Caminar por las calles era una de mis actividades rutinarias, desde la muerte de mis padres lo perdí todo. Mi casa, los autos, la gran vida que tenía quedó en el olvido. Como era menor de edad, no podía adquirir nada de la herencia de mis padres. Tendría que esperar hasta los dieciocho para lograr usar ese dinero y enderezar mi vida. No tenía familia alguna, mis padres se mudaron a este país cuando yo tenía poco más de dos meses de nacida, querían un cambio de 90 grados, por lo que empezaron de cero aquí. Murieron en manos de unos hombres detestables, desconozco las razones. Solo sé que lo perdí todo y desde entonces, vago por el mundo sumida en soledad y pobreza.
Huía a como diese lugar de las personas del servicio social, esas casas de niños huérfanos eran la pesadilla hecha persona. Viví en dos casas temporales por 4 años, nos obligaban a trabajar en lugares clandestinos y a vender cosas, nos daban comida de mala calidad y ropa sucia. Era mejor por mucho estar en las calles que en esos lugares, tenía una amiga de sobrevivencia como solíamos llamarnos, con la cual nos protegíamos la una a la otra de la realidad que azota las calles de la fría ciudad. Su nombre era Rachell, quedó huérfana luego de que sus padres perdieran la vida en un terrible incendio en su casa de verano. Rachell logró salvarse del terrible hecho gracias a que se encontraba bañándose en el lago. Nos conocimos en una casa temporal hace un año, desde entonces nos hicimos inseparables.
Hemos huido de muchos proxenetas que querían aprovecharse de nosotras, nos hemos salvado el pellejo como se dice popularmente en las calles. La vida que solía llevar no se parece en nada, a la que llevo ahora. Recuerdo como mi madre solía peinarme por horas el cabello, sentada en sus piernas mientras me contaba cuentos donde las princesas eran felices por siempre. Recuerdo a mi padre sentado en su silla favorita leyendo el periódico y hablándole a mi madre sobre las finanzas del país, el olor a café recién hecho que nos preparaba mi nana, la señora Ana. Los huevos fritos y el bacón en mi plato, el jugo de naranja recién exprimido. Nunca imagine que aquello rutinario para mí en aquel entonces, seria ahora todo un lujo. Algo inalcanzable que no probaría nunca más, había olvidado lo que era comer caliente.
—¿Qué piensas, Bloom?—preguntó Rachell mientras tendía la vieja manta sobre un cartón.
—Recordando mi vida, antes de toda esta m****a.—respondí.
—¡Uff ni que lo digas! Mi vida era de película, no sé en qué momento se acabó—dijo está mientras se abrigaba con su manta.—, ¡Que frío de m****a!
—Seguro algo bueno nos espera, Rachell—animé—, tranquila, el frío pasará. Roguemos que no llueva otra vez…
Pedí mirando al cielo, estaba muy nublado y gris. Los días anteriores había estado lloviendo de manera brutal, lo cual nos dejaba empapadas de pies a cabeza, temblando, sin ropa de cambio y con una posible gripa. Habíamos encontrado un pasadizo entre dos casas enormes, nos habíamos saltado una cerca, pero era el único lugar seguro que encontramos para pasar la noche. Habíamos puesto unos cartones encima de otros, para podernos acostar y dormir tranquilas.
Al día siguiente, sentí el sol quemando mi cara. Abrí los ojos rápidamente y moví a Rachell. Debíamos irnos de aquí antes de que nos vieran y llamaran a la policía o nos echasen agua como antes había pasado en otros lugares.
—¡Rachell, es hora irnos!—avisé.
—¡Cinco minutos más, por favor!—rogó.
—No se puede, nos verán—respondí zarandeándola.
—¡Agh! Odio que tengas razón.—respondió levantándose.
Nos levantamos y recogimos nuestras mantas, las guardamos en nuestras mochilas y estábamos por irnos cuando escuchamos gritos.
—¡Eh, ladronas!—gritó una señora desde la ventana de una de las casas adyacentes a donde dormimos.—¡No se muevan de ahí, llamare a la policía!
—¡Mierda, corre Bloom! —pidió y juntas salimos huyendo.
