Saravi.
Relatar mi recuerdo no estaba siendo fácil. Aquellos momentos fueron devastadores para mí, el corazón se me había partido cuando me había separado de Kalil en aquel lugar hace un año ya, yo quería realmente que todo resultara como estaba planeado, yo estaba segura que volvería al palacio.
Pero la vida había preparado otro asunto para mí.
Mi corazón estaba dividido en dos en este instante, eso no significaba que viera a Omer como un hombre a quien pudiera corresponder mis sentimientos. Yo amaba a Kalil con todo mi corazón y de eso no tenía duda, aun cuando todo este tiempo estuvimos separados, no hubo nada que menguara la intensidad con la que mi alma lo amaba.
Antes de recordar sentí un gran rechazo por el padre de mi bebé y me prometí a mí misma jamás retroceder, pero ahora las cosas eran diferentes, sabía quién era yo y a donde pertenecía. Sin embargo, me dolía muchísimo ver el estado de Omer, él estaba sufriendo, é
Saravi. Agaché mi cabeza, no quería contestar a ninguna de ellas, no quería decir nada que revelara que había verdad en todas ellas. —Saravi, no quiero ser la persona que abra tus ojos, pero yo… yo te amo —mis ojos se abrieron—. No quiero que te dañen, yo quiero protegerte como nadie nunca lo hizo Saravi, y puedo notar que aquí en este palacio no muchos están dispuestos hacerlo. Giré de inmediato, le di la espalada mientras trataba de tranquilizar mis nervios. —Omer… tú no entiendes por lo que hemos pasado Kalil y yo —me volví hacia él—. ¿Recuerdas a la reina traidora? Un día dijiste que merecía la muerte… —No te conocía. —No hubiese hecho falta, Omer —refuté —¡No Saravi!, si ese hubiese sido el caso te elegiría una y otra vez. ¿Me entiendes? No estoy jugando aquí, no lo estoy haciendo, yo estoy dispuesto… —¡Omer! —Ya no podía dejar que continuara, esto ya no tenía sentido—. Yo me quedaré… esa
Saravi.—Había muchas cartas. Así que tomé la caja, la puse en su lugar y me llevé todas las cartas. Me instalé en mi oficina y las ordené por fechas.Di una mirada larga a Nadia, y ella solo negaba varias veces. Sabía que una de las cosas que diría mi padre, sería sobre el engaño de mi madre con Umar. Sin embargo, la forma en como mi padre estaba contando el relato me asustaba más.—Tienen años en eso Saravi, años de engaño, de traición… —dice mi padre afligido—. Jemina siempre me hizo creer que la corona tenía un pensamiento agradable para con nosotros. Así que tomé las invitaciones al palacio como una bendición. Pero no era de esa forma.Mi cabeza se agacha lentamente mientras niego varias veces, quiero detener el relato que está matando a mi padre, pero &eac
Saravi. Tomo un suspiro enorme para luego hablar. —Lo que hizo mi madre no tiene nombre, y yo debo disculparme contigo y con tu familia por eso. —No harás nada de eso —dice mientras toma mi palma la voltea y coloca una esclava de oro en mi mano. Es la esclava que me regaló papá. La tomo entre mis dedos mientras la examino. —Yo te hubiese escogido a ti aun cuando tu madre no lo hubiese planeado —las palabras de Kalil despegan mis ojos del objeto para ir a su mirada intensa y brillosa. Entonces el latido de mi corazón aumenta. —No puedes entenderlo ¿verdad? Mi reacción por ese hombre —dice señalando hacia la puerta—. ¿No puedes entenderlo? Saravi… yo hubiese preferido morir a tener que soportar la agonía que pasé cuando pensé que tú no estabas. No tienes idea del dolor que padecí todo este tiempo. Mi compromiso con Alinna solo fue una maniobra para quitarme de encima las constantes charlas sobre
