Capítulo 32.

Damien

Aguantar a mi hermana con un repertorio de preguntas es peor tortura que cualquiera creada. No se detiene ante nada. No le importa si quieres o no responder. Si le interesa no descansará hasta obtenerlo.

—No lo sé, Zarya. No sé porque mierd@ continúe el beso. —me exaspero bebiendo el whisky, llenando mi vaso de nuevo.

—Está bien. No preguntaré más. Sólo que dices que la odias. pero por poco te la comes entera.

—Sí, la odio. La detesto. La aborrezco. —mi voz sale cargada de hastío. —Pero una cosa, en ocasiones no tiene que ver con la otra.

—¿A quién odias? —oigo a mis espaldas a Markov, quién entra con su pequeña maleta y medio lo saludo con un movimiento de cabeza.

Mi hermana lo abraza y este me mira.

—Entonces ¿A quién odias?

—A la hija del ministro. —responde mi hermana por mí.

—¿La que te arañó la cara? —no digo nada, al igual que mi hermana. Sabe que no me gusta que me recuerden mierd@s y ahora lo están haciendo.

Son casi las siete de la mañana y no dormí nada, al
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