Nos saltamos la cerca con torpeza, pero seguimos corriendo como si no hubiese un mañana. Debíamos buscar un nuevo lugar donde pasar la noche y estar seguras. Caminamos por horas divagando en las calles de la ciudad, como era costumbre. Pedíamos algo de dinero para poder comer, también nos ofrecíamos en restaurantes para lavar los platos a cambio de comida. A veces aceptaban otras no, pero siempre encontrábamos la forma.
—¡Oye Bloom, mira!—dijo Rachell señalando una cuerda con ropa tendida.
—Ni lo pienses, no somos ladronas—la reñí.
—Bloom, no nos vendría nada mal.—respondió—, Esas mantas se ven calurosas, ni hablar de los suéteres. —dijo con ensoñación.
—Pues…tienes razón. —dije aceptando. —, ¡Qué más da, tómalos!
Sin pensarlo mucho y antes de que me arrepintiera tomamos las pertenencias y corrimos hasta un parque cercano de la zona en la que estábamos. Nos sentamos en una banca y vimos lo que habíamos tomado, eran dos mantas en buen estado y recién lavadas. Unos pantalones algo grandes y anchos, unas camisetas y suéteres de lana. No eran nuestras tallas, pero era ropa de mujer y con eso bastaba. Fuimos a una estación de servicios donde la dueña nos apreciaba mucho y siempre nos dejaba asearnos allí.
—Buenos días señora, Roxana—saludamos.
—Hola mis niñas, que bueno verlas—respondió—, Tenían mucho sin venir, me preocupe que les hubiese ocurrido algo.
—Hemos estado por otras zonas, Roxana—respondió Rachell.
—Lo bueno es que no les ha ocurrido nada, ¿tienen hambre?—preguntó y solo asentimos.—, Vengan chicas, tenemos poco tiempo antes de que llegue Fausto.
Fausto era su esposo, Roxana era abusada y golpeada por este hombre sin escrúpulos. Cuando conocimos a Roxana intento ayudarnos, pero ese hombre quiso abusar de nosotras y huimos. Desde entonces solo venimos a ducharnos y a saludarla, es un monstruo, pero Roxana tiene la esperanza de que cambie y la trate como se lo merece. Nos duchamos rápidamente y colocamos la ropa limpia, se sentía tan bien oler a jabón, ordene mi cabello en una trenza para evitar enredarlo. Roxana nos dio una rica sopa caliente y le agradecí muchísimo, por fin comida decente y sobre todo caliente. Terminamos ayudándola un poco con el trabajo para luego irnos, debíamos buscar donde pasar la noche antes de que oscureciera. Emprendimos nuestra caminata a lo largo de la ciudad, yéndonos al sur. Pedíamos dinero a familias que caminaban por las calles, a algunos autos hasta juntar un poco de dinero para la cena.
—¡Hey chicas!—nos llamó una chica un poco mayor que nosotras.
—¿Qué?—respondió Rachell.
—¿Quieren pasar la noche en una casa?—ofreció.
—¿De qué hablas?—pregunté con interés.
—Vengan conmigo, Lady Vivian las recibirá.—respondió.
—¿Quién es Lady Vivian?—preguntó Rachell.
—Es una señora que acoge en su casa a chicas de la calle—volvió a responder—, Tranquilas, no las prostituye o algo así.—continuó al ver nuestras caras de sorpresa.
—¿Y que nos pide a cambio?—pregunté—, Sabemos bien que nada es gratis.
—Nada, es un alma de Dios.—respondió—, Mi nombre es Mindy, ella me recogió de la calle cuando tenía dieciséis. Es una mujer con mucho dinero que le gusta ayudar a las menos afortunadas como nosotras.
—Yo voy si tú vas, Bloom—me susurró en el oído Rachell.
—Nada puede ser peor que vivir en la calle, ¿verdad?—respondí.
—Exacto, yo voy.—dijo Rachell.
—Y yo—termine aceptando.
