido y estuvieron a punto de impedir que se casaran, ella no quería repetir el mismo patrón, además, está otra cuestión, ¿por qué se comportaba Leroy de ese modo, sabiendo que e
El aliento se le atascó a Evanora, cuando vio a Marcel parado frente a ella, con esa actitud amenazante, una que le encogió el alma hasta que estuvo de acuerdo con que se alegraba de que estuviera aquí, y no fuera un sueño. —Marcel. —Creí que te habías marchado. —Te vi —ella retrocedió. Marcel comenzó a arrinconarla, pero en un giro, ella se fue acercando sin pensarlo, ni saberlo, a una de las orillas de la cama, en la que al intentar seguir escapando de él, se dio de bruces. Marcel no pudo evitar ver el atuendo con el que estaba vestida. —¿Cómo me encontraste? —ella se aclaró la garganta. —Por el celular, tiene un chip de rastreo —respondió él sin poder apartar la mirada delas piernas desnudas de Evanora. Debido a la exaltación del momento, también se percató de que ella respiraba agitada, haciendo que su pecho subiera y bajara, él estaba atento a cada uno de sus movimientos, como lobo hambriento. —Fuiste vestida así con él —sentenció, no preguntó, él los había estado siguien
MARCELMarcel no dejaba de pensar en las palabras que le había dicho Leroy, es decir, estaba enamorado de Evanora, eso era algo que tenía claro, sin duda, pero por otra parte, no pensaba en hacerle daño. El que él le hubiera declarado la guerra diciendo que buscaría un momento de fractura, en donde él pudiera enamorarla, lo hacía enfurecer. Lo que tenía también claro, es que no pensaba renunciar a ella, mucho menos ahora, que había hecho el amor con ella. Pero una cosa era segura, y es que no iba a intentar algo bien con ella, hasta arreglar las cosas, los asuntos pendientes que tenía con su familia, para empezar. Así que mirando su cuerpo desnudo, dejando una nota a su lado, con la silenciosa promesa de que tenía que arreglar todo para poder ofrecerle estabilidad, se marchó del hotel. Pisó el acelerador que lo llevaría directo al aeropuerto. Al amanecer, llegó a la mansión con la firme idea de contarle al mundo entero sobre la muerte de Reyna, su esposa, y sobre Evanora, la mujer
Evanora no podía creer lo que estaba pasando, ya estaba de camino a la casa de Marcel, luego de un par de horas pensando en todo, mientras que Marcel, escuchaba la tontería más grande del mundo. —Deja de mentir, ¡dejen de mentir! —gritó él a todo pulmón. —¡No es mentira! —chilló Nicolle, sintiendo que el alma se le caía a los pies. Esta era su última oportunidad, después de esto ya no habría más, eso era seguro, no podía darse el lujo de perder a Marcel, mucho menos el dejar de ser la princesa de sus padres adoptivos. —Escucha, Marcel, tu hermana nos ha mostrado pruebas, en las que… —Reyna está muerta —los interrumpió él. —Que no —punteó Nicolle. —Hijo, ya no sigas con esta farsa —esclareció su madre con gesto duro—. La única verdad es que Reyna murió, y su hermana gemela, Evanora, ha tomado su lugar. Marcel se sintió cada vez más acorralado, ya lo sabían, ya no tenía caso alguno seguir con aquella farsa, por lo que tomando una larga bocanada de aire, les miró a cada uno como
Marcel no podía ver a los ojos a Evanora, no después de todo lo que había pasado por su cabeza, lo único que era cierto es que se había enamorado como un adolescente, de su despistada cuñada, la ansiedad por tenerla a su lado, por esperar a que todo esto se aclarase y tenerla solo para él, le carcomía las entrañas. —Ya lo saben —susurró Evanora. Cerrando los puños con rabia, puesto que estaba frente a los hombres que le hicieron tanto daño a su hermana. Y las dos mujeres que la hicieron sentir como una basura. —Bien, entonces ya no tendremos que fingir nada, me parece bien. —¿Y lo dices así como así? Eres una arrastrada, solo buscaste el dinero como tu hermana lo hizo. —¡Cuida tus palabras, Anastasia Turner, porque yo no soy como mi hermana, y si me dices o haces algo, atente a las consecuencias! —exclamó Evanora con el alma tendiendo en un hilo. Su corazón latió con fuerza, Marcel estaba sorprendido por cómo le habló a su propia madre, jamás, nunca, nadie en la vida se había at
Confusión, eso era todo lo que sentía Marcel cuando se trataba de pensar en Evanora y en Reyna, la mujer que le dió hijos, la misma a la que creyó desde un principio que iba a ser una esposa para toda la vida, en cierto punto, la no importaba cómo sucedieron las cosas, sino, cómo es que terminaron y cómo es que llegaron hasta este punto, en especial él, quien había jurado antes nunca más volver a creer en ninguna mujer, y ahora, apareció Evanora, el clon perfecto de su hermana, la misma mujer pero con diferente alma, una mujer que comenzaba a volverlo loco. —Maldición.—Deja de pensar tanto en las cosas, así no llegarás a ningún lugar. La voz de Finn hizo que saliera de su ensimismamiento, pero no pudo sacar de su cabeza que besó a Evanora y sintió que estaba en la luna, es decir, con Reyna jamás imaginó algo como esto. —Para ti es fácil decirlo, no estás enamorado. Soltó una risa. —Y ni lo estaré, las cosas son más fáciles cuando no tienes a alguien dependiendo de ti moralmente
Evanora pensó que estaba soñando, por un solo segundo creyó que todo se trataba de una broma de muy mal gusto, y es que la vida no podía jugar con ella de esa manera, no cuando de la nada apareció Marcel, con los ojos llenos de rabia y coraje por lo que estaba sucediendo, pero no solo eso, sino, porque en cuanto tiró de ella con tanta fuerza, que supuso que le rompería un hueso, supo que no era una mala jugada de su mente, que no era un sueño y mucho menos estaba encerrada en sus propios pensamientos. —Marcel —dijo ella. —Vamos a hablar. —No.—Sí —espetó él con firmeza. —No quiero —se removió inquieta en su agarre. No obstante, de nada sirvió, ya que al contrario de los esfuerzos que ella estaba haciendo por tratar de mantener el equilibrio, debido a la prisa que él tenía, tropezaba constantemente con sus propios pies, era cómico hasta cierto punto. —Escucha… —No digas nada, Evanora —siseó Marcel. Entraron a su despacho, él cerró de manera inmediata y presurosa a tal punto en