Kalil. Mis dedos dibujaban la silueta de Saravi en la cama, su cabello estaba extendido por toda ella mientras una sábana tapaba algunas partes de su piel. Ella había luchado por no dormirse, su última expresión fue una sonrisa mientras gesticuló: —Te amo. Todas las partículas de mi cuerpo hicieron explosión dentro de mí al escucharla, la había amado hasta el cansancio vez tras vez y aún quería seguir haciéndolo, estaba convencido que nunca me cansaría de esto, estaba convencido que cada vez que la besaba o le hacía el amor me hacía más adicto a ella. Kalil. Si pudiera describir este día, decir perfecto, me haría quedar corto. Había descubierto la mejor etapa de Saravi a pesar de que su mal genio la destacaba, su carisma era sensacional, aunque ella no se conocía completamente, podía irradiar una sensualidad que te hacía parecer un tonto mientras la mirabas. La escuché por mucho tiempo mientras la veía llevar comida a su boca. Describir su infancia la emocionaba, la sonrojaba y en muchos momentos hacía que perdiera la cordura. Ella estaba feliz. Y yo estaba viéndolo. Después de una comida exquisita, nos estábamos preparando para volver, y respiraba lentamente para que de cierta forma eso no desvaneciera todo lo que se recuperó en este tiempo. Caminamos en silencio por los pasillos mientras pensé por un momento en el palacio. Quería con todas mis fuerzas que al llegar ya no estuviera ese bastardo, y que por una vez en su vida nos dejara en paz.Capítulo 34
Kalil. —Majestad… —un guarda apareció frente a mí, estaba sumido en mis pensamientos mientras deambulaba por el palacio. —Adelante —le insté para que hablara. —Los señores Menen acaban de llegar al palacio —cerré mis ojos mientras un suspiro salía de mí—. Ellos están en el salón de invitados ahora, con la señorita, Alinna… esperándolo. Asentí con mucha renuencia. —Iré en unos minutos… —le dije mientras me armaba de valor para enfrentar lo inevitable. Entré a la habitación lentamente con muchas aprensiones en el pecho, les tenía un gran aprecio a los padres de Alinna, ellos siempre fueron prestos a todo lo que yo decía, y podía asegurar que eran de mi total confianza. Ahora su hija había sido prácticamente desechada por mí, varias veces, la expuse al escarnio y públicamente había hecho un compromiso que no solo llegó a los oídos de Angkor, todos los países vecinos asistieron a nuestro compromiso y divul
Saravi. Me entristecía ver ese rostro preocupado que tenía Kalil, ahora que Umar se encontraba realmente enfermo. No sabía cuál era su condición, pero mañana por la mañana iría a preguntarle a Janí en que posición se encontraba su enfermedad. Jamás había congeniado con él, su forma de actuar siempre fue déspota y siempre me mantuve a raya. Sin embargo, él era el padre de mi esposo, y todo lo que a Kalil le doliera a mí también me afectaba, así que realmente pediría al cielo porque el hombre se pusiera estable y fuera de peligro. Llegué a mi habitación, y Nadia estaba doblando algunos vestidos, que por petición de Kalil fueron trasladados aquí. Este era mi momento para hablar con Nadia, y esperaba que ella pudiera entender mis razones. —Hola —dije sentándome en la cama y observándola ir y venir. —Saravi —ella volteó con una sonrisa en los labios—. ¿Cómo se siente? Respiré un poco mientras la calma dominaba mi c
Saravi. Mis ojos se abrieron lentamente, la primera ráfaga de imagen que entró en mi cabeza era el rostro del rey observándome. Estaba sentado en mi cama con la misma ropa que ayer en la noche, su cabello estaba desordenado y tenía los ojos muy rojos. Me asusté mucho. Me senté de un tirón mientras le tomé el brazo. —Tu padre… —Se quedó dormido hasta ahora —respondió débilmente. —¿Cómo está? —pregunté preocupada. —Sigue empeorando. Lo tomé de inmediato mientras lo envolví en mis brazos. Su cabeza reposó en mi hombro mientras él lo besaba de forma delicada. El cuerpo se me estremeció. Reprimí mis ojos para amortiguar la sensación y luego tomé su rostro. —¿No has dormido nada? —pregunté. Él negó varias veces y luego llevó sus manos a mi rostro. Con su pulgar delineó mis labios y dijo: —Te necesito. Mi corazón estalló en ese momento, quería hablar con él sob