Seguimos a la chica pelirroja de nombre Mindy, hasta una urbanización privada, era un conjunto de casas muy lujosas y enormes. Parecían castillos, nos guio a lo largo de las calles hasta llegar a una casa de color crema y azul, un hombre de traje negro nos abrió un gigantesco portón negro permitiéndonos el paso al interior del recinto. La casa era lujo puro por donde la viéramos, había muchas chicas jóvenes también, vestidas con una especie de uniforme que consistía en un vestido azul celeste largo hasta más arriba de la rodilla y tacones a juego. Estaban muy arregladas y lucían impecables, seguimos caminando hasta detenernos en una especie de oficina, Mindy llamó a la puerta y esperamos el “adelante” para poder entrar.
—Lady Vivian, he encontrado a este par de jóvenes en la calle.—indicó para luego retirarse y dejarnos a solas con la mujer, era mayor quizá unos cuarenta años, tenía numerosas operaciones quirúrgicas y vestía de traje negro.
—Nombres y edades, por favor—ordenó.
—Rachell Boland, Diecisiete años.—respondió mi amiga.
—Bloom Jonhson, Diecisiete años.—respondí.
—Vaya, que adorable voz.—dijo acercándose a mí—, ¡Tienes mucho potencial, querida Bloom!— dijo contenta dando vueltas a mi alrededor.
—¿Potencial para qué, señora?—pregunté con curiosidad y nerviosísimo. Su mirada no me transmitía nada bueno.
—Para tener un futuro brillante, querida Bloom—respondió y sentí erizarse mis vellos por un momento.
—Está será su habitación, los uniformes están en el armario. El reglamento está en el escritorio y los horarios detrás de la puerta. ¿Alguna pregunta?—preguntó Lady Vivian.—¿Esto es una especie de instituto?—preguntó Rachell.—Se podría decir, aquí estarán seguras. Tendrán alimentación, vestimenta y educación.—anunció.—¿Y qué debemos hacer por usted? Sabemos bien que nada es gratis, señora—respondí dudosa.—¡Que astuta, muy bien! —sonrió torcidamente, alzó mi barbilla y viéndome a los ojos—, Son entrenadas para una misión, más adelante lo entenderán.Mi sangre se heló al escucharla terminar esa frase, algo oculto y muy oscuro percibí en ella. ¿A qué se refer&iacu
Termine de engullir mi último bocado de la ensalada frutal que había recibido como desayuno, mientras absorbía toda la información que me había soltado Lady Vivian. Rachell no aparecía por ningún lado y temía que le hubiesen hecho algo, unas chicas en conjunto de Mindy tomaron asiento en la misma mesa que me encontraba.—Hemos oído que ya tienes objetivo—dijo Mindy con cierto deje de envidia.—¿Eh, si?—pregunte confundida.—¡Vaya suertuda! Recién llegas y ya te saltas el nivel 1—dijo otra chica, una rubia.—Supongo que es suerte de principiante.—defendí divirtiendo para no sonar pesada. ¿Qué era eso de los niveles?—Seguro…—alargaron las tres.—¿Y bien, quién es?—preguntó con intriga Mindy.—, ¿Es un señor mayor como el qu
—Las manos son el complemento perfecto para cualquier pose, puedes usarlas como un apoyo para tu fotografía. Además, que es expresión corporal—explicó el fotógrafo encargado de enseñarme modelaje, asentí comprendiendo. —, Por ejemplo, debes tener cuidado de no obstaculizar tu rostro innecesariamente, pero eso lo veremos en el siguiente modulo.Volví a asentir, mientras tomaba apuntes, me gustaba tener palabras claves que recordar y memorizar para luego repasar y aprender más rápido. El profesor Edward me había explicado mucho, ahora íbamos a la práctica. Me coloque delante del fondo blanco que usaríamos, coloque mis brazos cruzados tocando mi cabello, alce mi rostro y no sonreí.—Perfecto, quedaste divina—halagó viendo la fotografía en la cámara—, Nada mal para ser tu primera clase.Le sonre&iacut
La clase pasó muy rápida, habíamos aprendido mucho sobre la gestión hotelera. Estrategias de ventas para ofrecer paquetes turísticos y la buena administración. Debía aprenderme muchas cosas, mi objetivo debía caer bajo mis encantos. Pero no solo contaba ser bonita, debía seducirlo con mi inteligencia y conocimientos en común. Lady Vivian nos enseñaba a ser más intelectuales que bonitas, decía que no solo por “tener un cara bonita y un cuerpo voluptuoso tendríamos éxito en nuestra misión, la sapiofilia debía ser nuestro fuerte”. Por lo que entendía eso era una especie de fetiche, esperaba equivocarme.Salí del salón y perdí de vista a Melody, su advertencia corría por mi mente. “Cuida tus espaldas” ¿De qué exactamente debía cuidarme? No entendía a qué se referí
Toque la puerta y espere que me autorizara a pasar. Estaba muy nerviosa, esperaba no haber hecho nada que estuviera mal o que me fueran a expulsar. Había encontrado en estas paredes un destino, una especie de futuro. Además, tendría todo lo que siempre quise, mucho dinero y una vida como la que recordaba. Llena de lujos, ropa y bastantes oportunidades. No me gustaba meterme en problemas por lo que esperaba que todo marchase bien, musito un “pasa” y abrí la puerta con cautela. Entre en silencio.—Buenas, Lady Vivian. ¿Mando a llamarme?—pregunté.—Sí, toma asiento—respondió. Asentí y me senté en frente suyo, ella sirvió café en una taza y me la tendió.—, ¿Cómo estas Bloom, querida?—Muy bien, Lady Vivian—respondí—, ¿Y usted?—Bien también, un poco enojada—respond
Hoy se cumplieron tres meses desde que Rachell fue echada, lastimosamente no pude saber más de ella. Le pedí muchas veces permiso a Lady Vivian, para salir y buscarla. Pero me dijo “Ella es una manzana podrida y su putrefacción podría salpicarte.” Me sentía muy mal por todo lo que había sucedido, seguramente estaba pasándola mal, la calle y una chica joven y bonita no son una buena combinación. Esperaba que de corazón ella estuviese bien, al menos que el frio del invierno no la enfermará. Por mi parte seguía enfocada en mis estudios y disciplinas, me sacaba muy buenas notas y tenía un grupo de amigas muy bueno. Afrika era mi nueva compañera de habitación, ella y Melody eran mi mejor pasatiempo. Mindy y sus amigas nos odiaban, estaban molestas conmigo porque según ellas “Por mi culpa echaron a Rachell” y por eso me refugiaba con las chicas. Teníamos
El tiempo siguió tomando su curso, cada día pasaba más veloz que el otro. Me gustaba porque nos acercábamos a finalizar el nivel 2 y 3. Muy pronto sería nuestra graduación, lo cual me llenaba de ilusión, a todas en realidad. ¿Y es que quien no quería cumplir la misión? Todas aspirábamos lograrlo y estábamos deseosas de ya salir a la ciudad, al mundo real. Por mi parte me dolía tener que despedirme de New York, ya que sería enviada a Londres, Inglaterra. Que es donde reside actualmente mi objetivo, sin contar que sus hoteles están por todo el mundo. Pero su vivienda según tengo entendido está en el mejor conjunto residencial de todo Londres, lo cual suena a tanto lujo que no puedo imaginarlo. ¿Acaso podría enamorarse de mí? ¿Una chica huérfana encubierta? Sabía que no recibiría un no por respuesta, después
Desde mi conversación con Lady Vivian todo cambió, ya no estaba segura si quería continuar con la misión. Mucho menos si sería capaz de hacer lo que me pedía. ¿Podría tener el valor para matar a alguien? imposible, claro que no podría. ¿Por qué me pedía eso? ¿Qué cambio para llegar a eso? ¿Quién la había contratado? Tenía muchísimas preguntas y muy pocas respuestas, no lograba concentrarme en mis clases y ni hablar de los talleres extras. Estaba muy distraída y eso no me gustaba, me sentía sucia, no podía creer que me involucre en un grupo de asesinas. No era un instituto y lo sabía, pero una cosa es ser cazafortunas, otra muy diferente es ser asesina. Me carcomía la culpabilidad, por haber abandonado a Rachell por esto, por convertirme en un monstruo. Pero ya estaba dentro, ¿Qué podía hacer?